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ERES EL VISITANTE No.
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RECREACION Y ENTRETENIMIENTO
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JOB CAPÍTULO 1 1 Hubo un varón en tierra de Uz, llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, y temeroso de Dios, y apartado del mal. 2 Y le nacieron siete hijos y tres hijas. 3 Y su hacienda era siete mil ovejas, y tres mil camellos, y quinientas yuntas de bueyes, y quinientas asnas, y muchísimos criados; y era aquel varón grande más que todos los orientales. 4 E iban sus hijos y hacían banquetes en sus casas, cada uno en su día; y enviaban a llamar a sus tres hermanas, para que comiesen y bebiesen con ellos. 5 Y acontecía que, habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Por ventura habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado a Dios en sus corazones. De esta manera hacía Job todos los días. 6 Y un día vinieron los hijos de Dios a presentarse delante del SEÑOR, entre los cuales vino también Satanás. 7 Y dijo el SEÑOR a Satanás: ¿De dónde vienes? Y respondiendo Satanás al SEÑOR, dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella. 8 Y el SEÑOR dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios, y apartado de mal? 9 Y respondiendo Satanás al SEÑOR, dijo: ¿Teme Job a Dios de balde? 10 ¿No le has tú cercado a él, y a su casa, y a todo lo que tiene en derredor? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto su hacienda ha crecido sobre la tierra. 11 Mas extiende ahora tu mano, y toca todo lo que tiene, y verás si no te blasfema en tu rostro. 12 Y dijo el SEÑOR a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante del SEÑOR. 13 Y un día aconteció que sus hijos e hijas comían y bebían vino en casa de su hermano el primogénito, 14 y vino un mensajero a Job, que le dijo: Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos, 15 y acometieron los sabeos, y los tomaron, e hirieron a los criados a filo de espada; solamente escapé yo para traerte las nuevas. 16 Aun estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y los criados, y los consumió; solamente escapé yo para traerte las nuevas. 17 Todavía estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres escuadrones, y dieron sobre los camellos, y los tomaron, e hirieron a los criados a filo de espada; y solamente escapé yo para traerte las nuevas. 18 Entre tanto que éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito; 19 y he aquí un gran viento que vino del lado del desierto, e hirió las cuatro esquinas de la casa, y cayó sobre los jóvenes, y murieron; y solamente escapé yo para traerte las nuevas. 20 Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y trasquiló su cabeza, y cayendo en tierra adoró; 21 y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo tornaré allá. El SEÑOR dio, y el SEÑOR quitó; sea el nombre del SEÑOR bendito. 22 En todo esto no pecó Job, ni atribuyó locura a Dios. CAPÍTULO 2 1 Y otro día aconteció que vinieron los hijos de Dios para presentarse delante del SEÑOR, y vino también entre ellos Satanás compareciendo delante del SEÑOR. 2 Y dijo el SEÑOR a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondió Satanás al SEÑOR, y dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella. 3 Y el SEÑOR dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado de mal, y que aún retiene su perfección, habiéndome tú incitado contra él, para que lo arruinara sin causa? 4 Y respondiendo Satanás dijo al SEÑOR: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su alma. 5 Mas extiende ahora tu mano, y tócalo a él mismo, y a su carne, y verás si no te blasfema en tu rostro. 6 Y el SEÑOR dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida. 7 Y salió Satanás de delante del SEÑOR, e hirió a Job de una maligna sarna desde la planta de su pie hasta la coronilla de su cabeza. 8 Y tomaba una teja para rascarse con ella, y estaba sentado en medio de ceniza. 9 Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu simplicidad? Blasfema a Dios, y muérete. 10 Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las locas, has hablado. Está bien: recibimos el bien de Dios, ¿y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios. 11 Y tres amigos de Job, Elifaz temanita, y Bildad suhita, y Zofar naamatita, luego que oyeron todo este mal que le había sobrevenido, vinieron cada uno de su lugar; porque habían concertado de venir juntos a condolerse de él, y a consolarle. 12 Los cuales alzando los ojos desde lejos, no lo conocieron, y lloraron a voz en grito; y cada uno de ellos rasgó su manto, y esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo. 13 Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que el dolor era muy grande. CAPÍTULO 3 1 Después de esto abrió Job su boca, y maldijo su día. 2 Y exclamó Job, y dijo: 3 Perezca el día en que yo fui nacido, y la noche que dijo: Varón es concebido. 4 Aquel día fuera tinieblas, y Dios no curara de él desde arriba, ni claridad resplandeciera sobre él. 5 Aféenlo tinieblas y sombra de muerte; reposara sobre él nublado, que lo hiciera horrible como día caluroso. 6 Aquella noche ocupara oscuridad, ni fuera contada entre los días del año, ni viniera en el número de los meses. 7 ¡Oh, si fuere aquella noche solitaria, que no viniera en ella canción! 8 Maldijéranla los que maldicen al día, los que se aparejan para levantar su llanto. 9 Las estrellas de su alba fueran oscurecidas; esperaran la luz, y no viniera, ni viera los párpados de la mañana; 10 por cuanto no cerró las puertas del vientre donde yo estaba, ni escondió de mis ojos la miseria. 11 ¿Por qué no morí yo desde la matriz, o fui traspasado saliendo del vientre? 12 ¿Por qué me previnieron las rodillas? ¿Y para qué los senos que mamase? 13 Pues que ahora yaciera yo, y reposara; durmiera, y entonces tuviera reposo, 14 con los reyes y con los consejeros de la tierra, que edifican para sí los desiertos; 15 o con los príncipes que poseen el oro, que llenan sus casas de plata. 16 O ¿por qué no fui escondido como abortivo, como los pequeñitos que nunca vieron luz? 17 Allí los impíos dejaron el miedo, y allí descansaron los de cansadas fuerzas. 18 Allí también reposaron los cautivos; no oyeron la voz del exactor. 19 Allí está el chico y el grande; allí es el siervo libre de su señor. 20 ¿Por qué dio luz al trabajado, y vida a los amargos de ánimo? 21 Que esperan la muerte, y no la hay; y la buscan más que tesoros. 22 Que se alegran sobremanera, y se gozan cuando hallan el sepulcro. 23 Al hombre que no sabe por donde vaya, y que Dios lo encerró. 24 Porque antes que mi pan, viene mi suspiro; y mis gemidos corren como aguas. 25 Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que temía. 26 Nunca tuve paz, nunca me aseguré, ni nunca me reposé; y me vino turbación. CAPÍTULO 4 1 Y respondió Elifaz el temanita, y dijo: 2 Si probáremos a hablarte, te será molesto; pero ¿quién podrá detener las palabras? 3 He aquí, tú enseñabas a muchos, y las manos flacas corroborabas. 4 Al que vacilaba, enderezaban tus palabras, y las rodillas de los que arrodillaban esforzabas. 5 Mas ahora que a ti te ha venido, te es molesto; y cuando ha llegado hasta ti, te turbas. 6 ¿Es éste tu temor, tu confianza, tu esperanza, y la perfección de tus caminos? 7 Acuérdate ahora, ¿quién haya sido inocente que se perdiese? Y ¿adónde los rectos han sido cortados? 8 Como yo he visto que los que aran iniquidad y siembran injuria, la siegan. 9 Perecen por el aliento de Dios, y por el espíritu de su furor son consumidos. 10 El bramido del león, y la voz del león, y los dientes de los leoncillos son arrancados. 11 El león viejo perece por falta de presa, y los hijos del león son esparcidos. 12 El negocio también me era a mí oculto; mas mi oído ha percibido algo de ello. 13 En imaginaciones de visiones nocturnas, cuando el sueño cae sobre los hombres, 14 me sobrevino un espanto y un temblor, que estremeció todos mis huesos. 15 Y un espíritu que pasó por delante de mí, hizo que se erizara el vello de mi carne. 16 Se paró un fantasma delante de mis ojos, cuyo rostro yo no conocí, y quedo, oí que decía: 17 ¿Por ventura será el hombre más justo que Dios? ¿Será el varón más limpio que el que lo hizo? 18 He aquí que en sus siervos no confía, y en sus ángeles halló locura. 19 ¡Cuánto más en los que habitan en casas de lodo, cuyo fundamento está en el polvo, y que serán quebrantados de la polilla! 20 De la mañana a la tarde son quebrantados, y se pierden para siempre, sin haber quien lo considere. 21 ¿Su hermosura, no se pierde con ellos mismos? Mueren, y no lo saben. CAPÍTULO 5 1 Ahora pues da voces, si habrá quien te responda; y ¿si habrá alguno de los santos a quien mires? 2 Es cierto que al loco la ira lo mata, y al codicioso consume la envidia. 3 Yo he visto al loco que echaba raíces, y en la misma hora maldije su habitación. 4 Sus hijos estarán lejos de la salud, y en la puerta serán quebrantados, y no habrá quien los libre. 5 Su mies comerán los hambrientos, y la sacarán de entre las espinas, y los sedientos beberán su hacienda. 6 Porque la iniquidad no sale del polvo, ni el castigo reverdece de la tierra. 7 Antes como las chispas se levantan para volar por el aire, así el hombre nace para la aflicción. 8 Ciertamente yo buscaría a Dios, y depositaría en él mis negocios; 9 el cual hace grandes cosas, que no hay quien las comprenda; y maravillas que no tienen cuento. 10 Que da la lluvia sobre la faz de la tierra, y envía las aguas sobre las faces de las plazas. 11 Que pone a los humildes en altura, y los enlutados son levantados a salud. 12 Que frustra los pensamientos de los astutos, para que sus manos no hagan nada. 13 Que prende a los sabios en su astucia, y el consejo de sus adversarios es entontecido. 14 De día se topan con tinieblas, y en mitad del día andan a tientas como de noche. 15 Y libra de la espada al pobre, de la boca de los impíos, y de la mano violenta. 16 Que es esperanza al menesteroso, y la iniquidad cerró su boca. 17 He aquí, que bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; por tanto no menosprecies la corrección del Todopoderoso. 18 Porque él es el que hace la plaga, y él la ligará; el hiere, y sus manos curan. 19 En seis tribulaciones te librará, y en la séptima no te tocará el mal. 20 En el hambre te redimirá de la muerte, y en la guerra de las manos del cuchillo. 21 Del azote de la lengua serás encubierto; ni temerás de la destrucción cuando viniere. 22 De la destrucción y del hambre te reirás, y no temerás de las bestias del campo; 23 pues aun con las piedras del campo tendrás tu concierto, y las bestias del campo te serán pacíficas. 24 Y sabrás que hay paz en tu tienda; y visitarás tu morada, y no pecarás. 25 Y entenderás que tu simiente es mucha, y tus renuevos como la hierba de la tierra. 26 Y vendrás en la vejez a la sepultura, como el montón de trigo que se coge a su tiempo. 27 He aquí lo que hemos inquirido, lo cual es así: Oyelo, y juzga tú para contigo. CAPÍTULO 6 1 Y respondió Job y dijo: 2 ¡Oh, si pesasen al justo mi queja y mi tormento, y se alzasen igualmente en balanza! 3 Porque mi tormento pesaría más que la arena del mar; y por tanto mis palabras son cortadas. 4 Porque las saetas del Todopoderoso están en mí, cuyo veneno bebe mi espíritu; y terrores de Dios me combaten. 5 ¿Acaso gime el asno montés junto a la hierba? ¿Muge el buey junto a su pasto? 6 ¿Por ventura se comerá lo desabrido sin sal? ¿O habrá gusto en la clara del huevo? 7 Las cosas que mi alma no quería tocar antes, ahora por los dolores son mi comida. 8 ¡Quién me diese que viniese mi petición, y que Dios me diese lo que espero; 9 y que plugiera a Dios quebrantarme; y que soltase su mano, y me despedazase! 10 Y en esto crecería aún consolación, si me asase con dolor sin haber misericordia; no que haya contradicho las palabras santas. 11 ¿Cuál es mi fortaleza para esperar aún? ¿Y cuál mi fin para dilatar mi vida? 12 ¿Es mi fortaleza la de las piedras? O mi carne, ¿es de acero? 13 ¿No me ayudo cuanto puedo, y con todo eso el poder me falta del todo? 14 El atribulado es consolado de su compañero; pero se ha abandonado el temor del Omnipotente. 15 Mis hermanos me han mentido como arroyo; se pasaron como las riberas impetuosas, 16 que están escondidas por la helada, y encubiertas con nieve. 17 Que al tiempo del calor son deshechas, y en calentándose, desaparecen de su lugar; 18 apártanse de las sendas de su camino, suben en vano y se pierden. 19 Las miraron los caminantes de Temán, los caminantes de Saba esperaron en ellas; 20 pero fueron avergonzados por su esperanza; porque vinieron hasta ellas, y se hallaron confusos. 21 Ahora ciertamente vosotros sois como ellas; que habéis visto el tormento, y teméis. 22 ¿Os he dicho yo: Traedme, y pagad por mí de vuestra hacienda; 23 y libradme de la mano del angustiador, y redimidme del poder de los violentos? 24 Enseñadme, y yo callaré; y hacedme entender en qué he errado. 25 ¡Cuán fuertes son las palabras de rectitud! Mas ¿qué reprende el argumento de vosotros? 26 ¿No estáis pensando las palabras para reprender, y echáis al viento palabras perdidas? 27 También os arrojáis sobre el huérfano, y hacéis hoyo delante de vuestro amigo. 28 Ahora pues, si queréis, mirad en mí, y ved si mentiré delante de vosotros. 29 Tornad ahora, y no haya iniquidad; volved aún a mirar por mi justicia en esto. 30 Si hay iniquidad en mi lengua; o si mi paladar no discierne los tormentos. CAPÍTULO 7 1 Ciertamente tiempo determinado tiene el hombre sobre la tierra, y sus días son como los días del jornalero. 2 Como el siervo anhela la sombra, y como el jornalero espera el reposo de su trabajo, 3 así poseo yo los meses de vanidad, y las noches de trabajo me dieron por cuenta. 4 Cuando estoy acostado, digo: ¿Cuándo me levantaré? Y mido la noche, y estoy harto de devaneos hasta el alba. 5 Mi carne está vestida de gusanos, y de terrones de polvo; mi piel hendida y abominable. 6 Mis días fueron más ligeros que la lanzadera del tejedor, y fenecieron sin esperanza. 7 Acuérdate que mi vida es un viento, y que mis ojos no volverán para ver el bien. 8 Los ojos de los que ahora me ven, no me verán más; tus ojos serán sobre mí, y dejaré de ser. 9 La nube se acaba, y se va; así el que desciende al sepulcro, que nunca más subirá; 10 no tornará más a su casa, ni su lugar le conocerá más. 11 Por tanto yo no reprimiré mi boca; hablaré con la angustia de mi espíritu, y me quejaré con la amargura de mi alma. 12 ¿Soy yo el mar, o ballena, que me pongas guarda? 13 Cuando digo: Mi cama me consolará, mi cama atenuará mis quejas; 14 entonces me quebrantarás con sueños, y me turbarás con visiones. 15 Y mi alma tuvo por mejor el ahogamiento, y quiso la muerte más que a mis huesos. 16 Abominé la vida; no quiero vivir para siempre; déjame, pues, que mis días son vanidad. 17 ¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas, y que pongas sobre él tu corazón, 18 y lo visites todas las mañanas, y todos los momentos lo pruebes? 19 ¿Hasta cuándo no me dejarás, ni me soltarás hasta que trague mi saliva? 20 Si he pecado, ¿qué te haré, oh Guarda de los hombres? ¿Por qué me has puesto contrario a ti, y que a mí mismo sea pesado? 21 ¿Y por qué no quitas mi rebelión, y perdonas mi iniquidad? Porque ahora dormiré en el polvo, y si me buscares de mañana, ya no seré hallado. CAPÍTULO 8 1 Y respondió Bildad suhita, y dijo: 2 ¿Hasta cuándo hablarás tales cosas, y las palabras de tu boca serán como un viento fuerte? 3 ¿Por ventura pervertirá Dios el derecho, o el Todopoderoso pervertirá la justicia? 4 Porque tus hijos pecaron contra él, él los echó en el lugar de su pecado. 5 Si tú de mañana buscares a Dios, y rogares al Todopoderoso; 6 si fueres limpio y derecho, cierto luego se despertará sobre ti, y hará próspera la morada de tu justicia. 7 De tal manera que tu principio habrá sido pequeño, en comparación del grande crecimiento de tu postrimería. 8 Porque pregunta ahora a la edad pasada, y disponte para inquirir de sus padres de ellos; 9 porque nosotros somos desde ayer, y no sabemos, siendo nuestros días sobre la tierra como sombra. 10 ¿Por ventura ellos no te enseñarán, te dirán, y de su corazón sacarán estas palabras? 11 ¿Crece el junco sin lodo? ¿Crece el prado sin agua? 12 Aun él en su verdor sin haber sido cortado, y antes de toda hierba se seca. 13 Tales son los caminos de todos los que olvidan a Dios; y la esperanza del impío perecerá. 14 Porque su esperanza será cortada, y su confianza es casa de araña. 15 El se apoyará sobre su casa, pero no permanecerá en pie; se asirá a ella, más no se afirmará. 16 A manera de un árbol, está verde delante del sol, y sus renuevos salen sobre su huerto; 17 se van entretejiendo sus raíces junto a una fuente, y enlazándose hasta un lugar pedregoso. 18 Si le arrancaren de su lugar, éste le negará entonces, diciendo: Nunca te vi. 19 Ciertamente este será el gozo de su camino; y de la tierra de donde se traspusiere, retoñecerán otros. 20 He aquí, Dios no aborrece al perfecto, ni toma la mano de los malignos. 21 Aun llenará tu boca de risa, y tus labios de júbilo. 22 Los que te aborrecen, serán vestidos de confusión; y la habitación de los impíos perecerá. CAPÍTULO 9 1 Y respondió Job, y dijo: 2 Ciertamente yo conozco que es así; ¿y cómo se justificará el hombre con Dios? 3 Si quisiere contender con él, no le podrá responder a una cosa de mil. 4 El es sabio de corazón, y fuerte en fuerza, ¿quién se endureció contra él, y quedó en paz? 5 Que arranca los montes con su furor, y no conocen quién los trastornó; 6 que remueve la tierra de su lugar, y hace temblar sus columnas; 7 que manda al sol, y no sale; y sella las estrellas. 8 El solo extiende los cielos, y anda sobre las alturas del mar. 9 El que hizo la Osa, y el Orión, y las Pléyades, y los lugares secretos del mediodía; 10 el que hace cosas grandes e incomprensibles, y maravillosas, sin número. 11 He aquí que él pasará delante de mí, y yo no lo veré; y pasará, y no lo entenderé. 12 He aquí, arrebatará; ¿quién le hará restituir? ¿Quién le dirá: Qué haces? 13 Dios no tornará atrás su ira, y debajo de él se encorvan los que ayudan a la soberbia. 14 ¿Cuánto menos le responderé yo, y eligiré mis palabras con él? 15 Que aunque yo sea justo, no responderé; antes habré de rogar a mi juez. 16 Que si yo le invocase, y él me respondiese, aún no creeré que haya escuchado mi voz. 17 Porque me ha quebrado con tempestad, y ha aumentado mis heridas sin causa. 18 Que aún no me ha concedido que tome mi aliento; mas me ha llenado de amarguras. 19 Si habláramos de su potencia, fuerte por cierto es; si de su juicio, ¿quién me emplazará? 20 Si yo me justificare, me condenará mi boca; si me predicare perfecto, él me hará inicuo. 21 Si yo me predicare imperfecto, no conozco mi alma; condenaré mi vida. 22 Una cosa resta es a saber que yo diga: Al perfecto y al impío él los consume. 23 Si es azote, mate de presto, y no se ría de la prueba de los inocentes. 24 La tierra es entregada en manos de los impíos, y él cubre el rostro de sus jueces. Si no es él el que lo hace, ¿quién es? ¿Dónde está? 25 Mis días han sido más ligeros que un correo; huyeron, y nunca vieron bien. 26 Pasaron con los navíos de Ebeh; o como el águila que se arroja a la presa. 27 Si digo: Quiero olvidar mi queja, dejaré mi aburrimiento, y me esforzaré. 28 Temo todos mis trabajos; sé que no me perdonarás. 29 Si yo soy impío, ¿para qué trabajaré en vano? 30 Aunque me lave con aguas de nieve, y aunque limpie mis manos con la misma limpieza, 31 aún me hundirás en el hoyo; y mis propios vestidos me abominarán. 32 Porque no es hombre como yo, para que yo le responda, y vengamos juntamente a juicio. 33 No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros ambos. 34 Quite de sobre mí su verdugo, y su terror no me perturbe. 35 Y hablaré, y no le temeré; porque en este estado no estoy en mí. CAPÍTULO 10 1 Mi alma es cortada en mi vida; por tanto soltaré mi queja sobre mí, y hablaré con amargura de mi alma. 2 Diré a Dios: No me condenes; hazme entender por qué pleiteas conmigo. 3 ¿Te parece bien que oprimas, y que deseches la obra de tus manos, y que resplandezcas sobre el consejo de los impíos? 4 ¿Tienes tú ojos de carne? ¿Ves tú como ve el hombre? 5 ¿Son tus días como los días del hombre, o tus años como los tiempos humanos, 6 para que inquieras mi iniquidad, y busques mi pecado, 7 sobre saber tú que no soy impío, y que no hay quien de tu mano me libre? 8 Tus manos me formaron y me compusieron todo en contorno, ¿y así me deshaces? 9 Acuérdate ahora que como a lodo me diste forma; ¿y en polvo me has de tornar? 10 ¿No me fundiste como leche, y como un queso me cuajaste? 11 Me vestiste de piel y carne, y me cubriste de huesos y nervios. 12 Vida y misericordia me concediste, y tu visitación guardó mi espíritu. 13 Y estas cosas tienes guardadas en tu corazón; yo sé que esto está cerca de ti. 14 Si pequé, ¿me acecharás, y no me limpiarás de mi iniquidad? 15 Si fuere malo, ¡ay de mí! Y si fuere justo, no levantaré mi cabeza, estando hastiado de deshonra, y de verme afligido. 16 Y vas creciendo, cazándome como león; tornando y haciendo en mí maravillas. 17 Renovando tus plagas contra mí, y aumentando conmigo tu furor, remudándose sobre mí ejércitos. 18 ¿Por qué me sacaste del vientre? Habría yo muerto, y no me vieran ojos. 19 Fuera, como si nunca hubiera sido, llevado desde el vientre a la sepultura. 20 ¿No son mis días poca cosa? Cesa pues, y déjame, para que me esfuerce un poco. 21 Antes que vaya para no volver, a la tierra de tinieblas y de sombra de muerte; 22 tierra de oscuridad, y tenebrosa sombra de muerte, donde no hay orden, y que resplandece como la misma oscuridad. CAPÍTULO 11 1 Y respondió Zofar naamatita, y dijo: 2 ¿Las muchas palabras no han de tener respuesta? ¿Y el hombre parlero será justificado? 3 ¿Tus mentiras harán callar a los hombres? ¿Y harás escarnio, y no habrá quien te avergüence? 4 Tú dices: Mi manera de vivir es pura, y yo soy limpio delante de tus ojos. 5 Mas ¡oh, quién diera que Dios hablara, y abriera sus labios contigo, 6 y que te declarara los secretos de la sabiduría! Porque mereces dos tantos según la ley; y sabe que Dios te ha olvidado por tu iniquidad. 7 ¿Alcanzaras tú el rastro de Dios? ¿Llegaras tú a la perfección del Todopoderoso? 8 Es más alto que los cielos; ¿qué harás? Es más profundo que el infierno; ¿cómo lo conocerás? 9 Su dimensión es más larga que la tierra, y más ancha que el mar. 10 Si cortare, o encerrare, o juntare, ¿quién le responderá? 11 Porque él conoce a los hombres vanos; y ve la iniquidad, ¿y no entenderá? 12 El hombre vano se hará entendido, aunque nazca como el pollino del asno montés. 13 Si tú preparares tu corazón, y extendieres a él tus manos; 14 si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de ti, y no consintieres que more maldad en tus habitaciones; 15 entonces levantarás tu rostro limpio de mancha, y serás fuerte y no temerás; 16 y olvidarás tu trabajo, y te acordarás de él como de aguas que pasaron; 17 y en mitad de la siesta se levantará bonanza; resplandecerás, y serás como la misma mañana; 18 y confiarás, que habrá esperanza; y cavarás, y dormirás seguro; 19 y te acostarás, y no habrá quien te espante; y muchos te rogarán. 20 Mas los ojos de los malos se consumirán, y no tendrán refugio; y su esperanza será agonía del alma. CAPÍTULO 12 1 Y respondió Job, y dijo: 2 Ciertamente que vosotros sois el pueblo; y con vosotros morirá la sabiduría. 3 También tengo yo seso como vosotros; no soy yo menos que vosotros; ¿y quién habrá que no pueda decir otro tanto? 4 El que invoca a Dios, y él le responde, es burlado de su amigo; y el justo y perfecto es escarnecido. 5 La antorcha es tenida en poco en el pensamiento del próspero; la cual se aparejó contra las caídas de los pies. 6 Las tiendas de los ladrones están en paz; y los que provocan a Dios, y los que traen dioses en sus manos viven seguros. 7 Y en efecto, pregunta ahora a las bestias, que ellas te enseñarán; y a las aves de los cielos, que ellas te lo mostrarán; 8 o habla a la tierra, que ella te enseñará; los peces del mar te lo declararán también. 9 ¿Qué cosa de todas éstas no entiende que la mano del SEÑOR la hizo? 10 En su mano está el alma de todo viviente, y el espíritu de toda carne humana. 11 Ciertamente el oído prueba las palabras, y el paladar gusta las viandas. 12 En los viejos está la ciencia, y en la larga edad la inteligencia. 13 Con Dios está la sabiduría y la fortaleza; suyo es el consejo y la inteligencia. 14 He aquí, él derribará, y no será edificado; encerrará al hombre, y no habrá quien le abra. 15 He aquí, él detendrá las aguas, y se secarán; él las enviará, y destruirán la tierra. 16 Con él está la fortaleza y la existencia; suyo es el que yerra, y el que hace errar. 17 El hace andar a los consejeros desnudos de consejo, y hace enloquecer a los jueces. 18 El suelta la atadura de los tiranos, y les ata el cinto a sus lomos. 19 El lleva despojados a los príncipes, y trastorna a los valientes. 20 El impide el labio a los que dicen verdad, y quita a los ancianos el consejo. 21 El derrama menosprecio sobre los príncipes, y enflaquece la fuerza de los esforzados. 22 El descubre las profundidades de las tinieblas, y saca a luz la sombra de muerte. 23 El multiplica los gentiles, y él las destruye; esparce los gentiles, y las torna a recoger. 24 El quita el seso de las cabezas del pueblo de la tierra, y les hace que se pierdan vagando sin camino; 25 que palpen las tinieblas, y no la luz; y los hace errar como borrachos. CAPÍTULO 13 1 He aquí que todas estas cosas han visto mis ojos, y oído y entendido mis oídos. 2 Como vosotros lo sabéis, lo sé yo; no soy menos que vosotros. 3 Mas yo hablaría con el Todopoderoso, y querría disputar con Dios. 4 Que ciertamente vosotros sois fraguadores de mentira; sois todos vosotros médicos nulos. 5 Ojalá callarais del todo, porque os fuera en lugar de sabiduría. 6 Oíd, pues, ahora mi disputa, y estad atentos a los argumentos de mis labios. 7 ¿Habéis de hablar iniquidad por Dios? ¿Habéis de hablar por él engaño? 8 ¿Habéis vosotros de hacerle honra? ¿Habéis de pleitear vosotros por Dios? 9 ¿Sería bueno que él os escudriñase? ¿Os burlaréis de él como quien se burla de algún hombre? 10 El os redargüirá duramente, si en lo secreto le hicieses tal honra. 11 De cierto su alteza os había de espantar, y su pavor había de caer sobre vosotros. 12 Vuestras memorias serán comparadas a la ceniza, y vuestros cuerpos como cuerpos de lodo. 13 Escuchadme, y hablaré yo, y que me venga después lo que viniere. 14 ¿Por qué quitaré yo mi carne con mis dientes, y pondré mi alma en mi palma? 15 He aquí, aunque me matare, en él esperaré; pero defenderé delante de él mis caminos. 16 Y él mismo me será salud, porque no entrará en su presencia el impío. 17 Oíd con atención mi razón, y mi denuncia con vuestros oídos. 18 He aquí ahora, si yo me apercibiere a juicio, sé que seré justificado. 19 ¿Quién es el que pleiteará conmigo? Porque si ahora yo callara, moriría. 20 A lo menos dos cosas no hagas conmigo; y entonces no me esconderé de tu rostro: 21 Aparta de mí tu mano, y no me asombre tu terror. 22 Llama luego, y yo responderé; o yo hablaré, y respóndeme tú. 23 ¿Cuántas iniquidades y pecados tengo yo? Hazme entender mi prevaricación y mi pecado. 24 ¿Por qué escondes tu rostro, y me cuentas por tu enemigo? 25 ¿A la hoja arrebatada has de quebrantar? ¿Y a una arista seca has de perseguir? 26 ¿Por qué escribes contra mí amarguras, y me haces cargo de los pecados de mi juventud? 27 Pones además mis pies en el cepo, y guardas todos mis caminos, imprimiéndolo a las raíces de mis pies. 28 Siendo el hombre como carcoma que se va gastando, como vestido que se come de polilla. CAPÍTULO 14 1 El hombre nacido de mujer, corto de días, y harto de sinsabores; 2 que sale como una flor y es cortado; y huye como la sombra, y no permanece. 3 ¿Y sobre éste abres tus ojos, y me traes a juicio contigo? 4 ¿Quién hará limpio de inmundo? Nadie. 5 Si sus días están determinados, y el número de sus meses está cerca de ti; tú le pusiste términos, de los cuales no pasará. 6 Si tú lo dejares, él dejará de ser; entre tanto deseará, como el jornalero, su día. 7 Porque si el árbol fuere cortado, aún queda de él esperanza; retoñecerá aún, y sus renuevos no faltarán. 8 Si se envejeciere en la tierra su raíz, y su tronco fuere muerto en el polvo, 9 al olor del agua reverdecerá, y hará copa como nueva planta. 10 Mas cuando el hombre morirá, y será cortado; y perecerá el hombre, ¿adónde estará él? 11 Las aguas del mar se fueron, y se agotó el río, se secó. 12 Así el hombre yace, y no se tornará a levantar; hasta que no haya cielo no despertarán, ni recordarán de su sueño. 13 ¡Oh quién me diera que me escondieses en la sepultura, que me encubrieras hasta apaciguarse tu ira, que me pusieses plazo, y de mí te acordaras! 14 Si el hombre muriere, ¿por ventura vivirá? Todos los días de mi edad esperaré, hasta que venga mi transformación. 15 Entonces llamarás, y yo te responderé, a la obra de tus manos desearás. 16 Pues ahora me cuentas los pasos, y no das dilación a mi pecado. 17 Tienes sellada en manojo mi prevaricación, y enmiendas a mi iniquidad. 18 Y ciertamente el monte que cae se deshace, y las peñas son traspasadas de su lugar; 19 las piedras son quebrantadas con el agua impetuosa, que se lleva el polvo de la tierra, de tal manera haces perder al hombre la esperanza. 20 Para siempre serás más fuerte que él, y él se va; demudarás su rostro, y lo enviarás. 21 Sus hijos serán honrados, y él no lo sabrá; o serán afligidos, y no entenderá de ellos. 22 Mas mientras su carne estuviere sobre él se dolerá, y su alma se entristecerá en él. CAPÍTULO 15 1 Y respondió Elifaz temanita, y dijo: 2 ¿Por ventura el sabio responderá sabiduría ventosa, y llenará su vientre de viento solano? 3 ¿Disputará con palabras inútiles, y con razones sin provecho? 4 Tú también disipas el temor, y menoscabas la oración delante de Dios. 5 Porque tu boca declaró tu iniquidad, pues has escogido el hablar de los astutos. 6 Tu misma boca te condenará, y no yo; y tus mismos labios testificarán contra ti. 7 ¿Naciste tú primero que Adán? ¿O fuiste formado antes que los collados? 8 ¿Oíste tú por ventura el secreto de Dios, que detienes en ti solo la sabiduría? 9 ¿Qué sabes tú que no sepamos? ¿Qué entiendes que no se halle en nosotros? 10 Entre nosotros también hay cano, también hay viejo, mayor en días que tu padre. 11 ¿En tan poco tienes las consolaciones de Dios? ¿Tienes acaso alguna cosa oculta cerca de ti? 12 ¿Por qué te enajena tu corazón, y por qué guiñan tus ojos, 13 que respondas a Dios con tu espíritu, y sacas tales palabras de tu boca? 14 ¿Qué cosa es el hombre para que sea limpio, y que se justifique el nacido de mujer? 15 He aquí que en sus santos no confía, y ni los cielos son limpios delante de sus ojos, 16 ¿cuánto menos el hombre abominable y vil, que bebe la iniquidad como agua? 17 Escúchame; yo te mostraré, y te contaré lo que he visto; 18 lo que los sabios nos contaron de sus padres, y no lo encubrieron; 19 a los cuales fue dada la tierra a ellos sólos, y no pasó extraño por medio de ellos. 20 Todos los días del impío, él es atormentado de dolor, y el número de años es escondido al violento. 21 Estruendos espantosos hay en sus oídos; en la paz le vendrá quién lo asuele. 22 El no creerá que ha de volver de las tinieblas, y siempre está mirando al cuchillo. 23 Desasosegado viene a comer siempre, porque sabe que le está aparejado día de tinieblas. 24 Tribulación y angustia le asombrarán, y se esforzarán contra él como un rey apercibido para la batalla. 25 Por cuanto él extendió su mano contra Dios, y se esforzó contra el Todopoderoso, 26 él le acometerá en la cerviz, en lo grueso de las hombreras de sus escudos; 27 porque cubrió su rostro con su gordura, e hizo pliegues sobre los ijares; 28 y habitó las ciudades asoladas, las casas inhabitadas, que estaban puestas en montones. 29 No enriquecerá, ni será firme su potencia, ni extenderá por la tierra su hermosura. 30 No se escapará de las tinieblas; la llama secará sus ramas, y con el aliento de su boca perecerá. 31 No será afirmado; en vanidad yerra; por lo cual en vanidad será trocado. 32 El será cortado antes de su tiempo, y sus renuevos no reverdecerán. 33 El perderá su agraz como la vid, y derramará su flor como la oliva. 34 Porque la congregación de los hipócritas será asolada, y fuego consumirá las tiendas de soborno. 35 Concibieron dolor, y dieron a luz iniquidad; y las entrañas de ellos meditan engaño. CAPÍTULO 16 1 Y respondió Job, y dijo: 2 Muchas veces he oído cosas como estas; consoladores molestos sois todos vosotros. 3 ¿Tendrán fin las palabras ventosas? O ¿qué es lo que te anima a responder? 4 También yo hablaría como vosotros. Ojalá vuestra alma estuviera en lugar de la mía, que yo os tendría compañía en las palabras, y sobre vosotros movería mi cabeza. 5 Pero yo os alentaría con mis palabras, y la consolación de mis labios detendría el dolor. 6 Mas si hablo, mi dolor no cesa; y si dejo de hablar, no se aparta de mí. 7 Pero ahora me ha fatigado; has tú asolado toda mi compañía. 8 Tú me has arrugado; el testigo es mi magrez, que se levanta contra mí para testificar en mi rostro. 9 Su furor me arrebató, y me ha sido contrario; crujió sus dientes contra mí; contra mí aguzó sus ojos mi enemigo. 10 Abrieron contra mí su boca; hirieron mis mejillas con afrenta; contra mí se juntaron todos. 11 Me ha entregado Dios al mentiroso, y en las manos de los impíos me hizo temblar. 12 Próspero estaba, y me desmenuzó; y me arrebató por la cerviz, y me despedazó, y me puso por blanco suyo. 13 Me cercaron sus flecheros, partió mis riñones, y no perdonó; mi hiel derramó por tierra. 14 Me quebrantó de quebranto sobre quebranto; corrió contra mí como un gigante. 15 Yo cosí saco sobre mi piel, y cargué mi cabeza de polvo. 16 Mi rostro está enlodado con lloro, y mis párpados entenebrecidos; 17 a pesar de no haber iniquidad en mis manos, y de haber sido limpia mi oración. 18 ¡Oh tierra! No cubras mi sangre, y no haya lugar donde se esconda mi clamor. 19 Por cierto aún ahora en los cielos está mi testigo, y mi testigo en las alturas. 20 Mis disputadores son mis amigos; mas a Dios destilarán mis ojos. 21 ¡Ojalá pudiese disputar el hombre con Dios, como puede con su prójimo! 22 Mas los años contados vendrán, y yo andaré el camino por donde no volveré. CAPÍTULO 17 1 Mi aliento está corrompido, mis días son cortados, y me está aparejado el sepulcro. 2 Ya no hay conmigo sino escarnecedores, en cuyas amarguras se detienen mis ojos. 3 Pon ahora, dame fianzas contigo; ¿quién tocará ahora mi mano? 4 Porque a éstos has tú escondido su corazón de entendimiento; por tanto, no los ensalzarás. 5 El que denuncia lisonjas a su prójimo, los ojos de sus hijos desfallezcan. 6 El me ha puesto por parábola de pueblos, y delante de ellos he sido como tamboril. 7 Y mis ojos se oscurecieron de desabrimiento, y todos mis pensamientos han sido como sombra. 8 Los rectos se maravillarán de esto, y el inocente se despertará contra el hipócrita. 9 El justo retendrá su carrera, y el limpio de manos aumentará la fuerza. 10 Pero volved todos vosotros, y venid ahora, que no hallaré entre vosotros sabio. 11 Mis días se pasaron, y mis pensamientos fueron arrancados, los designios de mi corazón. 12 Me pusieron la noche por día, y la luz se acorta delante de las tinieblas. 13 Si yo espero, el sepulcro es mi casa; en las tinieblas hice mi cama. 14 A la huesa tengo dicho: Mi padre eres tú; a los gusanos: Mi madre y mi hermano. 15 ¿Dónde pues estará ahora mi esperanza? Y mi esperanza ¿quién la verá? 16 A los rincones de la huesa descenderán, y juntamente descansarán en el polvo. CAPÍTULO 18 1 Y respondió Bildad suhita, y dijo: 2 ¿Cuándo pondréis fin a las palabras? Entended, y después hablemos. 3 ¿Por qué somos tenidos por bestias? ¿En vuestros ojos somos viles? 4 Oh tú, que despedazas tu alma con tu furor, ¿será dejada la tierra por tu causa, y serán traspasadas de su lugar las peñas? 5 Ciertamente la luz de los impíos será apagada, y no resplandecerá la centella de su fuego. 6 La luz se oscurecerá en su tienda, y su candil se apagará sobre él. 7 Los pasos de su potencia serán acortados, y su mismo consejo lo echará a perder. 8 Porque red será echada en sus pies, y sobre red andará. 9 Lazo prenderá su calcañar; esforzará contra él los sedientos. 10 Su cuerda está escondida en la tierra, y su torzuelo sobre la senda. 11 De todas partes lo asombrarán temores, y con sus mismos pies lo ahuyentarán. 12 Su fuerza será hambrienta, y a su costilla estará aparejado quebrantamiento. 13 Comerán los ramos de su cuero, y el primogénito de la muerte tragará sus miembros. 14 Su confianza será arrancada de su tienda, y al rey de los espantos será conducido. 15 En su tienda morará como si no fuese suya; piedra de azufre será esparcida sobre su morada. 16 Abajo se secarán sus raíces, y arriba serán cortadas sus ramas. 17 Su memoria perecerá de la tierra, y no tendrá nombre por las calles. 18 De la luz será lanzado a las tinieblas, y echado fuera del mundo. 19 No tendrá hijo ni nieto en su pueblo, ni quien le suceda en sus moradas. 20 Sobre su día se espantarán los por venir, como ocupó el pavor a los que fueron antes. 21 Ciertamente tales son las moradas del impío, y éste es el lugar del que no conoció a Dios. CAPÍTULO 19 1 Y respondió Job, y dijo: 2 ¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma, y me moleréis con palabras? 3 Ya me habéis vituperado diez veces; ¿no os avergonzáis de descomediros delante de mí? 4 Sea así que realmente haya yo errado, conmigo se quedará mi yerro. 5 Mas si vosotros os engrandeciéreis contra mí, y redarguyeres mi oprobio contra mí, 6 sabed ahora que Dios me ha derribado, y me ha envuelto en su red. 7 He aquí yo clamaré agravio, y no seré oído; daré voces, y no habrá juicio. 8 Cercó de vallado mi camino, y no pasaré; y sobre mis veredas puso tinieblas. 9 Me quitó mi honra, y quitó la corona de mi cabeza. 10 Me arrancó por todos lados, y me sequé; y ha hecho pasar mi esperanza como árbol arrancado. 11 E hizo inflamar contra mí su furor, y me contó para sí entre sus enemigos. 12 Vinieron sus ejércitos a una, y trillaron sobre mí su camino, y asentaron campamento en derredor de mi tienda. 13 Hizo alejar de mí mis hermanos, y ciertamente mis conocidos se extrañaron de mí. 14 Mis parientes se detuvieron, y mis conocidos se olvidaron de mí. 15 Los moradores de mi casa y mis criadas me tuvieron por extraño; forastero fui yo en sus ojos. 16 Llamé a mi siervo, y no respondió; de mi propia boca le suplicaba. 17 Mi espíritu vino a ser extraño a mi mujer, aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba. 18 Aun los muchachos me menospreciaron; levantándome, hablaban contra mí. 19 Todos mis íntimos amigos me aborrecieron; y los que yo amaba, se tornaron contra mí. 20 Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos; y he escapado con la piel de mis dientes. 21 Oh vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí; porque la mano de Dios me ha tocado. 22 ¿Por qué me perseguís como Dios, y no os saciáis de mis carnes? 23 ¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas! ¡Quién diese que se escribieran en un libro! 24 ¡Que con cincel de hierro y con plomo fuesen en piedra esculpidas para siempre! 25 Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; 26 y después desde esta mi piel rota, y desde mi propia carne tengo que ver a Dios. 27 Al cual yo tengo que ver por mí, y mis ojos lo han de ver, y no otro, aunque mis riñones se consuman dentro de mí. 28 Mas debierais decir: ¿Por qué lo perseguimos? Ya que la raíz del negocio en mí se halla. 29 Temed vosotros delante de la espada; porque sobreviene el furor de la espada a causa de las injusticias, para que sepáis que hay un juicio. CAPÍTULO 20 1 Y respondió Zofar naamatita, y dijo: 2 Por cierto mis pensamientos me hacen responder, y por tanto me apresuro. 3 La reprensión de mi censura he oído, y me hace responder el espíritu de mi inteligencia. 4 ¿No sabes esto que fue siempre, desde el tiempo que fue puesto el hombre sobre la tierra, 5 que la alegría de los impíos es breve, y el gozo del hipócrita por un momento? 6 Si subiere su altura hasta el cielo, y su cabeza tocare en las nubes, 7 con su mismo estiércol perecerá para siempre; los que le hubieren visto, dirán: ¿Qué es de él? 8 Como sueño volará, y no será hallado; y se disipará como visión nocturna. 9 El ojo que le habrá visto, nunca más le vera; ni su lugar le echará más de ver. 10 Sus hijos pobres andarán rogando; y sus manos devolverán lo que él robó. 11 Sus huesos están llenos de los pecados de su juventud, y con él serán sepultados en el polvo. 12 Si el mal se endulzó en su boca, si lo ocultaba debajo de su lengua; 13 si le parecía bien, y no lo dejaba, sino que lo detenía entre su paladar; 14 su comida se mudará en sus entrañas, hiel de áspides será dentro de él. 15 Comió haciendas, mas las vomitará; de su vientre las sacará Dios. 16 Veneno de áspides chupará; lo matará lengua de víbora. 17 No verá los arroyos, las riberas de los ríos de miel y de manteca. 18 Restituirá el trabajo ajeno conforme a la hacienda que tomó; y no tragará, ni gozará. 19 Por cuanto quebrantó y desamparó a los pobres, robó casas, y no las edificó; 20 por tanto, no sentirá él sosiego en su vientre, ni escapará con su codicia. 21 No quedó nada que no comiese; por tanto su bien no será durable. 22 Cuando fuere lleno su bastimento, tendrá angustia; las manos todas de los malvados vendrán sobre él. 23 Cuando se pusiere a llenar su vientre, Dios enviará sobre él el furor de su ira, y la hará llover sobre él y sobre su comida. 24 Huirá de las armas de hierro, y el arco de acero le atravesará. 25 Desenvainará y sacará saeta de su aljaba, y relumbrante pasará por su hiel; sobre él vendrán terrores. 26 Todas tinieblas están guardadas para sus secretos; fuego no soplado lo devorará; su sucesor será quebrantado en su tienda. 27 Los cielos descubrirán su iniquidad, y la tierra se levantará contra él. 28 Los renuevos de su casa serán trasportados; serán derramados en el día de su furor. 29 Esta es la parte que Dios apareja al hombre impío, y la heredad que Dios le señala por su palabra. CAPÍTULO 21 1 Y respondió Job, y dijo: 2 Oíd atentamente mi palabra, y sea esto por vuestros consuelos. 3 Soportadme, y yo hablaré; y después que hubiere hablado, escarneced. 4 ¿Por ventura hablo yo a algún hombre? Y si es así ¿por qué no se ha de angustiar mi espíritu? 5 Miradme, y espantaos, y poned la mano sobre la boca. 6 Aun yo mismo, cuando me acuerdo, me asombro, y toma temblor mi carne. 7 ¿Por qué viven los impíos, y se envejecen, y aún crecen en riquezas? 8 Su simiente con ellos, compuesta delante de ellos; y sus renuevos delante de sus ojos. 9 Sus casas seguras de temor, ni hay azote de Dios sobre ellos. 10 Sus vacas conciben, no abortan; paren sus vacas, y no malogran su cría. 11 Salen sus chiquitos como manada de ovejas, y sus hijos andan saltando. 12 Al son de tamboril y cítara saltan, y se regocijan al son del órgano. 13 Gastan sus días en bien, y en un momento descienden a la sepultura. 14 Dicen pues a Dios: Apártate de nosotros, que no queremos el conocimiento de tus caminos. 15 ¿Quién es el Todopoderoso, para que le sirvamos? ¿Y de qué nos aprovechará que oremos a él? 16 He aquí que su bien no está en manos de ellos; el consejo de los impíos lejos esté de mí. 17 ¡Oh cuántas veces el candil de los impíos es apagado, y viene sobre ellos su contrición, y con su ira Dios les reparte dolores! 18 Serán como la paja delante del viento, y como el tamo que arrebata el torbellino. 19 Dios guardará para los hijos de ellos su violencia; y le dará su pago, para que conozca. 20 Verán sus ojos su quebranto, y beberá de la ira del Todopoderoso. 21 Porque ¿qué deleite tendrá el de su casa después de sí, siendo cortado el número de sus meses? 22 ¿Por ventura enseñará él a Dios sabiduría, juzgando él las alturas? 23 Este morirá en la fortaleza de su hermosura, todo quieto y pacífico. 24 Sus senos están llenas de leche, y sus huesos serán regados de tuétano. 25 Y este otro morirá en amargura de ánimo, y no habiendo comido jamás con gusto. 26 Igualmente yacerán ellos en el polvo, y gusanos los cubrirán. 27 He aquí, yo conozco vuestros pensamientos, y las imaginaciones que contra mí forjáis. 28 Porque decís: ¿Qué es de la casa del príncipe, y qué de la tienda de las moradas de los impíos? 29 ¿No habéis preguntado a los que pasan por los caminos, por cuyas señas no negaréis? 30 Que el malo es guardado del día de la contrición, del día de las iras son llevados. 31 ¿Quién le denunciará en su cara su camino? Y de lo que él hizo, ¿quién le dará el pago? 32 Porque él ya será llevado a los sepulcros, y en el montón permanecerá. 33 Los terrones del arroyo le serán ya dulces; y tras de él será llevado todo hombre, y antes de él han ido innumerables. 34 ¿Cómo, pues, me consoláis en vano, dado que vuestras respuestas quedan por mentira? CAPÍTULO 22 1 Y respondió Elifaz temanita, y dijo: 2 ¿Por ventura traerá el hombre provecho a Dios? Porque para sí mismo es provechoso el sabio. 3 ¿Por ventura tiene su contentamiento el Omnipotente en que tú seas justificado, o le viene algún provecho de que tú hagas perfectos tus caminos? 4 ¿Por ventura te castigará acaso, o vendrá contigo a juicio porque te teme? 5 Por cierto tu malicia es grande, y tus maldades no tienen fin. 6 Porque sacaste prenda a tus hermanos sin causa, e hiciste desnudar las ropas de los desnudos. 7 No diste de beber agua al cansado, y detuviste el pan al hambriento. 8 Pero el hombre pudiente tuvo la tierra; y habitó en ella el honrado. 9 A las viudas enviaste vacías, y los brazos de los huérfanos fueron quebrados. 10 Por tanto hay lazos alrededor de ti, y te turba espanto repentino; 11 o tinieblas, para que no veas; y abundancia de agua te cubre. 12 ¿Por ventura Dios no está en la altura de los cielos? Mira la altura de las estrellas, cómo son altas. 13 ¿Y dirás tú: Qué sabe Dios? ¿Cómo juzgará por medio de la oscuridad? 14 Las nubes son su escondedero, y no ve; y por el cerco del cielo se pasea. 15 ¿Quieres tú guardar la senda antigua, que pisaron los varones perversos? 16 Los cuales fueron cortados antes de tiempo, cuyo fundamento fue como un río derramado. 17 Que decían a Dios: Apártate de nosotros, y ¿qué nos ha de hacer el Omnipotente? 18 El les había llenado sus casas de bienes. Por tanto el consejo de ellos lejos sea de mí. 19 Verán los justos y se gozarán; y el inocente los escarnecerá, diciendo: 20 ¿Por ventura fue cortada nuestra sustancia, habiendo consumido el fuego el resto de ellos? 21 Amístate ahora con él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien. 22 Toma ahora la ley de su boca, y pon sus palabras en tu corazón. 23 Si te volvieres al Omnipotente, serás edificado; alejarás de tu tienda la iniquidad; 24 y tendrás más oro que tierra, y como piedras de arroyos oro de Ofir. 25 Y el Todopoderoso será tu defensa, y tendrás plata a montones. 26 Porque entonces te deleitarás en el Omnipotente, y alzarás a Dios tu rostro. 27 Orarás a él, y él te oirá; y tú pagarás tus promesas. 28 Determinarás asimismo una cosa, y te será firme; y sobre tus caminos resplandecerá luz. 29 Cuando los otros fueren abatidos, dirás tú: Ensalzamiento habrá; y Dios salvará al humilde de ojos. 30 Un inocente escapará de una isla (o de un reino); y en la limpieza de tus manos será guardado. CAPÍTULO 23 1 Y respondió Job, y dijo: 2 Hoy también hablaré con amargura; que es más grave mi llaga que mi gemido. 3 ¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta su silla. 4 Ordenaría juicio delante de él, y llenaría mi boca de argumentos. 5 Yo sabría lo que él me respondería, y entendería lo que me dijese. 6 ¿Por ventura pleitearía conmigo con grandeza de fuerza? No; antes él la pondría en mí. 7 Allí el recto disputaría con él; y escaparía para siempre del que me condena. 8 He aquí yo iré al oriente, y no lo hallaré; y al occidente, y no lo percibiré. 9 Si al norte él obrare, yo no lo veré; al mediodía se esconderá, y no lo veré. 10 Mas él conoció mi camino; me probó, y salí como oro. 11 Mis pies tomaron su rastro; guardé su camino, y no me aparté. 12 Del mandamiento de sus labios nunca me separé; guardé las palabras de su boca más que mi comida. 13 Pero si él se determina en una cosa, ¿quién lo apartará? Su alma deseó, e hizo. 14 Por tanto él acabará lo que me es necesario; y muchas cosas como éstas hay en él. 15 Por lo cual yo me espantaré delante de su rostro; consideraré, y lo temeré. 16 Dios ha enternecido mi corazón, y el Omnipotente me ha espantado. 17 ¿Por qué no fui yo cortado delante de las tinieblas, y cubrió con oscuridad mi rostro? CAPÍTULO 24 1 Puesto que no son ocultos los tiempos al Todopoderoso, ¿por qué los que le conocen no ven sus días? 2 Toman los términos, roban los ganados, y pacen los campos ajenos. 3 Se llevan el asno de los huérfanos; prenden el buey de la viuda. 4 Hacen apartar del camino a los pobres; y todos los pobres de la tierra se esconden de ellos. 5 He aquí, como asnos monteses en el desierto, salen a su obra madrugando para robar; el desierto es su mantenimiento y de sus hijos. 6 En el campo siegan su pasto, y los impíos vendimian la viña ajena. 7 Al desnudo hacen dormir sin ropa, y que en el frío no tenga cobertura. 8 De la inundación de los montes fueron humedecidos, y abrazan las peñas sin tener en qué cubrirse. 9 Quitan el pecho a los huérfanos, y de sobre el pobre toman la prenda. 10 Al desnudo hacen andar sin vestido, y a los hambrientos quitan las gavillas. 11 De dentro de sus paredes exprimen el aceite, pisan los lagares, y mueren de sed. 12 De la ciudad claman los hombres, y las almas muertas dan voces, pero Dios no puso estorbo. 13 Ellos son entre los rebeldes a la luz, nunca conocieron sus caminos, ni estuvieron en sus veredas. 14 A la luz se levanta el matador, mata al pobre y al necesitado, y de noche es como ladrón. 15 El ojo del adúltero está aguardando la noche, diciendo: No me verá nadie; y esconde su rostro. 16 En las tinieblas minan las casas, que de día para sí señalaron; no conocen la luz. 17 Porque la mañana es a todos ellos como sombra de muerte; si son conocidos, terrores de sombra de muerte los toman. 18 Son livianos sobre las aguas; su porción es maldita en la tierra; nunca vienen por el camino de las viñas. 19 La sequía y el calor arrebatan las aguas de la nieve; y el sepulcro a los pecadores. 20 El Misericordioso se olvidará de ellos; de ellos sentirán los gusanos dulzura; nunca más habrá de ellos memoria, y como un árbol será quebrantada la iniquidad. 21 A la mujer estéril que no concebía, afligió; y a la viuda nunca hizo bien. 22 Mas a los violentos adelantó con su poder; se levantó, y no fió a nadie en la vida. 23 Si algunos le dieron a crédito, y se afirmó en ellos; sus ojos tuvo puestos sobre los caminos de ellos. 24 Fueron ensalzados por un poco, y desaparecieron, y son abatidos como cada cual; serán encerrados, y cortados como cabezas de espigas. 25 Y si no es así, ¿quién me desmentirá ahora, o reducirá a nada mis palabras? CAPÍTULO 25 1 Y respondió Bildad suhita, y dijo: 2 El señorío y el temor están con Dios; El hace paz en sus alturas. 3 ¿Por ventura sus ejércitos tienen número? ¿Y sobre quién no está su luz? 4 ¿Cómo pues se justificará el hombre con Dios? ¿Y cómo será limpio el que nace de mujer? 5 He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente, ni las estrellas son limpias delante de sus ojos. 6 ¿Cuánto menos el hombre que es un gusano, y el hijo de hombre, también gusano? CAPÍTULO 26 1 Y respondió Job, y dijo: 2 ¿En qué ayudaste al que no tiene fuerza? ¿Has salvado con tu brazo al que no tiene fortaleza? 3 ¿En qué aconsejaste al que no tiene ciencia, y mostraste bien tu sabiduría? 4 ¿A quién has anunciado palabras, y de quién es el espíritu que de ti sale? 5 Cosas muertas son formadas debajo de las aguas, y de sus cavernas. 6 El sepulcro es descubierto delante de él, y el infierno no tiene cobertura. 7 Extiende el aquilón sobre vacío, cuelga la tierra sobre nada. 8 Ata las aguas en sus nubes, y las nubes no se rompen debajo de ellas. 9 El aprieta la faz de su trono, y extiende sobre él su nube. 10 El cercó con término la superficie de las aguas, hasta que se acabe la luz y las tinieblas. 11 Las columnas del cielo tiemblan, y se espantan de su reprensión. 12 El rompe el mar con su potencia, y con su entendimiento hiere la hinchazón suya. 13 Su espíritu adornó los cielos; su mano creó la serpiente huidora. 14 He aquí, éstas son partes de sus caminos; ¡y cuán poco es lo que hemos oído de él! Porque el estruendo de sus fortalezas, ¿quién lo entenderá? CAPÍTULO 27 1 Y volvió Job a tomar su propósito, y dijo: 2 Vive el Dios que me quitó mi derecho, y el Omnipotente, que amargó mi alma, 3 que todo el tiempo que mi alma estuviere en mí, y hubiere hálito de Dios en mis narices, 4 mis labios no hablarán iniquidad, ni mi lengua pronunciará engaño. 5 Nunca tal me acontezca que yo os justifique; hasta morir no quitaré de mí mi integridad. 6 Mi justicia tengo asida, y no la cederé; no me reprochará mi corazón en todos mis días. 7 Sea como el impío mi enemigo, y como el inicuo mi adversario. 8 Porque ¿cuál es la esperanza del hipócrita, por mucho que hubiere robado, cuando Dios arrebatare su alma? 9 ¿Por ventura oirá Dios su clamor cuando la tribulación viniere sobre él? 10 ¿Por ventura se deleitará en el Omnipotente? ¿Invocará a Dios en todo tiempo? 11 Yo os enseñaré lo que hay en la mano de Dios; no esconderé lo que hay acerca del Omnipotente. 12 He aquí que todos vosotros lo habéis visto, ¿por qué pues os desvanecéis con vanidad? 13 Esta es para con Dios la suerte del hombre impío, y la herencia que los violentos han de recibir del Omnipotente. 14 Si sus hijos fueren multiplicados, serán para el cuchillo; y sus pequeños no se saciarán de pan. 15 Los que de ellos quedaren, en muerte serán sepultados; y no llorarán sus viudas. 16 Si amontonare plata como polvo, y si preparare ropa como lodo; 17 la habrá preparado él, mas el justo se vestirá, y el inocente repartirá la plata. 18 Edificó su casa como la polilla, y como cabaña que el guarda hizo. 19 El rico dormirá, mas no será recogido; abrirá sus ojos, y no verá a nadie. 20 Asirán de él terrores como aguas; torbellino lo arrebatará de noche. 21 Lo tomará el solano, y partirá; y tempestad lo arrebatará del lugar suyo. 22 Dios, pues, descargará sobre él, y no perdonará. Hará él por huir de su mano. 23 Batirán sus manos sobre él, y desde su lugar le silbarán. CAPÍTULO 28 1 Ciertamente la plata tiene su oculto nacimiento, y el oro lugar de donde lo sacan. 2 El hierro es tomado del polvo, y de la piedra es fundido el metal. 3 A las tinieblas puso término; y a toda obra perfecta que él hizo, puso piedra de oscuridad y de sombra de muerte. 4 Sale el río junto al morador, y las aguas sin pie, más altas que el hombre, se fueron. 5 Tierra de la cual nace el pan, y debajo de ella estará como convertida en fuego. 6 Lugar que sus piedras serán zafiro, y tendrá polvos de oro. 7 Senda que nunca la conoció ave, ni ojo de buitre la vio; 8 nunca la pisaron animales fieros, ni león pasó por ella. 9 En el pedernal puso su mano, y trastornó los montes de raíz. 10 De los peñascos cortó ríos, y sus ojos vieron todo lo preciado. 11 Detuvo los ríos en su nacimiento, e hizo salir a luz lo escondido. 12 Mas ¿dónde se hallará la sabiduría? ¿Y dónde está el lugar de la prudencia? 13 El hombre nunca supo su valor, ni se halla en la tierra de los vivientes. 14 El abismo dice: No está en mí; y el mar dijo: Ni conmigo. 15 No se dará por oro, ni su precio será a peso de plata. 16 No puede ser apreciada con oro de Ofir, ni con ónice precioso, ni con zafiro. 17 El oro no se le igualará, ni el diamante; ni se cambiará por vaso de oro fino. 18 De coral ni de perlas no se hará mención; la sabiduría es mejor que las piedras preciosas. 19 No se igualará con ella esmeralda de Etiopía; no se podrá apreciar con oro fino. 20 ¿De dónde pues vendrá la sabiduría? ¿Y dónde esta el lugar de la inteligencia? 21 Porque encubierta está a los ojos de todo viviente, y a toda ave del cielo es oculta. 22 El infierno y la muerte dijeron: Su fama hemos oído con nuestros oídos. 23 Dios entiende el camino de ella, y él solo conoce su lugar. 24 Porque él mira hasta los fines de la tierra, y ve debajo de todo el cielo. 25 Haciendo peso al viento, y poniendo las aguas por medida; 26 cuando él hizo ley a la lluvia, y camino al relámpago de los truenos. 27 Entonces la vio él, y la tasó; la preparó y también la inquirió. 28 Y dijo al hombre: He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal la inteligencia. CAPÍTULO 29 1 Y volvió Job a tomar su propósito, y dijo: 2 ¡Quién me volviese como en los meses pasados, como en los días cuando Dios me guardaba, 3 cuando hacía resplandecer su candela sobre mi cabeza, a la luz de la cual yo caminaba en la oscuridad; 4 como fue en los días de mi juventud, cuando Dios era familiar en mi tienda; 5 cuando aún el Omnipotente estaba conmigo, y mis hijos alrededor de mí; 6 cuando lavaba yo mis caminos con manteca, y la piedra me derramaba ríos de aceite! 7 Cuando salía a la puerta a juicio, y en la plaza hacía aparejar mi silla, 8 Los jóvenes me veían, y se escondían; y los viejos se levantaban, y estaban en pie. 9 Los príncipes detenían sus palabras; ponían la mano sobre su boca; 10 la voz de los principales se ocultaba, y su lengua se pegaba a su paladar; 11 cuando los oídos que me oían, me llamaban bienaventurado, y los ojos que me veían, me daban testimonio. 12 Porque libraba al pobre que gritaba, y al huérfano que carecía de ayudador. 13 La bendición del que se iba a perder venía sobre mí; y al corazón de la viuda daba alegría. 14 Me vestía de justicia, y ella me cubría como un manto; y mi diadema era juicio. 15 Yo era ojos al ciego, y pies al cojo. 16 A los menesterosos era padre; y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia. 17 Y quebraba los colmillos del inicuo, y de sus dientes hacía soltar la presa. 18 Y decía yo: En mi nido moriré, y como arena multiplicaré días. 19 Mi raíz está abierta junto a las aguas, y en mis ramas permanecerá rocío. 20 Mi honra se renueva conmigo, y mi arco se renueva en mi mano. 21 Me oían, y esperaban; y callaban a mi consejo. 22 Tras mi palabra no replicaban, mas mi razón destilaba sobre ellos. 23 Me esperaban como a la lluvia, y abrían su boca como a la lluvia tardía. 24 Si me reía a ellos, no lo creían; y no abatían la luz de mi rostro. 25 Aprobaba el camino de ellos, y me sentaba en cabecera; y moraba como rey en el ejército, como el que consuela llorosos. CAPÍTULO 30 1 Mas ahora los más mozos de días que yo, se ríen de mí; cuyos padres yo desdeñara ponerlos con los perros de mi ganado. 2 Porque ¿para qué yo habría menester la fuerza de sus manos, en los cuales pereció el tiempo? 3 Por causa de la pobreza y del hambre andaban solos; huían a la soledad, al lugar tenebroso, asolado y desierto. 4 Que cogían malvas entre los arbustos, y raíces de enebro para calentarse. 5 Eran echados de entre los hombres, y todos les daban gritos como al ladrón. 6 Habitaban en las barrancas de los arroyos, en las cavernas de la tierra, y en las piedras. 7 Bramaban entre las matas, y se congregaban debajo de las espinas. 8 Hijos de viles, y hombres sin nombre, más bajos que la misma tierra. 9 Y ahora yo soy su canción, y soy hecho a ellos refrán. 10 Me abominan, se alejan de mí, y aun de mi rostro no detuvieron su saliva. 11 Porque Dios desató mi cuerda, y me afligió, por eso se desenfrenaron delante de mi rostro. 12 A la mano derecha se levantaron los jóvenes; empujaron mis pies, y pisaron sobre mí las sendas de su contrición. 13 Mi senda derribaron, se aprovecharon de mi quebrantamiento, contra los cuales no hubo ayudador. 14 Vinieron como por portillo ancho, se revolvieron por mi calamidad. 15 Se han revuelto turbaciones sobre mí; combatieron como viento mi voluntad, y mi salud como nube que pasa. 16 Y ahora mi alma está derramada en mí; días de aflicción se apoderan de mí. 17 De noche taladra sobre mí mis huesos, y mis pulsos no reposan. 18 Con la grandeza de la fuerza del dolor mi vestidura es mudada; me ciñe como el cuello de mi ropa. 19 Me derribó en el lodo, y soy semejante al polvo, y a la ceniza. 20 Clamo a ti, y no me oyes; me presento, y no me atiendes. 21 Te has vuelto cruel para mí; con la fortaleza de tu mano me eres adversario. 22 Me levantaste, y me hiciste cabalgar sobre el viento, y derretiste en mí el ser. 23 Porque yo conozco que me conduces a la muerte; y a la casa determinada a todo viviente. 24 Mas él no extenderá la mano contra el sepulcro; ¿clamarán por ventura los sepultados cuando él los quebrantare? 25 ¿Por ventura no lloré yo al afligido? Y mi alma ¿no se entristeció sobre el menesteroso? 26 Cuando esperaba el bien, entonces me vino el mal; y cuando esperaba la luz, vino la oscuridad. 27 Mis entrañas hierven, y no reposan; días de aflicción me han sobrecogido. 28 Denegrido anduve, y no por el sol; me he levantado en la congregación, y clamé. 29 He venido a ser hermano de los dragones, y compañero de los búhos. 30 Mi piel está denegrida sobre mí, y mis huesos se secaron con ardentía. 31 Y se ha tornado mi arpa en luto, y mi órgano en voz de lamentadores. CAPÍTULO 31 1 Hice pacto con mis ojos; ¿cómo, pues, había yo de mirar a una virgen? 2 Porque ¿qué galardón me daría de arriba Dios, y qué heredad el Omnipotente de las alturas? 3 ¿Por ventura no hay quebrantamiento para el impío, y extrañamiento para los que obran iniquidad? 4 ¿Por ventura no ve él mis caminos, y cuenta todos mis pasos? 5 Si anduve con mentira, y si mi pie se apresuró a engaño, 6 péseme Dios en balanzas de justicia, y conocerá mi perfección. 7 Si mis pasos se apartaron del camino, y si mi corazón se fue tras mis ojos, y si algo se apegó a mis manos, 8 siembre yo, y otro coma, y mis verduras sean arrancadas. 9 Si fue mi corazón engañado acerca de mujer, y si estuve acechando a la puerta de mi prójimo, 10 muela para otro mi mujer, y sobre ella otros se encorven. 11 Porque es maldad e iniquidad, comprobada. 12 Porque es fuego que devoraría hasta el sepulcro, y desarraigaría toda mi hacienda. 13 Si hubiera tenido en poco el derecho de mi siervo y de mi sierva, cuando ellos pleitearan conmigo, 14 ¿qué haría yo cuando Dios se levantase? Y cuando él visitara, ¿qué le respondería yo? 15 ¿Por ventura el que en el vientre me hizo a mí, no lo hizo a él? ¿Y no nos dispuso un mismo autor en la matriz? 16 Si estorbé el contento de los pobres, e hice desfallecer los ojos de la viuda; 17 y si comí mi bocado solo, y no comió de él el huérfano; 18 (porque desde mi juventud creció conmigo el huérfano como con padre, y desde el vientre de mi madre fui guía de la viuda); 19 si he visto que pereciera alguno sin vestido, y al menesteroso sin cobertura; 20 si no me bendijeron sus lomos, y del vellón de mis ovejas se calentaron; 21 si alcé contra el huérfano mi mano, aunque viese que me ayudarían en la puerta; 22 mi espalda se caiga de mi hombro, y mi brazo sea quebrado de mi canilla. 23 Porque temí el castigo de Dios, contra cuya alteza yo no tendría poder. 24 Si puse en el oro mi esperanza, y dije al oro: Mi confianza eres tú; 25 si me alegré de que mi hacienda se multiplicase, y de que mi mano hallase mucho; 26 si he mirado al sol cuando resplandecía, y a la luna cuando iba hermosa, 27 y mi corazón se engañó en secreto, y mi boca besó mi mano, 28 esto también fuera maldad comprobada; porque habría negado al Dios soberano. 29 Si me alegré en el quebrantamiento del que me aborrecía, y me regocijé cuando le halló el mal; 30 que ni aun entregué al pecado mi paladar, pidiendo maldición para su alma; 31 cuando mis domésticos decían: ¡Quién nos diese de su carne! Nunca nos hartaríamos. 32 El extranjero no tenía fuera la noche; mis puertas abría al caminante. 33 Si encubrí, como los hombres mis prevaricaciones, escondiendo en mi seno mi iniquidad; 34 si temí a la gran multitud, y el menosprecio de las familias me atemorizó, y callé, y no salí de mi puerta, 35 ¡quién me diera quien me oyese! He aquí mi señal es que el Omnipotente testificará por mí, aunque mi adversario me hiciera el proceso. 36 Ciertamente yo lo llevaría sobre mi hombro, y me lo ataría en lugar de coronas. 37 Yo le contaría el número de mis pasos, y como príncipe me llegaría a él. 38 Si mi tierra clamara contra mí, y llorarán todos sus surcos; 39 si comí su sustancia sin dinero, o afligí el alma de sus dueños; 40 en lugar de trigo me nazcan espinos, y abrojos en lugar de cebada. Se acaban las palabras de Job. CAPÍTULO 32 1 Y cesaron estos tres varones de responder a Job, por cuanto él era justo en sus ojos. 2 Entonces Eliú hijo de Baraquel, buzita, de la familia de Ram, se enojó con furor contra Job; se enojó con furor, por cuanto se justificaba a sí mismo más que a Dios. 3 Se enojó asimismo con furor contra sus tres amigos, por cuanto no hallaban qué responder, habiendo condenado a Job. 4 Y Eliú había esperado a Job en la disputa, porque todos eran más viejos de días que él. 5 Pero viendo Eliú que no había respuesta en la boca de aquellos tres varones, su furor se encendió. 6 Y respondió Eliú hijo de Baraquel, buzita, y dijo: Yo soy menor de días y vosotros viejos; por tanto he tenido miedo, y he temido de declararos mi opinión. 7 Yo decía: Los días hablarán, y la muchedumbre de años declarará sabiduría. 8 Ciertamente espíritu hay en el hombre, e inspiración del Omnipotente los hace que entiendan. 9 No los grandes son los sabios, ni los viejos entienden el derecho. 10 Por tanto yo dije: Escuchadme; declararé yo también mi sabiduría. 11 He aquí yo he esperado a vuestras razones, he escuchado vuestros argumentos, entre tanto que buscábais palabras. 12 Y aun os he considerado, y he aquí que no hay de vosotros quién redarguya a Job, y responda a sus razones. 13 Para que no digáis: Nosotros hemos hallado sabiduría; que conviene que Dios lo derribe, y no el hombre. 14 Ahora bien, Job no dirigió a mí sus palabras, ni yo le responderé con vuestras razones. 15 Se espantaron, no respondieron más; se les fueron las hablas. 16 Y yo esperé, porque no hablaban, antes pararon, y no respondieron más. 17 Por eso yo también responderé mi parte, también yo declararé mi opinión. 18 Porque lleno estoy de palabras, y el espíritu de mi corazón me constriñe. 19 De cierto mi corazón está como el vino que no tiene respiradero, y se rompe como odres nuevos. 20 Hablaré pues y respiraré; abriré mis labios, y responderé. 21 No haré ahora acepción de personas, ni usaré con hombre de títulos lisonjeros. 22 Porque no sé hablar lisonjas; de otra manera en breve mi Hacedor me consuma. CAPÍTULO 33 1 Por tanto, Job, oye ahora mis razones, y escucha todas mis palabras. 2 He aquí yo abriré ahora mi boca, y mi lengua hablará en mi garganta. 3 Mis razones declararán la rectitud de mi corazón, y mis labios proferirán pura sabiduría. 4 El espíritu de Dios me hizo, y la inspiración del Omnipotente me dio vida. 5 Si pudieres, respóndeme; dispón tus palabras, estás delante de mí. 6 Heme aquí a mí en lugar de Dios, conforme a tu dicho: De lodo soy yo también formado. 7 He aquí que mi terror no te espantará, ni mi mano se agravará sobre ti. 8 De cierto tú dijiste a oídos míos, y yo oí la voz de tus palabras que decían: 9 Yo soy limpio y sin rebelión; y soy inocente, y no hay maldad en mí. 10 He aquí que Dios buscó achaques contra mí, y me tiene por su enemigo; 11 puso mis pies en el cepo, y guardó todas mis sendas. 12 He aquí en esto no has hablado justamente; yo te responderé que mayor es Dios que el hombre. 13 ¿Por qué tomaste pleito contra él? Porque él no dirá todas sus palabras. 14 Sin embargo, en una o en dos maneras habla Dios al que no ve. 15 Por sueño de visión nocturna, cuando el sueño cae sobre los hombres, cuando se adormecen sobre el lecho; 16 entonces revela al oído de los hombres, y les señala su castigo; 17 para quitar al hombre de la mala obra, y apartar del varón la soberbia. 18 Así detendrá su alma de corrupción, y su vida de ser pasada a cuchillo. 19 También sobre su cama es castigado con dolor fuerte en todos sus huesos, 20 que le hace que su vida aborrezca el pan, y su alma la comida suave. 21 Su carne desfallece sin verse, y sus huesos, que antes no se veían, aparecen. 22 Y su alma se acercará al sepulcro, y su vida a los enterradores. 23 Si tuviera cerca de él algún elocuente anunciador muy escogido, que anuncie al hombre su justicia; 24 que le diga que Dios tuvo de él misericordia, que lo libró de descender al sepulcro, que halló redención; 25 se enternecerá su carne más que de niño, y volverá a los días de su juventud. 26 Orará a Dios, y le amará, y verá su faz con júbilo; y él dará al hombre el pago de su justicia. 27 El mira sobre los hombres; y el que dijere: Pequé, y pervertí lo recto, y no me ha aprovechado; 28 Dios redimirá su alma, que no pase al sepulcro, y su vida se verá en luz. 29 He aquí, todas estas cosas hace Dios dos y tres veces con el hombre; 30 para apartar su alma del sepulcro, y para ilustrarlo con la luz de los vivientes. 31 Escucha, Job, y óyeme; calla, y yo hablaré. 32 Y si tuvieres palabras, respóndeme; habla, porque yo te quiero justificar. 33 Y si no, óyeme tú a mí; calla, y te enseñaré sabiduría. CAPÍTULO 34 1 Además respondió Eliú, y dijo: 2 Oíd, sabios, mis palabras; y vosotros, doctos, estadme atentos. 3 Porque el oído prueba las palabras, como el paladar gusta para comer. 4 Escojamos para nosotros el juicio, conozcamos entre nosotros cuál sea lo bueno; 5 porque Job ha dicho: Yo soy justo, y Dios me ha quitado mi derecho. 6 En mi juicio fue mentiroso, mi saeta es gravosa sin haber yo prevaricado. 7 ¿Qué hombre hay como Job, que bebe el escarnio como agua? 8 Y va en compañía con los que obran iniquidad, y anda con los hombres maliciosos. 9 Porque dijo: De nada servirá al hombre el conformar su voluntad con Dios. 10 Por tanto, varones de entendimiento, oídme: Lejos esté de Dios la impiedad, y del Omnipotente la iniquidad. 11 Porque él pagará al hombre según su obra, y él le hará hallar conforme a su camino. 12 Sí, por cierto, Dios no hará injusticia, y el Omnipotente no pervertirá el derecho. 13 ¿Quién visitó por él la tierra? ¿Y quién puso en orden todo el mundo? 14 Si él pusiese sobre el hombre su corazón, y recogiese así su espíritu y su aliento, 15 toda carne perecería juntamente, y el hombre se tornaría en polvo. 16 Si pues hay en ti entendimiento, oye esto: Escucha la voz de mis palabras. 17 ¿Por ventura se enseñoreará el que aborrece el juicio? ¿Y condenarás tú al poderoso siendo justo? 18 ¿Por ventura se ha de decir al rey: Perverso; y a los príncipes: Impíos? 19 Cuánto menos a aquél que no hace acepción de personas de príncipes, ni el rico es de él más respetado que el pobre; porque todos son obras de sus manos. 20 En un momento mueren, y a media noche se alborotarán los pueblos, y pasarán, y sin mano será quitado el poderoso. 21 Porque sus ojos están puestos sobre los caminos del hombre, y ve todos sus pasos. 22 No hay tinieblas, ni sombra de muerte donde se encubran los que obran maldad. 23 No carga pues él al hombre más de lo justo, para que vaya con Dios a juicio. 24 El quebrantará a los fuertes sin pesquisa, y hará estar a otros en su lugar. 25 Por tanto él hará notorias las obras de ellos, cuando trastornará en noche, y serán quebrantados. 26 Como a malos los herirá en lugar donde sean vistos; 27 por cuanto así se apartaron de él, y no consideraron todos sus caminos; 28 haciendo venir delante de sí el clamor del pobre, y oyendo el clamor de los necesitados. 29 Y si él diere reposo, ¿quién inquietará? Si escondiere el rostro, ¿quién lo mirará? Esto sobre una nación, y lo mismo sobre un hombre; 30 haciendo que reine el hombre hipócrita para escándalos del pueblo. 31 Porque de Dios es decir: Yo perdoné, no destruiré. 32 Enséñame tú lo que yo no veo; que si hice mal, no lo haré más. 33 ¿Por ventura acabará por ti su obra, que no quieras tú, o quieras, o yo? Di lo que sabes. 34 Los hombres de entendimiento dirán conmigo, y el hombre sabio me oirá: 35 Que Job no habla con sabiduría, y sus palabras no son con entendimiento. 36 Deseo yo que Job sea probado ampliamente, para que haya respuestas contra los hombres inicuos. 37 Porque a su pecado añadió impiedad; bate las manos entre nosotros, y contra Dios multiplica sus palabras. CAPÍTULO 35 1 Y procediendo Eliú en su razonamiento, dijo: 2 ¿Piensas ser conforme a derecho esto que dijiste: Más justo soy yo que Dios? 3 Porque dijiste: ¿Qué ventaja sacaras tú de ello? ¿O qué provecho tendré de mi pecado? 4 Yo te responderé razones, y a tus compañeros contigo. 5 Mira a los cielos, y ve, y considera que los cielos son más altos que tú. 6 Si pecares, ¿qué habrás hecho contra él? Y si tus rebeliones se multiplicaren, ¿qué le harás tú? 7 Si fueres justo, ¿qué le darás a él? ¿O qué recibirá de tu mano? 8 Al hombre como tú dañará tu impiedad, y al hijo del hombre aprovechará tu justicia. 9 A causa de la multitud de las violencias clamarán, y darán voces por la fuerza de los muchos. 10 Y ninguno dirá: ¿Dónde está Dios mi hacedor, que da canciones en la noche? 11 Que nos enseña más que a las bestias de la tierra, y nos hace sabios más que las aves del cielo. 12 Allí clamarán, y él no oirá, por la soberbia de los malos. 13 Ciertamente Dios no oirá la vanidad, ni la mirará el Omnipotente. 14 Aunque más digas, no lo mirará; haz juicio delante de él, y espera en él. 15 Mas ahora, porque en su ira no visita, ni se conoce con rigor, 16 por eso Job abrió su boca vanamente, y multiplica palabras sin sabiduría. CAPÍTULO 36 1 Y Añadió Eliú, y dijo: 2 Espérame un poco, y te enseñaré; porque todavía hablo por Dios. 3 Tomaré mi sabiduría de lejos, y daré la justicia a mi hacedor. 4 Porque de cierto no son mentira mis palabras; antes se trata contigo con perfecta sabiduría. 5 He aquí que Dios es grande, y no aborrece; fuerte es en virtud de corazón. 6 No dará vida al impío, antes a los humildes dará su derecho. 7 No quitará sus ojos del justo; antes bien con los reyes los pondrá en silla para siempre, y serán ensalzados. 8 Y si estuvieren presos en grillos, y cautivos en las cuerdas de la bajeza, 9 él les anunciará la obra de ellos, y que sus rebeliones prevalecieron. 10 Y despierta el oído de ellos para castigo, y les dice que se conviertan de la iniquidad. 11 Si oyeren, y le sirvieren, acabarán sus días en bien, y sus años en deleites. 12 Mas si no oyeren, serán pasados a cuchillo, y perecerán sin sabiduría. 13 Pero los hipócritas de corazón lo irritarán más, y no clamarán cuando él los atare. 14 Fallecerá el alma de ellos en su juventud, y su vida entre los fornicarios. 15 Al pobre librará de su pobreza, y en la aflicción despertará su oído. 16 Asimismo te apartaría de la boca de la angustia a lugar espacioso, libre de todo apuro; y te asentará mesa llena de grosura. 17 Mas tú has llenado el juicio del impío, contra la justicia y el juicio que lo sustentan todo. 18 Por lo cual de temer es que no te quite con golpe, el cual no puedas apartar de ti con gran rescate. 19 ¿Por ventura estimará él tus riquezas, ni del oro, ni de todas las fuerzas de la potencia? 20 No anheles la noche, en la cual él corta los pueblos de su lugar. 21 Guárdate, no mires a la iniquidad; teniéndola por mejor que la pobreza. 22 He aquí que Dios es excelso con su potencia; ¿qué enseñador semejante a él? 23 ¿Quién le ha prescrito su camino? ¿Y quién le dirá: Iniquidad has hecho? 24 Acuérdate de engrandecer su obra, la cual contemplan los hombres. 25 La cual vieron todos los hombres; y el hombre la ve de lejos. 26 He aquí, Dios es grande, y nosotros no le conocemos; ni se puede rastrear el número de sus años. 27 Porque él detiene las goteras de las aguas, cuando la lluvia se derrama de su vapor; 28 cuando gotean de las nubes, gotean sobre los hombres en abundancia. 29 ¿Si entenderá también los extendimientos de las nubes, y los bramidos de su tienda? 30 He aquí que sobre él sobre extiende su luz, y cubrió las raíces del mar. 31 Con ellas castiga a los pueblos, y da comida a la multitud. 32 Con las nubes encubre la luz, y les manda que vayan contra ella. 33 La una da nuevas de la otra; la una adquiere ira contra la que viene. CAPÍTULO 37 1 A esto también se espanta mi corazón, y salta de su lugar. 2 Oíd atentamente su voz terrible, y la palabra que sale de su boca. 3 Debajo de todos los cielos lo enderezará, y su luz se extenderá hasta los fines de la tierra. 4 Tras de él bramará el sonido, tronará su valiente voz, y aunque sea oída su voz, no los detiene. 5 Tronará Dios maravillosamente con su voz; él hace grandes cosas, y nosotros no lo entendemos. 6 Porque a la nieve dice: Sé en la tierra; lluvia tras lluvia, y lluvia tras lluvia en su fortaleza. 7 Con la vehemencia de la lluvia encierra a todo hombre; para que todos los hombres conozcan su voz. 8 La bestia se entrará en su escondrijo, y habitará en sus moradas. 9 Del mediodía viene el torbellino, y de los vientos del norte el frío. 10 Por el soplo de Dios se da el hielo, y las anchas aguas son constreñidas. 11 Además de esto con la claridad fatiga las nubes, y las esparce con su luz. 12 Y ellas se revuelven en derredor por sus designios, para hacer sobre la faz del mundo, en la tierra, lo que él les mandó. 13 Unas veces por azote, otras por causa de su tierra, otras por misericordia las hará aparecer. 14 Escucha esto, Job: Repósate, y considera las maravillas de Dios. 15 ¿Supiste tú por ventura, cuando Dios las ponía en concierto, y hacía levantar la luz de su nube? 16 ¿Has conocido tú por ventura las diferencias de las nubes, las maravillas del Perfecto en sabiduría? 17 ¿Y eran calientes tus vestidos cuando él daba el reposo a la tierra del mediodía? 18 ¿Extendiste tú por ventura con él los cielos firmes como un espejo firme? 19 Muéstranos, qué le hemos de decir; para que no hablemos disparates. 20 ¿Por ventura cuando yo hablare le será contado? ¿Cuando alguno se anegare le será dicho? 21 También alguna vez no se ve la luz clara en los cielos, y pasa un viento y los limpia. 22 De la parte del norte vendrá la serenidad por el Dios terrible de alabanza. 23 El es Todopoderoso, al cual no alcanzamos; grande en potencia, y en juicio, y en multitud de justicia no aflige. 24 Por tanto los hombres lo temerán; todos los sabios de corazón no lo verán. CAPÍTULO 38 1 Y respondió el SEÑOR a Job desde la oscuridad, y dijo: 2 ¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? 3 Ahora ciñe como varón tus lomos; yo te preguntaré, y hazme saber tú. 4 ¿Dónde estabas cuando yo fundaba la tierra? Hazmelo saber, si tienes inteligencia. 5 ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? 6 ¿Sobre qué estan fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular, 7 cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios? 8 ¿Quién encerró con puertas el mar, cuando se derramaba por fuera como saliendo de madre; 9 cuando puse yo nubes por vestidura suya, y por su faja oscuridad? 10 Y determiné sobre él mi decreto, y le puse puertas y cerrojo, 11 y dije: Hasta aquí vendrás, y no pasarás adelante, y allí parará la hinchazón de tus ondas. 12 ¿Has mandado tú a la mañana en tus días? ¿Has mostrado al alba su lugar, 13 para que ocupe los fines de la tierra, y que sean sacudidos de ella los impíos? 14 Trasmudándose como lodo de sello, y parándose como vestidura; 15 mas la luz de los impíos es quitada de ellos, y el brazo enaltecido es quebrantado. 16 ¿Por ventura has entrado hasta lo profundo del mar, y has andado escudriñando el abismo? 17 ¿Por ventura te han sido descubiertas las puertas de la muerte o has visto las puertas de la sombra de muerte? 18 ¿Has considerado tú hasta las anchuras de la tierra? Declara si sabes todo esto. 19 ¿Por dónde va el camino a la habitación de la luz, y dónde está el lugar de las tinieblas? 20 ¿Si la tomarás tú en sus términos, y si entendieras las sendas de su casa? 21 ¿Si sabías tú cuando habías de nacer, y si el número de tus días había de ser grande? 22 ¿Has entrado tú en los tesoros de la nieve, y has visto los tesoros del granizo, 23 lo cual tengo yo reservado para el tiempo de la angustia, para el día de la guerra y de la batalla? 24 ¿Cuál sea el camino por donde se reparte la luz; por donde se esparce el viento solano sobre la tierra? 25 ¿Quién repartió conducto al turbión, y camino a los relámpagos y truenos, 26 haciendo llover sobre la tierra deshabitada, sobre el desierto, donde no hay hombre, 27 para saciar la tierra desierta e inculta, y para hacer producir de verdura renuevos? 28 ¿Por ventura la lluvia tiene padre? ¿O quién engendró las gotas del rocío? 29 ¿Del vientre de quién salió el hielo? Y la helada del cielo, ¿quién la engendró? 30 Las aguas se endurecen a manera de piedra, y se congela la faz del abismo. 31 ¿Detendrás tú por ventura las delicias de las Pléyades, o desatarás las ligaduras del Orión? 32 ¿Sacarás tú a su tiempo los signos de los cielos, o guiarás el Arcturo con sus hijos? 33 ¿Supiste tú las ordenanzas de los cielos? ¿Dispondrás tú de su potestad en la tierra? 34 ¿Alzarás tú a las nubes tu voz, para que te cubra muchedumbre de aguas? 35 ¿Enviarás tú los relámpagos, para que ellos vayan? ¿Y te dirán ellos: Henos aquí? 36 ¿Quién puso la sabiduría en el corazón? ¿O quién dio al entendimiento la inteligencia? 37 ¿Quién puso por cuenta los cielos con sabiduría? Y los odres de los cielos, ¿quién los hace parar, 38 cuando el polvo se ha endurecido con dureza, y los terrones se pegan unos a otros? 39 ¿Cazarás tú la presa para el león? ¿Y saciarás el hambre de los leoncillos, 40 cuando están echados en las cuevas, o se están en sus guaridas para acechar? 41 ¿Quién preparó al cuervo su alimento, cuando sus polluelos claman a Dios, y andan errantes sin comida? CAPÍTULO 39 1 ¿Sabes tú el tiempo en que paren las cabras monteses? ¿O miraste tú las ciervas cuando están pariendo? 2 ¿Contaste tú los meses de su preñez, y sabes el tiempo cuando han de parir? 3 Como se encorvan, quebrantan sus hijos, pasan sus dolores. 4 Como después sanan los hijos, crecen con el grano; salen y nunca más vuelven a ellas. 5 ¿Quién echó libre al asno montés, y quién soltó sus ataduras? 6 Al cual yo puse casa en la soledad, y sus moradas en la tierra salada. 7 Se ríe de la multitud de la ciudad; no oye las voces del que demanda los peajes. 8 Rebusca los montes para su pasto, y anda buscando todo lo que está verde. 9 ¿Por ventura querrá el unicornio servirte a ti, ni quedar a tu pesebre? 10 ¿Atarás tú al unicornio con su coyunda para el surco? ¿Labrará los valles en pos de ti? 11 ¿Por ventura confiarás tú en él, por ser grande su fortaleza, y le fiarás tu labor? 12 ¿Fiarás de él que te tornará tu simiente, y que la allegará en tu era? 13 ¿Diste tú hermosas alas al pavo real, o alas y plumas al avestruz? 14 El cual desampara en la tierra sus huevos, y sobre el polvo los calienta, 15 y se olvida de que los pisará el pie, y que los quebrará alguna bestia del campo. 16 Se endurece para con sus hijos, como si no fuesen suyos, no temiendo que su trabajo haya sido en vano; 17 porque Dios lo hizo olvidar de sabiduría, y no le dio inteligencia. 18 A su tiempo se levanta en alto, y se burla del caballo y del que se monta en él. 19 ¿Diste tú al caballo la fortaleza? ¿Vestiste tú su cerviz de relincho? 20 ¿Por ventura le espantarás tú como a alguna langosta? El resoplido de su nariz es formidable; 21 escarba la tierra, se alegra en su fuerza, sale al encuentro de las armas; 22 hace burla del espanto, y no teme, ni vuelve el rostro delante de la espada. 23 Contra él suena la aljaba, el hierro de la lanza y de la pica; 24 y él con ímpetu y furor escarba la tierra, sin importarle el sonido de la trompeta; 25 antes los toques de trompeta le infunden ánimo; y desde lejos huele la batalla, el estruendo de los príncipes, y el clamor. 26 ¿Por ventura vuela el gavilán por tu industria, y extiende hacia el mediodía sus alas? 27 ¿Por ventura enaltece el águila por tu mandamiento, y pone en alto su nido? 28 Ella habita y está en la piedra, en la cumbre del peñasco y de la roca. 29 Desde allí acecha la comida; sus ojos observan de muy lejos. 30 Sus polluelos chupan la sangre; y donde hubiere muertos, allí está. CAPÍTULO 40 1 Además de eso respondió el SEÑOR a Job y dijo: 2 ¿Es por ventura sabiduría contender con el Omnipotente? El que disputa con Dios, responda a esto. 3 Y respondió Job al SEÑOR, y dijo: 4 He aquí que yo soy vil, ¿qué te responderé? Mi mano pongo sobre mi boca. 5 Una vez hablé, y no responderé; aun dos veces, mas no volveré a hablar. 6 Entonces respondió el SEÑOR a Job desde la oscuridad, y dijo: 7 Cíñete ahora como varón tus lomos; yo te preguntaré, y explícame. 8 ¿Por ventura invalidarás tú también mi juicio? ¿Me condenarás a mí, para justificarte a ti? 9 ¿Tienes tú brazo como Dios? ¿Y tronarás tú con voz como él? 10 Atavíate ahora de majestad y de alteza; y vístete de honra y de hermosura. 11 Esparce furores de tu ira; y mira a todo soberbio, y abátelo. 12 Mira a todo soberbio, y próstralo, y quebranta a los impíos en su asiento. 13 Encúbrelos a todos en el polvo, venda sus rostros en la oscuridad; 14 y yo también te confesaré que podrá salvarte tu diestra. 15 He aquí ahora behemot, al cual yo hice contigo; hierba come como buey. 16 He aquí ahora que su fuerza está en sus lomos, y su fortaleza en el ombligo de su vientre. 17 Su cola mueve como un cedro, y los nervios de sus genitales son entretejidos. 18 Sus huesos son fuertes como acero, y sus miembros como barras de hierro. 19 El es la cabeza de los caminos de Dios; el que lo hizo, acercará de él su cuchillo. 20 Ciertamente los montes llevan renuevo para él; y toda bestia del campo retoza allá. 21 Se echará debajo de las sombras, en lo oculto de las cañas, y de los lugares húmedos. 22 Los árboles sombríos lo cubren con su sombra; los sauces del arroyo lo cercan. 23 He aquí que él tomará el río sin inmutarse; y se confía que el Jordán pasará por su boca. 24 Su hacedor lo tomará por sus ojos en tropezaderos, y horadará su nariz. CAPÍTULO 41 1 ¿Sacarás tú al leviatán con el anzuelo, o con la cuerda que le echares en su lengua? 2 ¿Pondrás tú garfio en sus narices, y horadarás con espinas su quijada? 3 ¿Por ventura multiplicará él ruegos para contigo? ¿Te hablará él lisonjas? 4 ¿Por ventura hará concierto contigo para que lo tomes por siervo perpetuo? 5 ¿Jugarás por ventura con él como con pájaro, y lo atarás para tus niñas? 6 ¿Por ventura harán banquete por causa de los compañeros? ¿Lo partirán entre los mercaderes? 7 ¿Cortarás tú con cuchillo su cuero, o con asta de pescadores su cabeza? 8 Pon tu mano sobre él; te acordarás de la batalla, y nunca más tornarás. 9 He aquí que tu esperanza acerca de él será burlada; porque aun a su sola vista se desmayarán. 10 Nadie hay tan osado que lo despierte; ¿quién pues podrá estar delante de mí? 11 ¿Quién me ha anticipado, para que yo restituya? Todo lo que hay debajo del cielo es mío. 12 Yo no callaré sus miembros, ni lo de sus fuerzas y la gracia de su disposición. 13 ¿Quién descubrirá la delantera de su vestidura? ¿Quién se llegará a él con freno doble? 14 ¿Quién abrirá las puertas de su rostro? Los órdenes de sus dientes espantan. 15 La gloria de su vestido son escudos fuertes, cerrados entre sí estrechamente. 16 El uno se junta con el otro, que viento no entra entre ellos. 17 Pegado está el uno con el otro, están trabados entre sí, que no se pueden apartar. 18 Con sus estornudos encienden lumbre, y sus ojos son como los párpados del alba. 19 De su boca salen hachas de fuego, centellas de fuego proceden. 20 De sus narices sale humo como de una olla o caldero que hierve. 21 Su aliento enciende los carbones, y de su boca sale llama. 22 En su cerviz mora la fortaleza, y delante de él es deshecho el trabajo. 23 Las partes de su carne están pegadas entre sí; está firme su carne en él, y no se mueve. 24 Su corazón es firme como una piedra, y fuerte como la muela de abajo. 25 De su grandeza tienen temor los fuertes, y de sus desmayos se purgan. 26 Cuando alguno lo alcanzare, ni espada, ni lanza, ni dardo, ni coselete durará contra él. 27 El hierro estima por pajas, y el acero por leño podrido. 28 Saeta no le hace huir; las piedras de honda se le tornan aristas. 29 Tiene toda arma por hojarascas, y del blandir de la pica se burla. 30 Por debajo tiene agudas conchas; imprime su agudez en el suelo. 31 Hace hervir como una olla el mar profundo, y lo vuelve como una olla de ungüento. 32 En pos de sí hace resplandecer la senda, que parece que el mar es cano. 33 No hay sobre la tierra su semejante, hecho para nada temer. 34 Menosprecia toda cosa alta; es rey sobre todos los soberbios. CAPÍTULO 42 1 Y respondió Job al SEÑOR, y dijo: 2 Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti. 3 ¿Quién es el que oscurece el consejo sin sabiduría? Por tanto yo denunciaba lo que no entendía; cosas que me eran ocultas, y que no las sabía. 4 Oye ahora, y hablaré; te preguntaré, y tú me harás saber. 5 De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. 6 Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en el polvo y en la ceniza. 7 Y aconteció que después que habló el SEÑOR estas palabras a Job, el SEÑOR dijo a Elifaz temanita: Mi ira se encendió contra ti y tus dos compañeros, porque no habéis hablado por mí lo recto, como mi siervo Job. 8 Ahora pues, tomaos siete becerros y siete carneros, y andad a mi siervo Job, y ofreced holocausto por vosotros, y mi siervo Job orará por vosotros; porque solamente por su respeto no os trataré afrentosamente, por cuanto no habéis hablado por mí con rectitud, como mi siervo Job. 9 Fueron pues Elifaz temanita, y Bildad suhita, y Zofar naamatita, e hicieron como el SEÑOR les dijo; y el SEÑOR tuvo respeto a Job. 10 Y tornó el SEÑOR la aflicción de Job, orando él por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job. 11 Y vinieron a él todos sus hermanos, y todas sus hermanas, y todos los que antes le habían conocido, y comieron con él pan en su casa, y se condolieron de él, y le consolaron de todo aquel mal que el SEÑOR había traído sobre él. Y cada uno de ellos le dio una oveja, y una joya de oro. 12 Y el SEÑOR bendijo a la postrimería de Job más que a su principio; porque tuvo catorce mil ovejas, y seis mil camellos, y mil yuntas de bueyes, y mil asnas. 13 Y tuvo siete hijos y tres hijas. 14 Y llamó el nombre de la una, Jemima, y el nombre de la segunda, Cesia, y el nombre de la tercera, Keren-hapuc. 15 Y no se hallaron mujeres tan hermosas como las hijas de Job en toda la tierra; y les dio su padre herencia entre sus hermanos. 16 Y después de esto vivió Job ciento cuarenta años, y vio a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación. 17 Murió pues Job viejo, y lleno de días.
SALMOS CAPÍTULO 1 1 Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni se sentó en silla de burladores; 2 antes en la ley del SEÑOR es su voluntad, y en su ley pensará de día y de noche. 3 Y será como el árbol plantado junto a arroyos de aguas, que da su fruto en su tiempo; y su hoja no cae, y todo lo que hace, prosperará. 4 No así los malos, sino como el tamo que arrebata el viento. 5 Por tanto no se levantarán los malos en el juicio; ni los pecadores en la congregación de los justos. 6 Porque el SEÑOR conoce el camino de los justos; y el camino de los malos se perderá. CAPÍTULO 2 1 ¿Por qué se amotinan los gentiles, y los pueblos piensan vanidad? 2 Estarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra el SEÑOR, y contra su ungido, diciendo: 3 Rompamos sus coyundas, y echemos de nosotros sus cuerdas. 4 El que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos. 5 Entonces hablará a ellos con su furor, y con su ira los conturbará. 6 Y yo envestí mi rey sobre Sion, el monte de mi santidad. 7 Yo recitaré el decreto. El SEÑOR me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. 8 Pídeme, y te daré por heredad los gentiles, y por posesión tuya los términos de la tierra. 9 Los quebrantarás con vara de hierro; como vaso de alfarero los desmenuzarás. 10 Y ahora, reyes, entended; admitid castigo, jueces de la tierra. 11 Servid al SEÑOR con temor; y alegraos con temblor. 12 Besad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino, cuando se encendiere de aquí a poco su furor. Bienaventurados todos los que en él confían. CAPÍTULO 3 1 Salmo de David, cuando huía de delante de Absalón su hijo. ¡Oh SEÑOR, cuánto se han multiplicado mis enemigos! Muchos se levantan contra mí. 2 Muchos dicen de mi alma: No hay para él salud en Dios. (Selah.) 3 Mas tú, el SEÑOR, eres escudo por mí; mi gloria, y el que ensalza mi cabeza. 4 Con mi voz clamé al SEÑOR, y él me respondió desde el monte de su santidad. (Selah.) 5 Yo me acosté, y dormí, y desperté; porque el SEÑOR me sustentaba. 6 No temeré de diez millares de gente, que pusieren cerco contra mí. 7 Levántate, SEÑOR; sálvame, Dios mío; porque tú heriste a todos mis enemigos en la quijada; los dientes de los malos quebraste. 8 Del SEÑOR es la salud: Sobre tu pueblo será tu bendición. (Selah.) CAPÍTULO 4 1 Al Vencedor, en Neginot: Salmo de David. Respóndeme cuando llamo, oh Dios de mi justicia. Estando en angustia, tú me hiciste ensanchar; ten misericordia de mí, y oye mi oración. 2 Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo volveréis mi honra en infamia, amaréis la vanidad, y buscaréis la mentira? (Selah.) 3 Sabed pues, que el SEÑOR hizo apartar al pío para sí; el SEÑOR oirá cuando yo a él clamare. 4 Temblad, y no pequéis. Meditad en vuestro corazón sobre vuestra cama, y desistid. (Selah.) 5 Ofreced sacrificios de justicia, y confiad en el SEÑOR. 6 Muchos dicen: ¿Quién nos mostrará el bien? Alza sobre nosotros, oh SEÑOR, la luz de tu rostro. 7 Tú diste alegría en mi corazón, al tiempo que el grano y el mosto de ellos se multiplicó. 8 En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, SEÑOR, me harás estar confiado. CAPÍTULO 5 1 Al Vencedor: sobre Nehilot: Salmo de David. Escucha, oh SEÑOR, mis palabras. Considera la meditación mía. 2 Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré. 3 Oh SEÑOR, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré a ti, y esperaré. 4 Porque tú no eres un Dios que ame la maldad: El malo no habitará junto a ti. 5 No estarán los locos que se gobiernan por afecto o consejo de la carne delante de tus ojos; aborreces a todos los que obran iniquidad. 6 Destruirás a los que hablan mentira. Al varón de sangre y de engaño abominará el SEÑOR. 7 Y yo en la multitud de tu misericordia entraré en tu Casa; adoraré al santo Templo tuyo con tu temor. 8 Guíame, SEÑOR, en tu justicia a causa de mis enemigos; endereza delante de mí tu camino. 9 Porque no hay en su boca rectitud; sus entrañas son pravedades; sepulcro abierto es su garganta, con su lengua lisonjearán. 10 Desbaratados, oh Dios; caigan de sus consejos; por la multitud de sus rebeliones échalos, porque se rebelaron contra ti. 11 Y se alegrarán todos los que esperan en ti; para siempre jubilarán, y los cubrirás; y se alegrarán en ti los que aman tu nombre. 12 Porque tú, oh SEÑOR, bendecirás al justo; lo cercarás de benevolencia como con un escudo. CAPÍTULO 6 1 Al Vencedor: en Neginot sobre Seminit: Salmo de David. SEÑOR, no me reprendas con tu furor, ni me castigues con tu ira. 2 Ten misericordia de mí, oh SEÑOR, porque yo estoy debilitado; sáname, oh SEÑOR, porque mis huesos están conturbados. 3 Mi alma asimismo está muy conturbada; y tú, SEÑOR, ¿hasta cuándo? 4 Vuelve, oh SEÑOR, libra mi alma; sálvame por tu misericordia. 5 Porque en la muerte no hay memoria de ti, ¿quién te loará en el sepulcro? 6 Heme consumido a fuerza de gemir; todas las noches inundo mi lecho, riego mi estrado con mis lágrimas. 7 Mis ojos están carcomidos de descontento; se han envejecido a causa de todos mis angustiadores. 8 Apartaos de mí, todos los obradores de iniquidad; porque el SEÑOR ha oído la voz de mi lloro. 9 El SEÑOR ha oído mi ruego; el SEÑOR ha recibido mi oración. 10 Se avergonzarán, y se turbarán mucho todos mis enemigos; se volverán y serán avergonzados de repente. CAPÍTULO 7 1 Sigaión de David, que cantó al SEÑOR sobre las palabras de Cus, hijo de Benjamín. SEÑOR Dios mío, en ti he confiado; sálvame de todos los que me persiguen, y líbrame; 2 no sea que arrebaten mi alma, como león que despedaza, sin que haya quien libre. 3 SEÑOR Dios mío, si yo he hecho esto, si hay en mis manos iniquidad; 4 si di mal pago al pacífico conmigo, que escapé mi perseguidor sin pago. 5 Persiga el enemigo mi alma, y alcáncela; y pise en tierra mi vida, y mi honra ponga en el polvo. (Selah.) 6 Levántate, oh SEÑOR, con tu furor; álzate a causa de las iras de mis angustiadores, y despierta en favor mío el juicio que mandaste. 7 Y te rodeará ayuntamiento de pueblos; por causa pues de él vuélvete en alto. 8 El SEÑOR juzgará los pueblos; júzgame, oh SEÑOR, conforme a mi justicia y conforme a mi integridad. 9 Consuma ahora mal a los malos, y establece al justo; pues el Dios justo es el que prueba los corazones y los riñones. 10 Mi escudo es en Dios, el que salva a los rectos de corazón. 11 Dios es el que juzga al justo; y Dios está airado contra los impíos todos los días. 12 Si no se volviere, él afilará su espada; armado tiene ya su arco, y lo ha preparado. 13 Asimismo ha aparejado para él armas de muerte; ha labrado sus saetas para los que persiguen. 14 He aquí ha tenido parto de iniquidad; concibió trabajo, y dio a luz mentira. 15 Pozo ha cavado, y lo ha ahondado; y en la fosa que hizo caerá. 16 Su trabajo se tornará sobre su cabeza, y su agravio descenderá sobre su mollera. 17 Alabaré yo al SEÑOR conforme a su justicia, y cantaré al nombre del SEÑOR el Altísimo. CAPÍTULO 8 1 Al Vencedor: sobre Gitit: Salmo de David. Oh DIOS, Señor nuestro, ¡Cuán grande es tu nombre en toda la tierra, que has puesto tu alabanza sobre los cielos! 2 De la boca de los chiquitos y de los que maman, fundaste la fortaleza a causa de tus enemigos, para hacer cesar al enemigo, y al que se venga. 3 Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú compusiste: 4 ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? 5 Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de hermosura. 6 Le hiciste señorear de las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies: 7 Ovejas, y bueyes, todo ello; y asimismo las bestias del campo, 8 las aves de los cielos, y los peces del mar; lo que pasa por los caminos del mar. 9 Oh DIOS, Señor nuestro, ¡Cuán grande es tu nombre en toda la tierra! CAPÍTULO 9 1 Al Vencedor: sobre Mut-labén: Salmo de David. Te alabaré, oh SEÑOR, con todo mi corazón; contaré todas tus maravillas. 2 Me alegraré y me regocijaré en ti; cantaré a tu nombre, oh Altísimo; 3 por haber sido mis enemigos vueltos atrás; caerán y perecerán delante de ti. 4 Porque has hecho mi juicio y mi causa; te has sentado en silla juzgando justicia. 5 Reprendiste los gentiles, destruiste al malo, raíste el nombre de ellos para siempre y eternalmente. 6 Oh enemigo, acabados son para siempre los asolamientos; y las ciudades que derribaste, su memoria pereció con ellas. 7 Mas el SEÑOR permanecerá para siempre; ha dispuesto su trono para juicio. 8 Y él juzgará el mundo con justicia; juzgará los pueblos con rectitud. 9 Y será el SEÑOR refugio al pobre, refugio para el tiempo de angustia. 10 Y en ti confiarán los que conocen tu nombre; por cuanto tú, oh SEÑOR, no desamparaste a los que te buscaron. 11 Cantad al SEÑOR, el que habita en Sion. Noticiad en los pueblos sus obras. 12 Porque demandando la sangre se acordó de ellos; no se olvidó del clamor de los pobres. 13 Ten misericordia de mí, SEÑOR. Mira mi aflicción que padezco de los que me aborrecen, tú que me levantas de las puertas de la muerte; 14 para que cuente yo todas tus alabanzas en las puertas de la hija de Sion, y me goce en tu salud. 15 Se hundieron los gentiles en la fosa que hicieron; en la red que escondieron fue tomado su pie. 16 El SEÑOR fue conocido en el juicio que hizo; en la obra de sus manos fue enlazado el malo. (Meditación para siempre. Selah.) 17 Los malos volverán al sepulcro; todos los gentiles que se olvidan de Dios. 18 Porque no para siempre será olvidado el pobre; ni la esperanza de los pobres perecerá para siempre. 19 Levántate, oh SEÑOR; no se fortalezca el hombre; sean juzgadas los gentiles delante de ti. 20 Pon, oh SEÑOR, temor en ellos: conozcan los gentiles que son hombres. (Selah.) CAPÍTULO 10 1 ¿Por qué estás lejos, oh SEÑOR, y te escondes en los tiempos de la angustia? 2 Con arrogancia el malo persigue al pobre; sean tomados en los pensamientos que pensaron. 3 Por cuanto se alabó el malo del deseo de su alma, y diciendo bien al robador, blasfema del SEÑOR. 4 El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios. No está Dios en todos sus pensamientos. 5 Sus caminos atormentan en todo tiempo; tus juicios son altura delante de él; echa bocanadas en orden a todos sus enemigos. 6 Dice en su corazón: No seré movido en ningún tiempo, porque no me alcanzará el mal. 7 Llena está su boca de maldición, y de engaños y fraude; debajo de su lengua, molestia y maldad. 8 Está en las guaridas de las aldeas; en los escondrijos mata al inocente; sus ojos están acechando al pobre. 9 Acecha de encubierto, como el león desde su cama; acecha para arrebatar al pobre; arrebata al pobre trayéndolo en su red. 10 Se encoge, se agacha, y caen en sus fuerzas muchos desdichados. 11 Dice en su corazón: Dios está olvidado, ha encubierto su rostro; nunca lo vio. 12 Levántate, oh SEÑOR Dios, alza tu mano, no te olvides de los pobres. 13 ¿Por qué irrita el malo a Dios? En su corazón ha dicho que no lo inquirirás. 14 Tú has visto; porque tú miras el trabajo, y el enojo, para dar justicia en tus manos; a ti se acoge el pobre, tú eres el amparo del huérfano. 15 Quebranta el brazo del inicuo; del malo buscarás su maldad, y no la hallarás. 16 El SEÑOR, Rey eterno y perpetuo; de su tierra fueron destruidos los gentiles. 17 El deseo de los humildes oíste, oh SEÑOR; tú dispones su corazón, y haces atento tu oído; 18 para juzgar al huérfano y al pobre; no volverá más a hacer violencia el hombre de la tierra. CAPÍTULO 11 1 Al Vencedor: Salmo de David. En el SEÑOR he confiado. ¿Cómo decís a mi alma: Escapa al monte cual ave? 2 Porque he aquí, los malos entesaron el arco, apercibieron sus saetas sobre la cuerda para asaetear en oculto a los rectos de corazón. 3 Porque los fundamentos serán derribados. ¿El justo qué ha hecho? 4 El SEÑOR está en el templo de su santidad; la silla del SEÑOR está en el cielo; sus ojos ven, sus párpados prueban a los hijos de los hombres. 5 El SEÑOR prueba al justo; pero al malo y al que ama la rapiña, su alma aborrece. 6 Sobre los malos lloverá lazos; fuego y azufre, con vientos de torbellinos, será la porción del cáliz de ellos. 7 Porque el justo SEÑOR amó las justicias, al recto mirará su rostro. CAPÍTULO 12 1 Al Vencedor: sobre Seminit: Salmo de David. Salva, oh SEÑOR, porque se acabaron los misericordiosos; porque se han acabado los fieles de entre los hijos de los hombres. 2 Mentira habla cada uno con su prójimo con labios lisonjeros; con corazón doble hablan. 3 Tale el SEÑOR todos los labios lisonjeros; la lengua que habla grandezas, 4 que dijeron: Por nuestra lengua prevaleceremos; nuestros labios están con nosotros, ¿quién nos es señor? 5 Por la opresión de los pobres, por el gemido de los menesterosos, ahora me levantaré, dice el SEÑOR: Yo pondré en salvo al que el impío enlaza. 6 Las palabras del SEÑOR son palabras limpias, como plata refinada en horno de tierra, colada siete veces. 7 Tú, SEÑOR, los guardarás; guárdalos para siempre de esta generación. 8 Cercando andan los malos, entre tanto los más viles de los hijos de los hombres son exaltados. CAPÍTULO 13 1 Al Vencedor: Salmo de David. ¿Hasta cuándo, SEÑOR? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? 2 ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, con ansiedad en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí? 3 Mira, óyeme, SEÑOR Dios mío: Alumbra mis ojos, para que no duerma en muerte; 4 para que no diga mi enemigo: Lo vencí; mis enemigos se alegrarán, si yo resbalare. 5 Mas yo en tu misericordia he confiado; se alegrará mi corazón en tu salud. 6 Cantaré al SEÑOR, Porque me ha hecho bien. CAPÍTULO 14 1 Al Vencedor: Salmo de David. Dijo el loco en su corazón: No hay Dios. Se corrompieron, hicieron obras abominables; no hay quien haga bien. 2 El SEÑOR miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, por ver si había algún entendido, que buscara a Dios. 3 Todos declinaron, juntamente, se han corrompido; no hay quien haga bien, no hay ni siquiera uno. 4 Ciertamente conocieron todos los que obran iniquidad, que devoran a mi pueblo como si pan comiesen; al SEÑOR no invocaron. 5 Allí temblaron de espanto; porque Dios está con la nación de los justos. 6 El consejo del pobre habéis escarnecido, por cuanto el SEÑOR es su esperanza. 7 ¡Quién diese de Sion la salud de Israel tornando el SEÑOR la cautividad de su pueblo! Se gozará Jacob, y se alegrará Israel. CAPÍTULO 15 1 Salmo de David. El SEÑOR, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién residirá en el monte de tu santidad? 2 El que anda en integridad, y obra justicia, y habla verdad en su corazón. 3 El que no revolvió con su lengua, ni hizo mal a su prójimo, ni levantó vergüenza contra su prójimo. 4 Aquel a cuyos ojos es menospreciado el vil; mas honra a los que temen al SEÑOR; juró en daño suyo, y no mudó. 5 Quien su dinero no dio a usura, ni contra el inocente tomó cohecho. El que hace estas cosas, no resbalará para siempre. CAPÍTULO 16 1 Mictam de David. Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado. 2 Di al SEÑOR: Señor tú eres mi bien; no tengo otro bien fuera de ti. 3 A los santos que están en la tierra, y a los íntegros; toda mi afición en ellos. 4 Multiplicarán sus dolores los que se apresuraren tras otro dios; no ofreceré yo sus libaciones de sangre, ni en mis labios tomaré sus nombres. 5 El SEÑOR es la porción de mi parte y de mi copa; tú sustentarás mi suerte. 6 Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, así mismo la heredad se hermoseó sobre mí. 7 Bendeciré al SEÑOR, que me aconseja; aun en las noches me enseña mis riñones. 8 Al SEÑOR he puesto siempre delante de mí; porque estando El a mi diestra, no seré conmovido. 9 Por tanto se alegró mi corazón, y se gozó mi gloria; también mi carne reposará segura. 10 Porque no dejarás mi alma en el sepulcro; ni darás tu Misericordioso para que vea corrupción. 11 Me harás saber la senda de la vida; plenitud de alegrías hay con tu rostro; deleites en tu diestra para siempre. CAPÍTULO 17 1 Oración de David. Oye, oh SEÑOR, justicia; está atento a mi clamor; escucha mi oración hecha sin labios de engaño. 2 De delante de tu rostro salga mi juicio; vean tus ojos la rectitud. 3 Tú has probado mi corazón, me has visitado de noche; me has refinado, y nada inicuo hallaste; lo que pensé, no pasó mi boca. 4 Para las obras humanas, por la palabra de tus labios yo observé los caminos del violento. 5 Sustenta mis pasos en tus caminos, para que mis pies no resbalen. 6 Yo te he invocado, por cuanto tú me oyes, oh Dios: Inclina a mí tu oído, escucha mi palabra. 7 Haz maravillosas tus misericordias, salvador de los que en ti confían, de los que se levantan contra tu diestra. 8 Guárdame como lo negro de la niña del ojo, escóndeme con la sombra de tus alas. 9 De delante de los malos que me oprimieron, de mis enemigos que me cercan por la vida. 10 Cerrados están con su grosura; con su boca hablan soberbiamente. 11 Nuestros pasos nos han cercado ahora; puestos tienen sus ojos para echarnos por tierra. 12 Parecen al león que desea hacer presa, y al leoncillo que está escondido. 13 Levántate, oh SEÑOR; prevén su encuentro, póstrale; libra mi alma del malo con tu espada; 14 de los hombres con tu mano, oh SEÑOR, de los hombres de mundo, cuya parte es en esta vida, y cuyo vientre está lleno de tu despensa: sacian a sus hijos, y dejan el resto a su familia. 15 Yo en justicia veré tu rostro; seré saciado cuando despertaré a tu semejanza. CAPÍTULO 18 1 Al Vencedor: Salmo del siervo del SEÑOR, de David, el cual habló al SEÑOR las palabras de este cántico el día que le libró el SEÑOR de mano de todos sus enemigos, y de mano de Saúl. Entonces dijo: Te amaré, oh SEÑOR, fortaleza mía. 2 SEÑOR, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fuerte mío, en él confiaré; escudo mío, y el cuerno de mi salud, mi refugio. 3 Invocaré al SEÑOR, digno de ser alabado, y seré salvo de mis enemigos. 4 Me cercaron dolores de muerte, y torrentes de perversidad me atemorizaron. 5 Dolores del sepulcro me rodearon, me previnieron lazos de muerte. 6 En mi angustia llamé al SEÑOR, y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos. 7 Y la tierra fue conmovida y tembló; y los fundamentos de los montes se estremecieron, y se removieron porque él se enojó. 8 Subió humo en su nariz, y de su boca fuego quemante; carbones se encendieron de él. 9 Y bajó a los cielos, y descendió; y había oscuridad debajo de sus pies. 10 Y cabalgó sobre un querubín, y voló; voló sobre las alas del viento. 11 Puso tinieblas por su escondedero, en sus alrededores de su tabernáculo oscuridad de aguas, nubes de los cielos. 12 Por el resplandor delante de él, sus nubes pasaron; granizo y carbones de fuego. 13 Y tronó en los cielos el SEÑOR, y el Altísimo dio su voz; granizo y carbones de fuego. 14 Y envió sus saetas, y los desbarató; y echó relámpagos, y los destruyó. 15 Y aparecieron las honduras de las aguas, y se descubrieron los cimientos del mundo por tu reprensión, oh SEÑOR, por el soplo del viento de tu nariz. 16 Envió desde lo alto; me tomó, me sacó de las muchas aguas. 17 Me libró de mi fuerte enemigo, y de los que me aborrecían, aunque ellos eran más fuertes que yo. 18 Me anticiparon en el día de mi quebrantamiento; mas el SEÑOR me fue por bordón. 19 Y me sacó a anchura. Me libró, porque se agradó de mí. 20 El SEÑOR me pagará conforme a mi justicia; conforme a la limpieza de mis manos me volverá. 21 Por cuanto guardé los caminos del SEÑOR, y no me volví impío apostatando de mi Dios. 22 Porque todos sus juicios estuvieron delante de mí, y no eché de mí sus estatutos. 23 Y fui perfecto para con él, y me he guardado de mi maldad. 24 Y me pagó el SEÑOR conforme a mi justicia; conforme a la limpieza de mis manos delante de sus ojos. 25 Con el misericordioso serás misericordioso, y con el varón perfecto serás perfecto. 26 Con el limpio serás limpio, y con el perverso serás adversario. 27 Por tanto al pueblo humilde salvarás, y los ojos altivos humillarás. 28 Por tanto tú alumbrarás mi candela; el SEÑOR mi Dios alumbrará mis tinieblas. 29 Porque contigo deshice ejércitos; y en mi Dios asalté muros. 30 Dios, perfecto su camino; la palabra del SEÑOR afinada; escudo es a todos los que esperan en él. 31 Porque ¿qué Dios hay fuera del SEÑOR? ¿Y qué fuerte fuera de nuestro Dios? 32 Dios es el que me ciñe de fuerza, e hizo perfecto mi camino. 33 Quien pone mis pies como pies de ciervas, y me hizo estar sobre mis alturas. 34 Quien enseña mis manos para la batalla, y el arco de acero será quebrado con mis brazos. 35 Me diste asimismo el escudo de tu salud; y tu diestra me sustentará, y tu mansedumbre me multiplicará. 36 Ensancharás mis pasos debajo de mí, y no titubearán mis rodillas. 37 Perseguiré a mis enemigos, y los alcanzaré, y no volveré hasta acabarlos. 38 Los heriré, y no podrán levantarse; caerán debajo de mis pies. 39 Y me ceñiste de fortaleza para la pelea; has agobiado mis enemigos debajo de mí. 40 Y me diste la cerviz de mis enemigos, y destruí a los que me aborrecían. 41 Clamaron, y no hubo quién se salvase; aun al SEÑOR, mas no los oyó. 42 Y los molí como polvo delante del viento; los esparcí como lodo de las calles. 43 Me libraste de contiendas de pueblo; me pusiste por cabecera de gentiles; pueblo que no conocí, me sirvió. 44 Al oír de mí, me obedeció; los hijos de extraños se sometieron a mí aun contra su voluntad; 45 Los hombres extraños se cayeron, y tuvieron miedo desde sus encerramientos. 46 Viva el SEÑOR, y bendito sea mi fuerte; y sea ensalzado el Dios de mi salud. 47 El Dios que me da las venganzas, y sujetó pueblos debajo de mí. 48 Mi libertador de mis enemigos; también me hiciste superior a mis adversarios; de varón traidor me libraste. 49 Por tanto yo te confesaré entre los gentiles, oh SEÑOR, y cantaré a tu nombre. 50 El cual engrandece las saludes de su rey, y hace misericordia a su ungido David, y a su simiente, para siempre. CAPÍTULO 19 1 Al Vencedor: Salmo de David. Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el extendimiento denuncia la obra de sus manos. 2 Un día emite palabra al otro día, y una noche a la otra noche declara sabiduría. 3 No hay dicho, ni palabras, ni es oída su voz. 4 En toda la tierra salió su hilo, y al cabo del mundo sus palabras. En ellos puso tabernáculo para el sol. 5 Y él, como un novio que sale de su tálamo; se alegra, como un gigante, para correr el camino. 6 De un extremo de los cielos es su salida, y su curso hasta la extremidad de ellos; y no hay quien se esconda de su calor. 7 La ley del SEÑOR es perfecta, que convierte el alma; el testimonio del SEÑOR es fiel, que hace sabio al pequeño. 8 Los mandamientos del SEÑOR son rectos, que alegran el corazón; el precepto del SEÑOR es puro, que alumbra los ojos. 9 El temor del SEÑOR es limpio, que permanece para siempre; los derechos del SEÑOR son verdad, todos justos. 10 Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; y dulces más que miel, y que licor de panales. 11 Tu siervo es además amonestado con ellos; en guardarlos hay grande galardón. 12 Los errores, ¿quién los entenderá? De los encubiertos me libra. 13 Detén asimismo a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré perfecto, y estaré limpio de gran rebelión. 14 Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh SEÑOR, roca mía, y redentor mío CAPÍTULO 20 1 Al Vencedor: Salmo de David. El SEÑOR te oiga en el día de la angustia; te ensalce el nombre del Dios de Jacob. 2 Te envíe ayuda desde el santuario, y desde Sion te sustente. 3 Tenga memoria de todos tus presentes, y reduzca a ceniza tu holocausto. (Selah.) 4 Te dé conforme a tu corazón, y cumpla todo tu consejo. 5 Nosotros nos alegraremos con tu salud, y alzaremos pendón en el nombre de nuestro Dios; cumpla el SEÑOR todas tus peticiones. 6 Ahora he conocido que el SEÑOR ha guardado a su ungido; lo oirá desde los cielos de su santidad con las valentías de la salud de su diestra. 7 Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; mas nosotros del nombre del SEÑOR nuestro Dios tendremos memoria. 8 Ellos se arrodillaron, y cayeron; mas nosotros nos levantamos, y nos enhestamos. 9 El SEÑOR salva al Rey; que El nos oiga el día que lo invocáremos. CAPÍTULO 21 1 Al Vencedor: Salmo de David. SEÑOR, en tu fortaleza se alegrará el Rey y en tu salud se gozará mucho. 2 El deseo de su corazón le diste, y no le negaste lo que sus labios pronunciaron. (Selah.) 3 Por tanto le adelantarás en bendiciones de bien; corona de oro fino has puesto sobre su cabeza. 4 Vida te demandó, y le diste largura de días por siglos y siglos. 5 Grande es su gloria en tu salud; honra y hermosura has puesto sobre él. 6 Porque lo has bendecido para siempre; lo llenaste de alegría con tu rostro. 7 Por cuanto el Rey confía en el SEÑOR, y en la misericordia del Altísimo, no será conmovido. 8 Alcanzará tu mano a todos tus enemigos; tu diestra alcanzará a los que te aborrecen. 9 Los pondrás como horno de fuego en el tiempo de tu ira; el SEÑOR los deshará en su furor, y fuego los consumirá. 10 Su fruto aniquilarás de la tierra, y su simiente de entre los hijos de los hombres. 11 Porque tendieron mal contra ti; fraguaron maquinaciones, mas no prevalecieron. 12 Por tanto tú los pondrás aparte; con tu arco apuntarás a sus rostros. 13 Ensálzate, oh SEÑOR, con tu fortaleza; cantaremos y alabaremos tu valentía. CAPÍTULO 22 1 Al Vencedor, sobre Ajelet-sahar el lucero de la mañana. Salmo de David. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has dejado? ¿Por qué estás lejos de mi salud, y de las palabras de mi clamor? 2 Dios mío, clamo de día, y no oyes; y de noche, y no puedo estar en silencio. 3 Tú empero eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel. 4 En ti esperaron nuestros padres; esperaron, y tú los salvaste. 5 Clamaron a ti, y fueron librados; esperaron en ti, y no se avergonzaron. 6 Mas yo soy gusano, y no varón; oprobio de los hombres, y desecho del pueblo. 7 Todos los que me ven, escarnecen de mí; estiran los labios, menean la cabeza, diciendo: 8 Remítese al SEÑOR, líbrelo; sálvele él, puesto que en él se complacía. 9 Pero tú eres el que me sacó del vientre, el que me haces esperar desde que estaba a los pechos de mi madre. 10 Sobre ti fui echado desde la matriz; desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios. 11 No te alejes de mí, porque la angustia está cerca; porque no hay quien ayude. 12 Me han rodeado muchos toros; fuertes toros de Basán me han cercado. 13 Abrieron sobre mí su boca, como león rampante y rugiente. 14 Heme escurrido como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron; mi corazón fue como cera, desliéndose en medio de mis entrañas. 15 Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar; y me has puesto en el polvo de la muerte. 16 Porque perros me han rodeado, me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies. 17 Contar puedo todos mis huesos; ellos miran, me consideran. 18 Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. 19 Mas tú, SEÑOR, no te alejes; fortaleza mía, apresúrate para mi ayuda. 20 Libra de la espada mi alma; del poder del perro mi vida. 21 Sálvame de la boca del león, y de los cuernos de los unicornios líbrame. 22 Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré. 23 Los que teméis al SEÑOR, alabadle; toda la simiente de Jacob glorificadle; y temed de él, toda la simiente de Israel. 24 Porque no menospreció ni abominó la aflicción del pobre, ni de él escondió su rostro; y cuando clamó a él, le oyó. 25 De ti será mi alabanza en la grande congregación; mis votos pagaré delante de los que le temen. 26 Comerán los pobres, y serán saciados; alabarán al SEÑOR los que le buscan; vivirá vuestro corazón para siempre. 27 Se acordarán, y se volverán al SEÑOR todos los términos de la tierra; y se humillarán delante de ti todas las familias de los gentiles. 28 Porque del SEÑOR es el reino; y él se enseñoreará de los gentiles. 29 Comerán y adorarán todos los gruesos de la tierra; delante de él se arrodillarán todos los que descienden al polvo, y sus almas no vivificaron. 30 La simiente le servirá; será contada al SEÑOR perpetuamente. 31 Vendrán, y anunciarán al pueblo que naciere, su justicia que él hizo. CAPÍTULO 23 1 Salmo de David. El SEÑOR es mi pastor; no desfalleceré. 2 En lugares de delicados pastos me hará yacer; junto a aguas de reposo me pastoreará. 3 Convertirá mi alma; me guiará por sendas de justicia por su nombre. 4 Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno; porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me confortarán. 5 Aderezarás mesa delante de mí, en presencia de mis angustiadores; ungiste mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. 6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida; y en la Casa del SEÑOR reposaré por largos días. CAPÍTULO 24 1 Salmo de David. Del SEÑOR es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan. 2 Porque él la fundó sobre los mares, y sobre los ríos la afirmó. 3 ¿Quién subirá al monte del SEÑOR? ¿Y quién estará en el lugar de su santidad? 4 El limpio de manos, y limpio de corazón; el que no tomó en vano mi Nombre, ni juró con engaño. 5 El recibirá bendición del SEÑOR, y justicia del Dios de salud. 6 Esta es la generación de los que le buscan, de los que buscan tu rostro, oh Jacob. (Selah.) 7 Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria. 8 ¿Quién es este Rey de gloria? El SEÑOR el fuerte y valiente, el SEÑOR el valiente en batalla. 9 Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria. 10 ¿Quién es este Rey de gloria? El SEÑOR de los ejércitos, él es el Rey de la gloria. (Selah.) CAPÍTULO 25 1 Salmo de David. Alef A ti, oh SEÑOR, levantaré mi alma. 2 Bet Dios mío, en ti confío; no sea yo avergonzado, no se alegren de mí mis enemigos. 3 Guímel Ciertamente ninguno de cuantos en ti esperan será avergonzado; serán avergonzados los que se rebelan sin causa. 4 Dálet Tus caminos, oh SEÑOR, me haces saber; tus sendas me enseñas. 5 He Encamíname en tu verdad, y enséñame; porque tú eres el Dios de mi salud; a ti he esperado todo el día. 6 Vau Acuérdate, oh SEÑOR, de tus conmiseraciones y de tus misericordias, que son perpetuas. 7 Zain De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes; conforme a tu misericordia acuérdate de mí, por tu bondad, oh SEÑOR. 8 Chet Bueno y recto es el SEÑOR; por tanto él enseñará a los pecadores el camino. 9 Tet Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera. 10 Yod Todas las sendas del SEÑOR son misericordia y verdad, para los que guardan su pacto y sus testimonios. 11 Caf Por tu Nombre, oh SEÑOR, perdonarás también mi pecado; porque es grande. 12 Lámed ¿Quién es el varón que teme al SEÑOR? El le enseñará el camino que ha de escoger. 13 Mem Su alma reposará en el bien, y su simiente heredará la tierra. 14 Nun El secreto del SEÑOR es para los que le temen; y a ellos hará conocer su pacto. 15 Sámec Mis ojos están siempre hacia el SEÑOR; porque él sacará mis pies de la red. 16 Ayin Mírame, y ten misericordia de mí; porque estoy solo y pobre. 17 Tsade Las angustias de mi corazón se han aumentado; sácame de mis congojas. 18 Resh Mira mi aflicción y mi trabajo; y perdona todos mis pecados. 19 Resh Mira mis enemigos, que se han multiplicado, y con odio injusto me han aborrecido. 20 Sin Guarda mi alma, y líbrame; no sea yo avergonzado, porque en ti confié. 21 Taf Integridad y rectitud me guardarán; porque a ti he esperado. 22 Pe Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias. CAPÍTULO 26 1 De David. Júzgame, oh SEÑOR, porque yo en mi integridad he andado; y en el SEÑOR he confiado; no vacilaré. 2 Pruébame, oh SEÑOR, y sondéame; funde mis riñones y mi corazón. 3 Porque tu misericordia está delante de mis ojos, y en tu verdad ando. 4 No me he sentado con los varones de falsedad; ni entré con los que andan encubiertamente. 5 Aborrecí la congregación de los malignos, y con los impíos nunca me senté. 6 Lavaré en inocencia mis manos, y andaré alrededor de tu altar, oh SEÑOR: 7 Para exclamar con voz de acción de gracias, y para contar todas tus maravillas. 8 SEÑOR, la habitación de tu Casa he amado, y el lugar del tabernáculo de tu gloria. 9 No juntes con los pecadores mi alma, ni con los varones de sangre mi vida, 10 en cuyas manos está el mal, y su diestra está llena de sobornos. 11 Mas yo ando en mi integridad; redímeme, y ten misericordia de mí. 12 He caminado en rectitud; en las congregaciones bendeciré al SEÑOR. CAPÍTULO 27 1 De David. El SEÑOR es mi luz y mi salvación, ¿de quién temeré? El SEÑOR es la fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme? 2 Cuando se allegaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron. 3 Aunque se asiente campamento contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo en esto confío. 4 Una cosa he demandado al SEÑOR, ésta buscaré; que esté yo en la Casa del SEÑOR todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del SEÑOR, y para inquirir en su templo. 5 Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me esconderá en el escondrijo de su tienda; en roca me pondrá alto. 6 Y luego ensalzará mi cabeza sobre mis enemigos en derredor mío; y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo; cantaré y salmearé al SEÑOR. 7 Oye, oh SEÑOR, mi voz con que a ti llamo; ten misericordia de mí, y respóndeme. 8 Mi corazón me ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh SEÑOR. 9 No escondas tu rostro de mí, no apartes con ira a tu siervo; mi ayuda has sido; no me dejes y no me desampares, Dios de mi salud. 10 Porque mi padre y mi madre me dejaron, y el SEÑOR me recogió. 11 Enséñame, oh SEÑOR, tu camino, y guíame por senda de rectitud, a causa de mis enemigos. 12 No me entregues a la voluntad de mis enemigos; porque se han levantado contra mí testigos falsos, y quien habla calumnia. 13 Hubiera yo desmayado, si no creyese que tengo de ver la bondad del SEÑOR en la tierra de los vivientes. 14 Aguarda al SEÑOR; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera al SEÑOR. CAPÍTULO 28 1 De David. A ti llamaré, oh SEÑOR, fuerza mía; no te desentiendas de mí; para que no sea yo, dejándome tú, semejante a los que descienden al sepulcro. 2 Oye la voz de mis ruegos cuando clamo a ti, cuando alzo mis manos al templo de tu santidad. 3 No me arrebates a una con los malos, y con los que hacen iniquidad; los cuales hablan paz con su prójimo, y la maldad está en su corazón. 4 Dales conforme a su obra, y conforme a la malicia de sus hechos; dales conforme a la obra de sus manos, dales su paga. 5 Porque no entendieron las obras del SEÑOR, y el hecho de sus manos, los derribará, y no los edificará. 6 Bendito el SEÑOR, que oyó la voz de mis ruegos. 7 El SEÑOR es mi fortaleza y mi escudo; en él esperó mi corazón, y fui ayudado; por tanto se gozó mi corazón, y con mi canción le alabaré. 8 El SEÑOR es la fortaleza de su pueblo, y el esfuerzo de las saludes de su ungido. 9 Salva a tu pueblo, y bendice a tu heredad; y pastoréalos y ensálzalos para siempre. CAPÍTULO 29 1 Salmo de David. Dad al SEÑOR, oh hijos de fuertes, dad al SEÑOR la gloria y la fortaleza. 2 Dad al SEÑOR la gloria de su nombre; humillaos al SEÑOR en la gloria de la santidad. 3 Voz del SEÑOR sobre las aguas; el Dios de gloria hizo tronar; el SEÑOR sobre las muchas aguas. 4 Voz del SEÑOR con potencia; voz del SEÑOR con gloria. 5 Voz del SEÑOR que quebranta los cedros; y quebrantó el SEÑOR los cedros del Líbano. 6 Y los hizo saltar como becerros; al Líbano y al Sirión como hijos de unicornios. 7 Voz del SEÑOR que corta llamas de fuego. 8 Voz del SEÑOR que hará temblar el desierto; hará temblar el SEÑOR el desierto de Cades. 9 Voz del SEÑOR que hará estar de parto a las ciervas, y desnudará la breñas; y en su templo todos los suyos le dicen gloria. 10 El SEÑOR preside en el diluvio, y se asentó el SEÑOR por rey para siempre. 11 El SEÑOR dará fortaleza a su pueblo; el SEÑOR bendecirá a su pueblo en paz. CAPÍTULO 30 1 Salmo de canción al estrenar la casa de David: Te ensalzaré, oh SEÑOR; porque me has ensalzado; y no hiciste alegrar mis enemigos de mí. 2 SEÑOR Dios mío, clamé a ti, y me sanaste. 3 Oh SEÑOR, hiciste subir mi alma del sepulcro; me diste vida de mi descendimiento a la sepultura. 4 Cantad al SEÑOR sus misericordiosos, y celebrad la memoria de su santidad. 5 Porque un momento hay en su furor; mas en su voluntad está la vida: por la tarde durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría. 6 Y dije yo en mi prosperidad: No seré jamás conmovido; 7 porque tú, SEÑOR, por tu benevolencia has asentado mi monte con fortaleza. Escondiste tu rostro, fui conturbado. 8 A ti, oh DIOS, llamaré; y al Señor suplicaré. 9 ¿Qué provecho hay en mi muerte, cuando yo descendiere al hoyo? ¿Te alabará el polvo? ¿Anunciará tu verdad? 10 Oye, oh SEÑOR, y ten misericordia de mí: SEÑOR, sé tú mi ayudador. 11 Has tornado mi endecha en baile; desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría. 12 Por tanto a ti canté gloria, y no callé; SEÑOR Dios mío, te alabaré para siempre. CAPÍTULO 31 1 Al Vencedor: Salmo de David. En ti, oh SEÑOR, he esperado; no sea yo avergonzado para siempre; líbrame en tu justicia. 2 Inclina a mí tu oído, líbrame presto; seme por roca de fortaleza, por casa fuerte para salvarme. 3 Porque tú eres mi roca y mi castillo; y por tu Nombre me guiarás, y me encaminarás. 4 Me sacarás de la red que han escondido para mí; porque tú eres mi fortaleza. 5 En tu mano encomendaré mi espíritu; tú me redimirás, oh SEÑOR, Dios de verdad. 6 Aborrecí a los que esperan en vanidades ilusorias; mas yo en el SEÑOR he esperado. 7 Me gozaré y alegraré en tu misericordia; porque has visto mi aflicción; has conocido mi alma en las angustias; 8 y no me encerraste en mano del enemigo; hiciste estar mis pies en anchura. 9 Ten misericordia de mí, oh SEÑOR, que estoy en angustia; se han carcomido de pesar mis ojos, mi alma, y mis entrañas. 10 Porque se ha acabado mi vida con dolor, y mis años con suspiro; se ha enflaquecido mi fuerza a causa de mi iniquidad, y mis huesos se han consumido. 11 De todos mis enemigos he sido oprobio, y de mis vecinos en gran manera, y horror a mis conocidos; los que me ven fuera, huyen de mí. 12 He sido olvidado del todo como un muerto; he venido a ser como un vaso perdido. 13 Porque he oído afrenta de muchos, cerrado de temores; cuando consultaban juntos contra mí, e ideaban para prenderme el alma. 14 Mas yo en ti confié, oh SEÑOR; yo dije: Dios mío eres tú. 15 En tu mano están mis tiempos; líbrame de la mano de mis enemigos, y de mis perseguidores. 16 Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo; sálvame por tu misericordia. 17 SEÑOR, no sea yo confundido, porque te he invocado; sean confusos los impíos, sean cortados para el infierno. 18 Enmudezcan los labios mentirosos, que hablan contra el justo cosas duras, con soberbia y menosprecio. 19 ¡Cuán grande es tu bien, que has guardado para los que te temen, que has obrado para los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres! 20 Los esconderás en el escondedero de tu rostro de las arrogancias del hombre; los esconderás en el tabernáculo a cubierto de contención de lenguas. 21 Bendito el SEÑOR, porque ha hecho maravillosa su misericordia para conmigo en ciudad fuerte. 22 Y decía yo en mi premura: cortado soy de delante de tus ojos; mas tú ciertamente oíste la voz de mis ruegos, cuando a ti clamaba. 23 Amad al SEÑOR todos vosotros sus misericordiosos; a los fieles guarda el SEÑOR, y paga abundantemente al que obra con soberbia. 24 Esforzaos y esfuércese vuestro corazón todos los que esperáis en el SEÑOR. CAPÍTULO 32 1 De David: Masquil. Bienaventurado el perdonado de rebelión, el encubierto de pecado. 2 Bienaventurado el hombre a quien no contará el SEÑOR la iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño. 3 Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. 4 Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano. (Selah.) 5 Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Confesaré, dije, contra mí mis rebeliones al SEÑOR; y tú perdonarás la maldad de mi pecado. (Selah.) 6 Por esto orará a ti todo misericordioso en el tiempo de poder hallarte; ciertamente en la inundación de las muchas aguas no llegarán éstas a él. 7 Tú eres mi escondedero; de la angustia me guardarás; con clamores de libertad me rodearás. (Selah.) 8 Te haré entender, y te enseñaré el camino en que andarás; sobre ti fijaré mis ojos. 9 No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento; con cabestro y con freno su boca ha de ser sujetada, porque si no, no lleguen a ti. 10 Muchos dolores para el impío; mas el que espera en el SEÑOR, lo cercará la misericordia. 11 Alegraos en el SEÑOR, y gozaos, justos; y cantad todos vosotros los rectos de corazón. CAPÍTULO 33 1 Cantad justos en el SEÑOR; a los rectos es hermosa la alabanza. 2 Celebrad al SEÑOR con arpa; cantadle con salterio y decacordio. 3 ¡Cantadle canción nueva! Hacedlo bien tañendo con júbilo. 4 Porque recta es la palabra del SEÑOR, y toda su obra es hecha con verdad. 5 El ama justicia y juicio; de la misericordia del SEÑOR está llena la tierra. 6 Con la palabra del SEÑOR fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos con el espíritu de su boca. 7 El junta como en un montón las aguas del mar; el pone por tesoros los abismos. 8 Tema al SEÑOR toda la tierra; teman de él todos los habitadores del mundo. 9 Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió. 10 El SEÑOR hace anular el consejo de los gentiles, y hace anular las maquinaciones de los pueblos. 11 El consejo del SEÑOR permanecerá para siempre; los pensamientos de su corazón por todas las generaciones. 12 Bienaventurada la gente de que el SEÑOR es su Dios; el pueblo a quien escogió por heredad para sí. 13 Desde los cielos miró el SEÑOR; vio a todos los hijos de Adán. 14 Desde la morada de su asiento miró sobre todos los moradores de la tierra. 15 El formó el corazón de todos ellos; el considera todas sus obras. 16 El rey no es salvo con la multitud del ejército; no escapa el valiente con la mucha fuerza. 17 Vanidad es el caballo para la salud; con la grandeza de su fuerza no librará. 18 He aquí, el ojo del SEÑOR sobre los que le temen, sobre los que esperan su misericordia; 19 para librar sus almas de la muerte, y para darles vida en el hambre. 20 Nuestra alma esperó al SEÑOR; nuestra ayuda y nuestro escudo es él. 21 Por tanto en él se alegrará nuestro corazón, porque en el Nombre de su santidad hemos confiado. 22 Sea tu misericordia, oh SEÑOR, sobre nosotros, como te hemos esperado. CAPÍTULO 34 1 De David, cuando mudó su semblante delante de Abimelec, y él lo echó, y se fue. Alef Bendeciré al SEÑOR en todo tiempo; su alabanza será siempre en mi boca. 2 Bet En el SEÑOR se gloriará mi alma; lo oirán los mansos, y se alegrarán. 3 Guímel Engrandeced al SEÑOR conmigo, y ensalcemos su Nombre a una. 4 Dálet Busqué al SEÑOR, y él me oyó; y me libró de todos mis temores. 5 He ¡A él miraron y fueron alumbrados! Y sus rostros no se avergonzaron. 6 Vau Este pobre llamó, y le oyó el SEÑOR, y lo libró de todas sus angustias. 7 Zain El ángel del SEÑOR acampa en derredor de los que le temen, y los defiende. 8 Chet Gustad, y ved que es bueno el SEÑOR; dichoso el hombre que confiará en él. 9 Tet Temed al SEÑOR, vosotros sus santos; porque no hay falta para los que le temen. 10 Yod Los leoncillos necesitaron, y tuvieron hambre; pero los que buscan al SEÑOR, no tendrán falta de ningún bien. 11 Caf Venid, hijos, oídme; el temor del SEÑOR os enseñaré. 12 Lámed ¿Quién es el hombre que desea vida, que codicia días para ver el bien? 13 Mem Guarda tu lengua de mal, y tus labios de hablar engaño. 14 Nun Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela. 15 Sámec Los ojos del SEÑOR están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos. 16 Ayin La ira del SEÑOR contra los que mal hacen, para cortar de la tierra la memoria de ellos. 17 Pe Clamaron los justos, y el SEÑOR oyó, y los libró de todas sus angustias. 18 Tsade Cercano está el SEÑOR a los quebrantados de corazón; y a los molidos de espíritu salvará. 19 Cof Muchos son los males del justo; mas de todos ellos lo librará el SEÑOR; 20 Resh guardando todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado. 21 Sin Matará al malo la maldad; y los que aborrecen al justo serán asolados. 22 Tau El SEÑOR redime la vida de sus siervos; y no serán asolados cuantos en él confían. CAPÍTULO 35 1 De David. Disputa, oh SEÑOR, con los que contra mí contienden; pelea con los que me combaten. 2 Echa mano al escudo y al pavés, y levántate en mi ayuda. 3 Saca la lanza, cierra contra mis perseguidores; di a mi alma: Yo soy tu salud. 4 Sean avergonzados y confundidos los que buscan mi alma; vuelvan atrás, y sean avergonzados los que mi mal piensan. 5 Sean como el tamo delante del viento; y el ángel del SEÑOR los acose. 6 Sea su camino oscuridad y resbaladeros; y el ángel del SEÑOR el que los persiga. 7 Porque sin causa escondieron para mí el hoyo de su red; sin causa hicieron hoyo para mi alma. 8 Véngale el quebrantamiento sin que lo sepa, y su red que escondió lo prenda; con quebrantamiento caiga en ella. 9 Y gócese mi alma en el SEÑOR; y alégrese en su salud. 10 Todos mis huesos dirán: SEÑOR, ¿quién como tú, que libras al afligido del más fuerte que él, y al pobre y menesteroso del que le despoja? 11 Se levantaron testigos falsos; me demandaron lo que no sabía; 12 me devolvieron mal por bien, hasta volver solo a mi alma. 13 Mas yo, cuando ellos enfermaron, me vestí de cilicio; afligí con ayuno mi alma, y mi oración se revolvía en mi seno. 14 Como por mi compañero, como por mi hermano andaba; como el que trae luto por madre, enlutado me humillaba. 15 Pero ellos se alegraron en mi cojera, y se juntaron; se juntaron contra mí entristecidos, y yo no lo entendía; me despedazaban, y no cesaban; 16 con los lisonjeros escarnecedores truhanes, crujiendo sobre mí sus dientes. 17 Señor, ¿hasta cuándo verás esto? Res-taura mi alma de sus quebrantamientos, mi vida de los leones. 18 Te confesaré en grande congregación; te alabaré entre numeroso pueblo. 19 No se alegren de mí mis enemigos sin por qué; ni los que me aborrecen sin causa guiñen el ojo. 20 Porque no hablan paz; y contra los mansos de la tierra piensan palabras engañosas. 21 Y ensancharon sobre mí su boca; dijeron: ¡Ea, ea, nuestros ojos lo han visto! 22 Tú lo has visto, oh SEÑOR; no calles: Señor, de mí no te alejes. 23 Recuerda y despierta para mi juicio, para mi causa, Dios mío y Señor mío. 24 Júzgame conforme a tu justicia, SEÑOR Dios mío; y no se alegren de mí. 25 No digan en su corazón: ¡Ea, nuestro deseo es cumplido! No digan: ¡Lo hemos devorado! 26 Sean avergonzados y confundidos a una los que de mi mal se alegran; vístanse de vergüenza y de confusión los que se engrandecen contra mí. 27 Canten y alégrense los que están a favor de mi justa causa, y digan siempre: Sea ensalzado el SEÑOR, que ama la paz de su siervo. 28 Y mi lengua hablará de tu justicia; todo el día de tu loor. CAPÍTULO 36 1 Al Vencedor: del siervo del SEÑOR, de David. La rebelión del impío me dice al corazón: No hay temor de Dios delante de sus ojos. 2 Se lisonjea, por tanto, en sus propios ojos, hasta que su iniquidad sea hallada aborrecible. 3 Las palabras de su boca son iniquidad y fraude; no quiso entender para bien hacer. 4 Iniquidad piensa sobre su cama; está en camino no bueno, no aborrece el mal. 5 SEÑOR, hasta los cielos es tu misericordia; tu verdad hasta las nubes. 6 Tu justicia como los montes de Dios, tus juicios abismo grande: Oh SEÑOR, al hombre y al animal conservas. 7 ¡Cuán ilustre, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de Adán se abrigan en la sombra de tus alas. 8 Se embriagarán de la grosura de tu Casa; y tú los abrevarás del torrente de tus delicias. 9 Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz veremos la luz. 10 Extiende tu misericordia a los que te conocen, y tu justicia a los rectos de corazón. 11 No venga pie de soberbia contra mí; y mano de impíos no me mueva. 12 Allí cayeron los obradores de iniquidad. Fueron derribados, y no pudieron levantarse. CAPÍTULO 37 1 De David. Alef No te enojes con los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. 2 Porque como hierba serán presto cortados, y decaerán como verdor de renuevo. 3 Bet Espera en el SEÑOR, y haz bien; vive en la tierra, y manten la verdad. 4 Pon asimismo tu delicia en el SEÑOR, y él te dará las peticiones de tu corazón. 5 Guímel Vuelve hacia el SEÑOR tu camino; y espera en él; y él hará. 6 Y exhibirá tu justicia como la luz, y tus derechos como el mediodía. 7 Dálet Calla ante el SEÑOR, y espera en él; no te enojes con el que prospera en su camino, con el hombre que hace maldades. 8 He Déjate de la ira, y depón el enojo; no te enojes en manera alguna para hacerte malo. 9 Porque los malignos serán talados, mas los que esperan al SEÑOR, ellos heredarán la tierra. 10 Vau Pues de aquí a poco no estará el malo; y contemplarás sobre su lugar, y no aparecerá. 11 Pero los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con la multitud de la paz. 12 Zain Piensa el impío contra el justo, y cruje sobre él sus dientes. 13 El Señor se reirá de él; porque ve que viene su día. 14 He Los impíos desenvainaron espada, y entesaron su arco, para arruinar al pobre y al menesteroso; para degollar a los de recto proceder. 15 La espada de ellos entrará en su mismo corazón, y su arco será quebrado. 16 Tet Mejor es lo poco del justo, que las muchas riquezas de los pecadores. 17 Porque los brazos de los impíos serán quebrados; mas el que sustenta a los justos es el SEÑOR. 18 Yod Conoce el SEÑOR los días de los perfectos; y su heredad será para siempre. 19 No serán avergonzados en el mal tiempo; y en los días de hambre serán saciados. 20 Caf Porque los impíos perecerán, y los enemigos del SEÑOR como los más gordos de los carneros serán consumidos; se disiparán como humo. 21 Lámed El impío toma prestado, y no paga; mas el justo tiene misericordia, y da. 22 Porque los benditos de él heredarán la tierra; y los malditos de él serán talados. 23 Mem Por el SEÑOR son ordenados los pasos del hombre bueno, y él quiere su camino. 24 Cuando cayere, no será postrado; porque el SEÑOR sustenta su mano. 25 Nun Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su simiente que mendigue pan. 26 En todo tiempo tiene misericordia, y presta; y su simiente es para bendición. 27 Sámec Apártate del mal, y haz el bien, y vivirás para siempre. 28 Porque el SEÑOR ama la rectitud, y no desamparará a sus misericordiosos, para siempre serán guardados; mas la simiente de los impíos será talada. 29 Ayin Los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella. 30 Pe La boca del justo hablará sabiduría; y su lengua proferirá juicio. 31 La ley de su Dios está en su corazón; por tanto sus pasos no vacilarán. 32 Tsade Acecha el impío al justo, y procura matarlo. 33 El SEÑOR no lo dejará en sus manos, ni lo condenará cuando le juzgaren. 34 Cof Espera al SEÑOR, y guarda su camino, y él te ensalzará para heredar la tierra; cuando los pecadores serán talados, lo verás. 35 Resh Yo vi al impío robusto, y reverdeciendo como un laurel verde. 36 Pero pasó, y he aquí no aparece; lo busqué, y no fue hallado. 37 Sin Considera al perfecto, y mira al recto; que la postrimería de cada uno de ellos es paz. 38 Mas los rebeldes fueron todos destruidos; la postrimería de los impíos fue talada. 39 Tau Pero la salud de los justos es el SEÑOR, y él es su fortaleza en el tiempo de la angustia. 40 Y el SEÑOR los ayudó, y los libera, y los libertará de los impíos; y los salvará, por cuanto esperaron en él. CAPÍTULO 38 1 Salmo de David, digno de memoria. SEÑOR, no me reprendas en tu furor, ni me castigues en tu ira. 2 Porque tus saetas descendieron en mí, y sobre mí ha descendido tu mano. 3 No hay sanidad en mi carne a causa de tu ira; ni hay paz en mis huesos a causa de mi pecado. 4 Porque mis iniquidades han sobrepasado mi cabeza; como carga pesada se han agravado sobre mí. 5 Se pudrieron y se corrompieron mis llagas, a causa de mi locura. 6 Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera, ando enlutado todo el día. 7 Porque mis caderas están llenas de ardor, y no hay sanidad en mi carne. 8 Estoy debilitado y molido en gran manera; bramo a causa del alboroto de mi corazón. 9 Señor, delante de ti están todos mis deseos; y mi suspiro no te es oculto. 10 Mi corazón está acongojado, me ha dejado mi vigor; y aun la misma luz de mis ojos no está conmigo. 11 Mis amigos y mis compañeros se quitaron de delante de mi plaga; y mis cercanos se pusieron lejos. 12 Y los que buscaban mi alma armaron lazos; y los que procuraban mi mal hablaban iniquidades, y todo el día meditaban fraudes. 13 Mas yo, como si fuera sordo no oía; y estaba como un mudo, que no abre su boca. 14 Fui pues como un hombre que no oye, y que en su boca no tiene reprensiones. 15 Porque a ti, oh SEÑOR, he esperado; tú responderás, SEÑOR Dios mío. 16 Porque dije: Que no se alegren de mí; ni cuando mi pie resbalare, se engrandezcan sobre mí. 17 Porque yo estoy a punto de claudicar, y mi dolor está delante de mí continuamente. 18 Por tanto denunciaré mi maldad; me acongojaré por mi pecado. 19 Porque mis enemigos son vivos y fuertes; y se han aumentado los que me aborrecen sin causa; 20 y pagando mal por bien me son contrarios, por seguir yo lo bueno. 21 No me desampares, oh SEÑOR; Dios mío, no te alejes de mí. 22 Apresúrate a ayudarme, Señor de mi salud. CAPÍTULO 39 1 Al Vencedor, a Jedutún: Salmo de David. Yo dije: Miraré por mis caminos, para no pecar con mi lengua; guardaré mi boca con freno, entre tanto que el impío fuere contra mí. 2 Enmudecí en silencio, me callé aun de lo bueno; y se alborotó mi dolor. 3 Se enardeció mi corazón dentro de mí; en mi meditación se encendió fuego; y hablé con mi lengua: 4 Hazme saber, SEÑOR, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; sepa yo cuánto tengo de ser del mundo. 5 He aquí como a palmos diste a mis días, y mi edad es como nada delante de ti; ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. (Selah.) 6 Ciertamente en tinieblas anda el hombre; ciertamente en vano se inquieta; allega, y no sabe quién lo cogerá. 7 Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza en ti está. 8 Líbrame de todas mis rebeliones; no me pongas por escarnio del loco. 9 Enmudecí, no abrí mi boca; porque tú lo hiciste. 10 Quita de sobre mí tu plaga; de la guerra de tu mano soy consumido. 11 Con castigos sobre el pecado corriges al hombre, y haces consumirse como de polilla su grandeza; ciertamente vanidad es todo hombre. (Selah.) 12 Oye mi oración, oh SEÑOR, y escucha mi clamor; no calles ante mis lágrimas; porque peregrino soy contigo, y advenedizo, como todos mis padres. 13 Déjame estar delante de ti, y tomaré fuerzas, antes que vaya y perezca. CAPÍTULO 40 1 Al Vencedor: Salmo de David. Pacientemente esperé al SEÑOR, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. 2 Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; y puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. 3 Y puso en mi boca canción nueva, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, y esperarán en el SEÑOR. 4 Bienaventurado el varón que puso al SEÑOR por su confianza, y no miró a los soberbios, ni a los que declinan a la mentira. 5 Aumentado has tú, oh SEÑOR Dios mío, tus maravillas; y tus pensamientos para con nosotros, no te los podremos contar, anunciar, ni hablar; no pueden ser narrados. 6 Sacrificio y presente no te agrada; me has labrado oídos; holocausto y expiación no has demandado. 7 Entonces dije: He aquí, vengo; en el envoltorio del libro está escrito de mí: 8 El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado; y tu ley está en medio de mis entrañas. 9 He anunciado justicia en grande congregación; he aquí, no detuve mis labios, SEÑOR, tú lo sabes. 10 No encubrí tu justicia en medio de mi corazón; tu verdad y tu salud he declarado; no negué tu misericordia y tu verdad en grande ayuntamiento. 11 Tú, SEÑOR, no detengas de mí tus misericordias; tu misericordia y tu verdad me guarden siempre. 12 Porque me han cercado males hasta no haber cuanto; me han asido mis maldades, y no puedo ver; se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón me falla. 13 Quieras, oh SEÑOR, librarme; SEÑOR, apresúrate a socorrerme. 14 Sean avergonzados y confusos a una los que buscan mi vida para cortarla; vuelvan atrás y avergüéncense los que mi mal desean. 15 Sean asolados en pago de su afrenta los que me dicen: ¡Ea, ea! 16 Gócense y alégrense en ti todos los que te buscan; y digan siempre los que aman tu salud: el SEÑOR sea ensalzado. 17 Cuando yo estoy pobre y menesteroso, el SEÑOR pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes. CAPÍTULO 41 1 Al Vencedor: Salmo de David. Bienaventurado el que entiende sobre el pobre; en el día malo lo librará el SEÑOR. 2 El SEÑOR lo guarde, y le dé vida: sea bienaventurado en la tierra, y no lo entregues a la voluntad de sus enemigos. 3 El SEÑOR lo sustentará sobre el lecho del dolor; mullirás toda su cama en su enfermedad. 4 Yo dije: SEÑOR, ten misericordia de mí; sana mi alma, porque contra ti he pecado. 5 Mis enemigos dicen mal de mí preguntando: ¿Cuándo morirá, y perecerá su nombre? 6 Y si alguno venía a verme, hablaba mentira; su corazón amontonaba iniquidad; y salido fuera, la hablaba. 7 Congregados murmuraban contra mí todos los que me aborrecían; contra mí pensaban mal, diciendo de mí: 8 Cosa pestilente de él se ha apoderado; y el que cayó en cama, no volverá a levantarse. 9 Aun el varón de mi paz, en quien yo confiaba, el que comía mi pan, engrandeció contra mí el calcañar. 10 Mas tú, SEÑOR, ten misericordia de mí, y hazme levantar, y les daré el pago. 11 En esto habré conocido que te he agradado, que mi enemigo no se holgará de mí. 12 En cuanto a mí, en mi integridad me has sustentado, y me has asentado delante de ti para siempre. 13 Bendito sea el SEÑOR, el Dios de Israel, por los siglos de los siglos. Amén y Amén. CAPÍTULO 42 1 Al Vencedor: Masquil a los hijos de Coré. Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. 2 Mi alma tuvo sed de Dios, del Dios vivo. ¡Cuándo vendré, y compareceré delante de Dios! 3 Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, mientras me decían todos los días: ¿Dónde está tu Dios? 4 De estas cosas me acordaré, y derramaré mi alma sobre mí. Cuando pasaré en el número, iré con ellos hasta la Casa de Dios, con voz de alegría y de alabanza, bailando la multitud. 5 ¿Por qué te abates, oh alma mía, y bramas contra mí? Espera a Dios; porque aún le tengo de alabar por las saludes de su presencia. 6 Dios mío, mi alma está en mí abatida; por tanto me acordaré de ti desde la tierra del Jordán, y de los hermonitas, desde el monte de Mizar. 7 Un abismo llama a otro a la voz de tus canales; todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí. 8 De día mandará el SEÑOR su misericordia, y de noche su canción será conmigo, oración al Dios de mi vida. 9 Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo? 10 Es como muerte en mis huesos, cuando mis enemigos me afrentan, diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios? 11 ¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué bramas contra mí? Espera a Dios; quien es la salud de mi rostro, y el Dios mío. CAPÍTULO 43 1 Júzgame, oh Dios, y pleitea mi pleito; de gente no misericordiosa, de varón de engaño me libra. 2 Porque tú eres el Dios de mi fortaleza, ¿por qué me has desechado? ¿Por qué andaré enlutado por la opresión del enemigo? 3 Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; me conducirán al monte de tu santidad, y a tus tabernáculos. 4 Y entraré al altar de Dios, al Dios alegría de mi gozo; y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío. 5 ¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué bramas contra mí? Espera a Dios; porque aún tengo de alabar a quien es la salud de mi rostro, y el Dios mío. CAPÍTULO 44 1 Al Vencedor: a los hijos de Coré: Masquil. Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado la obra que hiciste en sus tiempos, en los tiempos antiguos. 2 Tú con tu mano echaste los gentiles, y los plantaste a ellos; afligiste los pueblos, y los arrojaste. 3 Porque no heredaron la tierra por su espada, ni su brazo los libró; sino tu diestra, y tu brazo, y la luz de tu rostro, porque te complaciste en ellos. 4 Tú, oh Dios, eres mi rey: Manda saludes a Jacob. 5 Por medio de ti acornearemos a nuestros enemigos; en tu Nombre atropellaremos a nuestros adversarios. 6 Porque no confiaré en mi arco, ni mi espada me salvará. 7 Porque tú nos has guardado de nuestros enemigos, y has avergonzado a los que nos aborrecían. 8 En Dios nos alabamos todo el tiempo, y para siempre loaremos tu Nombre. (Selah.) 9 Pero nos has desechado, y nos has hecho avergonzar; y no sales en nuestros ejércitos. 10 Nos hiciste retroceder del enemigo, y nos saquearon para sí los que nos aborrecieron. 11 Nos pusiste como a ovejas para comida, y nos esparciste entre los gentiles. 12 Has vendido tu pueblo de balde, y sin precio. 13 Nos pusiste por vergüenza a nuestros vecinos, por escarnio y por burla a los que nos rodean. 14 Nos pusiste por proverbio entre los gentiles, por movimiento de cabeza en los pueblos. 15 Cada día mi vergüenza está delante de mí, y me cubre la confusión de mi rostro, 16 por la voz del que me vitupera y deshonra, por la voz del enemigo y del que se venga. 17 Todo esto nos ha venido, y no nos hemos olvidado de ti; y no hemos faltado a tu pacto. 18 No se ha vuelto atrás nuestro corazón, ni tampoco se han apartado nuestros pasos de tus caminos. 19 Cuando nos quebrantaste en el lugar de los dragones, y nos cubriste con sombra de muerte, 20 si nos hubiésemos olvidado del Nombre de nuestro Dios, o alzado nuestras manos a dios ajeno, 21 ¿No demandaría Dios esto? Porque él conoce los secretos del corazón. 22 Antes por tu causa nos matan cada día; somos tenidos como ovejas para el degolladero. 23 Despierta; ¿por qué duermes, Señor? Despierta, no nos deseches para siempre. 24 ¿Por qué escondes tu rostro? ¿Olvidaste nuestra aflicción, y la opresión nuestra? 25 Porque nuestra alma se ha agobiado hasta el polvo; nuestro vientre está pegado con la tierra. 26 Levántate para ayudarnos, y redímenos por tu misericordia. CAPÍTULO 45 1 Al Vencedor: sobre Sosanim (lirios): a los hijos de Coré: Masquil: Canción de amores. Rebosa mi corazón palabra buena; yo digo en mis obras del Rey; mi lengua es pluma de escribiente muy ligero. 2 Te has hermoseado más que los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios; por tanto Dios te ha bendecido para siempre. 3 Cíñete tu espada sobre el muslo, oh valiente, con tu gloria y con tu hermosura. 4 Y con tu hermosura sé prosperado; cabalga sobre palabra de verdad, y de humildad, y de justicia; y tu diestra te enseñará cosas terribles. 5 Tus saetas agudas con que caerán pueblos debajo de ti, penetrarán en el corazón de los enemigos del Rey. 6 Tu trono, oh Dios, eterno y para siempre; vara de justicia, la vara de tu reino. 7 Amaste la justicia y aborreciste la maldad; por tanto te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de gozo más que a tus compañeros. 8 Mirra, áloe, y casia exhalan todos tus vestidos; desde palacios de marfil te alegraron. 9 Hijas de reyes entre tus ilustres; está la reina a tu diestra con corona de oro finísimo de Ofir. 10 Oye, hija, y mira, e inclina tu oído; y olvida tu pueblo, y la casa de tu padre; 11 y deseará el Rey tu hermosura; e inclínate a él, porque él es tu Señor. 12 Y las hijas de Tiro con presente; aun los ricos del pueblo suplicarán tu favor. 13 Toda ilustre es de dentro la hija del rey; de brocado de oro es su vestido. 14 Con vestidos bordados será llevada al Rey; vírgenes en pos de ella; sus compañeras serán traídas a ti. 15 Serán traídas con alegría y gozo; entrarán en el palacio del Rey. 16 En lugar de tus padres serán tus hijos, a quienes harás príncipes en toda la tierra. 17 Haré perpetua la memoria de tu nombre en todas las generaciones; por lo cual pueblos te alabarán eternamente y para siempre. CAPÍTULO 46 1 Al Vencedor: a los hijos de Coré: Salmo sobre Alamot. Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. 2 Por tanto no temeremos aunque la tierra sea removida; aunque se traspasen los montes al corazón del mar. 3 Bramarán, se turbarán sus aguas; temblarán los montes a causa de su braveza. (Selah.) 4 Del Río sus conductos alegrarán la ciudad de Dios, el santuario de las tiendas del Altísimo. 5 Dios está en medio de ella; no será conmovida; Dios la ayudará al clarear la mañana. 6 Bramaron los gentiles, titubearon los reinos; dio él su voz, se derritió la tierra. 7 El SEÑOR de los ejércitos es con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. (Selah.) 8 Venid, ved las obras del SEÑOR, que ha puesto asolamientos en la tierra. 9 Que hace cesar las guerras hasta los fines de la tierra; que quiebra el arco, corta la lanza, y quema los carros en el fuego. 10 Cesad, y conoced que yo soy Dios; me ensalzaré en los gentiles, me ensalzaré en la tierra. 11 El SEÑOR de los ejércitos es con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. (Selah.) CAPÍTULO 47 1 Al Vencedor: a los hijos de Coré: Salmo. Pueblos todos, batid las manos; aclamad a Dios con voz de júbilo. 2 Porque el SEÑOR es Sublime y temible; Rey grande sobre toda la tierra. 3 El guiará a los pueblos debajo de nosotros, y a los gentiles debajo de nuestros pies. 4 El nos elegirá nuestras heredades; la hermosura de Jacob, al cual amó. (Selah.) 5 Subió Dios con júbilo, el SEÑOR con voz de trompeta. 6 Cantad a Dios, cantad; cantad a nuestro Rey, cantad. 7 Porque el Rey de toda la tierra es Dios; cantad con entendimiento. 8 Reinó Dios sobre los gentiles; se sentó Dios sobre su santo trono. 9 Los príncipes de los pueblos se juntaron al pueblo del Dios de Abraham; porque de Dios son los escudos de la tierra; El es muy ensalzado. CAPÍTULO 48 1 Canción de Salmo a los hijos de Coré. Grande es el SEÑOR y digno de ser en gran manera alabado en la ciudad de nuestro Dios, en el monte de su santuario. 2 Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra es el monte de Sion, a los lados del aquilón, la ciudad del gran Rey. 3 Dios en sus palacios es conocido por lugar de refugio. 4 Porque he aquí los reyes de la tierra fueron reunidos; pasaron todos. 5 Y viéndola ellos así, se maravillaron, se asombraron, se dieron prisa a huir. 6 Les tomó allí temblor; dolor, como a mujer que da a luz. 7 Con viento solano quiebras tú las naves de Tarsis. 8 Como lo oímos, así lo hemos visto en la ciudad del SEÑOR de los ejércitos, en la ciudad de nuestro Dios; la afirmará Dios para siempre. (Selah.) 9 Concebimos tu misericordia, oh Dios, en medio de tu Templo. 10 Conforme a tu Nombre, oh Dios, así es tu loor hasta los fines de la tierra; de justicia está llena tu diestra. 11 Se alegrará el monte de Sion; se gozarán las hijas de Judá por tus juicios. 12 Andad alrededor de Sion, y rodeadla; contad sus torres. 13 Considerad bien su antemuro, mirad sus palacios; para que lo contéis a la generación venidera. 14 Porque este Dios es Dios nuestro eternalmente y para siempre; El nos capitaneará hasta la muerte. CAPÍTULO 49 1 Al Vencedor: a los hijos de Coré: Salmo. Oíd esto, pueblos todos; escuchad, habitadores todos del mundo: 2 Así los hijos de los hombres como los hijos de los varones; el rico y el pobre juntamente. 3 Mi boca hablará sabiduría; y el pensamiento de mi corazón inteligencia. 4 Acomodaré a ejemplos mi oído; declararé con el arpa mi enigma. 5 ¿Por qué he de temer en los días de adversidad, cuando la iniquidad de mis calcañares me cercará? 6 Los que confían en sus haciendas, y en la muchedumbre de sus riquezas se jactan, 7 ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate. 8 Porque la redención de su vida es de gran precio, y no se hará jamás, 9 que viva adelante para siempre, y nunca vea la sepultura. 10 Pues se ve que mueren todos los sabios; el loco y el ignorante perecen, y dejan a otros sus riquezas. 11 En su interior piensan que sus casas son eternas, y sus habitaciones para generación y generación; llamaron sus tierras de sus nombres. 12 Mas el hombre no permanecerá en honra; es semejante a las bestias que son cortadas. 13 Este es su camino, su locura; y sus descendientes corren por el dicho de ellos. (Selah.) 14 Como ovejas son puestos en la sepultura; la muerte los pastorea; y los rectos se enseñorearán de ellos por la mañana; y se consumirá su bien parecer en la sepultura de su morada. 15 Ciertamente Dios redimirá mi vida del poder de la sepultura, cuando me tomará. (Selah.) 16 No temas cuando se enriquece alguno, cuando aumenta la gloria de su casa; 17 porque en su muerte no llevará nada, ni descenderá tras él su gloria. 18 Porque mientras viviere, será su vida bendita; y tú serás loado cuando fueres prospero. 19 Entrará a la generación de sus padres; no verán luz para siempre. 20 El hombre en honra que no entiende, semejante es a las bestias que son cortadas. CAPÍTULO 50 1 Salmo a Asaf. El Dios de dioses, el SEÑOR, ha hablado, y convocado la tierra desde el nacimiento del sol hasta donde se pone. 2 De Sion, perfección de hermosura, Dios ha resplandecido. 3 Vendrá nuestro Dios, y no callará; fuego consumirá de su presencia, y en derredor suyo habrá tempestad grande. 4 Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo. 5 Juntadme mis misericordiosos; los que pactaron mi pacto sobre sacrificio. 6 Y denunciarán los cielos su justicia; porque Dios es el juez. (Selah.) 7 Oye, pueblo mío, y hablaré; escucha, Israel, y testificaré contra ti: Yo soy el Dios, el Dios tuyo. 8 No te reprenderé sobre tus sacrificios, que tus holocaustos delante de mí están siempre. 9 No tomaré de tu casa becerros, ni machos cabríos de tus apriscos. 10 Porque mía es toda bestia del monte; millares de animales en los montes. 11 Conozco todas las aves de los montes, y las fieras del campo están conmigo. 12 Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y su plenitud. 13 ¿Tengo de comer yo carne de toros, o de beber sangre de machos cabríos? 14 Sacrifica a Dios alabanza, y paga tus promesas al Altísimo. 15 Y llámame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás. 16 Pero al malo dijo Dios: ¿Qué parte tienes tú de declarar mis leyes, y que tomes mi pacto en tu boca? 17 ¡Aborreciendo tú el castigo, y echando detrás de ti mis palabras! 18 Si veías al ladrón, tú corrías con él; y con los adúlteros era tu parte. 19 Tu boca metías en mal, y tu lengua componía engaño. 20 Tomabas asiento, y hablabas contra tu hermano; contra el hijo de tu madre ponías infamia. 21 Estas cosas hiciste, y yo he callado; pensabas por eso que de cierto sería yo como tú; yo te argüiré, y las pondré delante de tus ojos. 22 Entended ahora esto, los que os olvidáis de Dios; no sea que os arrebate, y no haya quién os libre. 23 El que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le enseñaré la salud de Dios. CAPÍTULO 51 1 Al Vencedor: Salmo de David, cuando después que entró a Betsabé, vino a él Natán el profeta. Ten misericordia de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades rae mis rebeliones. 2 Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. 3 Porque yo reconozco mis rebeliones; y mi pecado está siempre delante de mí. 4 Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio. 5 He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre. 6 He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo; y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría. 7 Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré emblanquecido más que la nieve. 8 Hazme oír gozo y alegría; y se recrearán los huesos que has abatido. 9 Esconde tu rostro de mis pecados, y rae todas mis maldades. 10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio; y renueva un espíritu recto dentro de mí. 11 No me eches de delante de ti; y no quites de mí tu santo Espíritu. 12 Vuélveme el gozo de tu salud; y el espíritu libre me sustentará. 13 Enseñaré a los prevaricadores tus caminos; y los pecadores se convertirán a ti. 14 Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salud; cantará mi lengua tu justicia. 15 Señor, abre mis labios; y publicará mi boca tu alabanza. 16 Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. 17 Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios. 18 Haz bien con tu voluntad a Sion; edifica los muros de Jerusalén. 19 Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, el holocausto u ofrenda del todo quemada; entonces ofrecerán sobre tu altar becerros. CAPÍTULO 52 1 Al Vencedor: Masquil de David, cuando vino Doeg el edomita y dio cuenta a Saúl, diciéndole: David ha venido a casa de Ahimelec. ¿Por qué te glorías de maldad, oh ilustre? La misericordia de Dios es cada día. 2 Agravios maquina tu lengua; como navaja amolada hace engaño. 3 Amaste el mal más que el bien; la mentira más que hablar justicia. (Selah.) 4 Has amado toda suerte de palabras perniciosas, engañosa lengua. 5 Por tanto Dios te derribará para siempre; te cortará y te arrancará de tu morada, y te desarraigará de la tierra de los vivientes. (Selah.) 6 Y verán los justos, y temerán; y se reirán de él, diciendo: 7 He aquí un varón que no puso a Dios por su fortaleza, sino que confió en la multitud de sus riquezas; se esforzó en su maldad. 8 Mas yo estoy como oliva verde en la Casa de Dios; confié en la misericordia de Dios perpetua y eternalmente. 9 Te alabaré para siempre porque obraste; y esperaré a tu Nombre, porque es bueno, delante de tus misericordiosos. CAPÍTULO 53 1 Al Vencedor: sobre Mahalat: Masquil de David. Dijo el loco en su corazón: No hay Dios. Se corrompieron e hicieron abominable maldad; no hay quien haga bien. 2 Dios desde los cielos miró sobre los hijos de Adán, por ver si hay algún entendido que busque a Dios. 3 Cada uno se había vuelto atrás; todos se habían dañado; no hay quien haga bien, no hay ni aun uno. 4 ¿No tienen conocimiento todos esos que obran iniquidad, que comen a mi pueblo como si comiesen pan? A Dios no invocan. 5 Allí se sobresaltaron de pavor donde no había pavor; porque Dios descoyuntó los huesos del que asentó campamento contra ti; los avergonzaste, porque Dios los desechó. 6 ¡Oh quién diese de Sion saludes a Israel! Volviendo Dios la cautividad de su pueblo, se gozará Jacob, y se alegrará Israel. CAPÍTULO 54 1 Al Vencedor: en Neginot: Masquil de David, cuando vinieron los zifeos y dijeron a Saúl: ¿No está David escondido en nuestra tierra? Oh Dios, sálvame en tu Nombre, y con tu valentía defiéndeme. 2 Oh Dios, oye mi oración; escucha las razones de mi boca. 3 Porque extraños se han levantado contra mí, y fuertes buscan mi alma; no han puesto a Dios delante de sí. (Selah.) 4 He aquí, Dios es el que me ayuda; el Señor es con los que sustentan mi vida. 5 El volverá el mal a mis enemigos; córtalos por tu verdad. 6 Voluntariamente sacrificaré a ti; alabaré tu Nombre, oh SEÑOR, porque es bueno. 7 Porque me ha librado de toda angustia, y en mis enemigos vieron mis ojos mi deseo. CAPÍTULO 55 1 Al Vencedor: en Neginot: Masquil de David. Escucha, oh Dios, mi oración, y no te escondas de mi súplica. 2 Está atento, y respóndeme; clamo en mi oración, y me conmuevo, 3 a causa de la voz del enemigo, por la opresión del impío; porque echaron sobre mí iniquidad, y con furor me han amenazado. 4 Mi corazón está doloroso dentro de mí, y terrores de muerte han caído sobre mí. 5 Temor y temblor vinieron sobre mí, y terror me ha cubierto. 6 Y dije: ¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría. 7 Ciertamente huiría lejos; moraría en el desierto. (Selah.) 8 Me apresuraría a escapar del viento tempestuoso, de la tempestad. 9 Deshace, oh Señor, divide la lengua de ellos; porque he visto violencia y rencilla en la ciudad. 10 Día y noche la rodean sobre sus muros; e iniquidad y trabajo hay en medio de ella. 11 Agravios hay en medio de ella, y el fraude y engaño no se apartan de sus plazas. 12 Porque no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado; ni el que me aborrecía se engrandeció contra mí, porque me hubiera escondido de él; 13 mas tú, hombre, según mi estimación: mi señor, y mi familiar. 14 Porque juntos comunicábamos dulcemente los secretos, en la Casa de Dios andábamos en compañía. 15 Condenados sean a muerte, desciendan vivos al infierno, porque hay maldades en su compañía, entre ellos. 16 Yo a Dios clamaré; y el SEÑOR me salvará. 17 Tarde y mañana y a mediodía hablo y bramo; y él oirá mi voz. 18 El ha redimido en paz mi alma de la guerra contra mí; porque muchos fueron contra mí. 19 Dios oirá, y los quebrantará, y el que permanece desde la antigüedad (Selah); por cuanto no se mudan, ni temen a Dios. 20 Extendió sus manos contra sus pacíficos; ensució su pacto. 21 Ablandan más que manteca su boca, pero guerra hay en su corazón; enternecen sus palabras más que el aceite, mas ellos son cuchillos. 22 Echa sobre el SEÑOR tu carga, y él te sustentará; no dará para siempre resbalo al justo. 23 Mas tú, oh Dios, los harás descender al pozo de la sepultura; los varones sanguinarios y engañadores no demediarán sus días; pero yo confiaré en ti. CAPÍTULO 56 1 Al Vencedor: sobre la paloma silenciosa en paraje muy distante. Mictam de David, cuando los filisteos le prendieron en Gat. Ten misericordia de mí, oh Dios, porque me devoraría el hombre; me oprime combatiéndome cada día. 2 Me devoran mis enemigos cada día; porque muchos son los que pelean contra mí, oh Altísimo. 3 El día temo, mas yo en ti confío. 4 En Dios alabaré su palabra; en Dios he confiado, no temeré lo que la carne me hiciere. 5 Todos los días me contristan mis negocios; contra mí son todos sus pensamientos para mal. 6 Se reúnen, se esconden, miran ellos atentamente mis pisadas, esperando mi alma. 7 ¿Escaparán ellos por la iniquidad? Oh Dios, derriba los pueblos con tu furor. 8 Mis huidas has contado tú; pon mis lágrimas en tu odre, ciertamente en tu libro. 9 Entonces serán vueltos atrás mis enemigos el día que yo clamare; en esto conozco que Dios es por mí. 10 En Dios alabaré su palabra; en el SEÑOR alabaré su palabra. 11 En Dios he confiado; no temeré lo que el hombre me hará. 12 Sobre mí, oh Dios, están tus promesas; te tributaré alabanzas. 13 Porque has librado mi vida de la muerte, ciertamente mis pies de caída, para que ande delante de Dios en la luz de los que viven. CAPÍTULO 57 1 Al Vencedor: sobre No destruyas: Mictam de David, cuando huyó de delante de Saúl a la cueva. Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; porque en ti ha confiado mi alma, y en la sombra de tus alas me ampararé, hasta que pasen los quebrantos. 2 Clamaré al Dios Altísimo, al Dios que me galardona. 3 El enviará desde los cielos, y me salvará de la infamia del que me devora; (Selah) Dios enviará su misericordia y su verdad. 4 Mi vida está entre leones; estoy echado entre hijos de hombres que echan llamas; sus dientes son lanzas y saetas, y su lengua cuchillo agudo. 5 Ensálzate sobre los cielos, oh Dios; sobre toda la tierra se ensalze tu gloria. 6 Red han armado a mis pasos; mi alma se ha abatido; hoyo han cavado delante de mí; caigan en medio de él. (Selah.) 7 Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto; cantaré, y diré salmos. 8 Despierta, oh gloria mía; despierta, salterio y arpa; me levantaré de mañana. 9 Te alabaré en los pueblos, oh Señor; cantaré de ti en las naciones. 10 Porque grande es hasta los cielos tu misericordia, y hasta las nubes tu verdad. 11 Ensálzate sobre los cielos, oh Dios; sobre toda la tierra se ensalze tu gloria. CAPÍTULO 58 1 Al Vencedor: sobre No destruyas: Mictam de David. Por ventura oh congregación, ¿pronunciáis en verdad justicia? ¿Juzgáis rectamente, hijos de Adán? 2 Antes, de corazón obráis iniquidades en la tierra; hacéis pesar la violencia de vuestras manos. 3 Se extrañaron los impíos desde la matriz; erraron desde el vientre, hablando mentira. 4 Veneno tienen semejante al veneno de la serpiente; son como áspid sordo que cierra su oído; 5 que no oye la voz de los que encantan, por más hábil que el encantador sea. 6 Oh Dios, quiebra sus dientes en sus bocas; quiebra, oh SEÑOR, las muelas de los leoncillos. 7 Córranse como aguas que se van de suyo; armen sus saetas como si fuesen cortadas. 8 Pasen de este mundo como el caracol que se deslíe; como el abortivo de mujer, no vean el sol. 9 Antes que vuestras ollas sientan el fuego de las espinas, así vivos, así airado, los arrebate él con tempestad. 10 Se alegrará el justo cuando viere la venganza; sus pies lavará en la sangre del impío. 11 Entonces dirá el hombre: Ciertamente hay fruto para el justo; ciertamente hay Dios que juzga en la tierra. CAPÍTULO 59 1 Al Vencedor: sobre No destruyas: Mictam de David, cuando envió Saúl, y guardaron la casa para matarlo. Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío; ponme a salvo de los que se levantan contra mí. 2 Líbrame de los que obran iniquidad, y sálvame de varones sanguinarios. 3 Porque he aquí están acechando mi vida; se han juntado contra mí fuertes sin rebelión mía, y sin pecado mío, oh SEÑOR. 4 Sin delito mío corren y se aperciben; despierta para venir a mi encuentro, y mira. 5 Y tú, SEÑOR Dios de los ejércitos, Dios de Israel, despierta para visitar todos los gentiles; no hayas misericordia de todos los que se rebelan con iniquidad. (Selah.) 6 Se volverán a la tarde, ladrarán como perros, y rodearán la ciudad. 7 He aquí proferirán con su boca; cuchillos están en sus labios, porque dicen: ¿Quién oye? 8 Mas tú, SEÑOR, te reirás de ellos, te burlarás de todos los gentiles. 9 Para ti reservaré su fortaleza; porque Dios es mi defensa. 10 El Dios de mi misericordia me prevendrá; Dios me hará ver en mis enemigos mi deseo. 11 No los matarás, para que mi pueblo no se olvide; hazlos vagar con tu fortaleza, y abátelos, oh SEÑOR, escudo nuestro, 12 Por el pecado de su boca, por la palabra de sus labios; y sean presos por su soberbia, y cuenten con maldición y con debilidad. 13 Acábalos con furor, acábalos, y no sean; y sepan que Dios domina en Jacob hasta los fines de la tierra. (Selah). 14 Vuelvan pues a la tarde, y ladren como perros, y rodeen la ciudad. 15 Anden ellos errantes para hallar qué comer; y si no se saciaren, murmuren. 16 Y yo cantaré tu fortaleza, y loaré de mañana tu misericordia; porque has sido mi amparo y refugio en el día de mi angustia. 17 Fortaleza mía, a ti cantaré; porque eres Dios de mi amparo, Dios de mi misericordia. CAPÍTULO 60 1 Al Vencedor: sobre Susan-Hedut: Mictam de David, para enseñar. Cuando tuvo guerra contra Aram-Naharaim y contra Aram Sobat, y volvió Joab, e hirió a Edom en el valle de las salinas, matando doce mil. Oh Dios, tú nos has desechado, nos disipaste; te has airado: vuélvete a nosotros. 2 Hiciste temblar la tierra, la abriste; sana sus quiebras, porque titubea. 3 Has hecho ver a tu pueblo duras cosas; nos hiciste beber el vino de temblor. 4 Has dado a los que te temen bandera que alcen por la verdad. (Selah.) 5 Para que se libren tus amados, salva con tu diestra, y óyeme. 6 Dios pronunció por su santuario; yo me alegraré; partiré a Siquem, y mediré el valle de Sucot. 7 Mío es Galaad, y mío es Manasés; y Efraín es la fortaleza de mi cabeza; Judá, mi legislador; 8 Moab, la vasija de mi lavatorio; sobre Edom echaré mi zapato; haz júbilo sobre mí, oh Palestina. 9 ¿Quién me llevará a la ciudad fortalecida? ¿Quién me llevará hasta Idumea? 10 Ciertamente, tú, oh Dios, que nos habías desechado; y no salías, oh Dios, con nuestras armadas. 11 Danos socorro contra el enemigo, que vana es la salud de los hombres. 12 En Dios haremos ejército; y él hollará nuestros enemigos. CAPÍTULO 61 1 Al Vencedor; sobre Neginot: Salmo de David. Oye, oh Dios, mi clamor; a mi oración atiende. 2 Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare; a la peña más alta que me conduzcas, 3 porque tú has sido mi refugio, mi torre de fortaleza delante del enemigo. 4 Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; estaré seguro en el escondedero de tus alas. 5 Porque tú, oh Dios, has oído mis votos, has dado heredad a los que temen tu Nombre. 6 Días sobre días añadirás al Rey; sus años serán como generación y generación. 7 El estará para siempre delante de Dios; misericordia y verdad apercibe que lo conserven. 8 Así cantaré tu Nombre para siempre, pagando mis votos cada día. CAPÍTULO 62 1 Al Vencedor: a Jedutún: Salmo de David. En Dios solamente se reposa mi alma; de él es mi salud. 2 El solamente es mi fuerte, y mi salud; es mi refugio, no resbalaré mucho. 3 ¿Hasta cuándo maquinaréis contra un varón? ¿Mataréis todos vosotros como pared desplomada, como cerca derribada? 4 Solamente consultan de arrojarle de su grandeza; aman la mentira, con su boca bendicen, pero maldicen en sus entrañas. (Selah.) 5 Alma mía, en Dios solamente reposa; porque de él es mi esperanza. 6 El solamente es mi fuerte y mi salud; mi refugio, no resbalaré. 7 Sobre Dios es mi salud y mi gloria; peña de mi fortaleza; mi refugio es en Dios. 8 Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro amparo. (Selah.) 9 Solamente, vanidad son los hijos de Adán, mentira los hijos del varón; pesándolos a todos juntos en la balanza, serán menos que la vanidad. 10 No confiéis en la violencia, ni en la rapiña no os envanezcáis; si se aumentare la hacienda, no pongáis el corazón en ella. 11 Una vez habló Dios; dos veces he oído esto: Que de Dios es la fortaleza. 12 Y tuya Señor, es la misericordia; porque tú pagas a cada uno conforme a su obra. CAPÍTULO 63 1 Salmo de David, estando en el desierto de Judá. Dios, Dios mío eres tú; a ti madrugaré; mi alma tuvo sed de ti, mi carne te desea en tierra de sequedad y transida sin aguas. 2 Así te miré en santidad, cuando vi tu fortaleza y tu gloria. 3 Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán. 4 Así te bendeciré en mi vida; en tu Nombre alzaré mis manos. 5 Como de sebo y de grosura será saciada mi alma; y con labios de alegría te alabará mi boca, 6 cuando me acordaré de ti en mi lecho, cuando meditaré de ti en las velas de la noche. 7 Porque has sido mi socorro; y así en la sombra de tus alas me regocijaré. 8 Mi alma se apegó tras de ti; tu diestra me ha sustentado. 9 Mas los que para destrucción buscaron mi alma, descendieron en las bajuras de la tierra. 10 Los matarán a filo de espada; serán porción de las zorras. 11 Y el rey se alegrará en Dios; serán alabados todos los que juran por él; porque la boca de los que hablan mentira, será cerrada. CAPÍTULO 64 1 Al Vencedor: Salmo de David. Escucha, oh Dios, mi voz en mi oración; guarda mi vida del miedo del enemigo. 2 Escóndeme del secreto consejo de los malignos; de la conspiración de los que obran iniquidad; 3 que amolaron su lengua como cuchillo, y armaron por su saeta palabra amarga, 4 para asaetear a escondidas al perfecto; de improviso lo asaetean, y no temen. 5 Se afirman a sí mismos la palabra mala, tratan de esconder los lazos, y dicen: ¿Quién los ha de ver? 6 Escudriñan iniquidades, perfeccionan y ponen en efecto lo que inventaron en lo íntimo de cada uno, y en su corazón inventivo. 7 Mas Dios los herirá con saeta; de repente serán sus plagas. 8 Y harán caer sobre sí sus mismos consejos y acuerdos; se espantarán todos los que los vieren. 9 Y temerán todos los hombres, y anunciarán la obra de Dios, y entenderán su obra. 10 El justo se alegrará en el SEÑOR, y se asegurará en él; y se alabarán en El todos los rectos de corazón. CAPÍTULO 65 1 Al Vencedor: Salmo de David, Canción. En ti reposa la alabanza, oh Dios, en Sion; y a ti se pagará el voto. 2 Tú oyes la oración; a ti vendrá toda carne. 3 Palabras de iniquidades me sobrepujaron; mas nuestras rebeliones tú las perdonarás. 4 Dichoso el que tú escogieres, e hicieres llegar para que habite en tus atrios; seremos saciados del bien de tu Casa, de tu santo templo. 5 Con tremendas cosas, nos oirás en justicia, oh Dios de nuestra salud, esperanza de todos los fines de la tierra, y las lejuras del mar. 6 Tú, el que afirma los montes con su potencia, ceñido de valentía. 7 El que amansa el estruendo de los mares, el estruendo de sus ondas, y el alboroto de los gentiles. 8 Y los habitadores de los fines de la tierra temen de tus maravillas; que haces alegrar las salidas de la mañana y de la tarde. 9 Visitas la tierra, y desde que la has hecho desear mucho, la enriqueces; el Río de Dios lleno de aguas; preparas el grano de ellos, porque así la ordenaste. 10 Embriagas sus surcos, haces descender el agua en sus regaderas; la ablandas con lluvias, bendices sus renuevos. 11 Tú coronas el año de tus bienes; y tus nubes destilan grosura. 12 Destilan sobre las habitaciones del desierto; y los collados se ciñen de alegría. 13 Se visten los llanos de ovejas, y los valles se cubren de grano; dan voces de júbilo, y aun cantan. CAPÍTULO 66 1 Al Vencedor: Canción de Alabanza. Jubilad a Dios toda la tierra. 2 Cantad la gloria de su Nombre; poned gloria en su alabanza. 3 Decid a Dios: ¡Cuán terrible eres en tus obras! Por lo grande de tu fortaleza se sujetarán a ti tus enemigos. 4 Toda la tierra te adorará, y cantará a ti; cantarán a tu Nombre. (Selah.) 5 Venid, y ved las obras de Dios, terrible en hechos sobre los hijos de los hombres. 6 Volvió el mar en seco; por el río pasaron a pie; allí nos alegramos en él. 7 El se enseñorea con su fortaleza para siempre; sus ojos atalayan sobre los gentiles; los rebeldes no serán ensalzados. (Selah.) 8 Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, y haced oír la voz de su alabanza. 9 El es el que puso nuestra alma en vida, y no permitió que nuestros pies resbalasen. 10 Porque tú nos probaste, oh Dios; nos afinaste como se afina la plata. 11 Nos metiste en la red; pusiste apretura en nuestros lomos. 12 Hiciste subir varón sobre nuestra cabeza; entramos en fuego y en aguas, y nos sacaste a abundancia. 13 Entraré en tu Casa con holocaustos; te pagaré mis votos, 14 que pronunciaron mis labios, y habló mi boca, cuando estaba angustiado. 15 Holocaustos de cebados te ofreceré, con perfume de carneros; sacrificaré bueyes y machos cabríos. (Selah.) 16 Venid, oíd todos los que teméis a Dios, y contaré lo que ha hecho a mi alma. 17 A él clamé con mi boca, y fue ensalzado con mi lengua. 18 Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me oiría. 19 Mas ciertamente me oyó Dios; atendió a la voz de mi oración. 20 Bendito Dios, que no echó de sí mi oración, ni de mí su misericordia. CAPÍTULO 67 1 Al Vencedor: en Neginot: Salmo de Canción. Dios tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga; haga resplandecer su rostro sobre nosotros (Selah); 2 para que conozcamos en la tierra tu camino, en todos los gentiles tu salud. 3 Alábente los pueblos, oh Dios; Alábente todos los pueblos. 4 Alégrense y gócense los gentiles cuando juzgares los pueblos con equidad, y pastorearás los gentiles en la tierra. (Selah.) 5 Alábente los pueblos, oh Dios: Alábente todos los pueblos. 6 La tierra dará su fruto; nos bendecirá Dios, el Dios nuestro. 7 Bendíganos Dios, y témanlo todos los confines de la tierra. CAPÍTULO 68 1 Al Vencedor: de David: Salmo de Canción. Levántese Dios, sean esparcidos sus enemigos, y huyan delante de El los que le aborrecen. 2 Como es lanzado el humo, los lanzarás; como se derrite la cera delante del fuego, así perecerán los impíos delante de Dios. 3 Mas los justos se alegrarán; se gozarán delante de Dios, y saltarán de alegría. 4 Cantad a Dios, cantad salmos a su Nombre; ensalzad al que cabalga sobre los cielos; JAH es su Nombre, y alegraos delante de él. 5 Padre de huérfanos y defensor de viudas, es Dios en la morada de su santuario; 6 el Dios que hace habitar en casa los solos; que saca a los aprisionados con grillos; mas los rebeldes habitan en sequedad. 7 Oh Dios, cuando tú saliste delante de tu pueblo, cuando anduviste por el desierto, (Selah,) 8 la tierra tembló; también destilaron los cielos a la presencia de Dios; aquel Sinaí tembló delante de Dios, del Dios de Israel. 9 Abundante lluvia esparciste, oh Dios, a tu heredad; y cuando se cansó, tú la recreaste. 10 Tu compañía estaba en ella; por tu bondad, oh Dios, has provisto al pobre. 11 El Señor dará palabra; de los evangelizadores había grande ejército. 12 Huyan, huyan reyes de ejércitos; y la moradora de la casa partía los despojos. 13 Aunque seáis echados entre las ollas, seréis como las alas de la paloma cubierta de plata, y sus plumas con amarillez de oro. 14 Cuando esparcía el Omnipotente los reyes en ella, se emblanqueció ésta como la nieve en Salmón. 15 Monte de Dios es el monte de Basán; monte alto el de Basán. 16 ¿Por qué saltasteis, oh montes altos? Este monte amó Dios para su asiento; ciertamente el SEÑOR habitará en él para siempre. 17 Los carros de Dios son dos millares de miles de ángeles, el Señor entre ellos, como en Sinaí, así en el santuario. 18 Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad, tomaste dones para los hombres, y también para los rebeldes, para que habite entre ellos JAH Dios. 19 Bendito el Señor; cada día nos colma de beneficios el Dios de nuestra salud. (Selah.) 20 Dios, nuestro Dios ha de salvarnos; y el Señor DIOS tiene salidas para la muerte. 21 Ciertamente Dios herirá la cabeza de sus enemigos, la cabelluda mollera del que camina en sus pecados. 22 El Señor dijo: De Basán haré volver, te haré volver de lo profundo del mar: 23 Porque tu pie se embermejecerá de sangre de tus enemigos, y de ella la lengua de tus perros. 24 Vieron tus caminos, oh Dios; los caminos de mi Dios, de mi Rey, en el santuario. 25 Los cantores iban delante, los tañedores detrás; en medio, las doncellas, con panderos. 26 Bendecid a Dios en las congregaciones; al Señor, vosotros del linaje de Israel. 27 Allí estaba Benjamín, pequeño, señoreándolos, príncipes de Judá en su congregación, príncipes de Zabulón, príncipes de Neftalí. 28 Tu Dios ha ordenado tu fuerza; confirma, oh Dios, lo que has obrado en nosotros. 29 Desde tu templo en Jerusalén; a ti ofrecerán los reyes dones. 30 Destruye escuadrón de lanza, escuadrón de fuertes con señores de pueblos hollándolos con sus piezas de plata; destruye los pueblos que quieren guerras. 31 Vendrán príncipes de Egipto; Etiopía apresurará sus manos a Dios. 32 Reinos de la tierra, cantad a Dios, cantad al Señor (Selah); 33 Al que cabalga sobre los cielos de los cielos de antigüedad; he aquí dará su voz, poderosa voz. 34 Atribuid fortaleza a Dios; sobre Israel es su magnificencia, y su fortaleza en las nubes. 35 Terrible eres, oh Dios, desde tus santuarios; el Dios de Israel, él da fortaleza y fuerzas a su pueblo. Bendito el Dios. CAPÍTULO 69 1 Al Vencedor: sobre Sosanim: Salmo de David. Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma. 2 Estoy hundido en cieno profundo, donde no hay pie; soy venido en profundos de aguas, y la corriente me ha anegado. 3 He trabajado llamando, mi garganta se ha enronquecido; han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios. 4 Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza los que me aborrecen sin causa; se han fortalecido mis enemigos, los que me destruyen sin por qué; entonces devolví lo que no hurté. 5 Dios, tú sabes mi locura; y mis delitos no te son ocultos. 6 No sean avergonzados por mi causa los que te esperan, oh Señor DIOS de los ejércitos; no sean confusos por mí los que te buscan, oh Dios de Israel. 7 Porque por ti he sufrido afrenta; confusión ha cubierto mi rostro. 8 He sido extrañado de mis hermanos, y extraño a los hijos de mi madre. 9 Porque me consumió el celo de tu Casa; y los denuestos de los que te vituperaban, cayeron sobre mí. 10 Y lloré con ayuno de mi alma; y me has sido por afrenta. 11 Puse además cilicio por mi vestido; y vine a serles por proverbio. 12 Hablaban contra mí los que se sentaban a la puerta, y me zaherían en las canciones de los bebedores de sidra. 13 Pero yo enderezaba mi oración a ti, oh SEÑOR, al tiempo de la buena voluntad. Oh Dios, por la multitud de tu misericordia, por la verdad de tu salud, óyeme. 14 Sácame del lodo, y no sea yo anegado; sea yo libertado de los que me aborrecen, y de lo profundo de las aguas. 15 No me anegue el ímpetu de las aguas, ni me absuerba la hondura, ni el pozo cierre sobre mí su boca. 16 Oyeme, SEÑOR, porque apacible es tu misericordia; mírame conforme a la multitud de tus miseraciones. 17 Y no escondas tu rostro de tu siervo; porque estoy angustiado; apresúrate, óyeme. 18 Acércate a mi alma, redímela; líbrame a causa de mis enemigos. 19 Tú sabes mi afrenta, y mi confusión, y mi oprobio; delante de ti están todos mis enemigos. 20 La afrenta ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado; y esperé quién se compadeciese de mí, y no lo hubo; y consoladores, y ninguno hallé. 21 Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre. 22 Sea su mesa delante de ellos por lazo, y lo que es para prosperidad les sea por tropiezo. 23 Sean oscurecidos sus ojos para ver, y haz siempre titubear sus lomos. 24 Derrama sobre ellos tu ira, y el furor de tu enojo los alcance. 25 Sea su palacio asolado; en sus tiendas no haya morador. 26 Porque persiguieron al que tú heriste; y se jactan que les matas sus enemigos. 27 Pon maldad sobre su maldad, y no entren en tu justicia. 28 Sean raídos del libro de los vivientes, y no sean escritos con los justos. 29 Y yo pobre y dolorido, tu salud, oh Dios, me defenderá. 30 Yo alabaré el Nombre de Dios con canción; lo ensalzaré con alabanza. 31 Y agradará al SEÑOR más que sacrificio de buey, o becerro que echa cuernos y pezuñas. 32 Lo verán los humildes, y se gozarán; buscad a Dios, y vivirá vuestro corazón. 33 Porque el SEÑOR oye a los menesterosos, y no menosprecia a sus prisioneros. 34 Alábenlo los cielos y la tierra, los mares, y todo lo que se mueve en ellos. 35 Porque Dios guardará a Sion, y reedificará las ciudades de Judá; y habitarán allí, y la heredarán. 36 Y la simiente de sus siervos la heredará, y los que aman su Nombre habitarán en ella. CAPÍTULO 70 1 Al Vencedor: de David, para acordar. Oh Dios, acude a librarme; apresúrate, oh Dios, a socorrerme. 2 Sean avergonzados y confusos los que buscan mi vida; sean vueltos atrás y avergonzados los que mi mal desean. 3 Sean vueltos en pago de su afrenta los que dicen: ¡Ah! ¡Ah! 4 Gócense y alégrense en ti todos los que te buscan; y digan siempre los que aman tu salud: Engrandecido sea Dios. 5 Yo soy pobre y menesteroso; apresúrate a mí, oh Dios. Ayuda mía y mi libertador eres tú; oh SEÑOR, no te detengas. CAPÍTULO 71 1 En ti, oh SEÑOR, he esperado; no sea yo confundido para siempre. 2 Hazme escapar, y líbrame en tu justicia; inclina tu oído hacia mí y sálvame. 3 Seme por peña de fortaleza, adonde recurra yo continuamente; has mandado que yo sea salvo; porque tú eres mi roca, y mi castillo. 4 Dios mío, líbrame de la mano del impío, de la mano del perverso y violento. 5 Porque tú eres mi esperanza, Señor DIOS; seguridad mía desde mi juventud. 6 Por ti he sido sustentado desde el vientre; de las entrañas de mi madre tú fuiste el que me sacaste; de ti ha sido siempre mi alabanza. 7 Como prodigio he sido a muchos, y tú mi refugio fuerte. 8 Sea llena mi boca de tu alabanza, de tu gloria todo el día. 9 No me deseches en el tiempo de la vejez; cuando mi fuerza se acabare, no me desampares. 10 Porque mis enemigos han tratado de mí; y los que acechan mi alma, consultaron juntamente. 11 Diciendo: Dios lo ha dejado; perseguid y tomadle, porque no hay quien le libre. 12 Oh Dios, no te alejes de mí; Dios mío, acude pronto a mi socorro. 13 Sean avergonzados, perezcan los adversarios de mi alma; sean cubiertos de vergüenza y de confusión los que buscan mi mal. 14 Mas yo siempre esperaré, y añadiré sobre toda tu alabanza. 15 Mi boca publicará tu justicia y tu salud todo el día, aunque no sé el número de ellas. 16 Vendré a las valentías del Señor DIOS; haré memoria de tu justicia, de la tuya solamente. 17 Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud y hasta ahora; manifestaré tus maravillas. 18 Y aun hasta la vejez y las canas; oh Dios, no me desampares; hasta que denuncie tu brazo a la posteridad; tus valentías a todos los que han de venir. 19 Y tu justicia, oh Dios, hasta lo excelso; porque has hecho grandes cosas; Oh Dios, ¿quién como tú? 20 Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males; volverás y me darás vida, y de los abismos de la tierra volverás a levantarme. 21 Aumentarás mi grandeza, y volverás a consolarme. 22 Asimismo yo te alabaré con instrumento de salterio, oh Dios mío; tu verdad cantaré yo a ti en el arpa, oh Santo de Israel. 23 Mis labios se alegrarán cuando cantare alabanzas a ti; y mi alma, a la cual redimiste. 24 Asimismo mi lengua hablará también de tu justicia cada día; por cuanto fueron avergonzados, porque fueron confundidos los que mi mal procuraban. CAPÍTULO 72 1 Para Salomón. Oh Dios, da tus juicios al rey, y tu justicia al hijo del rey. 2 El juzgará tu pueblo con justicia, y tus pobres con juicio. 3 Los montes llevarán paz al pueblo, y los collados justicia. 4 Juzgará los pobres del pueblo, salvará los hijos del menesteroso, y quebrantará al violento. 5 Te temerán con el sol y antes de la luna, por generación de generaciones. 6 Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada; como el rocío que destila sobre la tierra. 7 Florecerá en sus días justicia, y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna. 8 Y dominará de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra. 9 Delante de él se postrarán los etíopes; y sus enemigos lamerán la tierra. 10 Los reyes de Tarsis y de las islas traerán presentes; los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones. 11 Y se arrodillarán a él todos los reyes; le servirán todos los gentiles. 12 Porque él librará al menesteroso que clamare, y al pobre que no tuviere quién le socorra. 13 Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso, y salvará las almas de los pobres. 14 De engaño y de fraude redimirá sus almas; y la sangre de ellos será preciosa en sus ojos. 15 Y vivirá, y se le dará del oro de Sabá; y se orará por él continuamente; cada día le echará bendiciones. 16 Será echado un puño de grano en tierra, en las cumbres de los montes; su fruto hará estruendo como el Líbano, y desde la ciudad verdecerán como la hierba de la tierra. 17 Será su Nombre para siempre, delante del sol será propagado su Nombre; y bendecirán en él todos los gentiles; lo llamarán bienaventurado. 18 Bendito el SEÑOR Dios, el Dios de Israel, el único que hace maravillas. 19 Y bendito su Nombre glorioso para siempre; y toda la tierra sea llena de su gloria. Amén y Amén. 20 Aquí terminan las oraciones de David, hijo de Isaí. CAPÍTULO 73 1 Salmo de Asaf. Ciertamente bueno es Dios a Israel, a los limpios de corazón. 2 En cuanto a mí, casi se apartaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. 3 Porque me enojé contra los locos, viendo la paz de los impíos. 4 Porque no hay ataduras para su muerte; antes su fortaleza está entera. 5 No pasan trabajos como otros seres humanos; ni son azotados con los hombres. 6 Por tanto, la soberbia los corona; se cubren de vestido de violencia. 7 Sus ojos están salidos de gruesos; logran con creces los antojos del corazón. 8 Se soltaron, y hablan con maldad de hacer violencia; hablan con altanería. 9 Ponen contra el cielo su boca, y su lengua pasea la tierra. 10 Por eso su pueblo volverá aquí, y aguas de lleno le son exprimidas. 11 Y dirán: ¿Cómo sabe Dios? ¿Y hay conocimiento en lo alto? 12 He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas. 13 Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en limpieza; 14 y he sido azotado todo el día, y castigado por las mañanas. 15 Si dijera yo, hablaré como ellos; he aquí habría negado la nación de tus hijos: 16 Pensaré pues para saber esto; es a mis ojos duro trabajo. 17 Hasta que venga al santuario de Dios, entonces entenderé la postrimería de ellos. 18 Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer. 19 ¡Cómo han sido asolados! ¡Cuán en un punto! Se acabaron, fenecieron con turbaciones. 20 Como sueño del que despierta, así, Señor, cuando despertares, menospreciarás sus apariencias. 21 Se desazonó a la verdad mi corazón, y en mis riñones sentía punzadas. 22 Mas yo era ignorante, y no entendía; era como una bestia acerca de ti. 23 Con todo, yo siempre estuve contigo; trabaste de mi mano derecha. 24 Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás con gloria. 25 ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. 26 Mi carne y mi corazón desfallecen; oh Roca de mi corazón, que mi porción es Dios para siempre. 27 Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán; tú cortas a todo aquel que fornica de ti. 28 Y en cuanto a mí, el acercarme a Dios me es el bien; he puesto en el Señor DIOS mi esperanza, para contar todas tus obras. CAPÍTULO 74 1 Masquil de Asaf. ¿Por qué, oh Dios, nos has desechado para siempre? ¿Por qué ha humeado tu furor contra las ovejas de tu prado? 2 Acuérdate de tu congregación, que adquiriste de antiguo, cuando redimiste la vara de tu heredad; este monte de Sion, donde has habitado. 3 Levanta tus pies a los asolamientos eternos; a todo enemigo que ha hecho mal en el santuario. 4 Tus enemigos han bramado en medio de tus asambleas; han puesto sus propias banderas por señas. 5 Nombrado era, como si lo llevara al cielo, el que metía las hachas en el monte de la madera para el edificio del santuario. 6 Y ahora con hachas y martillos han quebrado todas sus entalladuras. 7 Han puesto a fuego tus santuarios, han ensuciado a tierra el tabernáculo de tu Nombre. 8 Dijeron en su corazón: Destruyámoslos de una vez; quemaron todos los lugares de ayuntamiento del pueblo de Dios en la tierra. 9 No vemos ya nuestras banderas propias; no hay más profeta; ni hay con nosotros quien sepa. ¿Hasta cuándo? 10 ¿Hasta cuándo, oh Dios, nos afrentará el angustiador? ¿Ha de blasfemar el enemigo perpetuamente tu Nombre? 11 ¿Por qué retraes tu mano, y tu diestra? ¿Por qué la escondes dentro de tu seno? 12 Pero Dios es mi rey ya de antiguo; el que obra salud en medio de la tierra. 13 Tú hendiste el mar con tu fortaleza; quebrantaste cabezas de ballenas en las aguas. 14 Tú magullaste las cabezas del leviatán; lo diste por comida al pueblo de los desiertos. 15 Tú abriste fuente y río; tú secaste ríos impetuosos. 16 Tuyo es el día, tuya también es la noche; tú aparejaste la lumbre y el sol. 17 Tú estableciste todos los términos de la tierra; el verano y el invierno tú los formaste. 18 Acuérdate de esto: que el enemigo ha dicho afrentas al SEÑOR, y que el pueblo loco ha blasfemado tu Nombre. 19 No entregues a las bestias el alma de tu tórtola; y no olvides para siempre la congregación de tus pobres. 20 Mira al pacto; porque las tenebrosidades de la tierra llenas están de habitaciones de violencia. 21 No vuelva avergonzado el abatido; el pobre y el menesteroso alabarán tu Nombre. 22 Levántate, oh Dios, aboga tu causa; acuérdate de cómo el loco te injuria cada día. 23 No olvides las voces de tus enemigos; el alboroto de los que se levantan contra ti sube continuamente. CAPÍTULO 75 1 Al Vencedor: sobre No destruyas: Salmo de Asaf: Canción. Te alabaremos, oh Dios, alabaremos; que cercano está tu Nombre; cuenten tus maravillas. 2 Cuando tuviere la oportunidad, yo juzgaré rectamente. 3 Se arruinaba la tierra y sus moradores; yo compuse sus columnas. (Selah.) 4 Dije a los locos: No os infatuéis; y a los impíos: No levantéis el cuerno. 5 No levantéis en alto vuestro cuerno; no habléis con soberbia. 6 Porque ni de oriente, ni de occidente, ni del desierto viene el ensalzamiento. 7 Porque Dios es el juez; a éste abate, y a aquel ensalza. 8 Que el cáliz está en la mano del SEÑOR, y el vino es bermejo, lleno de mistura; y él derrama del mismo; ciertamente sus heces chuparán y beberán todos los impíos de la tierra. 9 Mas yo anunciaré siempre, cantaré alabanzas al Dios de Jacob. 10 Y quebraré todos los cuernos de los pecadores; los cuernos del justo serán ensalzados. CAPÍTULO 76 1 Al Vencedor: en Neginot: Salmo de Asaf: Canción. Dios es conocido en Judá: Dios, en Israel es grande su nombre. 2 Y en Salem está su tabernáculo, y su habitación en Sion. 3 Allí quebró las saetas del arco; el escudo, y la espada, y la guerra. (Selah.) 4 Ilustre eres tú; y fuerte, más que los montes de caza. 5 Los fuertes de corazón fueron despojados; durmieron su sueño, y nada hallaron en sus manos todos los varones fuertes. 6 Por tu reprensión, oh Dios de Jacob, el carro y el caballo fueron adormecidos. 7 Tú, terrible eres tú: ¿Y quién parará delante de ti, en comenzando tu ira? 8 Desde los cielos hiciste oír juicio; la tierra tuvo temor y quedó quieta, 9 Cuando te levantaste, oh Dios, al juicio, para salvar a todos los mansos de la tierra. (Selah.) 10 Ciertamente la ira del hombre te acarreará alabanza; tú reprimirás el resto de las iras. 11 Prometed, y pagad al SEÑOR vuestro Dios todos los que estáis alrededor de él; traed presentes al Terrible. 12 Cortará él el espíritu de los príncipes; terrible es a los reyes de la tierra. CAPÍTULO 77 1 Al Vencedor: para Jedutún: Salmo de Asaf. Con mi voz clamé a Dios, a Dios clamé, y él me escuchó. 2 Al Señor busqué en el día de mi angustia; mi llaga desangraba de noche y no cesaba; mi alma no quería consuelo. 3 Me acordaba de Dios, y gritaba; me quejaba, y desmayaba mi espíritu. (Selah.) 4 Tenías los párpados de mis ojos; estaba yo quebrantado, y no hablaba. 5 Consideraba los días desde el principio, los años de los siglos. 6 Me acordaba de mis canciones de noche; meditaba con mi corazón, y mi espíritu inquiría. 7 ¿Desechará el Señor para siempre, y no volverá más a amar? 8 ¿Se ha acabado para siempre su misericordia? ¿Se ha acabado la palabra suya para generación y generación? 9 ¿Ha olvidado Dios el tener misericordia? ¿Ha encerrado con ira sus misericordias? (Selah.) 10 Y dije: Enfermedad mía es ésta; en los años de la diestra del Altísimo, 11 me acordaba de las obras de JAH; por tanto me acordé de tus maravillas antiguas. 12 Y meditaba en todas tus obras, y hablaba de tus hechos. 13 Oh Dios, en santidad es tu camino: ¿Qué Dios grande como el Dios nuestro? 14 Tú eres el Dios que hace maravillas; tú hiciste notoria en los pueblos tu fortaleza. 15 Con tu brazo redimiste a tu pueblo, a los hijos de Jacob y de José. (Selah.) 16 Te vieron las aguas, oh Dios; te vieron las aguas, temieron; y temblaron los abismos. 17 Las nubes echaron inundaciones de aguas; tronaron los cielos, y discurrieron tus rayos. 18 Anduvo en derredor el sonido de tus truenos; los relámpagos alumbraron el mundo; la tierra se estremeció y tembló. 19 En el mar fue tu camino, y tus sendas en las muchas aguas; y tus pisadas no fueron conocidas. 20 Condujiste a tu pueblo como ovejas, por mano de Moisés y de Aarón. CAPÍTULO 78 1 Masquil de Asaf. Escucha, pueblo mío, mi ley; inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. 2 Abriré mi boca en parábola; hablaré enigmas del tiempo antiguo. 3 Las cuales hemos oído y entendido; que nuestros padres nos las contaron. 4 No las encubriremos a sus hijos, contando a la generación venidera las alabanzas del SEÑOR, y su fortaleza, y sus maravillas que hizo. 5 El estableció testimonio en Jacob, y puso ley en Israel; la cual mandó a nuestros padres que la notificasen a sus hijos; 6 para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán; y los que se levantarán, lo cuenten a sus hijos. 7 Y pondrán en Dios su confianza, y no se olvidarán de las obras de Dios, y guardarán sus mandamientos. 8 Y no serán como sus padres, generación contumaz y rebelde; generación que no compuso su corazón, ni su espíritu fue fiel con Dios. 9 Los hijos de Efraín armados, flecheros, volvieron las espaldas el día de la batalla. 10 No guardaron el pacto de Dios, ni quisieron andar en su ley; 11 antes se olvidaron de sus obras, y de sus maravillas que les había mostrado. 12 Delante de sus padres hizo maravillas en la tierra de Egipto, en el campo de Zoán. 13 Rompió el mar, y los hizo pasar; e hizo estar las aguas como en un montón. 14 Y los llevó con nube de día, y toda la noche con resplandor de fuego. 15 Hendió las peñas en el desierto; y les dio a beber de abismos grandes; 16 y sacó de la peña corrientes, e hizo descender aguas como ríos. 17 Pero aun tornaron a pecar contra él, enojando al Altísimo en la soledad. 18 Y tentaron a Dios en su corazón, pidiendo comida al gusto de su alma. 19 Y hablaron contra Dios, diciendo: ¿Podrá Dios ponernos mesa en el desierto? 20 He aquí ha herido la peña, y corrieron aguas, y arroyos salieron ondeando: ¿Podrá también dar pan? ¿Aparejará carne a su pueblo? 21 Por tanto oyó el SEÑOR, y se enojó; se encendió el fuego contra Jacob, y el furor subió también contra Israel; 22 por cuanto no habían creído a Dios, ni habían confiado de su salud. 23 Y mandó a las nubes de arriba, y abrió las puertas de los cielos, 24 e hizo llover sobre ellos maná para comer, y les dio trigo de los cielos. 25 Pan de nobles comió el hombre; les envió comida hasta saciarles. 26 Movió el solano en el cielo, y trajo con su fortaleza el austro, 27 e hizo llover sobre ellos carne como polvo, y aves de alas como arena del mar. 28 Y las hizo caer en medio de su campamento, alrededor de sus tiendas. 29 Y comieron, y se saciaron bien; les cumplió pues su deseo. 30 No habían quitado de sí su deseo, aun estaba su vianda en su boca, 31 cuando vino sobre ellos el furor de Dios, y mató los más robustos de ellos, y derribó los escogidos de Israel. 32 Con todo esto pecaron aún, y no dieron crédito a sus maravillas. 33 Consumió por tanto sus días en vanidad, y sus años en tribulación. 34 Si los mataba, entonces le buscaban; y se convertían, y buscaban a Dios de mañana. 35 Y se acordaban que Dios era su refugio, y el Dios Alto su redentor. 36 Mas le lisonjeaban con su boca, y con su lengua le mentían, 37 pues sus corazones no eran rectos con él, ni estuvieron firmes en su pacto. 38 Pero él, misericordioso, perdonaba la maldad, y no los destruyó; y abundó su misericordia para apartar su ira, y no despertó toda su ira. 39 Y se acordó que eran carne; soplo que va y no vuelve. 40 ¡Cuántas veces lo ensañaron en el desierto, lo enojaron en la soledad! 41 Y volvían, y tentaban a Dios, y ponían límite al Santo de Israel. 42 No se acordaron de su mano, del día que los redimió de angustia; 43 cuando puso en Egipto sus señales, y sus maravillas en el campo de Zoán; 44 y volvió sus ríos en sangre, y sus corrientes para que no bebiesen. 45 Envió entre ellos enjambres de moscas que los comían, y ranas que los destruyeron. 46 Dio también al pulgón sus frutos, y sus trabajos a la langosta. 47 Sus viñas destruyó con granizo, y sus higuerales con piedra; 48 y entregó al pedrisco sus bestias, y al fuego sus ganados. 49 Envió sobre ellos el furor de su saña; ira, enojo, angustia, y ángeles malos. 50 Dispuso el camino a su furor; no eximió la vida de ellos de la muerte, sino que entregó su vida a la mortandad. 51 E hirió a todo primogénito en Egipto, las primicias de las fuerzas en las tiendas de Cam. 52 Hizo salir a su pueblo como ovejas, y los llevó por el desierto, como un rebaño. 53 Y los pastoreó con seguridad, que no tuvieron miedo; y el mar cubrió a sus enemigos. 54 Los metió después en los términos de su santidad, en este monte que ganó su mano derecha. 55 Y echó los gentiles de delante de ellos, y les repartió una herencia con cuerdas; e hizo habitar en sus moradas a las tribus de Israel. 56 Mas tentaron y enojaron al Dios Altísimo, y no guardaron sus testimonios; 57 sino que se volvieron, y se rebelaron como sus padres; se volvieron como arco engañoso. 58 Y le enojaron con sus lugares altos, y le provocaron a celo con sus esculturas. 59 Lo oyó Dios, y se enojó, y en gran manera aborreció a Israel. 60 Por esta causa dejó el tabernáculo de Silo, la tienda en que habitó entre los hombres; 61 y dio en cautividad su fortaleza, y su gloria en mano del enemigo. 62 Entregó también su pueblo a cuchillo, y se airó contra su heredad. 63 El fuego devoró sus jóvenes, y sus vírgenes no fueron loadas en cantos nupciales. 64 Sus sacerdotes cayeron a cuchillo, y sus viudas no se lamentaron. 65 Entonces despertó el Señor a la manera del que ha dormido, como un valiente que grita a causa del vino: 66 e hirió a sus enemigos en las partes posteriores; les dio perpetua afrenta. 67 Y aborreció la tienda de José, y no escogió la tribu de Efraín. 68 Sino que escogió la tribu de Judá, el monte de Sion, al cual amó. 69 Y edificó su santuario a manera de eminencia, como la tierra que cimentó para siempre. 70 Y eligió a David su siervo, y lo tomó de las majadas de las ovejas; 71 de tras las paridas lo trajo, para que apacentase a Jacob su pueblo, y a Israel su heredad. 72 Y los apacentó con entereza de su corazón; y los pastoreó con la pericia de sus manos. CAPÍTULO 79 1 Salmo de Asaf. Oh Dios, vinieron los gentiles a tu heredad; contaminaron el templo de tu santidad; pusieron a Jerusalén en montones. 2 Dieron los cuerpos de tus siervos por comida a las aves de los cielos; la carne de los tuyos a las bestias de la tierra. 3 Derramaron su sangre como agua en los alrededores de Jerusalén; y no hubo quién los enterrase. 4 Somos afrentados de nuestros vecinos, escarnecidos y burlados de los que están en nuestros alrededores. 5 ¿Hasta cuándo, oh SEÑOR? ¿Has de estar airado para siempre? ¿Arderá como fuego tu celo? 6 Derrama tu ira sobre los gentiles que no te conocen, y sobre los reinos que no invocan tu Nombre. 7 Porque han consumido a Jacob, y su morada han asolado. 8 No recuerdes contra nosotros las iniquidades antiguas; anticípanos pronto tus misericordias, porque estamos muy pobres. 9 Ayúdanos, oh Dios, salud nuestra, por la honra de tu Nombre; y líbranos, y aplácate sobre nuestros pecados por causa de tu Nombre. 10 Porque dirán los gentiles: ¿Dónde está su Dios? Sea notorio en los gentiles, delante de nuestros ojos, la venganza de la sangre de tus siervos, que se ha derramado. 11 Entre delante de ti el gemido de los presos; conforme a la grandeza de tu brazo preserva a los sentenciados a muerte. 12 Y devuelve a nuestros vecinos en su seno siete tantos de su deshonra, con que te han deshonrado, oh SEÑOR. 13 Y nosotros, pueblo tuyo, y ovejas de tu prado, te alabaremos para siempre; por generación y generación cantaremos tus alabanzas. CAPÍTULO 80 1 Al Vencedor: sobre Sosanim: testimonio de Asaf: Salmo. Oh Pastor de Israel, escucha; tú que pastoreas como a ovejas a José, que estás entre querubines, resplandece. 2 Despierta tu valentía delante de Efraín, y de Benjamín, y de Manasés, y ven a salvarnos. 3 Oh Dios, haznos tornar; y haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos. 4 SEÑOR, Dios de los ejércitos, ¿Hasta cuándo humearás tú contra la oración de tu pueblo? 5 Les diste a comer pan de lágrimas, y les diste a beber lágrimas con medida. 6 Nos pusiste por contienda a nuestros vecinos; y nuestros enemigos se burlan de nosotros entre sí. 7 Oh Dios de los ejércitos, haznos tornar; y haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos. 8 Hiciste venir la vid de Egipto; echaste los gentiles, y la plantaste. 9 Limpiaste sitio delante de ella, e hiciste arraigar sus raíces, y llenó la tierra. 10 Los montes fueron cubiertos de su sombra; y sus ramas como cedros de Dios. 11 Envió sus ramas hasta el mar, y hasta el río sus renuevos. 12 ¿Por qué aportillaste sus vallados, y la vendimian todos los que pasan por el camino? 13 La estropeó el puerco montés, y la pació la bestia del campo. 14 Oh Dios de los ejércitos, vuelve ahora; mira desde el cielo, y ve, y visita esta vid, 15 y la viña que tu diestra plantó, y sobre el renuevo que corroboraste para ti. 16 Quemada a fuego está, y talada; perezcan por la reprensión de tu rostro. 17 Sea tu mano sobre el varón de tu diestra, sobre el hijo del hombre que corroboraste para ti. 18 Así no nos volveremos de ti; nos darás vida, e invocaremos tu Nombre. 19 Oh SEÑOR, Dios de los ejércitos, haznos tornar; haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos. CAPÍTULO 81 1 Al Vencedor: sobre Gitit: Salmo de Asaf. Cantad a Dios, fortaleza nuestra; al Dios de Jacob celebrad con júbilo. 2 Tomad la canción, y tañed el adufe, el arpa de alegría con el salterio. 3 Tocad la trompeta en la nueva luna, en el día señalado, en el día de nuestra solemnidad. 4 Porque estatuto es de Israel, ordenanza del Dios de Jacob. 5 Por testimonio en José lo ha constituido, cuando salió por la tierra de Egipto; donde oí lenguaje que no entendía. 6 Aparté su hombro de debajo de la carga; sus manos se quitaron de hacer obras de barro. 7 En la calamidad clamaste, y yo te libré; te respondí en el secreto del trueno; te probé sobre las aguas de Meriba. (Selah.) 8 Oye, pueblo mío y te protestaré. Israel, si me oyeres, 9 no habrá en ti dios ajeno, ni te encorvarás a dios extraño. 10 Yo soy el SEÑOR tu Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto; abre tu boca, y yo la llenaré. 11 Mas mi pueblo no oyó mi voz, e Israel no me quiso a mí. 12 Los dejé por tanto a la dureza de su corazón; caminaron en sus consejos. 13 ¡Oh, si mi pueblo me oyera, si Israel anduviera en mis caminos! 14 En una nada derribara yo sus enemigos, y volviera mi mano sobre sus adversarios. 15 Los aborrecedores del SEÑOR se le hubieran sometido; y el tiempo de ellos fuera para siempre. 16 Y Dios les hubiera sustentado con lo mejor del trigo; y de miel de la piedra te hubiera saciado. CAPÍTULO 82 1 Salmo de Asaf. Dios está en el ayuntamiento de Dios; en medio de los dioses juzga. 2 ¿Hasta cuándo juzgaréis injustamente, y aceptaréis las personas de los impíos? (Selah.) 3 Haced derecho al pobre y al huérfano; justificad al pobre y al menesteroso. 4 Librad al pobre y al menesteroso; libradlo de mano de los impíos. 5 No saben, no entienden, andan en tinieblas; vacilan todos los cimientos de la tierra. 6 Yo dije: Vosotros sois dioses. Y todos vosotros hijos del Altísimo. 7 Pero como hombres moriréis. Y caeréis como cualquiera de los tiranos. 8 Levántate, oh Dios, juzga la tierra; porque tú heredarás todos los gentiles. CAPÍTULO 83 1 Canción: Salmo de Asaf. Oh Dios, no guardes silencio; no calles, oh Dios, ni te estés quieto. 2 Porque he aquí que braman tus enemigos; y tus aborrecedores han alzado cabeza. 3 Sobre tu pueblo han consultado astuta y secretamente, y han entrado en consejo contra tus escondidos. 4 Han dicho: Venid, y cortémoslos de ser pueblo, y no haya más memoria del nombre de Israel. 5 Por esto han conspirado de corazón a una, contra ti han hecho liga; 6 las tiendas de los idumeos y de los ismaelitas, Moab y los agarenos; 7 Gebal, Amón, y Amalec; Palestina con los habitadores de Tiro. 8 También el assur se ha juntado con ellos; Son por brazo a los hijos de Lot. (Selah.) 9 Hazles como a Madián; Como a Sísara, como a Jabín en el arroyo de Cisón; 10 que perecieron en Endor, fueron hechos muladar de la tierra. 11 Pon a ellos y a sus capitanes como a Oreb y como a Zeeb; como a Zeba y como a Zalmuna, a todos sus príncipes; 12 que han dicho: Heredemos para nosotros las moradas de Dios. 13 Dios mío, ponlos como a torbellino; como a hojarascas delante del viento. 14 Como fuego que quema el monte, como llama que abrasa las breñas. 15 Persíguelos así con tu tempestad, y asómbralos con tu torbellino. 16 Llena sus rostros de vergüenza; y busquen tu Nombre, oh SEÑOR. 17 Sean afrentados y turbados para siempre; y sean deshonrados, y perezcan. 18 Y conozcan que tu nombre es el SEÑOR; tú solo Altísimo sobre toda la tierra. CAPÍTULO 84 1 Al Vencedor: sobre Gitit: A los hijos de Coré. Salmo. ¡Cuán amables son tus moradas, oh SEÑOR de los ejércitos! 2 Codicia y aun ardientemente desea mi alma los atrios del SEÑOR; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. 3 Aun el gorrión halla casa, y la golondrina nido para sí, donde ponga sus pollos en tus altares, oh SEÑOR de los ejércitos, Rey mío, y Dios mío. 4 Dichosos los que habitan en tu Casa; perpetuamente te alabarán (Selah.) 5 Dichoso el hombre que tiene su fortaleza en ti; en cuyo corazón están tus caminos. 6 Cuando pasaren por el valle de Abaca lo tornarán en fuente, la lluvia también llenará las cisternas. 7 Irán en gran multitud y en orden, verán a Dios en Sion. 8 SEÑOR Dios de los ejércitos, oye mi oración; escucha, oh Dios de Jacob (Selah.) 9 Mira, oh Dios, escudo nuestro, y pon los ojos en el rostro de tu Ungido. 10 Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos; escogí antes estar a la puerta en la Casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad. 11 Porque sol y escudo nos es el SEÑOR Dios; gracia y gloria dará el SEÑOR; no quitará el bien a los que andan en integridad. 12 SEÑOR de los ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti. CAPÍTULO 85 1 Al Vencedor: A los hijos de Coré. Salmo. Fuiste propicio a tu tierra, oh SEÑOR; volviste la cautividad de Jacob. 2 Perdonaste la iniquidad de tu pueblo; cubriste todos los pecados de ellos. (Selah.) 3 Quitaste toda tu saña; te volviste de la ira de tu furor. 4 Vuélvenos, oh Dios, salud nuestra, y haz cesar tu ira de sobre nosotros. 5 ¿Estarás enojado contra nosotros para siempre? ¿Extenderás tu ira de generación en generación? 6 ¿No volverás tú a darnos vida, y tu pueblo se alegrará en ti? 7 Muéstranos, oh SEÑOR, tu misericordia, y danos tu salud. 8 Escucharé lo que hablará Dios el SEÑOR; porque hablará paz a su pueblo y a sus santos, para que no se conviertan otra vez a la locura. 9 Ciertamente cercana está su salud a los que le temen; para que habite la gloria en nuestra tierra. 10 La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron. 11 La verdad reverdecerá de la tierra; y la justicia mirará desde los cielos. 12 El SEÑOR dará también el bien; y nuestra tierra dará su fruto. 13 La justicia irá delante de él; y pondrá sus pasos en camino. CAPÍTULO 86 1 Oración de David. Inclina, oh SEÑOR, tu oído, y óyeme; porque estoy pobre y menesteroso. 2 Guarda mi alma, porque soy misericordioso; salva tú, oh Dios mío, a tu siervo que en ti confía. 3 Ten misericordia de mí, oh SEÑOR; porque a ti clamo cada día. 4 Alegra el alma de tu siervo; porque a ti, oh Señor, levanto mi alma. 5 Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan. 6 Escucha, oh SEÑOR, mi oración, y está atento a la voz de mis ruegos. 7 En el día de mi angustia te llamaré; porque tú me respondes. 8 Oh Señor, ninguno hay como tú entre los dioses, ni hay otro que haga tus obras. 9 Todos los gentiles que hiciste vendrán y se humillarán delante de ti, Señor; y glorificarán tu Nombre. 10 Porque tú eres grande, y hacedor de maravillas; tú solo eres Dios. 11 Enséñame, oh SEÑOR, tu camino; caminaré yo en tu verdad; afirma mi corazón para que tema tu nombre. 12 Te alabaré, oh SEÑOR Dios mío, con todo mi corazón; y glorificaré tu Nombre para siempre. 13 Porque tu misericordia es grande sobre mí; y has librado mi alma del hoyo profundo. 14 Oh Dios, soberbios se levantaron contra mí, y conspiración de fuertes ha buscado mi alma, y no te pusieron delante de sí. 15 Mas tú, Señor, Dios misericordioso y clemente, lento para la ira, y grande en misericordia y verdad; 16 mira en mi, y ten misericordia de mí; da fortaleza tuya a tu siervo, y guarda al hijo de tu sierva. 17 Haz conmigo señal para bien, y véanla los que me aborrecen, y sean avergonzados; porque tú, SEÑOR, me ayudaste, y me consolaste. CAPÍTULO 87 1 A los hijos de Coré: Salmo de Canción. Su cimiento es en montes de santidad. 2 El SEÑOR ama las puertas de Sion más que todas las moradas de Jacob. 3 Cosas ilustres son dichas de ti, ciudad de Dios. (Selah.) 4 Yo me acordaré de Rahab y de Babilonia entre los que me conocen; he aquí Palestina, y Tiro, con Etiopía; éste nació allá. 5 Y de Sion se dirá; este y aquel varón es nacido en ella; y el mismo Altísimo la fortificará. 6 El SEÑOR contará al inscribir a los pueblos: Este nació allí. (Selah.) 7 Y cantores y músicos con flautas en ella dirán: Todas mis fuentes estarán en ti. CAPÍTULO 88 1 Canción de Salmo: a los hijos de Coré: al Vencedor: para cantar sobre Mahalat; Masquil de Hemán el ezraíta. Oh SEÑOR, Dios de mi salud, día y noche clamo delante de ti. 2 Entre mi oración en tu presencia; inclina tu oído a mi clamor. 3 Porque mi alma está harta de males, y mi vida ha llegado a la sepultura. 4 Soy contado con los que descienden al hoyo, soy como hombre sin fuerza; 5 librado entre los muertos. Como los muertos que duermen en el sepulcro, que no te acuerdas más de ellos, y que son cortados de tu mano. 6 Me has puesto en el hoyo profundo, en tinieblas, en honduras. 7 Sobre mí se ha acostado tu ira, y me has afligido con todas tus ondas. (Selah.) 8 Has alejado de mí mis conocidos; me has puesto por abominación a ellos; estoy encerrado, y no saldré. 9 Mis ojos enfermaron a causa de mi aflicción; te he llamado, oh SEÑOR, cada día he extendido a ti mis manos. 10 ¿Harás tú milagro a los muertos? ¿Se levantarán los muertos para alabarte? (Selah.) 11 ¿Será contada en el sepulcro tu misericordia, o tu verdad en la perdición? 12 ¿Será conocida en las tinieblas tu maravilla, y tu justicia en la tierra del olvido? 13 Mas yo a ti he clamado, oh SEÑOR; y de mañana te previno mi oración. 14 ¿Por qué, oh SEÑOR, desechas mi alma? ¿Por qué escondes tu rostro de mí? 15 Yo soy pobre y menesteroso; desde la juventud he llevado tus temores, he estado medroso. 16 Sobre mí han pasado tus iras; tus espantos me han cortado. 17 Me han rodeado como aguas de continuo; me han cercado a una. 18 Has alejado de mí al amigo y al compañero; y mis conocidos has puesto en la tiniebla. CAPÍTULO 89 1 Masquil de Etán ezraíta. Las misericordias del SEÑOR cantaré perpetuamente; en generación y generación haré notoria tu verdad con mi boca. 2 Porque dije: Para siempre será edificada misericordia en los cielos; en ellos afirmarás tu verdad. 3 Hice alianza con mi escogido; juré a David mi siervo, diciendo: 4 Para siempre confirmaré tu simiente, y edificaré tu trono por todas las generaciones. (Selah.) 5 Y celebrarán los cielos tu maravilla, oh SEÑOR; tu verdad también en la congregación de los santos. 6 Porque ¿quién en los cielos se igualará con el SEÑOR? ¿Quién será semejante al SEÑOR entre los hijos de los dioses? 7 Dios terrible en la grande congregación de los santos, y formidable sobre todos sus alrededores. 8 Oh SEÑOR, Dios de los ejércitos, ¿Quién como tú? FUERTE-JAH, Rodeado de tu verdad. 9 Tú dominas sobre la soberbia del mar; cuando se levantan sus ondas, tú las sosiegas. 10 Tú quebrantaste a Egipto como a un muerto; con el brazo de tu fortaleza esparciste a tus enemigos. 11 Tuyos son los cielos, tuya también la tierra; el mundo y su plenitud, tú lo fundaste. 12 Al aquilón y al austro tú los creaste; el Tabor y el Hermón en tu Nombre cantarán. 13 Tuyo es el brazo con valentía; fuerte es tu mano, ensalzada tu diestra. 14 Justicia y juicio son la compostura de tu trono; misericordia y verdad van delante de tu rostro. 15 Dichoso el pueblo que sabe jubilar; andarán, oh SEÑOR, a la luz de tu rostro. 16 En tu Nombre se alegrarán cada día; y en tu justicia se ensalzarán. 17 Porque tú eres la gloria de su fortaleza; y por tu buena voluntad ensalzarás nuestro cuerno. 18 Porque el SEÑOR es nuestro escudo; y nuestro rey es el Santo de Israel. 19 Entonces hablaste en visión a tu santo, y dijiste: Yo he puesto el socorro sobre uno que es valiente; he ensalzado un escogido de mi pueblo. 20 Hallé a David mi siervo; lo ungí con el aceite de mi santidad. 21 Que mi mano será firme con él, mi brazo también lo fortificará. 22 No lo sujetará enemigo, ni hijo de iniquidad lo quebrantará. 23 Mas yo quebrantaré delante de él a sus enemigos, y heriré a sus aborrecedores. 24 Y mi verdad y mi misericordia serán con él; y en mi nombre será ensalzado su cuerno. 25 Asimismo pondré su mano en el mar, y en los ríos su diestra. 26 El me llamará: Mi padre eres tú, mi Dios, y la roca de mi salud. 27 Yo también le pondré por primogénito, alto sobre los reyes de la tierra. 28 Para siempre le conservaré mi misericordia; y mi alianza será firme con él. 29 Y pondré su simiente para siempre, y su trono como los días de los cielos. 30 Si dejaren sus hijos mi ley, y no anduvieren en mis juicios; 31 si profanaren mis estatutos, y no guardaren mis mandamientos; 32 entonces visitaré con vara su rebelión, y con azotes sus iniquidades. 33 Mas no quitaré de él mi misericordia, ni falsearé mi verdad. 34 No profanaré mi pacto, ni mudaré lo que ha salido de mis labios. 35 Una vez he jurado por mi santuario, no mentiré a David. 36 Su simiente será para siempre, y su trono como el sol delante de mí. 37 Como la luna será firme para siempre, y como un testigo fiel en el cielo. (Selah.) 38 Mas tú desechaste y menospreciaste a tu Ungido; y te has airado con él. 39 Rompiste el pacto de tu siervo; has profanado su corona hasta la tierra. 40 Aportillaste todos sus vallados; has quebrantado sus fortalezas. 41 Lo saquean todos los que pasaron por el camino; es oprobio a sus vecinos. 42 Has ensalzado la diestra de sus enemigos; has alegrado a todos sus adversarios. 43 Embotaste asimismo el filo de su espada, y no lo levantaste en la batalla. 44 Hiciste cesar su claridad, y echaste su trono por tierra. 45 Has acortado los días de su juventud; le has cubierto de afrenta. (Selah.) 46 ¿Hasta cuándo, oh SEÑOR? ¿Te esconderás para siempre? ¿Arderá para siempre tu ira como el fuego? 47 Acuérdate de cuán corto sea mi tiempo. ¿Por qué creaste sujetos a vanidad a todos los hijos del hombre? 48 ¿Qué hombre vivirá y no verá muerte? ¿Librarás su alma del poder del sepulcro? (Selah.) 49 Señor, ¿dónde están tus antiguas misericordias? Has jurado a David por tu verdad. 50 Señor, acuérdate del oprobio de tus siervos; oprobio que llevo yo en mi seno de muchos pueblos. 51 Porque tus enemigos, oh SEÑOR, han deshonrado, porque tus enemigos han deshonrado los pasos de tu Ungido. 52 Bendito sea el SEÑOR para siempre. Amén, y Amén. CAPÍTULO 90 1 Oración de Moisés Varón de Dios. Señor, tú nos has sido refugio en generación y en generación. 2 Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, y desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios. 3 Vuelves al hombre hasta ser quebrantado, y dices: Convertíos, hijos de los hombres. 4 Porque mil años delante de tus ojos, son como el día de ayer, que pasó, y como la vela de la noche. 5 Los haces pasar como avenida de aguas; son como sueño; a la mañana está fuerte como la yerba, 6 que a la mañana florece, y crece; a la tarde es cortada, y se seca. 7 Porque con tu furor somos consumidos, y con tu ira somos conturbados. 8 Pusiste nuestras maldades delante de ti, nuestros yerros a la lumbre de tu rostro. 9 Porque todos nuestros días declinan a causa de tu ira; acabamos nuestros años como la palabra. 10 Los días de nuestra edad son setenta años; y de los más valientes, ochenta años, y su fortaleza es molestia y trabajo; porque es cortado presto, y volamos. 11 ¿Quién conoce la fortaleza de tu ira? Que tu ira no es menor que nuestro temor. 12 Para contar nuestros días haznos saber así, y traeremos al corazón sabiduría. 13 Vuélvete a nosotros, oh SEÑOR: ¿hasta cuándo? Y aplácate para con tus siervos. 14 Sácianos de mañana de tu misericordia; y cantaremos, y nos alegraremos todos nuestros días. 15 Alégranos conforme a los días que nos afligiste, y los años en que vimos el mal. 16 Aparezca en tus siervos tu obra, y tu gloria sobre sus hijos. 17 Y sea la hermosura del SEÑOR nuestro Dios sobre nosotros; y enderezca sobre nosotros la obra de nuestras manos, la obra de nuestras manos enderezca. CAPÍTULO 91 1 El que habita en el escondedero del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente. 2 Dirá al SEÑOR: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, me aseguraré en él. 3 Y él te librará del lazo del cazador; de la mortandad que todo asuela. 4 Con su ala te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad. 5 No tendrás temor de espanto nocturno, ni de saeta que vuele de día; 6 ni de pestilencia que ande en oscuridad, ni de mortandad que destruya al mediodía. 7 Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; pero a ti no llegará. 8 Ciertamente con tus ojos mirarás, y verás la recompensa de los impíos. 9 Porque tú, oh SEÑOR, eres mi esperanza; y al Altísimo has puesto por tu habitación, 10 no se ordenará para ti mal, ni plaga tocará tu morada. 11 Porque a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. 12 En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra. 13 Sobre el león y el basilisco pisarás; hollarás al cachorro del león, y al dragón. 14 Por cuanto en mí ha puesto su voluntad, yo también lo libraré; lo pondré en alto, por cuanto ha conocido mi Nombre. 15 Me invocará, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré, y le glorificaré. 16 Lo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salud. CAPÍTULO 92 1 Salmo de Canción para el día del Sábado. Bueno es alabar al SEÑOR, y cantar salmos a tu Nombre, oh Altísimo; 2 anunciar por la mañana tu misericordia, y tu fidelidad en las noches, 3 en el decacordio y en el salterio, en tono suave con el arpa. 4 Por cuanto me has alegrado, oh SEÑOR, con tus obras; en las obras de tus manos me gozo. 5 ¡Cuán grandes son tus obras, oh SEÑOR! Muy profundos son tus pensamientos. 6 El hombre necio no sabe, y el loco no entiende esto: 7 Florezcan los impíos como la hierba, y reverdezcan todos los que obran iniquidad, para ser destruidos para siempre. 8 Mas tú, SEÑOR, para siempre eres Altísimo. 9 Porque he aquí tus enemigos, oh SEÑOR, porque he aquí tus enemigos perecerán; serán disipados todos los que obran maldad. 10 Y tú ensalzaste mi cuerno como de unicornio; fue ungido con óleo verde. 11 Y miraron mis ojos sobre mis enemigos; oyeron mis oídos de los que se levantaron contra mí, de los malignos. 12 El justo florecerá como la palma; crecerá como cedro en el Líbano. 13 Plantados en la Casa del SEÑOR, en los atrios de nuestro Dios florecerán. 14 Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes; 15 para anunciar que el SEÑOR mi fortaleza es recto; y que no hay injusticia en él. CAPÍTULO 93 1 El SEÑOR reinó, se vistió de magnificencia, se vistió el SEÑOR de fortaleza, se ciñó; afirmó también el mundo, que no se moverá. 2 Firme es tu trono desde entonces; tú eres eternalmente. 3 Alzaron los ríos, oh SEÑOR, alzaron los ríos su sonido; alzaron los ríos sus ondas. 4 Más que sonidos de muchas aguas, más que las fuertes ondas del mar, fuerte es el SEÑOR en lo alto. 5 Tus testimonios son muy firmes; tu Casa, oh SEÑOR, tiene hermosa santidad para largos días. CAPÍTULO 94 1 SEÑOR, Dios de las venganzas, Dios de las venganzas, muéstrate. 2 Ensálzate, oh Juez de la tierra; da el pago a los soberbios. 3 ¿Hasta cuándo los impíos, oh SEÑOR, hasta cuándo, se gozarán los impíos? 4 ¿Pronunciarán, hablarán cosas duras, y se vanagloriarán todos los que obran iniquidad? 5 A tu pueblo, oh SEÑOR, quebrantan, y a tu heredad afligen. 6 A la viuda y al extranjero matan, y a los huérfanos quitan la vida. 7 Y dijeron: No verá JAH; y No entenderá el Dios de Jacob. 8 Entended, necios del pueblo; y locos, ¿cuándo seréis sabios? 9 El que plantó el oído, ¿no oirá? El que formó el ojo, ¿no verá? 10 El que castiga a los gentiles, ¿no reprenderá? ¿No sabrá el que enseña al hombre la ciencia? 11 El SEÑOR conoce los pensamientos de los hombres, que son vanidad. 12 Bienaventurado el varón a quien tú, JAH, corriges, y en tu ley lo instruyeres; 13 para hacerle descansar en los días de aflicción, entre tanto que se cava el hoyo para el impío. 14 Porque no dejará el SEÑOR su pueblo, ni desamparará a su heredad; 15 sino que el juicio será vuelto a justicia, y en pos de ella irán todos los rectos de corazón. 16 ¿Quién se levanta por mí contra los malignos? ¿Quién está por mí contra los que obran iniquidad? 17 Si no me ayudara el SEÑOR, presto morará mi alma con los muertos. 18 Cuando yo decía: Mi pie resbala; tu misericordia, oh SEÑOR, me sustentaba. 19 En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegraban mi alma. 20 ¿Se juntará contigo el trono de iniquidades, que hace agravio bajo forma de ley? 21 Se ponen en ejército contra la vida del justo, y condenan la sangre inocente. 22 Mas el SEÑOR me ha sido por refugio; y mi Dios por peña de mi confianza. 23 El cual hizo volver sobre ellos su iniquidad, y con su maldad los talará; los talará el SEÑOR nuestro Dios. CAPÍTULO 95 1 Venid, alegrémonos al SEÑOR; cantemos con júbilo a la roca de nuestra salud. 2 Lleguemos ante su presencia con alabanza; cantemos a El con júbilo. 3 Porque el SEÑOR es Dios grande; y Rey grande sobre todos los dioses. 4 Porque en su mano están las profundidades de la tierra, y las alturas de los montes son suyas. 5 Suyo también el mar, pues él lo hizo; y sus manos formaron la tierra seca. 6 Venid, postrémonos y adoremos; arrodillémonos delante del SEÑOR nuestro hacedor. 7 Porque él es nuestro Dios; y nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano. Si hoy oyereis su voz, 8 no endurezcáis vuestro corazón como en Meriba, como el día de Masá en el desierto; 9 donde me tentaron vuestros padres, me probaron, y vieron mi obra. 10 Cuarenta años combatí con la nación, y dije: Pueblo es que yerra de corazón, que no han conocido mis caminos. 11 Por tanto yo juré en mi furor: No entrarán en mi reposo. CAPÍTULO 96 1 Cantad al SEÑOR canción nueva; cantad al SEÑOR, toda la tierra. 2 Cantad al SEÑOR, bendecid su Nombre; anunciad de día en día su salud. 3 Contad entre los gentiles su gloria, en todos los pueblos sus maravillas. 4 Porque grande es el SEÑOR, y digno de suprema alabanza; terrible sobre todos los dioses. 5 Porque todos los dioses de los pueblos son ídolos; mas el SEÑOR hizo los cielos. 6 Alabanza y gloria delante de él; fortaleza y gloria en su santuario. 7 Dad al SEÑOR, oh familias de los pueblos, dad al SEÑOR la gloria y la fortaleza. 8 Dad al SEÑOR la honra de su Nombre; tomad presentes, y venid a sus atrios. 9 Adorad al SEÑOR en la hermosura de la santidad; temed delante de él, toda la tierra. 10 Decid entre los gentiles: El SEÑOR tomó el reino, también compuso el mundo, no será conmovido; juzgará a los pueblos en justicia. 11 Alégrense los cielos, y gócese la tierra; brame el mar y su plenitud. 12 Regocíjese el campo, y todo lo que en él está; entonces exultarán todos los árboles de la breña, 13 delante del SEÑOR que vino; porque vino a juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con su verdad. CAPÍTULO 97 1 El SEÑOR reinó; regocíjese la tierra, alégrense las muchas islas. 2 Nube y oscuridad alrededor de él; justicia y juicio son el asiento de su trono. 3 Fuego irá delante de él, y abrasará en derredor sus enemigos. 4 Sus relámpagos alumbraron el mundo; la tierra vio, y se angustió. 5 Los montes se derritieron como cera delante del SEÑOR, delante del Señor de toda la tierra. 6 Los cielos denunciaron su justicia, y todos los pueblos vieron su gloria. 7 Avergüéncense todos los que sirven a la escultura, los que se alaban de los ídolos; adórenlo todos los dioses. 8 Oyó Sion, y se alegró; y las hijas de Judá se gozaron por tus juicios, oh SEÑOR. 9 Porque tú, SEÑOR, eres alto sobre toda la tierra; eres muy ensalzado sobre todos los dioses. 10 Los que amáis al SEÑOR, aborreced el mal; él guarda las almas de sus misericordiosos; de mano de los impíos los libra. 11 Luz está sembrada para el justo, y alegría para los rectos de corazón. 12 Alegraos, justos, en el SEÑOR; y alabad la memoria de su santidad. CAPÍTULO 98 1 Salmo. Cantad al SEÑOR canción nueva, porque ha hecho maravillas; su diestra lo ha salvado, y el brazo de su santidad. 2 El SEÑOR ha hecho notoria su salud; en ojos de los gentiles ha descubierto su justicia. 3 Se ha acordado de su misericordia y de su verdad para con la Casa de Israel; todos los fines de la tierra han visto la salud de nuestro Dios. 4 Cantad con júbilo al SEÑOR, toda la tierra; levantad la voz, y aplaudid, y cantad salmos. 5 Cantad salmos al SEÑOR con arpa; con arpa y voz de cántico. 6 Con trompetas y sonido de bocina, jubilad delante del SEÑOR el rey. 7 Brame el mar y su plenitud; el mundo y los que habitan en él; 8 los ríos batan las manos; los montes todos hagan regocijo, 9 Delante del SEÑOR; porque vino a juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud. CAPÍTULO 99 1 El SEÑOR reinó, temblarán los pueblos; el que está sentado sobre los querubines reinó, se conmoverá la tierra. 2 El SEÑOR es grande en Sion, y ensalzado sobre todos los pueblos. 3 Alaben tu Nombre, grande y tremendo y santo. 4 Y la fortaleza del Rey, que ama el juicio; tú confirmas la rectitud; tú has hecho en Jacob juicio y justicia. 5 Ensalzad al SEÑOR nuestro Dios, y adorad al estrado de sus pies santo. 6 Moisés y Aarón están entre sus sacerdotes, y Samuel entre los que invocaron su Nombre; invocaban al SEÑOR, y él les respondía. 7 En columna de fuego hablaba con ellos; guardaban sus testimonios, y el derecho que les dio. 8 SEÑOR Dios nuestro, tú les respondías; Dios, tú eras perdonador a ellos, y vengador por sus obras. 9 Ensalzad al SEÑOR nuestro Dios, y adorad al monte de su santidad; porque el SEÑOR nuestro Dios es santo. CAPÍTULO 100 1 Salmo para confesión. Cantad a Dios con júbilo, toda la tierra. 2 Servid al SEÑOR con alegría; entrad delante de él con regocijo. 3 Reconoced que el SEÑOR es el Dios: él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos. Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. 4 Entrad por sus puertas con confesión; por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su Nombre. 5 Porque el SEÑOR es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones. CAPÍTULO 101 1 De David: Salmo. Misericordia y juicio cantaré; a ti, SEÑOR, diré salmos. 2 Entenderé en el camino de la perfección cuando vinieres a mí; en perfección de mi corazón andaré en medio de mi casa. 3 No pondré delante de mis ojos cosa injusta; hacer traiciones aborrecí; no se allegarán a mí. 4 Corazón perverso se apartará de mí; no conoceré al malvado. 5 Al detractor de su prójimo a escondidas, a éste cortaré; al altivo de ojos, y de corazón vanidoso, a éste no puedo sufrir. 6 Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que asienten conmigo; el que anduviere en el camino de la perfección, éste me servirá. 7 No habitará en medio de mi casa el que hace engaño; el que habla mentiras no se afirmará delante de mis ojos. 8 Por las mañanas cortaré a todos los impíos de la tierra; para talar de la ciudad del SEÑOR a todos los que obraren iniquidad. CAPÍTULO 102 1 Oración del pobre, cuando estuviere atormentado, y delante del SEÑOR derramare su queja. SEÑOR, oye mi oración, y venga mi clamor a ti. 2 No escondas de mí tu rostro; en el día de mi angustia inclina a mí tu oído; el día que te invocare, apresúrate a responderme. 3 Porque mis días se han consumido como humo; y mis huesos son quemados como en hogar. 4 Mi corazón fue herido, y se secó como la hierba; por lo cual me olvidé de comer mi pan. 5 Por la voz de mi gemido mis huesos se han pegado a mi carne. 6 Soy semejante al pelícano del desierto; soy como el búho de las soledades. 7 Velo, y soy como el pájaro solitario sobre el tejado. 8 Cada día me afrentan mis enemigos; los que se enfurecen contra mí, se han conjurado contra mí. 9 Por lo cual como la ceniza a manera de pan, y mi bebida mezclo con lloro, 10 a causa de tu enojo y de tu ira; porque me alzaste, y me arrojaste. 11 Mis días son como la sombra que se va; y me he secado como la hierba. 12 Mas tú, SEÑOR, para siempre permanecerás, y tu memoria para generación y generación. 13 Tú levantándote, tendrás misericordia de Sion; porque es tiempo de tener misericordia de ella, porque el plazo es llegado. 14 Porque tus siervos amaron sus piedras, y del polvo de ella tuvieron compasión. 15 Entonces temerán los gentiles el Nombre del SEÑOR, y todos los reyes de la tierra tu gloria; 16 por cuanto el SEÑOR habrá edificado a Sion, y será visto en su gloria; 17 habrá mirado a la oración de los solitarios, y no habrá desechado el ruego de ellos. 18 Se escribirá esto para la generación venidera; y el pueblo que se criará, alabará a JAH. 19 Porque miró de lo alto de su santuario; el SEÑOR miró de los cielos a la tierra, 20 para oír el gemido de los presos, para soltar a los hijos de muerte; 21 para que cuenten en Sion el Nombre del SEÑOR, y su alabanza en Jerusalén, 22 cuando los pueblos se congregaren en uno, y los reinos, para servir al SEÑOR. 23 El afligió mi fuerza en el camino; acortó mis días. 24 Dije: Dios mío, no me cortes en el medio de mis días; por generación de generaciones son tus años. 25 Tú fundaste la tierra antiguamente, y los cielos son obra de tus manos. 26 Ellos perecerán, y tú permanecerás; y todos ellos como un vestido se envejecerán; como una ropa de vestir los mudarás, y serán mudados; 27 mas tú eres el mismo, y tus años no se acabarán. 28 Los hijos de tus siervos habitarán, y su simiente será afirmada delante de ti. CAPÍTULO 103 1 De David. Bendice, alma mía al SEÑOR; y todas mis entrañas al Nombre de su santidad. 2 Bendice, alma mía, al SEÑOR, y no olvides ninguno de sus beneficios: 3 el que perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus enfermedades, 4 el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordia; 5 el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila. 6 El SEÑOR es el que hace justicia y derecho a todos los que padecen violencia. 7 Sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras. 8 Misericordioso y clemente es el SEÑOR; lento para la ira, y grande en misericordia. 9 No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo. 10 No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades; ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. 11 Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen. 12 Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones. 13 Como el padre tiene misericordia de los hijos, tiene misericordia el SEÑOR de los que le temen. 14 Porque él conoce nuestra condición; se acuerda que somos polvo. 15 El varón, como la hierba son sus días, florece como la flor del campo, 16 que pasó el viento por ella, y pereció; y su lugar no la conoce más. 17 Mas la misericordia del SEÑOR desde el siglo y hasta el siglo sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos; 18 sobre los que guardan su pacto, y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra. 19 El SEÑOR afirmó en los cielos su trono; y su reino domina sobre todos. 20 Bendecid al SEÑOR sus ángeles valientes de fuerza, que efectúan su palabra obedeciendo a la voz de su palabra. 21 Bendecid al SEÑOR todos sus ejércitos, sus ministros, que hacen su voluntad. 22 Bendecid al SEÑOR todas sus obras en todos los lugares de su señorío. Bendice, alma mía al SEÑOR. CAPÍTULO 104 1 Bendice, alma mía, al SEÑOR. SEÑOR, Dios mío, mucho te has engrandecido; de gloria y de hermosura te has vestido. 2 El que se cubre de luz como de vestidura, que extiende los cielos como una cortina; 3 que establece sus aposentos entre las aguas; el que pone las nubes por su carroza, el que anda sobre las alas del viento; 4 el que hace a sus ángeles espíritus, sus ministros al fuego flameante. 5 El fundó la tierra sobre sus basas; no se moverá por ningún siglo. 6 Con el abismo, como con vestido, la cubriste; sobre los montes estaban las aguas. 7 A tu reprensión huyeron; por el sonido de tu trueno se apresuraron; 8 subieron los montes, descendieron los valles a este lugar que tú les fundaste. 9 Les pusiste término, el cual no traspasarán; ni volverán a cubrir la tierra. 10 Tú eres el que envías las fuentes por los arroyos; van entre los montes. 11 Abrevan a todas las bestias del campo; quebrantan su sed los asnos salvajes. 12 Junto a aquellos habitan las aves de los cielos; entre las hojas dan voces. 13 El que riega los montes desde sus aposentos; del fruto de sus obras se sacia la tierra. 14 El que hace producir el heno para las bestias, y la hierba para el servicio del hombre; sacando el pan de la tierra. 15 Y el vino que alegra el corazón del hombre; haciendo relumbrar el rostro con el aceite, y el pan que sustenta el corazón del hombre. 16 Se sacian los árboles del SEÑOR, los cedros del Líbano que él plantó. 17 Para que allí aniden las aves; en las hayas tiene su casa la cigüeña. 18 Los montes altos para las cabras monteses; las peñas, madrigueras para los conejos. 19 Hizo la luna para los tiempos; el sol conoció su occidente. 20 Pones las tinieblas, y es la noche; en ella corren todas las bestias del monte. 21 Los leoncillos braman a la presa, y para buscar de Dios su comida. 22 Sale el sol, se recogen, y se echan en sus cuevas. 23 Sale el hombre a su hacienda, y a su labranza hasta la tarde. 24 ¡Cuán muchas son tus obras, oh SEÑOR! Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tu posesión. 25 Asimismo este gran mar y ancho de términos; allí hay peces sin número, animales pequeños y grandes. 26 Allí andan navíos; allí este leviatán que hiciste para que jugase en él. 27 Todos ellos esperan a ti, para que les des su comida a su tiempo. 28 Les das, recogen; abres tu mano, se sacian de bien. 29 Escondes tu rostro, se turban; les quitas el espíritu, dejan de ser, y se tornan en su polvo. 30 Envías tu espíritu, se crean; y renuevas la faz de la tierra. 31 Sea la gloria al SEÑOR para siempre; alégrese SEÑOR en sus obras; 32 el cual mira a la tierra, y ella tiembla; toca en los montes, y humean. 33 Al SEÑOR cantaré en mi vida; a mi Dios diré salmos mientras viviere. 34 Me será suave hablar de él; yo me alegraré en el SEÑOR. 35 Sean consumidos de la tierra los pecadores, y los impíos dejen de ser. Bendice, alma mía, al SEÑOR. Alelu-JAH (Alabemos al SEÑOR). CAPÍTULO 105 1 Alabad al SEÑOR, invocad su Nombre; haced notorias sus obras en los pueblos. 2 Cantadle, decid salmos a él; hablad de todas sus maravillas. 3 Gloriaos en su Nombre santo; alégrese el corazón de los que buscan al SEÑOR. 4 Buscad al SEÑOR, y su fortaleza; buscad su rostro siempre. 5 Acordaos de sus maravillas que hizo, de sus prodigios y de los juicios de su boca, 6 oh vosotros, simiente de Abraham su siervo, hijos de Jacob, sus escogidos. 7 El es el SEÑOR nuestro Dios; en toda la tierra son sus juicios. 8 Se acordó para siempre de su alianza; de la palabra que mandó para mil generaciones, 9 la cual concertó con Abraham; y de su juramento a Isaac. 10 Y la estableció a Jacob por decreto, a Israel por pacto eterno, 11 diciendo: A ti te daré la tierra de Canaán por cordel de vuestra heredad. 12 Esto siendo ellos pocos hombres en número, y extranjeros en ella. 13 Y anduvieron de gente en gente, de un reino a otro pueblo. 14 No consintió que hombre los agraviase; y por causa de ellos castigó los reyes. 15 Diciendo: No toquéis a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas. 16 Y llamó al hambre sobre la tierra, y quebrantó toda fuerza de pan. 17 Envió un varón delante de ellos, a José, que fue vendido por siervo. 18 Afligieron sus pies con grillos; en hierro fue puesta su alma. 19 Hasta la hora que llegó su palabra, el dicho del SEÑOR le purificó. 20 Envió el rey, y le soltó; el señor de los pueblos, y le desató. 21 Lo puso por señor de su casa, y por enseñoreador en toda su posesión; 22 para echar presos sus príncipes como él quisiese, y enseñó sabiduría a sus ancianos. 23 Después entró Israel en Egipto, y Jacob fue extranjero en la tierra de Cam. 24 Y multiplicó su pueblo en gran manera, y lo hizo más fuerte que sus enemigos. 25 Volvió el corazón de ellos para que aborreciesen a su pueblo, para que pensasen mal contra sus siervos. 26 Envió a su siervo Moisés, y a Aarón al cual escogió. 27 Pusieron en ellos las palabras de sus señales, y sus prodigios en la tierra de Cam. 28 Echó tinieblas, e hizo oscuridad; y no fueron rebeldes a su palabra. 29 Volvió sus aguas en sangre, y mató sus peces. 30 Engendró ranas su tierra, ranas en las camas de sus mismos reyes. 31 Dijo, y vinieron enjambres de moscas, y piojos en todo su término. 32 Volvió sus lluvias en granizo; en fuego de llamas en su tierra. 33 E hirió sus viñas y sus higueras, y quebró los árboles de su término. 34 Dijo, y vinieron langostas, y pulgón sin número; 35 y comieron toda la hierba de su tierra, y comieron el fruto de su tierra. 36 Hirió además a todos los primogénitos en su tierra, el principio de toda su fuerza. 37 Y los sacó con plata y oro; y no hubo en sus tribus enfermo. 38 Egipto se alegró en su salida; porque había caído sobre ellos su terror. 39 Extendió una nube por cubierta, y fuego para alumbrar la noche. 40 Pidieron, e hizo venir codornices; y de pan del cielo los sació. 41 Abrió la peña, y corrieron aguas; fluyeron por los secadales un río. 42 Porque se acordó de su santa palabra con Abraham su siervo. 43 Y sacó a su pueblo con gozo; con júbilo a sus escogidos. 44 Y les dio las tierras de los gentiles; y las labores de las naciones heredaron, 45 para que guardasen sus estatutos, y observasen sus leyes. Alelu-JAH. CAPÍTULO 106 1 Alelu-JAH. Alabad al SEÑOR, porque es bueno; porque para siempre es su misericordia. 2 ¿Quién expresará las valentías del SEÑOR? ¿Quién contará sus alabanzas? 3 Dichosos los que guardan juicio, los que hacen justicia en todo tiempo. 4 Acuérdate de mí, oh SEÑOR, en la buena voluntad para con tu pueblo; visítame con tu salud; 5 para que yo vea el bien de tus escogidos, para que me goce en la alegría de tu nación, y me gloríe con tu heredad. 6 Pecamos con nuestros padres, pervertimos, hicimos impiedad. 7 Nuestros padres en Egipto no entendieron tus maravillas; no se acordaron de la muchedumbre de tus misericordias; sino que se rebelaron junto al mar, en el mar Bermejo. 8 Los salvó por su Nombre, para hacer notoria su fortaleza. 9 Y reprendió al mar Bermejo, y lo secó; y les hizo ir por el abismo, como por un desierto. 10 Y los salvó de mano del enemigo, y los rescató de mano del adversario. 11 Y cubrieron las aguas a sus enemigos; no quedó uno de ellos. 12 Entonces creyeron a sus palabras, y cantaron su alabanza. 13 Se apresuraron, se olvidaron de sus obras; no esperaron en su consejo. 14 Se entregaron a un deseo desordenado en el desierto; y tentaron a Dios en la soledad. 15 Y él les dio lo que pidieron; mas envió flaqueza en sus almas. 16 Tomaron después celo contra Moisés en el campamento, y contra Aarón el santo del SEÑOR. 17 Se abrió la tierra, y tragó a Datán, y cubrió la compañía de Abiram. 18 Y se encendió el fuego en su compañía; la llama quemó los impíos. 19 Hicieron el becerro en Horeb, y adoraron a un vaciadizo. 20 Así trocaron su gloria por la imagen de un buey que come hierba. 21 Olvidaron al Dios de su salud, que había hecho grandezas en Egipto; 22 maravillas en la tierra de Cam, temerosas cosas sobre el mar Bermejo. 23 Y trató de destruirlos, a no haberse puesto Moisés su escogido al portillo delante de él, a fin de apartar su ira, para que no los destruyese. 24 Y aborrecieron la tierra deseable; no creyeron a su palabra; 25 antes murmuraron en sus tiendas, y no oyeron la voz del SEÑOR. 26 Por lo que alzó su mano a ellos, para postrarlos en el desierto, 27 y humillar su simiente entre los gentiles, y esparcirlos por las tierras. 28 Se allegaron asimismo a Baal-peor, y comieron los sacrificios por los muertos. 29 Y ensañaron a Dios con sus obras, y aumentó la mortandad en ellos. 30 Entonces se puso Finees, y juzgó; y se detuvo la mortandad. 31 Y le fue contado a justicia de generación en generación para siempre. 32 También le irritaron en las aguas de Meriba; e hizo mal a Moisés por causa de ellos; 33 porque hicieron rebelar a su espíritu, como lo expresó con sus labios. 34 No destruyeron los pueblos que el SEÑOR les dijo; 35 antes se mezclaron con los gentiles, y aprendieron sus obras. 36 Y sirvieron a sus ídolos; los cuales les fueron por ruina. 37 Y sacrificaron sus hijos y sus hijas a los demonios; 38 y derramaron la sangre inocente, la sangre de sus hijos y de sus hijas, que sacrificaron a los ídolos de Canaán; y la tierra fue contaminada con sangre. 39 Se contaminaron así con sus obras, y fornicaron con sus hechos. 40 Se encendió por tanto el furor del SEÑOR sobre su pueblo, y abominó su heredad: 41 Y los entregó en poder de los gentiles, y se enseñorearon de ellos los que los aborrecían. 42 Y sus enemigos los oprimieron, y fueron quebrantados debajo de su mano. 43 Muchas veces los libró; mas ellos se rebelaron a su consejo, y fueron humillados por su maldad. 44 El con todo, miraba cuando estaban en angustia, y oía su clamor; 45 y se acordaba de su pacto con ellos, y se arrepentía conforme a la muchedumbre de sus misericordias. 46 Hizo asimismo que tuviesen de ellos misericordia todos los que los tenían cautivos. 47 Sálvanos, SEÑOR Dios nuestro, y júntanos de entre los gentiles, para que loemos tu santo Nombre, para que nos gloriemos de tus alabanzas. 48 Bendito el SEÑOR Dios de Israel, desde el siglo y hasta el siglo; y diga todo el pueblo, Amén. Alelu-JAH. CAPÍTULO 107 1 Alabad al SEÑOR, porque es bueno; porque para siempre es su misericordia. 2 Diganlo los redimidos del SEÑOR, los que ha redimido del poder del enemigo, 3 y los ha congregado de las tierras, del oriente y del occidente, del aquilón y del mar. 4 Anduvieron perdidos por el desierto, por la soledad sin camino, sin hallar ciudad en dónde vivir. 5 Hambrientos y sedientos, su alma desfallecía en ellos. 6 Y clamaron al SEÑOR en su angustia, los libró de sus aflicciones. 7 Los dirigió por camino derecho, para que viniesen a ciudad de habitación. 8 Alaben al SEÑOR por su misericordia; y sus maravillas para con los hijos de los hombres. 9 Porque sació al alma menesterosa, y llenó de bien al alma hambrienta. 10 Los que moraban en tinieblas y sombra de muerte aprisionados, en aflicción y en hierros, 11 por cuanto fueron rebeldes a las palabras del SEÑOR, y aborrecieron el consejo del Altísimo. 12 Por eso quebrantó él con trabajo sus corazones, cayeron y no hubo quién los ayudase. 13 Luego que clamaron al SEÑOR en su angustia, los libró de sus aflicciones. 14 Los sacó de las tinieblas, y de la sombra de muerte; y rompió sus prisiones. 15 Alaben al SEÑOR por su misericordia, y sus maravillas para con los hijos de los hombres. 16 Porque quebrantó las puertas de acero, y desmenuzó los cerrojos de hierro. 17 Los locos, a causa del camino de su rebelión; y a causa de sus maldades fueron afligidos, 18 su alma abominó toda vianda; y llegaron hasta las puertas de la muerte. 19 Mas clamaron al SEÑOR en su angustia; y los salvó de sus aflicciones. 20 Envió su palabra, y los curó, y los libró de sus sepulturas. 21 Alaben al SEÑOR por su misericordia, y sus maravillas para con los hijos de los hombres. 22 Y ofrezcan sacrificios de alabanza, y publiquen sus obras con júbilo. 23 Los que descienden al mar en navíos, y hacen obra en las muchas aguas, 24 ellos han visto las obras del SEÑOR, y sus maravillas en el mar profundo. 25 El dijo, e hizo saltar el viento de la tempestad, que levanta sus ondas; 26 suben a los cielos, descienden a los abismos; sus almas se derriten con el mal. 27 Tiemblan, y titubean como borrachos, y toda su ciencia es perdida; 28 claman al SEÑOR en su angustia, y los libra de sus aflicciones. 29 Hace parar la tempestad en sosiego, y sus ondas cesan. 30 Se alegran luego porque se reposaron; y él los guía al término de su voluntad. 31 Alaben al SEÑOR por su misericordia, y sus maravillas para con los hijos de los hombres. 32 Y ensálcenlo en la congregación del pueblo; y en la reunión de ancianos lo alaben. 33 El puso los ríos en desierto, y los manaderos de las aguas en sed; 34 la tierra fructífera en salados; por la maldad de los que la habitan. 35 Vuelve el desierto en estanques de aguas, y la tierra desierta en manaderos de agua. 36 Y aposenta allí hambrientos, y aderezan allí ciudad para habitación; 37 y siembran campos, y plantan viñas; y rinden fruto de aumento. 38 Y los bendice, y se multiplican en gran manera; y no disminuye sus bestias. 39 Y después son menoscabados, y abatidos de tiranía; de males y congojas. 40 El derrama menosprecio sobre los príncipes, y les hace andar errados, vagabundos, sin camino. 41 Y levanta al pobre de la pobreza, y vuelve las familias como ovejas. 42 Vean los rectos, y alégrense; y toda maldad cierre su boca. 43 ¿Quién es sabio y guardará estas cosas, y entenderá las misericordias del SEÑOR? CAPÍTULO 108 1 Canción de Salmo: de David. Mi corazón está firme, oh Dios; cantaré y diré salmos; esta es mi gloria. 2 Despiértate, salterio y arpa; despertaré al alba. 3 Te alabaré, oh SEÑOR, entre los pueblos; a ti cantaré salmos entre las naciones. 4 Porque grande más que los cielos es tu misericordia, y hasta los cielos tu verdad. 5 Ensálzate sobre los cielos, oh Dios; sobre toda la tierra sea ensalzada tu gloria. 6 Para que sean librados tus amados; salva con tu diestra, y respóndeme. 7 Dios juró por su santuario, me alegraré; repartiré a Siquem, y mediré el valle de Sucot. 8 Mío será Galaad, mío será Manasés; y Efraín será la fortaleza de mi cabeza; Judá será mi legislador; 9 Moab, la vasija de mi lavatorio; sobre Edom echaré mi calzado; sobre Palestina triunfaré con júbilo. 10 ¿Quién me guiará a la ciudad fortalecida? ¿Quién me guiará hasta Idumea? 11 Ciertamente tú, oh Dios, que nos habías desechado; y no salías, oh Dios, con nuestros ejércitos. 12 Danos socorro en la angustia; porque mentirosa es la salud del hombre. 13 En Dios haremos proezas; y él hollará de nuevo a nuestros enemigos. CAPÍTULO 109 1 Al Vencedor: de David: Salmo. Oh Dios de mi alabanza, no calles; 2 porque boca de impío y boca de engañador se han abierto sobre mí; han hablado de mí con lengua mentirosa, 3 y con palabras de odio me rodearon; y pelearon contra mí sin causa. 4 En pago de mi amor me han sido adversarios; mas yo oraba. 5 Y pusieron contra mí mal por bien, y odio por mi amor. 6 Pon sobre él al impío; y Satanás esté a su diestra. 7 Cuando fuere juzgado, salga impío; y su oración sea para pecado. 8 Sean sus días pocos; tome otro su oficio. 9 Sean sus hijos huérfanos, y su mujer viuda. 10 Y anden sus hijos vagabundos, y mendiguen; y procuren de sus desiertos. 11 Enrede el acreedor todo lo que tiene, y extraños saqueen su trabajo. 12 No tenga quien le haga misericordia; ni haya quien tenga compasión de sus huérfanos. 13 Su posteridad sea talada; en segunda generación sea raído su nombre. 14 Venga en memoria cerca del SEÑOR la maldad de sus padres, y el pecado de su madre no sea borrado. 15 Estén siempre delante del SEÑOR, y él corte de la tierra su memoria. 16 Por cuanto no se acordó de hacer misericordia, y persiguió al varón pobre, y menesteroso, y quebrantado de corazón, para matarlo. 17 Y amó la maldición, y ésta le sobrevino; y no quiso la bendición, y ella se alejó de él. 18 Y se vistió de maldición como de su vestido, y entró como agua en sus entrañas, y como aceite en sus huesos. 19 Séale como vestido con que se cubra, y en lugar del cinto con que se ciña siempre. 20 Este sea el pago de parte del SEÑOR de los que me calumnian, y de los que hablan mal contra mi alma. 21 Y tú, oh DIOS el Señor, haz conmigo por amor de tu Nombre: Líbrame, porque tu misericordia es buena. 22 Porque yo soy pobre y necesitado; y mi corazón está herido dentro de mí. 23 Como la sombra cuando declina me voy; soy arrebatado del viento como langosta. 24 Mis rodillas están debilitadas a causa del ayuno, y mi carne desfallecida por falta de gordura. 25 Yo he sido para ellos objeto de oprobio; me miraban, y meneaban su cabeza. 26 Ayúdame, SEÑOR Dios mío; sálvame conforme a tu misericordia. 27 Y entiendan que esta es tu mano; que tú, el SEÑOR, has hecho esto. 28 Maldigan ellos, y bendice tú; levántense, mas sean avergonzados; y tu siervo sea alegrado. 29 Sean vestidos de vergüenza los que me calumnian; y sean cubiertos de su confusión como con un manto. 30 Yo alabaré al SEÑOR en gran manera con mi boca, y le loaré en medio de muchos. 31 Porque él se pondrá a la diestra del pobre, para librar su alma de los que le juzgan. CAPÍTULO 110 1 Salmo de David. El SEÑOR dijo a mi Señor; siéntate a mi diestra, entretanto que pongo tus enemigos por estrado de tus pies. 2 La vara de tu fortaleza enviará el SEÑOR desde Sion; domina en medio de tus enemigos. 3 Tu pueblo será voluntario en el día de tu poder, en la hermosura de la santidad; como el rocío que cae de la matriz del alba, así te nacerán los tuyos. 4 Juró el SEÑOR, y no se arrepentirá. Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. 5 El Señor a tu diestra herirá a los reyes en el día de su furor: 6 Juzgará en los gentiles, los llenará de cuerpos muertos; herirá la cabeza sobre mucha tierra. 7 Del arroyo beberá en el camino; por lo cual levantará cabeza. CAPÍTULO 111 1 Alelu-JAH. Alef Alabaré al SEÑOR con todo el corazón, Bet en la compañía y congregación de los rectos. 2 Guímel Grandes son las obras del SEÑOR; Dálet buscadas de todos los que las quieren. 3 He Honra y hermosura es su obra; Vau y su justicia permanece para siempre. 4 Zain Hizo memorables sus maravillas, Chet clemente y misericordioso es el SEÑOR. 5 Tet Dio mantenimiento a los que le temen; Yod para siempre se acordará de su pacto. 6 Caf La fortaleza de sus obras anunció a su pueblo, Lámed dándoles la heredad de los gentiles. 7 Mem Las obras de sus manos son verdad y juicio, Nun fieles son todos sus mandamientos; 8 Sámec Afirmados por siglo de siglo, Ayin hechos en verdad y en rectitud. 9 Pe Redención ha enviado a su pueblo, Tsade encargó para siempre su pacto, Cof santo y terrible es su Nombre. 10 Resh El principio de la sabiduría es el temor del SEÑOR, Sin buen entendimiento es a todos los que los ponen por obra; Tau su loor permanece para siempre. CAPÍTULO 112 1 Alelu-JAH. Alef Bienaventurado el varón que teme al SEÑOR, Bet y en sus mandamientos se deleita en gran manera. 2 Guímel Su simiente será valiente en la tierra; Dálet la generación de los rectos será bendita. 3 He Hacienda y riquezas habrá en su casa; Vau y su justicia permanece para siempre. 4 Zain Resplandeció en las tinieblas luz a los rectos; Chet clemente, y misericordioso, y justo. 5 Tet El buen varón tiene misericordia y presta, Yod gobierna sus cosas con juicio. 6 Caf Por lo cual no resbalará para siempre, Lámed en memoria eterna será el justo. 7 Mem De mala fama no tendrá temor, Nun su corazón está firme, confiado en el SEÑOR. 8 Sámec Asentado está su corazón, no temerá, Ayin hasta que vea en sus enemigos su deseo. 9 Pe Esparce, da a los pobres, Tsade su justicia permanece para siempre; Cof su cuerno será ensalzado en gloria. 10 Resh Lo verá el impío, y se despechará; Sin crujirá los dientes, y se carcomerá; Tau el deseo de los impíos perecerá. CAPÍTULO 113 1 Alelu-JAH. Alabad, siervos del SEÑOR, alabad el Nombre del SEÑOR. 2 Sea el Nombre del SEÑOR bendito, desde ahora y para siempre. 3 Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, sea alabado el Nombre del SEÑOR. 4 Alto sobre todos los gentiles es el SEÑOR; sobre los cielos es su gloria. 5 ¿Quién como el SEÑOR nuestro Dios? El que enaltece para habitar; 6 que se abaje para ver en el cielo, y en la tierra; 7 que levanta del polvo al pobre, y al menesteroso alza del estiércol; 8 para hacerlo sentar con los príncipes, con los príncipes de su pueblo; 9 que hace habitar en familia a la estéril, para que sea madre de hijos alegre. Alelu-JAH. CAPÍTULO 114 1 Saliendo Israel de Egipto, la casa de Jacob del pueblo bárbaro, 2 Judá fue por su santidad, Israel su señorío. 3 El mar vio, y huyó; el Jordán se volvió atrás. 4 Los montes saltaron como carneros, los collados como corderitos. 5 ¿Qué tuviste, oh mar, que huiste? ¿Y tú, oh Jordán, que te volviste atrás? 6 Oh montes, ¿por qué saltasteis como carneros, y vosotros, collados, como corderitos? 7 A la presencia del Señor tiembla la tierra, a la presencia del Dios de Jacob; 8 el cual tornó la peña en estanque de aguas, y en fuente de aguas la roca. CAPÍTULO 115 1 No a nosotros, oh SEÑOR, no a nosotros, sino a tu Nombre da gloria; por tu misericordia, por tu verdad. 2 Por qué dirán los gentiles: ¿Dónde está ahora su Dios? 3 Y nuestro Dios está en los cielos, todo lo que quiso ha hecho. 4 Los ídolos de ellos son plata y oro, obra de manos de hombres. 5 Tienen boca, mas no hablarán; tienen ojos, mas no verán; 6 orejas tienen, mas no oirán; tienen narices, mas no olerán; 7 manos tienen, mas no palparán; tienen pies, mas no andarán; no hablarán con su garganta. 8 Como ellos sean los que los hacen; cualquiera que en ellos confía. 9 Oh Israel, confía en el SEÑOR; él es su ayuda y su escudo. 10 Casa de Aarón, confiad en el SEÑOR; él es su ayuda y su escudo. 11 Los que teméis al SEÑOR, confiad en el SEÑOR; él es su ayuda y su escudo. 12 El SEÑOR se acordó de nosotros; bendecirá sobremanera a la casa de Israel; bendecirá a la casa de Aarón. 13 Bendecirá a los que temen al SEÑOR; a chicos y a grandes. 14 Acrecentará el SEÑOR bendición sobre vosotros; sobre vosotros y sobre vuestros hijos. 15 Benditos vosotros del SEÑOR, que hizo los cielos y la tierra. 16 Los cielos son los cielos del SEÑOR; y ha dado la tierra a los hijos de los hombres. 17 No alabarán los muertos a JAH, ni todos los que descienden al silencio; 18 mas nosotros bendeciremos a JAH, desde ahora y para siempre. Alelu-JAH. CAPÍTULO 116 1 Amo al SEÑOR, porque ha oído mi voz y mis súplicas. 2 Porque ha inclinado a mí su oído, le invocaré en todos mis días. 3 Me rodearon los dolores de la muerte, me encontraron las angustias del sepulcro; angustia y dolor había yo hallado. 4 Entonces invoqué el Nombre del SEÑOR, diciendo: Libra ahora, oh SEÑOR, mi alma. 5 Clemente es el SEÑOR y justo; sí, misericordioso es nuestro Dios. 6 El SEÑOR guarda a los simples; estaba debilitado, y me salvó. 7 Vuelve, oh alma mía, a tu reposo; porque el SEÑOR te ha hecho bien. 8 Porque has librado mi alma de la muerte, mis ojos de lágrimas, y mis pies de resbalar. 9 Andaré delante del SEÑOR en la tierra de los vivientes. 10 Creí; por tanto hablé, y fui afligido en gran manera. 11 Y dije en mi apresuramiento: Todo hombre es mentiroso. 12 ¿Qué pagaré al SEÑOR por todos sus beneficios para conmigo? 13 Tomaré la copa de la salud, e invocaré el Nombre del SEÑOR. 14 Ahora pagaré mis votos al SEÑOR delante de todo su pueblo. 15 Estimada es en los ojos del SEÑOR la muerte de sus misericordiosos. 16 Así es oh SEÑOR, porque yo soy tu siervo, yo soy tu siervo, hijo de tu sierva; tú rompiste mis prisiones. 17 Te ofreceré sacrificio de alabanza, e invocaré el Nombre del SEÑOR. 18 Ahora pagaré mis votos al SEÑOR delante de todo su pueblo; 19 en los atrios de la Casa del SEÑOR, en medio de ti, oh Jerusalén. Alelu-JAH. CAPÍTULO 117 1 Alabad al SEÑOR todos los gentiles; alabadle todos los pueblos. 2 Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia; y la verdad del SEÑOR es para siempre. Alelu-JAH. CAPÍTULO 118 1 Alabad al SEÑOR, porque es bueno; porque para siempre es su misericordia. 2 Diga ahora Israel: Que para siempre es su misericordia. 3 Diga ahora la casa de Aarón: Que para siempre es su misericordia. 4 Digan ahora los que temen al SEÑOR: Que eterna es su misericordia. 5 Desde la angustia invoqué a JAH; y me respondió JAH, poniéndome en anchura. 6 El SEÑOR está por mí; no temeré lo que me pueda hacer el hombre. 7 El SEÑOR está por mí entre los que me ayudan; por tanto yo veré mi deseo en los que me aborrecen. 8 Mejor es esperar en el SEÑOR que esperar en hombre. 9 Mejor es esperar en el SEÑOR que esperar en príncipes. 10 Todas las naciones me cercaron; en el nombre del SEÑOR, que yo los talaré. 11 Me cercaron y me asediaron; en el nombre del SEÑOR, que yo los talaré. 12 Me cercaron como abejas, fueron apagados como fuegos de espinos; en el nombre del SEÑOR, que yo los talaré. 13 Me empujaste con violencia para que cayese; pero el SEÑOR me ayudó. 14 Mi fortaleza y mi canción es JAH, y él me ha sido por salud. 15 Voz de júbilo y de salud hay en las tiendas de los justos, la diestra del SEÑOR hace valentías. 16 La diestra del SEÑOR es sublime, la diestra del SEÑOR hace valentías. 17 No moriré, sino que viviré, y contaré las obras de JAH. 18 Me castigó gravemente JAH, mas no me entregó a la muerte. 19 Abridme las puertas de la justicia, entraré por ellas, alabaré a JAH. 20 Esta puerta es del SEÑOR, por ella entrarán los justos. 21 Te alabaré porque me has oído, y me fuiste por salud. 22 La piedra que desecharon los edificadores, ha venido a ser cabeza del ángulo. 23 De parte del SEÑOR es esto, es maravilla en nuestros ojos. 24 Este es el día que hizo el SEÑOR, nos gozaremos y alegraremos en él. 25 Oh SEÑOR, salva ahora, te ruego; oh SEÑOR, te ruego nos hagas prosperar ahora. 26 Bendito el que viene en Nombre del SEÑOR, desde la Casa del SEÑOR os bendecimos. 27 Dios es el SEÑOR que nos ha resplandecido, atad víctimas con cuerdas a los cuernos del altar. 28 Mi Dios eres tú, y a ti alabaré; Dios mío, a ti ensalzaré. 29 Alabad al SEÑOR, porque es bueno; porque para siempre es su misericordia. CAPÍTULO 119 1 ALEF Bienaventurado los perfectos de camino; los que andan en la ley del SEÑOR. 2 Bienaventurados los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan. 3 Pues los que no hacen iniquidad, andan en sus caminos. 4 Tú encargaste tus mandamientos, que sean muy guardados. 5 ¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos a guardar tus estatutos! 6 Entonces no sería yo avergonzado, cuando mirase en todos tus mandamientos. 7 Te alabaré con rectitud de corazón, cuando aprendiere los juicios de tu justicia. 8 Tus estatutos guardaré, no me dejes enteramente. 9 BET ¿Con qué limpiará el joven su camino? Cuando guardare tu palabra. 10 Con todo mi corazón te he buscado, no me dejes errar de tus mandamientos. 11 En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti. 12 Bendito tú, oh SEÑOR, enséñame tus estatutos. 13 Con mis labios he contado todos los juicios de tu boca. 14 En el camino de tus testimonios me he gozado, como sobre toda riqueza. 15 En tus mandamientos meditaré, y consideraré tus caminos. 16 En tus estatutos me recrearé, no me olvidaré de tus palabras. 17 GUIMEL Haz este bien a tu siervo que viva, y guarde tu palabra. 18 Destapa mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley. 19 Advenedizo soy yo en la tierra, no encubras de mí tus mandamientos. 20 Quebrantada está mi alma de desear tus juicios todo el tiempo. 21 Destruiste a los soberbios, malditos los que yerran de tus mandamientos. 22 Aparta de mí, oprobio y menosprecio; porque tus testimonios he guardado. 23 Príncipes también se sentaron y hablaron contra mí, hablando tu siervo en tus estatutos. 24 Pues tus testimonios son mis deleites, y mis consejeros. 25 DALET Se apegó con el polvo mi alma, vivifícame según tu palabra. 26 Mis caminos te conté, y me has respondido; enséñame tus estatutos. 27 Hazme entender el camino de tus mandamientos, y meditaré de tus maravillas. 28 Se deshace mi alma de ansiedad, confírmame según tu palabra. 29 Aparta de mí, camino de mentira; y de tu ley hazme misericordia. 30 Escogí el camino de la verdad; he puesto tus juicios delante de mí. 31 Me he allegado a tus testimonios; oh SEÑOR, no me avergüences. 32 Por el camino de tus mandamientos correré, cuando ensanchares mi corazón. 33 HE Enséñame, oh SEÑOR, el camino de tus estatutos, y lo guardaré hasta el fin. 34 Dame entendimiento, y guardaré tu ley; y la cumpliré de todo corazón. 35 Guíame por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo mi voluntad. 36 Inclina mi corazón a tus testimonios, y no a la avaricia. 37 Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; avívame en tu camino. 38 Confirma tu palabra a tu siervo, que te teme. 39 Quita de mí el oprobio que he temido, porque buenos son tus juicios. 40 He aquí yo he codiciado tus mandamientos, vivifícame en tu justicia. 41 VAU Y venga a mí tu misericordia, oh SEÑOR; tu salud, conforme a tu dicho. 42 Y daré por respuesta a mi avergonzador, que en tu palabra he confiado. 43 Y no quites de mi boca en ningún tiempo la palabra de verdad; porque a tu juicio espero. 44 Y guardaré tu ley siempre, por siglo de siglo. 45 Y andaré en anchura, porque busqué tus mandamientos. 46 Y hablaré de tus testimonios delante de los reyes, y no me avergonzaré. 47 Y me deleitaré en tus mandamientos, que he amado. 48 Alzaré asimismo mis manos a tus mandamientos que amé; y meditaré en tus estatutos. 49 ZAIN Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar. 50 Esta es mi consolación en mi aflicción, porque tu dicho me vivificó. 51 Los soberbios se burlaron mucho de mí, mas no me he apartado de tu ley. 52 Me acordé, oh SEÑOR, de tus juicios antiguos, y me consolé. 53 Horror se apoderó de mí, a causa de los impíos que dejan tu ley. 54 Canciones me son tus estatutos en la casa de mis peregrinaciones. 55 Me acordé en la noche de tu Nombre, oh SEÑOR, y guardé tu ley. 56 Esto tuve, porque guardaba tus mandamientos. 57 CHET Mi porción, oh SEÑOR, dije, será guardar tus palabras. 58 Tu presencia supliqué de todo corazón, ten misericordia de mí según tu palabra. 59 Consideré mis caminos, y torné mis pies a tus testimonios. 60 Me apresuré, y no me retardé en guardar tus mandamientos. 61 Compañía de impíos me han robado, mas no me he olvidado de tu ley. 62 A medianoche me levantaré a alabarte sobre los juicios de tu justicia. 63 Compañero soy yo a todos los que te temieren, y guardaren tus mandamientos. 64 De tu misericordia, oh SEÑOR, está llena la tierra; tus estatutos me enseñan. 65 TET Bien has hecho con tu siervo, oh SEÑOR, conforme a tu palabra. 66 Bondad de sentido y sabiduría me enseña; porque tus mandamientos he creído. 67 Antes que fuera humillado, yo erraba; mas ahora tu dicho guardo. 68 Bueno eres tú, y bienhechor; enséñame tus estatutos. 69 Sobre mí fabricaron mentira los soberbios, mas yo guardaré de todo corazón tus mandamientos. 70 Se engrosó el corazón de ellos como sebo; mas yo en tu ley me he deleitado. 71 Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos. 72 Mejor me es la ley de tu boca, que millares de oro y plata. 73 YOD Tus manos me hicieron y me formaron; hazme entender, y aprenderé tus mandamientos. 74 Los que te temen, me verán, y se alegrarán; porque en tu palabra he esperado. 75 Conozco, oh SEÑOR, que tus juicios son la misma justicia, y que con verdad me afligiste. 76 Sea ahora tu misericordia para consolarme, conforme a lo que has dicho a tu siervo. 77 Vengan a mí tus misericordias, y viva; porque tu ley es mi deleite. 78 Sean avergonzados los soberbios, porque sin causa me han calumniado; pero yo, meditaré en tus mandamientos. 79 Tórnense a mí los que te temen y conocen tus testimonios. 80 Sea mi corazón perfecto en tus estatutos; para que no sea yo avergonzado. 81 CAF Desfalleció de deseo mi alma por tu salud, esperando a tu palabra. 82 Desfallecieron mis ojos por tu dicho, diciendo: ¿Cuándo me consolarás? 83 Porque estoy como el odre al humo; mas no he olvidado tus estatutos. 84 ¿Cuántos son los días de tu siervo? ¿Cuándo harás juicio contra los que me persiguen? 85 Los soberbios me han cavado hoyos; mas no obran según tu ley. 86 Todos tus mandamientos son la misma verdad; sin causa me persiguen; ayúdame. 87 Casi me han consumido por tierra; mas yo no he dejado tus mandamientos. 88 Conforme a tu misericordia vivifícame, y guardaré los testimonios de tu boca. 89 LAMED Para siempre, oh SEÑOR, permanece tu palabra en los cielos. 90 Por generación y generación es tu verdad; tú afirmaste la tierra, y persevera. 91 Por tu ordenación perseveran hasta hoy; porque todas ellas son tus siervos. 92 Si tu ley no hubiese sido mi delicia, ya hubiera perecido en mi aflicción. 93 Nunca jamás me olvidaré de tus mandamientos; porque con ellos me has vivificado. 94 Tuyo soy yo, guárdame; porque he buscado tus mandamientos. 95 Los impíos me han aguardado para destruirme; mas yo entenderé en tus testimonios. 96 A toda perfección he visto fin; amplio sobremanera es tu mandamiento. 97 MEM ¡Cuánto he amado tu ley! Todo el día es ella mi meditación. 98 Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos; porque me son eternos. 99 Más que todos mis enseñadores he entendido; porque tus testimonios han sido mi meditación. 100 Más que los viejos he entendido, porque he guardado tus mandamientos. 101 De todo mal camino detuve mis pies, para guardar tu palabra. 102 De tus juicios no me aparté; porque tú me enseñaste. 103 ¡Cuán dulces han sido a mi paladar tus dichos! Más que la miel a mi boca. 104 De tus mandamientos he adquirido entendimiento; por tanto he aborrecido todo camino de mentira. 105 NUN Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbre a mi camino. 106 Juré y ratifiqué el guardar los juicios de tu justicia. 107 Afligido estoy en gran manera; oh SEÑOR, vivifícame conforme a tu palabra. 108 Te ruego, oh SEÑOR, que te sean agradables los sacrificios voluntarios de mi boca; y enséñame tus juicios. 109 De continuo está mi alma en mi mano; mas no me he olvidado de tu ley. 110 Me pusieron lazo los impíos; pero yo no me desvié de tus mandamientos. 111 Por heredad he tomado tus testimonios para siempre; porque son el gozo de mi corazón. 112 Mi corazón incliné a poner por obra tus estatutos de continuo, hasta el fin. 113 SAMEC Los pensamientos vanos aborrezco; y tu ley he amado. 114 Mi escondedero y mi escudo eres tú; a tu palabra he esperado. 115 Apartaos de mí los malignos, y guardaré los mandamientos de mi Dios. 116 Susténtame conforme a tu palabra, y viviré; y no me frustres de mi esperanza. 117 Sosténme, y seré salvo; y me deleitaré siempre en tus estatutos. 118 Atropellaste a todos los que yerran de tus estatutos; porque mentira es su engaño. 119 Como escorias hiciste deshacer a todos los impíos de la tierra; por tanto yo he amado tus testimonios. 120 Mi carne se ha estremecido por temor de ti; y de tus juicios tengo miedo. 121 AYIN Juicio y justicia he hecho; no me dejes a mis opresores. 122 Responde por tu siervo para bien; no me hagan violencia los soberbios. 123 Mis ojos desfallecieron por tu salud, y por el dicho de tu justicia. 124 Haz con tu siervo según tu misericordia, y enséñame tus estatutos. 125 Tu siervo soy yo, dame entendimiento; para que sepa tus testimonios. 126 Tiempo es de actuar, oh SEÑOR; han disipado tu ley. 127 Por eso he amado tus mandamientos más que el oro, y más que oro muy puro. 128 Por eso todos los mandamientos de todas las cosas estimé rectos; aborrecí todo camino de mentira. 129 PE Maravillosos son tus testimonios; por tanto los ha guardado mi alma. 130 La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los simples. 131 Mi boca abrí y suspiré; porque deseaba tus mandamientos. 132 Mírame, y ten misericordia de mí, como acostumbras con los que aman tu Nombre. 133 Ordena mis pasos con tu palabra; y ninguna iniquidad se enseñoree de mí. 134 Redímeme de la violencia de los hombres; y guardaré tus mandamientos. 135 Haz que tu rostro resplandezca sobre tu siervo; y enséñame tus estatutos. 136 Ríos de agua descendieron de mis ojos, porque no guardaban tu ley. 137 TSADE Justo eres tú, oh SEÑOR, y rectos tus juicios. 138 Encargaste la justicia es a saber tus testimonios, y tu verdad. 139 Mi celo me ha consumido; porque mis enemigos se olvidaron de tus palabras. 140 Sumamente pura es tu palabra; y tu siervo la ama. 141 Pequeño soy yo y desechado; mas no me he olvidado de tus mandamientos. 142 Tu justicia es justicia eterna, y tu ley la misma verdad. 143 Aflicción y angustia me hallaron; mas tus mandamientos fueron mis deleites. 144 Justicia eterna son tus testimonios; dame entendimiento, y viviré. 145 COF Clamé con todo mi corazón; respóndeme, SEÑOR, y guardaré tus estatutos. 146 Clamé a ti; sálvame, y guardaré tus testimonios. 147 Me anticipé al alba, y clamé; esperé en tu palabra. 148 Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche, para meditar en tus dichos. 149 Oye mi voz conforme a tu misericordia, oh SEÑOR; vivifícame conforme a tu juicio. 150 Se acercaron a la maldad los que me persiguen; se alejaron de tu ley. 151 Cercano estás tú, oh SEÑOR; y todos tus mandamientos son la misma verdad. 152 Hace ya mucho que he entendido de tus mandamientos, que para siempre los fundaste. 153 RESH Mira mi aflicción, y líbrame; porque de tu ley no me he olvidado. 154 Aboga mi causa, y redímeme; vivifícame con tu dicho. 155 Lejos está de los impíos la salud; porque no buscan tus estatutos. 156 Muchas son tus misericordias, oh SEÑOR; vivifícame conforme a tus juicios. 157 Muchos son mis perseguidores y mis enemigos; mas de tus testimonios no me he apartado. 158 Veía a los prevaricadores, y me carcomía; porque no guardaban tus palabras. 159 Mira, oh SEÑOR, que amo tus mandamientos; vivifícame conforme a tu misericordia. 160 El principio de tu palabra es la misma verdad; y eterno es todo juicio de tu justicia. 161 SIN Príncipes me han perseguido sin causa; mas mi corazón tuvo miedo de tus palabras. 162 Me gozo sobre tu dicho, como el que halla muchos despojos. 163 La mentira aborrezco y abomino; tu ley amo. 164 Siete veces al día te alabo sobre los juicios de tu justicia. 165 Mucha paz tienen los que aman tu ley; y no hay para ellos tropiezo. 166 Tu salud he esperado, oh SEÑOR; y tus mandamientos he puesto por obra. 167 Mi alma ha guardado tus testimonios, y los he amado en gran manera. 168 He guardado tus mandamientos, y tus testimonios; porque todos mis caminos están delante de ti. 169 TAU Acérquese mi clamor delante de ti, oh SEÑOR; dame entendimiento conforme a tu palabra. 170 Venga mi oración delante de ti; líbrame conforme a tu dicho. 171 Mis labios rebosarán alabanza, cuando me enseñares tus estatutos. 172 Hablará mi lengua tus dichos; porque todos tus mandamientos son la misma justicia. 173 Sea tu mano en mi socorro; porque tus mandamientos he escogido. 174 He deseado tu salud, oh SEÑOR; y tu ley es mi delicia. 175 Viva mi alma y alábale; y tus juicios me ayuden. 176 Yo me perdí como oveja extraviada; busca a tu siervo; porque no me he olvidado de tus mandamientos. CAPÍTULO 120 1 Canción de las gradas. Al SEÑOR llamé estando en angustia, y él me respondió. 2 Libra mi alma, oh SEÑOR, del labio mentiroso, de la lengua engañosa. 3 ¿Qué te dará a ti, o qué te añadirá la lengua engañosa? 4 Agudas saetas de valiente, con brasas de enebro. 5 ¡Ay de mí, que peregrino en Mesec, y habito con las tiendas de Cedar! 6 Mucho se detiene mi alma con los que aborrecen la paz. 7 Yo soy pacífico; y cuando hablo, ellos guerrean. CAPÍTULO 121 1 Canción de las gradas. Alzaré mis ojos a los montes, de donde vendrá mi socorro. 2 Mi socorro viene de parte del SEÑOR, que hizo los cielos y la tierra. 3 No dará tu pie al resbaladero; ni se dormirá el que te guarda. 4 He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel. 5 El SEÑOR será tu guardador; el SEÑOR será tu sombra a tu mano derecha. 6 El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche. 7 El SEÑOR te guardará de todo mal; el guardará tu alma. 8 El SEÑOR guardará tu salida y tu entrada, desde ahora y para siempre. CAPÍTULO 122 1 Canción de las gradas: de David. Yo me alegré con los que me decían: A la Casa del SEÑOR iremos. 2 Nuestros pies estuvieron en tus puertas, oh Jerusalén; 3 Jerusalén, la que es edificada como una ciudad que está bien unida entre sí. 4 Porque allá subieron las tribus, las tribus de JAH, el testimonio a Israel, para alabar el Nombre del SEÑOR. 5 Porque allá están los tronos del juicio, los tronos de la casa de David. 6 Demandad la paz de Jerusalén; sean pacificados los que te aman. 7 Haya paz en tu antemuro, y descanso en tus palacios. 8 A causa de mis hermanos y mis compañeros hablaré ahora paz de ti. 9 A causa de la Casa del SEÑOR nuestro Dios, buscaré bien para ti. CAPÍTULO 123 1 Canción de las gradas. A ti alcé mis ojos, a ti que habitas en los cielos. 2 He aquí como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, y como los ojos de la sierva a la mano de su señora; así nuestros ojos miran al SEÑOR nuestro Dios, hasta que tenga misericordia de nosotros. 3 Ten misericordia de nosotros, oh SEÑOR, ten misericordia de nosotros; porque estamos muy hastiados de menosprecio. 4 Muy hastiada está nuestra alma del escarnio de los que están en holgura; del menosprecio de los soberbios. CAPÍTULO 124 1 Canción de las gradas: de David. Al no haber estado el SEÑOR por nosotros, diga ahora Israel: 2 Al no haber estado el SEÑOR por nosotros, cuando se levantaron contra nosotros los hombres, 3 vivos nos habrían entonces tragado, cuando se encendió su furor contra nosotros. 4 Entonces nos habrían inundado las aguas; sobre nuestra alma hubiera pasado el torrente; 5 hubieran entonces pasado sobre nuestra alma las aguas soberbias. 6 Bendito el SEÑOR, que no nos dio por presa a sus dientes. 7 Nuestra alma escapó cual ave del lazo de los cazadores; se quebró el lazo, y escapamos nosotros. 8 Nuestro socorro fue en el Nombre del SEÑOR, que hizo el cielo y la tierra. CAPÍTULO 125 1 Canción de las gradas. Los que confían en el SEÑOR son como el monte de Sion que no deslizará; estará para siempre. 2 Como Jerusalén tiene montes alrededor de ella, así el SEÑOR alrededor de su pueblo desde ahora y para siempre. 3 Porque no reposará la vara de la impiedad sobre la suerte de los justos; porque no extiendan los justos sus manos a la iniquidad. 4 Haz bien, oh SEÑOR, a los buenos, y a los que son rectos en sus corazones. 5 Mas a los que se apartan tras sus perversidades, el SEÑOR los llevará con los que obran iniquidad; y paz sea sobre Israel. CAPÍTULO 126 1 Canción de las gradas. Cuando el SEÑOR hiciere tornar la cautividad de Sion, seremos como los que sueñan. 2 Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; entonces dirán entre los gentiles: Grandes cosas ha hecho el SEÑOR con éstos. 3 Grandes cosas ha hecho el SEÑOR con nosotros; estaremos alegres. 4 Haz volver nuestra cautividad oh SEÑOR, como los arroyos en el austro. 5 Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. 6 Irá andando y llorando el que lleva la preciosa simiente; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas. CAPÍTULO 127 1 Canción de las gradas: para Salomón. Si el SEÑOR no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si el SEÑOR no guardare la ciudad, en vano vela la guardia. 2 Por demás os es el madrugar a levantaros, el veniros tarde a reposar, el comer pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño. 3 He aquí, heredad del SEÑOR son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre. 4 Como saetas en mano del valiente, así son los hijos mancebos. 5 Dichoso el varón que llenó su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta. CAPÍTULO 128 1 Canción de las gradas. Bienaventurado todo aquel que teme al SEÑOR, que anda en sus caminos. 2 Cuando comieres el trabajo de tus manos, dichoso tú, y tendrás bien. 3 Tu mujer será como la vid que lleva fruto a los lados de tu casa; tus hijos como plantas de olivas alrededor de tu mesa. 4 He aquí que así será bendito el varón que teme al SEÑOR. 5 Bendígate el SEÑOR desde Sion, y veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida. 6 Y veas a los hijos de tus hijos, la paz sea sobre Israel. CAPÍTULO 129 1 Canción de las gradas. Mucho me han angustiado desde mi juventud, diga ahora Israel: 2 Mucho me han angustiado desde mi juventud; mas no prevalecieron contra mí. 3 Sobre mis espaldas araron los aradores; hicieron largos surcos. 4 El SEÑOR es justo; cortó las coyundas de los impíos. 5 Serán avergonzados y vueltos atrás todos los que aborrecen a Sion. 6 Serán como la hierba de los tejados, que se seca antes que crezca; 7 de la cual no llenó el segador su mano, ni sus brazos el que hace gavillas. 8 Ni dijeron los que pasaban: La bendición del SEÑOR sea sobre vosotros; os bendecimos en el Nombre del SEÑOR. CAPÍTULO 130 1 Canción de las gradas. De lo profundo te llamo, oh SEÑOR. 2 Señor, oye mi voz; estén atentos tus oídos a la voz de mi oración. 3 JAH, si mirares a los pecados, ¿Señor quién persistirá? 4 Por lo cual hay perdón cerca de ti, para que seas temido. 5 Esperé yo al SEÑOR, esperó mi alma; a su palabra he esperado. 6 Mi alma esperó al SEÑOR más que los centinelas esperan a la mañana, más que los centinelas a la mañana. 7 Espere Israel al SEÑOR; porque con el SEÑOR hay misericordia; y abundante redención cerca de él. 8 Y él redimirá a Israel de todos sus pecados. CAPÍTULO 131 1 Canción de las gradas: de David. SEÑOR, mi corazón no se ha envanecido, ni mis ojos se enaltecieron; ni anduve en grandezas, ni en cosas maravillosas más de lo que me pertenecía. 2 Sino que me puse en silencio, e hice callar mi alma, sea yo como el destetado de su madre; como el destetado de mi propia vida. 3 Espera, oh Israel, al SEÑOR desde ahora y para siempre. CAPÍTULO 132 1 Canción de las gradas. Acuérdate, oh SEÑOR, de David, de toda su aflicción; 2 de cómo juró al SEÑOR, prometió al Fuerte de Jacob: 3 No entraré en la morada de mi casa, ni subiré sobre el lecho de mi estrado; 4 no daré sueño a mis ojos, ni a mis párpados adormecimiento, 5 hasta que halle lugar para el SEÑOR, moradas para el Fuerte de Jacob. 6 He aquí, en Efrata oímos de ella; la hallamos en los campos del bosque. 7 Entraremos en sus tiendas; adoremos al estrado de sus pies. 8 Levántate, oh SEÑOR, a tu reposo; tú y el arca de tu fortaleza. 9 Tus sacerdotes se vistan de justicia, y se regocijen tus misericordiosos. 10 Por amor de David tu siervo no vuelvas de tu ungido el rostro. 11 Juró el SEÑOR verdad a David, no se apartará de ella; del fruto de tu vientre pondré sobre tu trono. 12 Si tus hijos guardaren mi alianza, y mi testimonio que yo les enseñaré; sus hijos también se sentarán sobre tu trono para siempre. 13 Porque el SEÑOR ha elegido a Sion; la deseó por habitación para sí. 14 Este será mi reposo para siempre; aquí habitaré, porque la he deseado. 15 Bendeciré abundantemente su provisión; a sus pobres saciaré de pan. 16 Y a sus sacerdotes vestiré de salud, y sus misericordiosos exultarán de gozo. 17 Allí haré reverdecer el cuerno de David; yo he aparejado lámpara a mi ungido. 18 A sus enemigos vestiré de confusión; y sobre él florecerá su corona. CAPÍTULO 133 1 Canción de las gradas: de David. ¡Mirad cuán bueno y cuán suave es habitar los hermanos igualmente en uno! 2 Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, que desciende sobre el borde de sus vestiduras; 3 como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion. Porque allí envía el SEÑOR bendición, y vida eterna. CAPÍTULO 134 1 Canción de las gradas. Mirad, bendecid al SEÑOR, vosotros todos los siervos del SEÑOR, los que en la Casa del SEÑOR estáis por las noches. 2 Alzad vuestras manos al santuario, y bendecid al SEÑOR. 3 Bendígate el SEÑOR desde Sion, el que hizo los cielos y la tierra. CAPÍTULO 135 1 Alelu-JAH. Alabad el Nombre del SEÑOR; Alabadle, siervos del SEÑOR; 2 los que estáis en la Casa del SEÑOR, en los atrios de la Casa de nuestro Dios. 3 Alabad a JAH, porque es bueno el SEÑOR; cantad salmos a su Nombre, porque es suave. 4 Porque JAH ha escogido a Jacob para sí, a Israel por posesión suya. 5 Porque yo sé que el SEÑOR es grande, y el Señor nuestro, mayor que todos los dioses. 6 Todo lo que quiso el SEÑOR, hizo en los cielos y en la tierra; en los mares, y en todos los abismos. 7 El que hace subir las nubes del cabo de la tierra; hizo los relámpagos en la lluvia; el que saca los vientos de sus tesoros. 8 El que hirió los primogénitos de Egipto, desde el hombre hasta la bestia. 9 Envió señales y prodigios en medio de ti, oh Egipto, sobre el Faraón, y sobre todos sus siervos. 10 El que hirió muchos gentiles, y mató reyes poderosos: 11 A Sehón rey amorreo, y a Og rey de Basán, y a todos los reinos de Canaán. 12 Y dio la tierra de ellos en heredad, en heredad a Israel su pueblo. 13 Oh SEÑOR, tu Nombre es eterno; tu memoria, oh SEÑOR para generación y generación. 14 Porque juzgará el SEÑOR su pueblo, y sobre sus siervos se arrepentirá. 15 Los ídolos de los gentiles son plata y oro, obra de manos de hombres. 16 Tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no ven; 17 tienen orejas, y no oyen; tampoco hay espíritu en sus bocas. 18 Como ellos sean los que los hacen; y todos los que en ellos confían. 19 Casa de Israel, bendecid al SEÑOR; casa de Aarón, bendecid al SEÑOR; 20 casa de Leví, bendecid al SEÑOR; los que teméis al SEÑOR, bendecid al SEÑOR. 21 Bendito el SEÑOR de Sion, el que mora en Jerusalén. Alelu-JAH. CAPÍTULO 136 1 Alabad al SEÑOR, porque es bueno; porque para siempre es su misericordia. 2 Alabad al Dios de dioses, porque para siempre es su misericordia. 3 Alabad al Señor de señores, porque para siempre es su misericordia. 4 Al único que hace grandes maravillas, porque para siempre es su misericordia. 5 Al que hizo los cielos con entendimiento, porque para siempre es su misericordia. 6 Al que tendió la tierra sobre las aguas, porque para siempre es su misericordia; 7 al que hizo las grandes luminarias, porque para siempre es su misericordia; 8 el sol para que dominase en el día, porque para siempre es su misericordia; 9 la luna y las estrellas para que dominasen en la noche, porque para siempre es su misericordia. 10 Al que hirió a Egipto en sus primogénitos, porque para siempre es su misericordia. 11 Al que sacó a Israel de en medio de ellos, porque para siempre es su misericordia; 12 con mano fuerte, y brazo extendido, porque para siempre es su misericordia. 13 Al que dividió el mar Bermejo en partes, porque para siempre es su misericordia; 14 e hizo pasar a Israel por en medio de él, porque para siempre es su misericordia; 15 y sacudió al Faraón y a su ejército en el mar Bermejo, porque para siempre es su misericordia. 16 Al que pastoreó a su pueblo por el desierto, porque para siempre es su misericordia. 17 Al que hirió grandes reyes, porque para siempre es su misericordia; 18 y mató reyes poderosos, porque para siempre es su misericordia; 19 a Sehón rey amorreo, porque para siempre es su misericordia, 20 Y a Og rey de Basán, porque para siempre es su misericordia. 21 Y dio la tierra de ellos en heredad, porque para siempre es su misericordia; 22 En heredad a Israel su siervo, porque para siempre es su misericordia. 23 El es el que en nuestro abatimiento se acordó de nosotros, porque para siempre es su misericordia; 24 y nos rescató de nuestros enemigos, porque para siempre es su misericordia. 25 El que da sustento a toda carne, porque para siempre es su misericordia. 26 Alabad al Dios de los cielos; porque para siempre es su misericordia. CAPÍTULO 137 1 Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, acordándonos de Sion. 2 Sobre los sauces que están en medio de ella colgamos nuestras arpas; 3 cuando nos pedían allí, los que nos cautivaron, las palabras de la canción, (colgadas nuestras arpas de alegría) diciendo: Cantadnos de las canciones de Sion. 4 ¿Cómo cantaremos canción del SEÑOR en tierra de extraños? 5 Si me olvidare de ti, oh Jerusalén, mi diestra sea olvidada. 6 Mi lengua se pegue a mi paladar, si de ti no me acordare; si no ensalzare a Jerusalén como preferente asunto de mi alegría. 7 Acuérdate, oh SEÑOR, de los hijos de Edom en el día de Jerusalén; quienes decían: Arrasadla, arrasadla hasta los cimientos. 8 Hija de Babilonia destruida, dichoso el que te diere tu pago, que nos pagaste a nosotros. 9 Dichoso el que tomará y estrellará tus niños a las piedras. CAPÍTULO 138 1 De David. Te Alabaré con todo mi corazón; delante de los dioses te cantaré salmos. 2 Adoraré al templo de tu santidad, y alabaré tu Nombre sobre tu misericordia y tu verdad; porque has hecho magnífico tu Nombre, y has engrandecido tu dicho sobre todas las cosas. 3 El día que llamé, me respondiste; me fortaleciste con fortaleza en mi alma. 4 Te confesarán, oh SEÑOR, todos los reyes de la tierra, porque oyeron los dichos de tu boca. 5 Y cantarán de los caminos del SEÑOR, que la gloria del SEÑOR es grande. 6 Porque el alto SEÑOR mira al humilde; y al altivo no lo conoce. 7 Si anduviere yo por medio de la angustia, tú me vivificarás; contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano, y tu diestra me salvará. 8 El SEÑOR cumplirá por mí; tu misericordia, oh SEÑOR, es para siempre; no dejarás la obra de tus manos. CAPÍTULO 139 1 Al Vencedor: de David: Salmo. SEÑOR, tú me has examinado y conocido. 2 Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme, has entendido desde lejos mis pensamientos. 3 Mi andar y mi reposo has ceñido, y todos mis caminos has aparejado. 4 Pues aun no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh SEÑOR, tú la supiste toda. 5 Rostro y envés tú me formaste, y sobre mí pusiste tu mano. 6 Más maravillosa es su ciencia que mi capacidad; alta es, no puedo comprenderla. 7 ¿Adónde me iré de tu Espíritu? ¿Y adónde huiré de tu presencia? 8 Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si hiciere mi estrado en el infierno, hete allí. 9 Si tomare las alas del alba, y habitare en el extremo del mar, 10 aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra. 11 Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá por causa de mí. 12 Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; las tinieblas son como la luz. 13 Porque tú poseíste mis riñones; me cubriste en el vientre de mi madre. 14 Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma conoce en gran manera. 15 No fue encubierto mi cuerpo de ti, aunque yo fui hecho en secreto, y entretejido en lo profundo de la tierra. 16 Tus ojos vieron mi cuerpo aun imperfecto, y en tu libro todos mis miembros estaban escritos; que fueron luego formados, sin faltar uno de ellos. 17 Así que ¡cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán multiplicadas son sus cuentas! 18 Si los cuento, se multiplican más que la arena; despierto, y aún estoy contigo. 19 De cierto, oh Dios, matarás al impío; apartaos, pues, de mí, los varones sanguinarios, 20 que te dicen blasfemias; se ensoberbecen en vano tus enemigos. 21 ¿No tuve en odio, oh SEÑOR, a los que te aborrecen, y peleo contra tus enemigos? 22 De entero odio los aborrecí; los tuve por enemigos. 23 Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; 24 y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno. CAPÍTULO 140 1 Al Vencedor: Salmo de David. Líbrame, oh SEÑOR, del hombre malo; de varón de iniquidades me guarde. 2 Los cuales pensaron males en el corazón, cada día urden contiendas. 3 Aguzaron su lengua como la serpiente; veneno de áspid hay debajo de sus labios. (Selah.) 4 Guárdame, oh SEÑOR, de manos del impío, de varón de injurias me guarde; que han pensado trastornar mis pasos. 5 Me han escondido lazo y cuerdas los soberbios; han tendido red; en el lugar de la senda me han puesto lazos. (Selah.) 6 He dicho al SEÑOR: Dios mío eres tú; escucha, oh SEÑOR, la voz de mis ruegos. 7 Oh DIOS el Señor, fortaleza de mi salud, cubre mi cabeza el día de las armas. 8 No des, oh SEÑOR, al impío sus deseos; no saques adelante su pensamiento, para que no se ensoberbezca. (Selah.) 9 En cuanto a la cabeza de los que me cercan, la perversidad de sus labios la cubra. 10 Caigan sobre ellos brasas; en el fuego los haga caer, en profundos hoyos de donde no salgan. 11 El varón deslenguado no será firme en la tierra; el mal cazará al varón de injuria para derribarle. 12 Yo sé que hará el SEÑOR el juicio del pobre, el juicio de los menesterosos. 13 Ciertamente los justos alabarán tu Nombre; los rectos morarán en tu presencia. CAPÍTULO 141 1 Salmo de David. SEÑOR, a ti he llamado; apresúrate a mí; escucha mi voz, cuando te llamare. 2 Sea enderezada mi oración delante de ti como un perfume, el don de mis manos como el sacrificio de la tarde. 3 Pon, oh SEÑOR, guarda a mi boca; guarda la puerta de mis labios. 4 No inclines mi corazón a cosa mala, a hacer obras con impiedad con los varones que obran iniquidad; y no coma yo de sus deleites. 5 Que me hiera el justo con misericordia, y que me reprenda; y halago de príncipe inicuo no unte mi cabeza; porque aun mi oración será contra sus males. 6 Serán derribados en lugares peñascosos sus jueces, y oirán mis palabras, que son suaves. 7 Como quien hiende y rompe leños en tierra, son esparcidos nuestros huesos a la boca de la sepultura. 8 Por tanto a ti, oh DIOS el Señor, miran mis ojos; en ti he confiado, no desampares mi alma. 9 Guárdame de las manos del lazo que me han tendido, y de los lazos de los que obran iniquidad. 10 Caigan los impíos a una en sus redes, mientras yo pasaré adelante para siempre. CAPÍTULO 142 1 Masquil de David: Oración que hizo cuando estaba en la cueva. Con mi voz clamaré al SEÑOR, con mi voz pediré misericordia al SEÑOR. 2 Delante de él derramaré mi querella; delante de él denunciaré mi angustia. 3 Cuando mi espíritu se angustiaba dentro de mí, tú conociste mi senda. En el camino en que andaba, me escondieron lazo. 4 Miraba a la mano derecha, y observaba; mas no había quién me conociese; no tuve refugio, no había quién volviese por mi vida. 5 Clamé a ti, oh SEÑOR, Dije: Tú eres mi esperanza, y mi porción en la tierra de los vivientes. 6 Escucha mi clamor, que estoy muy afligido; líbrame de los que me persiguen, porque son más fuertes que yo. 7 Saca mi alma de la cárcel para que alabe tu Nombre; conmigo harán fiesta los justos, cuando me hubieras hecho bien. CAPÍTULO 143 1 Salmo de David. Oh SEÑOR, oye mi oración, escucha mis ruegos por tu verdad; respóndeme por tu justicia. 2 Y no entres en juicio con tu siervo; porque no se justificará delante de ti ningún viviente. 3 Porque ha perseguido el enemigo mi alma; ha quebrantado en tierra mi vida; me ha hecho habitar en tinieblas como los ya muertos. 4 Y mi espíritu se angustió dentro de mí; se pasmó mi corazón. 5 Me acordé de los días antiguos; meditaba en todas tus obras, meditaba en las obras de tus manos. 6 Extendí mis manos a ti; mi alma a ti como la tierra sedienta. (Selah.) 7 Respóndeme pronto, oh SEÑOR que desmaya mi espíritu; no escondas de mí tu rostro, y venga yo a ser semejante a los que descienden a la sepultura. 8 Hazme oír por la mañana tu misericordia, porque en ti he confiado; hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he alzado mi alma. 9 Líbrame de mis enemigos, oh SEÑOR; a ti me acojo. 10 Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Tu buen Espíritu me guíe a tierra de rectitud. 11 Por tu Nombre, oh SEÑOR me vivificarás; por tu justicia, sacarás mi alma de angustia. 12 Y por tu misericordia disiparás mis enemigos, y destruirás todos los adversarios de mi alma; porque yo soy tu siervo. CAPÍTULO 144 1 Salmo de David. Bendito sea el SEÑOR, mi roca, que enseña mis manos a la batalla, y mis dedos a la guerra. 2 Misericordia mía y mi castillo, altura mía y mi libertador, escudo mío, en quien he confiado; el que allana mi pueblo delante de mí. 3 Oh SEÑOR, ¿qué es el hombre, que lo conoces? ¿O el hijo del hombre, para que lo estimes? 4 El hombre es semejante a la vanidad; sus días son como la sombra que pasa. 5 Oh SEÑOR, abaja tus cielos y desciende; toca los montes, y humeen. 6 Despide relámpagos, y disípalos, envía tus saetas, y contúrbalos. 7 Envía tu mano desde lo alto; redímeme, y sácame de las muchas aguas, de la mano de los hijos extraños; 8 cuya boca habla vanidad, y su diestra es diestra de mentira. 9 Oh Dios, a ti cantaré canción nueva; con salterio, con decacordio cantaré a ti. 10 Tú, el que da salud a los reyes, el que redime a David su siervo de maligna espada. 11 Redímeme, y sálvame de mano de los hijos extraños, cuya boca habla vanidad, y su diestra es diestra de mentira. 12 Que nuestros hijos sean como plantas crecidas en su juventud; nuestras hijas como las esquinas labradas a manera de las de un palacio; 13 nuestros graneros llenos, provistos de toda suerte de grano; nuestros ganados, que paran a millares y diez millares en nuestras plazas; 14 que nuestros bueyes estén fuertes para el trabajo; que no tengamos asalto, ni que hacer salida, ni grito de alarma en nuestras plazas. 15 Bienaventurado el pueblo que tiene esto; bienaventurado el pueblo cuyo Dios es el SEÑOR. CAPÍTULO 145 1 Salmo de alabanza: de David. Alef Te ensalzaré, mi Dios, mi Rey; y bendeciré tu Nombre por el siglo y para siempre. 2 Bet Cada día te bendeciré, y alabaré tu Nombre por siglo y para siempre. 3 Guímel Grande es el SEÑOR y digno de suprema alabanza; y su grandeza es inescrutable. 4 Dálet Generación a generación narrará tus obras, y anunciarán tus valentías. 5 He La hermosura de la gloria de tu magnificencia, y tus hechos maravillosos, hablaré. 6 Vau Y la terribilidad de tus valentías dirán los hombres; y yo recontaré tu grandeza. 7 Zain Proclamarán la memoria de tu inmensa bondad, y cantarán tu justicia. 8 Chet Clemente y misericordioso es el SEÑOR, lento para la ira, y grande en misericordia. 9 Tet Bueno es el SEÑOR para con todos; y sus misericordias resplandecen sobre todas sus obras. 10 Yod Alábente, oh SEÑOR, todas tus obras; y tus misericordiosos te bendigan. 11 Caf La gloria de tu reino digan, y hablen de tu fortaleza; 12 Lámed para notificar a los hijos de Adán sus valentías, y la gloria de la magnificencia de su reino. 13 Mem Tu reino es reino de todos los siglos, y tu señorío en todas generaciones. 14 Sámec Sostiene el SEÑOR a todos los que caen, y levanta a todos los oprimidos. 15 Ayin Los ojos de todos las cosas esperan a ti, y tú les das su comida en su tiempo. 16 Pe Abres tu mano, y sacias el deseo de todo viviente. 17 Tsade Justo es el SEÑOR en todos sus caminos, y misericordioso en todas sus obras. 18 Cof Cercano está el SEÑOR a todos los que le invocan, a todos los que le invocan con verdad. 19 Resh Cumplirá el deseo de los que le temen; y su clamor oirá, y los salvará. 20 Sin El SEÑOR guarda a todos los que le aman; pero destruirá a todos los impíos. 21 Tau La alabanza del SEÑOR hablará mi boca; y bendiga toda carne su santo Nombre, por el siglo y para siempre. CAPÍTULO 146 1 Alelu-JAH Alaba, oh alma mía, al SEÑOR. 2 Alabaré al SEÑOR en mi vida; diré salmos a mi Dios mientras viviere. 3 No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre, porque no hay en él salud. 4 Saldrá su espíritu, se volverá en su tierra; en aquel día perecerán todos sus pensamientos. 5 Dichoso aquel en cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza es en el SEÑOR su Dios; 6 el cual hizo los cielos y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay; el que guarda verdad para siempre; 7 el que hace derecho a los agraviados; el que da pan a los hambrientos; el SEÑOR, el que suelta a los aprisionados; 8 el SEÑOR es el que abre los ojos a los ciegos; el SEÑOR, el que endereza a los agobiados; el SEÑOR, el que ama a los justos. 9 El SEÑOR, el que guarda a los extranjeros; al huérfano y a la viuda levanta; y el camino de los impíos trastorna. 10 Reinará el SEÑOR para siempre; tu Dios, oh Sion, por generación y generación. Alelu-JAH. CAPÍTULO 147 1 Alabad a JAH, porque es bueno cantar salmos a nuestro Dios; porque suave y hermosa es la alabanza. 2 El SEÑOR, el que edifica a Jerusalén; a los echados de Israel recogerá. 3 El que sana a los quebrantados de corazón, y el que liga sus heridas. 4 El que cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres. 5 Grande es el Señor nuestro, y de mucha potencia; y su entendimiento es infinito. 6 El SEÑOR, el que ensalza a los humildes; el que humilla a los impíos hasta la tierra. 7 Cantad al SEÑOR con alabanza, cantad con arpa a nuestro Dios. 8 El que cubre los cielos de nubes, el que prepara la lluvia para la tierra, el que hace a los montes producir hierba. 9 El que da a la bestia su mantenimiento, y a los hijos de los cuervos que claman a él. 10 No toma contentamiento en la fortaleza del caballo, ni se complace en las piernas del varón. 11 El SEÑOR ama a los que le temen; a los que esperan en su misericordia. 12 Alaba al SEÑOR, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sion. 13 Porque fortificó los cerrojos de tus puertas; bendijo a tus hijos dentro de ti. 14 El que pone por tu término la paz; te hará saciar de grosura de trigo. 15 El que envía su palabra a la tierra; muy presto corre su palabra. 16 El que da la nieve como lana, derrama la escarcha como ceniza. 17 El que echa su hielo como en pedacitos; delante de su frío ¿quién estará? 18 Enviará su palabra, y los derretirá; soplará su viento, y gotearán las aguas. 19 El que denuncia sus palabras a Jacob, sus estatutos y sus juicios a Israel. 20 No ha hecho esto con las otras naciones; las cuales no conocieron sus juicios. Alelu-JAH. CAPÍTULO 148 1 Alelu-JAH Alabad a Dios desde los cielos; alabadle en las alturas. 2 Alabadle, vosotros todos sus ángeles; alabadle, vosotros todos sus ejércitos. 3 Alabadle, el sol y la luna: alabadle, todas las estrellas de luz. 4 Alabadle, los cielos de los cielos; y las aguas que están sobre los cielos. 5 Alaben el Nombre del SEÑOR; porque él mandó, y fueron creados. 6 Y los hizo ser para siempre por el siglo; les puso ley que no será quebrantada. 7 Alabad al SEÑOR, desde la tierra, los dragones y todos los abismos; 8 el fuego y el granizo, la nieve y el vapor, el viento de tempestad que ejecuta su palabra; 9 los montes y todos los collados; el árbol de fruto, y todos los cedros; 10 la bestia, y todo animal; el que va arrastrando, y el ave que vuela; 11 los reyes de la tierra, y todos los pueblos; los príncipes, y todos los jueces de la tierra; 12 los jóvenes, y también las doncellas; los viejos con los niños, 13 alaben el Nombre del SEÑOR, porque sólo su Nombre es elevado; su gloria es sobre tierra y cielos. 14 El ensalzó el cuerno de su pueblo; alábenle todos sus misericordiosos, los hijos de Israel, el pueblo a él cercano. Alelu-JAH. CAPÍTULO 149 1 Alelu-JAH. Cantad al SEÑOR canción nueva; su alabanza sea en la congregación de los misericordiosos. 2 Alégrese Israel con su Hacedor; los hijos de Sion se gocen con su Rey. 3 Alaben su Nombre con coro; con adufe y arpa canten a él. 4 Porque el SEÑOR toma contentamiento con su pueblo; hermoseará a los humildes con salud. 5 Se gozarán los píos con gloria; cantarán sobre sus camas. 6 Ensalzamientos de Dios modularán en sus gargantas; y espadas de dos filos habrá en sus manos; 7 para hacer venganza de los gentiles, castigos en los pueblos; 8 para aprisionar sus reyes en grillos, y sus nobles en cadenas de hierro; 9 para ejecutar en ellos el juicio escrito; gloria será esto para todos sus píos. Alelu-JAH. CAPÍTULO 150 1 Alelu-JAH. Alabad a Dios en su santuario; alabadle en el extendimiento de su fortaleza. 2 Alabadle por sus proezas; alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza. 3 Alabadle a son de bocina; alabadle con salterio y arpa. 4 Alabadle con adufe y flauta; alabadle con cuerdas y órgano. 5 Alabadle con címbalos resonantes; alabadle con címbalos de júbilo. 6 Todo lo que respira alabe a JAH. Alelu-JAH.
PROVERBIOS CAPÍTULO 1 1 Los proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel: 2 Para entender sabiduría y castigo; para entender las razones prudentes; 3 para recibir el castigo de prudencia, justicia, juicio y equidad; 4 para dar astucia a los simples, y a los jóvenes inteligencia y consejo. 5 Si el sabio los oyere, aumentará la doctrina; y el entendido adquirirá consejo; 6 para entender parábola y declaración; palabras de sabios, y sus enigmas. 7 El principio de la sabiduría es el temor del SEÑOR; los locos despreciaron la sabiduría y el castigo. 8 Oye, hijo mío, el castigo de tu padre, y no deseches la ley de tu madre; 9 porque aumento de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello. 10 Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no consientas. 11 Si dijeren: Ven con nosotros, espiemos a alguno para matarle, acechemos al inocente sin razón; 12 los tragaremos vivos como el sepulcro, y enteros, como los que caen en un abismo; 13 hallaremos riquezas de toda clase, llenaremos nuestras casas de despojos; 14 echa tu suerte entre nosotros; tengamos todos una bolsa, 15 hijo mío, no andes en camino con ellos; aparta tu pie de sus veredas; 16 porque sus pies correrán al mal, e irán presurosos a derramar sangre. 17 Porque en vano se tenderá la red ante los ojos de toda ave; 18 mas ellos a su propia sangre espían, y a sus almas ponen asechanza. 19 Tales son las sendas de todo el que es dado a la codicia, la cual prenderá el alma de sus poseedores. 20 La sabiduría clama de fuera; en las plazas da su voz; 21 clama en los principales lugares de concurso; en las entradas de las puertas de la ciudad dice sus razones: 22 ¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza, y los burladores desearán el burlar, y los locos aborrecerán la ciencia? 23 Volveos a mi reprensión; he aquí yo os derramaré mi espíritu, y os haré saber mis palabras. 24 Por cuanto llamé, y no quisisteis; extendí mi mano, y no hubo quien escuchase; 25 antes desechasteis todo consejo mío, y no quisisteis mi reprensión; 26 también yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere lo que teméis; 27 cuando viniere como una destrucción lo que teméis, y vuestra calamidad llegare como un torbellino; cuando sobre vosotros viniere tribulación y angustia. 28 Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me hallarán; 29 por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor del SEÑOR, 30 ni quisieron mi consejo, y menospreciaron toda reprensión mía. 31 Comerán, pues, del fruto de su camino, y de sus consejos se hartarán. 32 Porque el reposo de los ignorantes los matará, y la prosperidad de los locos los echará a perder. 33 Mas el que me oyere, habitará confiadamente, y vivirá reposado del temor del mal. CAPÍTULO 2 1 Hijo mío, si tomares mis palabras, y mis mandamientos guardares dentro de ti, 2 haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; si inclinares tu corazón a la prudencia; 3 si clamares a la inteligencia, y a la prudencia dieres tu voz; 4 si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a tesoros; 5 entonces entenderás el temor del SEÑOR, y hallarás el conocimiento de Dios. 6 Porque el SEÑOR da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia. 7 El guarda el ser a los rectos; es escudo a los que caminan perfectamente, 8 guardando las veredas del juicio, y el camino de sus misericordiosos guardará. 9 Entonces entenderás justicia, juicio, y equidad, y todo buen camino. 10 Cuando la sabiduría entrare en tu corazón, y la ciencia fuere dulce a tu alma, 11 el consejo te guardará, te preservará la inteligencia, 12 para librarte del mal camino, del hombre que habla perversidades; 13 que dejan las veredas derechas, por andar por caminos tenebrosos; 14 que se alegran haciendo mal, que se huelgan en malas perversidades; 15 cuyas veredas son torcidas, y ellos torcidos en sus caminos. 16 Para librarte de la mujer extraña, de la ajena que halaga con sus palabras; 17 que desampara el príncipe de su juventud, y se olvida del pacto de su Dios. 18 Por lo cual su casa está inclinada a la muerte, y sus veredas van hacia los muertos. 19 Todos los que a ella entraren, no volverán, ni tomarán las veredas de la vida. 20 Para que andes por el camino de los buenos, y guardes las veredas de los justos. 21 Porque los rectos habitarán la tierra, y los perfectos permanecerán en ella; 22 mas los impíos serán cortados de la tierra, y los prevaricadores serán de ella desarraigados. CAPÍTULO 3 1 Hijo mío, no te olvides de mi ley; y tu corazón guarde mis mandamientos; 2 porque largura de días y años de vida y paz te aumentarán. 3 Misericordia y verdad no te desamparen; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón; 4 y hallarás gracia y buena opinión en los ojos de Dios y de los hombres. 5 Fíate del SEÑOR de todo tu corazón, y no estribes en tu propia prudencia. 6 Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. 7 No seas sabio en tu propia opinión; teme al SEÑOR, y apártate del mal; 8 porque será medicina a tu ombligo, y tuétano a tus huesos. 9 Honra al SEÑOR de tu sustancia, y de las primicias de todos tus frutos; 10 y serán llenos tus alfolíes con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto. 11 No deseches, hijo mío, el castigo del SEÑOR; ni te fatigues de su corrección; 12 porque el SEÑOR castiga al que ama y quiere, como el padre al hijo. 13 Bienaventurado el hombre que halló la sabiduría, y que saca a luz la inteligencia; 14 porque su mercadería es mejor que la mercadería de la plata, y sus frutos más que el oro fino. 15 Más preciosa es que las piedras preciosas; y todo lo que puedes desear, no se puede comparar a ella. 16 Largura de días trae en su mano derecha; en su izquierda riquezas y honra. 17 Sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz. 18 Ella es árbol de vida a los que de ella echan mano; y bienaventurados son los que la mantienen. 19 El SEÑOR con sabiduría fundó la tierra; afirmó los cielos con inteligencia. 20 Con su ciencia se partieron los abismos, y destilan el rocío los cielos. 21 Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos; guarda la ley y el consejo; 22 y serán vida a tu alma, y gracia a tu cuello. 23 Entonces andarás por tu camino confiadamente, y tu pie no tropezará. 24 Cuando te acostares, no tendrás temor; antes te acostarás, y tu sueño será suave. 25 No tendrás temor del pavor repentino, ni de la ruina de los impíos cuando viniere; 26 porque el SEÑOR será tu confianza, y él guardará tu pie para que no seas tomado. 27 No detengas el bien de sus dueños, cuando tuvieres poder para hacerlo. 28 No digas a tu prójimo: Ve, y vuelve, y mañana te daré; cuando tienes contigo qué darle. 29 No pienses mal contra tu prójimo, estando él confiado de ti. 30 No pleitees con alguno sin razón, si él no te ha hecho agravio. 31 No envidies al hombre injusto, ni escojas alguno de sus caminos. 32 Porque el perverso es abominado del SEÑOR; mas su secreto es con los rectos. 33 La maldición del SEÑOR está en la casa del impío; mas él bendecirá la morada de los justos. 34 Ciertamente él escarnecerá a los escarnecedores, y a los humildes dará gracia. 35 Los sabios heredarán la honra; mas los locos sostendrán deshonra. CAPÍTULO 4 1 Oíd, hijos, el castigo del padre; y estad atentos para que sepáis inteligencia. 2 Porque os doy buena enseñanza; no desamparéis mi ley. 3 Porque yo fui hijo de mi padre, delicado y único delante de mi madre. 4 Y él me enseñaba, y me decía: Sustente tu corazón mis razones, guarda mis mandamientos, y vivirás. 5 Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no te olvides ni te apartes de las razones de mi boca; 6 no la dejes, y ella te guardará; ámala, y te conservará. 7 Sabiduría primero que todo; adquiere sabiduría; y ante toda tu posesión adquiere inteligencia. 8 Crece en ella, y ella te engrandecerá; ella te honrará, cuando tú la hubieres abrazado. 9 Dará a tu cabeza aumento de gracia; corona de hermosura te entregará. 10 Oye, hijo mío, y recibe mis razones; y se te multiplicarán años de vida. 11 Por el camino de la sabiduría te he encaminado, y por veredas derechas te he hecho andar. 12 Cuando anduvieres por ellas no se estrecharán tus pasos; y si corrieres, no tropezarás. 13 Ten el castigo, no lo dejes; guárdalo, porque eso es tu vida. 14 No entres por la vereda de los impíos, ni vayas por el camino de los malos. 15 Desampárala, no pases por ella; apártate de ella, y pasa. 16 Porque no duermen ellos, si no hicieren mal; y pierden su sueño, si no han hecho caer. 17 Porque comen pan de maldad, y beben vino de robos. 18 Mas la vereda de los justos es como la luz del lucero, que va en aumento hasta que el día es perfecto. 19 El camino de los impíos es como la oscuridad; no saben en qué tropiezan. 20 Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones. 21 No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón. 22 Porque son vida a los que las hallan, y medicina a toda su carne. 23 Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida. 24 Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de labios. 25 Tus ojos miren lo recto, y tus párpados enderecen tu camino delante de ti. 26 Pesa la vereda de tus pies, y todos tus caminos sean ordenados. 27 No te desvíes a diestra, ni a siniestra; aparta tu pie del mal. CAPÍTULO 5 1 Hijo mío, está atento a mi sabiduría, y a mi inteligencia inclina tu oído; 2 para que guardes consejo, y tus labios conserven la ciencia. 3 Porque los labios de la mujer extraña destilan miel, y su paladar es más blando que el aceite; 4 mas su fin es amargo como el ajenjo, agudo como cuchillo de dos filos. 5 Sus pies descienden a la muerte; sus pasos sustentan el sepulcro; 6 si no pesares el camino de vida, sus caminos son inestables; no los conocerás. 7 Ahora pues, hijos, oídme, y no os apartéis de las razones de mi boca. 8 Aleja de ella tu camino, y no te acerques a la puerta de su casa; 9 para que no des a los extraños tu honor, y tus años al cruel; 10 para que no se harten los extraños de tu fuerza, y tus trabajos estén en casa del extraño; 11 y gimas en tus postrimerías, cuando se consumiere tu carne y tu cuerpo, 12 y digas: ¡Cómo aborrecí el castigo, y mi corazón menospreció la reprensión; 13 y no oí la voz de los que me castigaban; y a los que me enseñaban no incliné mi oído! 14 Casi en todo mal he estado, en medio de la sociedad y de la congregación. 15 Bebe el agua de tu cisterna, y las corrientes de tu pozo. 16 Rebosan por de fuera tus fuentes, en las plazas los ríos de tus aguas. 17 Sean para ti solo, y no para los extraños contigo. 18 Será bendito tu manantial; y alégrate de la mujer de tu juventud. 19 Como cierva de amores y graciosa gacela, sus pechos te satisfagan en todo tiempo; y en su amor andarás ciego de continuo, sin fijar tus ojos en nadie más. 20 ¿Y por qué, hijo mío, andarás ciego con la ajena, y abrazarás el seno de la extraña? 21 Pues que los caminos del hombre están ante los ojos del SEÑOR, ¡y él pesa todas sus veredas! 22 Sus propias iniquidades prenderán al impío, y con las cuerdas de su pecado será detenido. 23 El morirá por no haberse sometido al castigo; y por la grandeza de su locura, errará. CAPÍTULO 6 1 Hijo mío, si salieres fiador por tu amigo, si prometiste al extraño, 2 enlazado eres con las palabras de tu boca, y preso con las razones de tu boca. 3 Haz esto ahora, hijo mío, y líbrate, porque has caído en la mano de tu prójimo; ve, humíllate, y esfuerza tu prójimo. 4 No des sueño a tus ojos, ni a tus párpados adormecimiento. 5 Escápate como la gacela de la mano del cazador, y como el ave de la mano del parancero. 6 Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; 7 la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, 8 prepara en el verano su comida y en el tiempo de la siega allega su mantenimiento. 9 Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? 10 Tomando un poco de sueño, cabeceando otro poco, y cruzado los brazos otro poco para volver a dormir; 11 así vendrá tu necesidad como caminante, y tu pobreza como hombre de escudo. 12 El hombre perverso es varón inicuo, anda en perversidad de boca; 13 guiña con sus ojos, habla con sus pies, enseña con sus dedos; 14 perversidades hay en su corazón, anda pensando mal en todo tiempo; enciende rencillas. 15 Por tanto su calamidad vendrá de repente; súbitamente será quebrantado, y no habrá remedio. 16 Seis cosas aborrece el SEÑOR, y aun siete abomina su alma: 17 Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, 18 el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal, 19 el testigo falso que habla mentiras, y el que enciende rencillas entre los hermanos. 20 Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no dejes la ley de tu madre; 21 átala siempre en tu corazón, enlázala a tu cuello. 22 Te guiará cuando anduvieres; cuando durmieres te guardará; hablará contigo cuando despertares. 23 Porque el mandamiento es candela, y la enseñanza luz; y camino de vida las reprensiones del castigo; 24 para que te guarden de la mala mujer, de la blandura de la lengua de la extraña. 25 No codicies su hermosura en tu corazón, ni ella te prenda con sus ojos; 26 porque a causa de la mujer ramera es reducido el hombre a un bocado de pan; y la mujer caza la preciosa alma del varón. 27 ¿Tomará el hombre fuego en su seno, sin que sus vestidos se quemen? 28 ¿Andará el hombre sobre las brasas, sin que sus pies se quemen? 29 Así el que entrare a la mujer de su prójimo; no será sin culpa cualquiera que la tocare. 30 No tienen en poco al ladrón, cuando hurtare para saciar su alma teniendo hambre; 31 pero tomado, paga siete veces; da toda la sustancia de su casa. 32 Mas el que comete adulterio con la mujer, es falto de corazón; corrompe su alma el que tal hace. 33 Plaga y vergüenza hallará; y su afrenta nunca será raída. 34 Porque el celo sañudo del varón no perdonará en el día de la venganza; 35 no tendrá respeto a ninguna redención; ni querrá perdonar, aunque multipliques el cohecho. CAPÍTULO 7 1 Hijo mío, guarda mis razones, y encierra contigo mis mandamientos. 2 Guarda mis mandamientos, y vivirás; y mi ley como las niñas de tus ojos. 3 Lígalos a tus dedos; escríbelos en la tabla de tu corazón. 4 Di a la sabiduría: Tú eres mi hermana; y a la inteligencia llama parienta, 5 para que te guarden de la mujer ajena, y de la extraña que ablanda sus palabras. 6 Porque mirando yo por la ventana de mi casa, por mi celosía, 7 vi entre los simples, consideré entre los jóvenes, un joven falto de entendimiento, 8 el cual pasaba por la calle, junto a la esquina de aquella, e iba camino de su casa; 9 a la tarde del día, ya que oscurecía; en la oscuridad y tiniebla de la noche. 10 Y he aquí, una mujer que le sale al encuentro con atavío de ramera, guardada de corazón, 11 alborotadora y rencillosa, sus pies no pueden estar en casa; 12 unas veces de fuera, o bien por las plazas, acechando por todas las esquinas. 13 Y traba de él, y lo besa; desvergonzó su rostro, y le dijo: 14 Sacrificios de paz había prometido, hoy he pagado mis votos; 15 por tanto he salido a encontrarte, buscando tu rostro, y te he hallado. 16 Con paramentos he ataviado mi cama, recamados con cordoncillo de Egipto. 17 He sahumado mi cámara con mirra, áloes, y canela. 18 Ven, embriaguémonos de amores hasta la mañana; alegrémonos en amores. 19 Porque el marido no está en casa, se ha ido a un largo viaje; 20 el saco de dinero llevó en su mano, el día de la fiesta volverá a su casa. 21 Lo derribó con la mucha suavidad de sus palabras, con la blandura de sus labios lo persuadió. 22 Se va en pos de ella luego, como va el buey al degolladero, y como el loco a las prisiones para ser castigado; 23 de tal manera que la saeta traspasó su hígado; como el ave que se apresura al lazo, y no sabe que es contra su vida. 24 Ahora pues, hijos, oídme, y estad atentos a las razones de mi boca. 25 No se aparte a sus caminos tu corazón; no yerres en sus veredas. 26 Porque a muchos ha hecho caer muertos; y todos los fuertes han sido muertos por ella. 27 Caminos del sepulcro son su casa, que descienden a las cámaras de la muerte. CAPÍTULO 8 1 ¿No clama la sabiduría, y da su voz la inteligencia? 2 En los altos cabezos, junto al camino, a las encrucijadas de las veredas se para; 3 en el lugar de las puertas, a la entrada de la ciudad, a la entrada de las puertas da voces: 4 Oh hombres, a vosotros clamo; y mi voz es a los hijos de los hombres. 5 Entended, simples, la astucia; y vosotros, locos, tomad entendimiento. 6 Oíd, porque hablaré cosas excelentes; y abriré mis labios para cosas rectas. 7 Porque mi paladar hablará verdad, y mis labios abominan la impiedad. 8 En justicia son todas las razones de mi boca; no hay en ellas cosa perversa ni torcida. 9 Todas ellas son rectas al que entiende; rectas a los que han hallado sabiduría. 10 Recibid mi castigo, y no plata; y ciencia más que el oro escogido. 11 Porque mejor es la sabiduría que las piedras preciosas; y todas las cosas que se pueden desear, no son de comparar con ella. 12 Yo, la sabiduría, moré con la astucia; y yo invento la ciencia de los consejos. 13 El temor del SEÑOR es aborrecer el mal; la soberbia, la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa, aborrezco. 14 Conmigo está el consejo y el ser; yo soy la inteligencia; mía es la fortaleza. 15 Por mí reinan los reyes, y los príncipes determinan justicia. 16 Por mí dominan los príncipes, y todos los gobernadores juzgan la tierra. 17 Yo amo a los que me aman; y los que me buscan me hallan. 18 Las riquezas y la honra están conmigo; sólidas riquezas, y justicia. 19 Mejor es mi fruto que el oro, y que la piedra preciosa; y mi rédito mejor que la plata escogida. 20 Por vereda de justicia guiaré, por en medio de veredas de juicio; 21 para hacer heredar a mis amigos el ser, y que yo llene sus tesoros. 22 El SEÑOR me poseyó en el principio de su camino, desde entonces, antes de sus obras. 23 Eternalmente tuve el principado, desde el principio, antes de la tierra. 24 Antes de los abismos fui engendrada; antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas. 25 Antes que los montes fuesen fundados, antes de los collados, era yo engendrada; 26 no había aún hecho la tierra, ni las campiñas, ni el principio del polvo del mundo. 27 Cuando componía los cielos, allí estaba yo; cuando señalaba por compás la sobrefaz del abismo; 28 cuando afirmaba los cielos arriba, cuando afirmaba las fuentes del abismo; 29 cuando ponía al mar su estatuto, y a las aguas, que no pasasen su mandamiento; cuando señalaba los fundamentos de la tierra; 30 con él estaba yo ordenándolo todo; y fui su delicia todos los días, teniendo solaz delante de él en todo tiempo. 31 Tengo solaz en la redondez de su tierra; y mis solaces son con los hijos de los hombres. 32 Ahora, pues, hijos, oídme; y bienaventurados los que guardaren mis caminos. 33 Obedeced el castigo, y sed sabios; y no lo menospreciéis. 34 Bienaventurado el hombre que me oye, trasnochando a mis puertas cada día, guardando los umbrales de mis entradas. 35 Porque el que me hallare, hallará la vida; y alcanzará la voluntad del SEÑOR. 36 Mas el que peca contra mí, defrauda su alma; todos los que me aborrecen, aman la muerte. CAPÍTULO 9 1 La sabiduría edificó su casa, labró sus siete columnas; 2 mató sus víctima, templó su vino, y puso su mesa. 3 Envió sus criadas; sobre lo más alto de la ciudad clamó: 4 cualquier simple, venga acá. A los faltos de entendimiento (o de corazón) dijo: 5 Venid, comed mi pan, y bebed del vino que yo he templado. 6 Dejad las simplezas, y vivid; y andad por el camino de la inteligencia. 7 El que castiga al burlador, afrenta se acarrea; el que reprende al impío, se atrae mancha. 8 No castigues al burlador, para que no te aborrezca; castiga al sabio, y te amará. 9 Da al sabio, y será más sabio; enseña al justo, y acrecerá su saber. 10 El temor del SEÑOR es el principio de la sabiduría; y la ciencia de los santos es inteligencia. 11 Porque por mí se aumentarán tus días, y años de vida se te añadirán. 12 Si fueres sabio, para ti lo serás; mas si fueres burlador, pagarás tú solo. 13 La mujer loca, alborotadora, simple e ignorante; 14 se sienta en una silla a la puerta de su casa, en lo alto de la ciudad, 15 para llamar a los que pasan por el camino; a los que enderecen sus caminos: 16 Cualquier simple, venga acá. A los faltos de entendimiento dijo: 17 Las aguas hurtadas son dulces, y el pan comido en oculto es suave. 18 Y no saben que allí están los muertos; que sus convidados están en los profundos de la sepultura. CAPÍTULO 10 1 (Las parábolas de Salomón.) El hijo sabio alegra al padre; y el hijo loco es tristeza a su madre. 2 Los tesoros de maldad no serán de provecho; mas la justicia libra de la muerte. 3 El SEÑOR no dejará hambrear el alma del justo; mas la iniquidad lanzará a los impíos. 4 La mano negligente hace pobre; mas la mano de los diligentes enriquece. 5 El que recoge en el verano es hijo entendido; el que duerme en el tiempo de la siega es hijo que avergüenza. 6 Bendita es la cabeza del justo; mas la boca de los impíos cubrirá la iniquidad. 7 La memoria del justo será bendita; mas el nombre de los impíos hederá. 8 El sabio de corazón recibirá los mandamientos; mas el que habla locuras caerá. 9 El que camina en integridad, anda confiado; mas el que pervierte sus caminos, será quebrantado. 10 El que guiña el ojo acarrea tristeza; y el que habla locuras caerá. 11 Vena de vida es la boca del justo; mas la boca de los impíos cubrirá la iniquidad. 12 El odio despierta las rencillas; mas la caridad cubrirá todas las maldades. 13 En los labios del prudente se halla sabiduría; y es vara a las espaldas del falto de entendimiento. 14 Los sabios guardan la sabiduría; mas la boca del loco es calamidad cercana. 15 Las riquezas del rico son su ciudad fuerte; y el desmayo de los pobres es su pobreza. 16 La obra del justo es para vida; mas el fruto del impío es para pecado. 17 Camino a la vida es guardar el castigo; mas el que deja la reprensión, yerra. 18 El que encubre el odio es de labios mentirosos; y el que echa mala fama es loco. 19 En las muchas palabras no falta rebelión; mas el que refrena sus labios es prudente. 20 Plata escogida es la lengua del justo; mas el entendimiento (o corazón) de los impíos es como nada. 21 Los labios del justo apacientan a muchos; mas los locos con falta de entendimiento mueren. 22 La bendición del SEÑOR es la que enriquece, y no añade tristeza con ella. 23 Hacer abominación es como risa al loco; mas la sabiduría recrea al varón de entendimiento. 24 Lo que el impío teme, eso le vendrá; mas Dios da a los justos lo que desean. 25 Cuando pasare el torbellino, el malo no será; mas el justo, fundado para siempre. 26 Como el vinagre a los dientes, y como el humo a los ojos, así es el perezoso a los que lo envían. 27 El temor del SEÑOR aumentará los días; mas los años de los impíos serán acortados. 28 La esperanza de los justos es alegría; mas la esperanza de los impíos perecerá. 29 El camino del SEÑOR es fortaleza al perfecto; pero es espanto a los que obran maldad. 30 El justo eternalmente no será removido; mas los impíos no habitarán la tierra. 31 La boca del justo producirá sabiduría; mas la lengua perversa será cortada. 32 Los labios del justo conocerán la voluntad de Dios; mas la boca de los impíos habla perversidades. CAPÍTULO 11 1 El peso falso abominación es al SEÑOR; mas la pesa cabal le agrada. 2 Cuando vino la soberbia, vino también la deshonra; mas con los humildes es la sabiduría. 3 La perfección de los rectos los encaminará; mas la perversidad de los pecadores los echará a perder. 4 No aprovecharán las riquezas en el día de la ira; mas la justicia librará de la muerte. 5 La justicia del perfecto enderezará su camino; mas el impío por su impiedad caerá. 6 La justicia de los rectos los librará; mas los pecadores en su pecado serán presos. 7 Cuando muere el hombre impío, perece su esperanza; y la esperanza de los malos perecerá. 8 El justo es librado de la tribulación; mas el impío entra en lugar suyo. 9 El hipócrita con la boca daña a su prójimo; mas los justos son librados con la sabiduría. 10 En el bien de los justos la ciudad se alegra; mas cuando los impíos perecen, hay fiestas. 11 Por la bendición de los rectos la ciudad será engrandecida; mas por la boca de los impíos ella será trastornada. 12 El que carece de entendimiento, menosprecia a su prójimo; mas el hombre prudente calla. 13 El que anda en chismes, descubre el secreto; mas el de espíritu fiel encubre la cosa. 14 Cuando faltaren las industrias, caerá el pueblo; mas en la multitud de consejeros hay salud. 15 Con ansiedad será afligido el que fiare al extraño; mas el que aborreciere las fianzas vivirá confiado. 16 La mujer graciosa tendrá honra; y los fuertes tendrán riquezas. 17 A su alma hace bien el hombre misericordioso; mas el cruel atormenta su carne. 18 El impío hace obra falsa; mas el que sembrare justicia, tendrá galardón firme. 19 Como la justicia es para vida, así el que sigue el mal es para su muerte. 20 Abominación son al SEÑOR los perversos de corazón; mas los perfectos de camino le son agradables. 21 Por más pactos que tenga hechos con la muerte, el malo no será absuelto; mas la simiente de los justos escapará. 22 Zarcillo de oro en la nariz del puerco es la mujer hermosa y apartada de razón. 23 El deseo de los justos solamente es bueno; mas la esperanza de los impíos es enojo. 24 Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, mas vienen a pobreza. 25 El alma de bendición a los demás será engordada; y el que saciare, él también será saciado. 26 Al que retiene el grano, el pueblo lo maldecirá; mas bendición será sobre la cabeza del que vende. 27 El que madruga al bien, hallará favor; mas al que busca el mal, éste le vendrá. 28 El que confía en sus riquezas, caerá; mas los justos reverdecerán como ramos. 29 El que turba su casa heredará viento; y el loco será siervo del sabio de corazón. 30 El fruto del justo es árbol de vida; y el que gana almas, es sabio. 31 Ciertamente el justo será recompensado en la tierra; ¡cuánto más el impío y el pecador! CAPÍTULO 12 1 El que ama el castigo ama la sabiduría; mas el que aborrece la reprensión, es ignorante. 2 El bueno alcanzará favor del SEÑOR; mas él condenará al hombre de malos pensamientos. 3 El hombre no se afirmará por medio de la impiedad; mas la raíz de los justos no será movida. 4 La mujer virtuosa es corona de su marido; mas la mala, como carcoma en sus huesos. 5 Los pensamientos de los justos son rectitud; mas las astucias de los impíos, engaño. 6 Las palabras de los impíos son para asechar la sangre; mas la boca de los rectos los librará. 7 Dios trastornará a los impíos, y no serán más; pero la casa de los justos permanecerá. 8 Según su sabiduría es alabado el hombre; mas el perverso de corazón será menospreciado. 9 Mejor es el que se menosprecie y se hace siervo, que el que se precia, y carece de pan. 10 El justo tiene misericordia aun a su bestia; mas las piedad de los impíos es crueldad. 11 El que labra su tierra, se saciará de pan; mas el que sigue a los vagabundos es falto de entendimiento. 12 Desea el impío la red de los malos; mas la raíz de los justos dará fruto. 13 El impío es enredado en la prevaricación de sus labios; mas el justo saldrá de la tribulación. 14 El hombre será saciado de bien del fruto de su boca; y la paga de las manos del hombre le será dada. 15 El camino del loco es derecho en su opinión; mas el que obedece al consejo es sabio. 16 El loco al momento da a conocer su ira; mas el que cubre la injuria es cuerdo. 17 El que habla verdad, declara justicia; mas el testigo mentiroso, engaño. 18 Hay quienes hablan como dando estocadas de espada; mas la lengua de los sabios es medicina. 19 El labio de la verdad permanecerá para siempre; mas la lengua de mentira por un momento. 20 Engaño hay en el corazón de los que piensan mal; mas alegría en el de los que piensan bien. 21 Ninguna adversidad acontecerá al justo; mas los impíos serán llenos de mal. 22 Los labios mentirosos son abominación al SEÑOR; mas los obradores de la verdad su contentamiento. 23 El hombre cuerdo encubre su sabiduría; mas el corazón de los locos publica la locura. 24 La mano de los diligentes se enseñoreará; mas la negligencia será tributaria. 25 El cuidado congojoso en el corazón del hombre, lo abate; mas la buena palabra lo alegra. 26 El justo hace reflexionar a su prójimo; mas el camino de los impíos les hace errar. 27 El engañoso ni aun asará su caza; mas el haber del hombre diligente es precioso. 28 En la vereda de la justicia está la vida; y el camino de su vereda no es muerte. CAPÍTULO 13 1 El hijo sabio toma el castigo del padre; mas el burlador no escucha la reprensión. 2 Del fruto de su boca el hombre comerá bien; mas el alma de los prevaricadores hallará mal. 3 El que guarda su boca guarda su alma; mas el que mucho abre sus labios tendrá calamidad. 4 El alma del perezoso desea, y nada alcanza; mas el alma de los diligentes será engordada. 5 El justo aborrece la palabra de mentira; mas el impío se hace odioso y abominable. 6 La justicia guarda al de perfecto camino; mas la impiedad trastornará al pecador. 7 Hay quienes se hacen ricos, y no tienen nada; y hay quienes se hacen pobres, y tienen muchas riquezas. 8 La redención de la vida del hombre son sus riquezas; pero el pobre no oye censuras. 9 La luz de los justos se alegrará; mas se apagará la candela de los impíos. 10 Ciertamente la soberbia dará a luz contienda; mas con los avisados es la sabiduría. 11 Las riquezas de vanidad disminuirán; pero el que trabaja las multiplicará. 12 La esperanza que se prolonga, es tormento del corazón; mas árbol de vida es el deseo cumplido. 13 El que menosprecia la palabra, perecerá por ello; mas el que teme el mandamiento, será recompensado. 14 La ley al sabio es manantial de vida, para apartarse de los lazos de la muerte. 15 El buen entendimiento conciliará gracia; mas el camino de los prevaricadores es duro. 16 Todo hombre cuerdo obra con sabiduría; mas el loco manifestará su locura. 17 El mal mensajero caerá en mal; mas el mensajero fiel es medicina. 18 Pobreza y vergüenza tendrá el que menosprecia el castigo; mas el que guarda la corrección, será honrado. 19 El deseo cumplido deleita el alma; pero apartarse del mal es abominación a los locos. 20 El que anda con los sabios, sabio será; mas el que se allega a los locos, será quebrantado. 21 Mal perseguirá a los pecadores; mas a los justos les será bien retribuido. 22 El bueno dejará herencia a los hijos de los hijos; y el haber del pecador, para el justo está guardado. 23 En el barbecho de los pobres hay mucho pan; mas se pierde por falta de juicio. 24 El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, madruga a castigarlo. 25 El justo come hasta saciar su alma; mas el vientre de los impíos tendrá necesidad. CAPÍTULO 14 1 La mujer sabia edifica su casa; mas la loca con sus manos la derriba. 2 El que camina en su rectitud teme al SEÑOR; mas el pervertido en sus caminos lo menosprecia. 3 En la boca del loco está la vara de la soberbia; mas los labios de los sabios los guardarán. 4 Sin bueyes el alfolí está limpio; mas por la fuerza del buey hay abundancia de pan. 5 El testigo verdadero no mentirá; mas el testigo falso hablará mentiras. 6 El burlador buscó la sabiduría, y no la halló; mas la sabiduría al hombre entendido es fácil. 7 Vete de delante del hombre loco, pues no le conociste labios de ciencia. 8 La ciencia del cuerdo es entender su camino; mas la locura de los locos es engaño. 9 Los locos se hablan pecado; mas entre los rectos hay amor. 10 El corazón conoce la amargura de su alma; y extraño no se entremeterá en su alegría. 11 La casa de los impíos será asolada; mas la tienda de los rectos florecerá. 12 Hay camino que al hombre parece derecho; pero su fin son caminos de muerte. 13 Aun en la risa el burlador tendrá dolor en el corazón; y el término de aquella alegría es congoja. 14 De sus caminos será harto el desviado de corazón; y el hombre de bien se apartará de él. 15 El simple cree a toda palabra; mas el entendido entiende sus pasos. 16 El sabio teme, y se aparta del mal; mas el loco se arrebata, y confía. 17 El que presto se enoja, hará locura; y el hombre malicioso será aborrecido. 18 Los simples heredarán la locura; mas los cuerdos se coronarán de sabiduría. 19 Los malos se inclinarán delante de los buenos, y los impíos a las puertas del justo. 20 El pobre es odioso aun a su amigo; pero muchos son los que aman al rico. 21 El pecador menosprecia a su prójimo; mas el que tiene misericordia de los pobres, es bienaventurado. 22 ¿No yerran los que piensan mal? Pero los que piensan bien alcanzarán misericordia y verdad. 23 En toda labor hay fruto; mas el hablar y no hacer, empobrece. 24 La corona de los sabios es su sabiduría; mas lo que distingue a los locos es su locura. 25 El testigo verdadero libra las almas; mas el engañoso hablará mentiras. 26 En el temor del SEÑOR está la fuerte confianza; y allí sus hijos tendrán esperanza. 27 El temor del SEÑOR es manantial de vida, para ser apartado de los lazos de la muerte. 28 En la multitud del pueblo está la gloria del rey; y en la falta del pueblo la flaqueza del príncipe. 29 El que tarde se aíra, es grande de entendimiento; mas el corto de espíritu engrandece la locura. 30 El corazón apacible es vida de la carne; mas la envidia, pudrimiento de huesos. 31 El que oprime al pobre, afrenta a su Hacedor; mas el que tiene misericordia del pobre, lo honra. 32 Por su maldad será lanzado el impío; mas el justo en su muerte tiene esperanza. 33 En el corazón del cuerdo reposará la sabiduría; y es conocida en medio de los locos. 34 La justicia engrandece al pueblo; mas el pecado es afrenta de las naciones. 35 La benevolencia del rey es para con el siervo entendido; mas su enojo contra el que lo avergüenza. CAPÍTULO 15 1 La respuesta suave quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor. 2 La lengua de los sabios adornará la sabiduría; mas la boca de los locos hablará locura. 3 Los ojos del SEÑOR están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos. 4 La sana lengua es árbol de vida; mas la perversidad en ella es quebrantamiento de espíritu. 5 El loco menosprecia el castigo de su padre; mas el que guarda la corrección, saldrá cuerdo. 6 En la casa del justo hay gran provisión; pero turbación en los frutos del impío. 7 Los labios de los sabios esparcen sabiduría; mas no así el corazón de los locos. 8 El sacrificio de los impíos es abominación al SEÑOR; mas la oración de los rectos es su gozo. 9 Abominación es al SEÑOR el camino del impío; mas él ama al que sigue justicia. 10 El castigo es molesto al que deja el camino; mas el que aborreciere la corrección, morirá. 11 El infierno y la perdición están delante del SEÑOR; ¡cuánto más los corazones de los hombres! 12 El burlador no ama al que le castiga; ni se allega a los sabios. 13 El corazón alegre hermosea el rostro; mas por el dolor de corazón el espíritu se abate. 14 El corazón entendido busca la sabiduría; mas la boca de los locos pace locura. 15 Todos los días del pobre son trabajosos; mas el de buen corazón tiene un convite continuo. 16 Mejor es lo poco con el temor del SEÑOR, que el gran tesoro donde hay turbación. 17 Mejor es la comida de legumbres donde hay amor, que de buey engordado donde hay odio. 18 El hombre iracundo revolverá contiendas; mas el que tarde se enoja, apaciguará la rencilla. 19 El camino del perezoso es como seto de espinos; mas la vereda de los rectos como una calzada. 20 El hijo sabio alegra al padre; mas el hombre loco menosprecia a su madre. 21 La locura es alegría al falto de entendimiento; mas el hombre entendido enderezará su caminar. 22 Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo; mas en la multitud de consejeros se afirman. 23 El hombre se alegra con la respuesta de su boca; y la palabra a su tiempo, ¡cuán buena es! 24 El camino de la vida es cuesta arriba al entendido, para apartarse del infierno abajo. 25 El SEÑOR asolará la casa de los soberbios; mas él afirmará la heredad de la viuda. 26 Abominación son al SEÑOR los pensamientos del malo; mas el hablar de los limpios es limpio. 27 Alborota su casa el codicioso; mas el que aborrece las dádivas vivirá. 28 El corazón del justo piensa para responder; mas la boca de los impíos derrama malas cosas. 29 Lejos está el SEÑOR de los impíos; mas él oye la oración de los justos. 30 La luz de los ojos alegra el corazón; y la buena fama engorda los huesos. 31 La oreja que escucha la corrección de vida, entre los sabios morará. 32 El que tiene en poco el castigo, menosprecia su alma; mas el que escucha la corrección, tiene corazón entendido. 33 El temor del SEÑOR es enseñanza de sabiduría; y delante de la honra está la humildad. CAPÍTULO 16 1 Del hombre son las preparaciones del corazón; mas del SEÑOR la respuesta de la lengua. 2 Todos los caminos del hombre son limpios en su opinión; mas el SEÑOR pesa los espíritus. 3 Encomienda al SEÑOR tus obras, y tus pensamientos serán afirmados. 4 Todas las cosas ha hecho el SEÑOR por sí mismo, y aun al impío para el día malo. 5 Abominación es al SEÑOR todo altivo de corazón; el pacto que él haga, no será sin castigo. 6 Con misericordia y verdad será reconciliado el pecado; y con el temor del SEÑOR se aparta del mal. 7 Cuando los caminos del hombre son agradables al SEÑOR, aun a sus enemigos hacen estar en paz con él. 8 Mejor es lo poco con justicia, que la muchedumbre de frutos sin derecho. 9 El corazón del hombre piensa su camino; mas el SEÑOR endereza sus pasos. 10 Sentencia divina está en los labios del rey; en juicio no prevaricará su boca. 11 Peso y balanzas de juicio son del SEÑOR; obra suya son todas las pesas de la bolsa. 12 Abominación es a los reyes hacer impiedad; porque con justicia será afirmado el trono. 13 Los labios justos son el contentamiento de los reyes; y aman al que habla lo recto. 14 La ira del rey es mensajero de muerte; mas el hombre sabio la evitará. 15 En la luz del rostro del rey está la vida; y su benevolencia es como nube de lluvia tardía. 16 Mejor es adquirir sabiduría que oro preciado; y adquirir inteligencia vale más que la plata. 17 El camino de los rectos es apartarse del mal; el que guarda su camino guarda su alma. 18 Antes del quebrantamiento es la soberbia; y antes de la caída la altivez de espíritu. 19 Mejor es humillar el espíritu con los humildes, que partir despojos con los soberbios. 20 El entendido en la palabra, hallará el bien; y bienaventurado el que confía en el SEÑOR. 21 El sabio de corazón es llamado entendido; y la dulzura de labios aumentará la doctrina. 22 Manantial de vida es el entendimiento al que lo posee; mas la erudición de los locos es locura. 23 El corazón del sabio hace prudente su boca; y con sus labios aumenta la doctrina. 24 Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina a los huesos. 25 Hay camino que es derecho al parecer del hombre, mas su salida son caminos de muerte. 26 El alma del que trabaja, trabaja para sí; porque su boca le constriñe. 27 El hombre perverso cava en busca del mal; y en sus labios hay como llama de fuego. 28 El hombre perverso levanta contienda; y el chismoso aparta los príncipes. 29 El hombre malo lisonjea a su prójimo, y le hace andar por el camino no bueno; 30 cierra sus ojos para pensar perversidades; mueve sus labios, efectúa el mal. 31 Corona de honra es la vejez, que se hallará en el camino de justicia. 32 Mejor es el que tarde se aíra que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad. 33 La suerte se echa en el regazo; mas del SEÑOR es el juicio de ella. CAPÍTULO 17 1 Mejor es un bocado seco, y en paz, que la casa de contienda llena de víctimas. 2 El siervo prudente se enseñoreará del hijo que deshonra, y entre los hermanos compartirá la herencia. 3 El crisol para la plata, y la hornaza para el oro; mas el SEÑOR prueba los corazones. 4 El malo está atento al labio inicuo; y el mentiroso escucha a la lengua maldiciente. 5 El que escarnece al pobre, afrenta a su Hacedor; y el que se alegra en la calamidad ajena, no quedará sin castigo. 6 Corona de los viejos son los hijos de los hijos; y la honra de los hijos, sus padres. 7 No conviene al loco la altilocuencia; ¡cuánto menos al príncipe el labio mentiroso! 8 Piedra preciosa es el cohecho en ojos de sus dueños; a donde quiera que se vuelve, da prosperidad. 9 El que cubre la prevaricación, busca amistad; mas el que reitera la palabra, aparta al príncipe. 10 Aprovecha la reprensión en el entendido, más que cien azotes en el loco. 11 El rebelde no busca sino mal; y mensajero cruel será enviado contra él. 12 Mejor es que se encuentre un hombre con una osa a la cual han robado sus cachorros, que con un loco en su locura. 13 El que da mal por bien, no se apartará el mal de su casa. 14 Soltar las aguas (hablar precipitadamente) es el principio de la contienda; pues, antes que se revuelva el pleito, déjalo. 15 El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos por igual son abominación al SEÑOR. 16 ¿De qué sirve el precio en la mano del loco para comprar sabiduría, no teniendo entendimiento? 17 En todo tiempo ama el amigo; mas el hermano para la angustia es nacido. 18 El hombre falto de entendimiento toca la mano, fiando a otro delante de su amigo. 19 La prevaricación ama el que ama pleito; y el que alza su portada, quebrantamiento busca. 20 El perverso de corazón nunca hallará bien; y el que revuelve con su lengua, caerá en mal. 21 El que engendra al loco, para su tristeza lo engendra; y el padre del loco no se alegrará. 22 El corazón alegre hará bien como una medicina; mas el espíritu triste seca los huesos. 23 El impío toma dádiva en secreto para pervertir las veredas del derecho. 24 En el rostro del entendido aparece la sabiduría; mas los ojos del loco manifiestan su locura hasta el cabo de la tierra. 25 El hijo loco es enojo a su padre, y amargura a la que lo engendró. 26 Ciertamente no es bueno condenar al justo, ni herir a los príncipes por hacer lo recto. 27 El que detiene sus palabras tiene sabiduría; y de espíritu valioso es el hombre entendido. 28 Aun el loco cuando calla, es contado por sabio; el que cierra sus labios es entendido. CAPÍTULO 18 1 Segun su antojo busca el que se desvía; en toda doctrina se envolverá. 2 No toma placer el loco en la inteligencia, sino en lo que descubre su corazón. 3 Cuando viene el impío, viene también el menosprecio, y con el deshonrador la afrenta. 4 Aguas profundas son las palabras de la boca del hombre; y arroyo revertiente, la fuente de la sabiduría. 5 Tener respeto a la persona del impío, para hacer caer al justo de su derecho, no es bueno. 6 Los labios del loco vienen con pleito; y su boca a plaga llama. 7 La boca del loco es quebrantamiento para sí, y sus labios son lazos para su alma. 8 Las palabras del chismoso parecen blandas, mas ellas descienden hasta lo íntimo del vientre. 9 También el que es negligente en su obra es hermano del dueño disipador. 10 Torre fuerte es el nombre del SEÑOR; a él correrá el justo, y será levantado. 11 Las riquezas del rico son la ciudad de su fortaleza, y como un muro alto en su imaginación. 12 Antes del quebrantamiento se eleva el corazón del hombre, y antes de la honra es el abatimiento. 13 El que responde palabra antes de oír, le es locura y oprobio. 14 El ánimo del hombre soportará su enfermedad; mas ¿quién soportará al ánimo angustiado? 15 El corazón del entendido adquiere sabiduría; y el oído de los sabios busca la ciencia. 16 La dádiva del hombre le ensancha el camino, y le lleva delante de los grandes. 17 El justo es el primero en su pleito; y su adversario viene, y le busca. 18 La suerte pone fin a los pleitos, y desparte los fuertes. 19 El hermano ofendido es más tenaz que una ciudad fuerte; y las contiendas de los hermanos son como cerrojos de alcázar. 20 Del fruto de la boca del hombre se llenará su vientre; se saciará del producto de sus labios. 21 La muerte y la vida están en poder de la lengua; y el que la ama comerá de sus frutos. 22 El que halló esposa halló el bien, y alcanzó la benevolencia del SEÑOR. 23 El pobre habla con ruegos; mas el rico responde durezas. 24 El hombre que tiene amigos, ha de mostrarse amigo; y amigo hay más unido que un hermano. CAPÍTULO 19 1 Mejor es el pobre que camina en integridad, que el de perversos labios y loco. 2 El alma sin sabiduría no es buena; y el presuroso de pies peca. 3 La locura del hombre tuerce su camino; y contra el SEÑOR se aíra su corazón. 4 Las riquezas allegan muchos amigos; mas el pobre, de su amigo es apartado. 5 El testigo falso no será absuelto; y el que habla mentiras no escapará. 6 Muchos rogarán al príncipe; mas cada uno es amigo del hombre que da. 7 Todos los hermanos del pobre le aborrecen; ¡cuánto más sus amigos se alejarán de él! Buscará la amistad y no la hallará. 8 El que posee entendimiento, ama su alma; guarda la inteligencia, para hallar el bien. 9 El testigo falso no quedará sin castigo; y el que habla mentiras, perecerá. 10 No conviene al loco el deleite; ¡cuánto menos al siervo ser señor de los príncipes! 11 El entendimiento del hombre detiene su furor; y su honra es disimular la ofensa. 12 Como el bramido del cachorro de león es la ira del rey; y su favor como el rocío sobre la hierba. 13 Dolor es para su padre el hijo loco; y gotera continua las contiendas de la mujer. 14 La casa y las riquezas herencia son de los padres; mas del SEÑOR la mujer prudente. 15 La pereza hace caer en sueño; y el alma negligente hambreará. 16 El que guarda el mandamiento, guarda su alma; mas el que menospreciare sus caminos, morirá. 17 Al SEÑOR presta el que da al pobre, y él le dará su paga. 18 Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; mas no se excite tu alma para destruirlo. 19 El de grande ira llevará la pena; porque aun si lo librares seguirá lo mismo. 20 Escucha el consejo, y recibe el castigo, para que seas sabio en tu vejez. 21 Muchos pensamientos hay en el corazón del hombre; mas el consejo del SEÑOR permanecerá. 22 Contentamiento es a los hombres hacer misericordia; pero es mejor hacerlo al pobre que al mentiroso. 23 El temor del SEÑOR es para vida; el que lo tenga vivirá satisfecho; no será visitado de mal. 24 El perezoso esconde su mano en el seno; aun a su boca no la llevará. 25 Hiere al burlador, y el simple se hará avisado; y corrigiendo al entendido, entenderá ciencia. 26 El que roba a su padre y ahuyenta a su madre, es hijo avergonzador y deshonrador. 27 Cesa, hijo mío, de oír la enseñanza que induce a divagar de las razones de sabiduría. 28 El testigo perverso se burlará del juicio; y la boca de los impíos encubrirá la iniquidad. 29 Aparejados están juicios para los burladores, y azotes para los cuerpos de los locos. CAPÍTULO 20 1 El vino hace burlador, la cerveza alborotador; y cualquiera que en ellos yerra, no será sabio. 2 Como bramido de cachorro de león es el miedo del rey; el que lo hace enojar, peca contra su alma. 3 Honra es del hombre dejarse de contienda; mas todo loco se envolverá en ella. 4 El perezoso no ara a causa del invierno; pedirá, pues, en la siega, y no hallará. 5 Como aguas profundas es el consejo en el corazón del hombre; mas el hombre entendido lo alcanzará a sacar. 6 Muchos hombres publican cada uno su misericordia; mas varón de verdad, ¿quién lo hallará? 7 El justo que camina en su integridad, bienaventurados serán sus hijos después de él. 8 El rey que se sienta en el trono de juicio, con su mirar disipa todo mal. 9 ¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón; limpio estoy de mi pecado? 10 Doble pesa y doble medida, abominación son al SEÑOR ambas cosas. 11 Aun el niño es conocido por sus obras, si su obra fuere limpia y recta. 12 El oído que oye, y el ojo que ve; el SEÑOR hizo ambas cosas. 13 No ames el sueño, para que no te empobrezcas; abre tus ojos, y te saciarás de pan. 14 El que compra dice: Malo es, malo es; mas cuando se aparta, se alaba. 15 Hay oro y multitud de piedras preciosas; mas los labios sabios son vaso precioso. 16 Quítale su ropa al que salió por fiador del extraño; y tómale prenda al que fía la extraña. 17 Sabroso es al hombre el pan de mentira; mas después su boca será llena de cascajo. 18 Los pensamientos con el consejo se ordenan; y con industria se hace la guerra. 19 El que descubre el secreto, en chismes anda; no te entremetas, pues, con el que lisonjea con sus labios. 20 El que maldice a su padre o a su madre, su candela será apagada en oscuridad tenebrosa. 21 La herencia adquirida de prisa al principio, su postrimería no será bendita. 22 No digas, yo me vengaré; espera al SEÑOR, y él te salvará. 23 Abominación son al SEÑOR las pesas dobles; y el peso falso no es bueno. 24 Del SEÑOR son los pasos del hombre; ¿cómo, pues, entenderá el hombre su camino? 25 Lazo es al hombre el devorar lo santo, y andar pesquisando después de los votos. 26 El rey sabio esparce los impíos; y sobre ellos hace rodar la rueda. 27 Candela del SEÑOR es el aliento del hombre que escudriña lo secreto del vientre. 28 Clemencia y verdad guardan al rey; y con clemencia sustenta su trono. 29 La gloria de los jóvenes es su fortaleza, y la hermosura de los viejos su vejez. 30 Las señales de las heridas son medicina para lo malo; y las vivas amonestaciones llegan a lo más secreto del vientre. CAPÍTULO 21 1 Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano del SEÑOR; a todo lo que quiere lo inclina. 2 Todo camino del hombre es recto en su opinión; mas el SEÑOR pesa los corazones. 3 Hacer justicia y juicio es al SEÑOR más agradable que sacrificio. 4 Altivez de ojos, y orgullo de corazón, que es la candela de los impíos, es pecado. 5 Los pensamientos del solícito ciertamente van a abundancia; mas los de todo presuroso, indefectiblemente a pobreza. 6 Allegar tesoros con lengua de mentira, es vanidad desatentada de aquellos que buscan la muerte. 7 La rapiña de los impíos los destruirá; por cuanto no quisieron hacer juicio. 8 El camino del hombre perverso es torcido y extraño; mas la obra del limpio es recta. 9 Mejor es vivir en un rincón del terrado que con la mujer rencillosa en espaciosa casa. 10 El alma del impío desea mal; su prójimo no le parece bien. 11 Cuando el burlador es castigado, el simple se hace sabio; y enseñando al sabio, toma sabiduría. 12 Considera el justo la casa del impío; cómo los impíos son trastornados por el mal. 13 El que cierra su oído al clamor del pobre, también él clamará, y no será oído. 14 El presente en secreto amansa el furor, y el don en el seno, la fuerte ira. 15 Alegría es al justo el hacer juicio; mas quebrantamiento a los que hacen iniquidad. 16 El hombre que yerra del camino de la sabiduría, vendrá a parar en la compañía de los muertos. 17 Hombre necesitado será el que ama el deleite; y el que ama el vino y el ungüento no enriquecerá. 18 El rescate del justo será el impío, y por los rectos el prevaricador. 19 Mejor es morar en tierra del desierto, que con la mujer rencillosa e iracunda. 20 Tesoro codiciable y aceite hay en la casa del sabio; mas el hombre loco lo disipará. 21 El que sigue la justicia y la misericordia, hallará la vida, la justicia, y la honra. 22 La ciudad de los fuertes tomó el sabio, y derribó la fuerza en que ella confiaba. 23 El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de angustias. 24 Soberbio, arrogante y burlador es el nombre del que obra con la furia de la soberbia. 25 El deseo del perezoso le mata, porque sus manos no quieren trabajar. 26 Hay quien todo el día codicia; mas el justo da, y sigue dando. 27 El sacrificio de los impíos es abominación; ¡cuánto más ofreciéndolo con maldad! 28 El testigo mentiroso perecerá; mas el hombre que oye, permanecerá en su dicho. 29 El hombre impío endurece su rostro; mas el recto ordena sus caminos. 30 No hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo, contra el SEÑOR. 31 El caballo se apareja para el día de la batalla; mas del SEÑOR es el salvar. CAPÍTULO 22 1 De más estima es la buena fama que las muchas riquezas; y la buena gracia más que la plata y el oro. 2 El rico y el pobre se encontraron; a todos ellos los hizo el SEÑOR. 3 El avisado ve el mal, y se esconde; mas los simples pasan, y reciben el daño. 4 Riquezas, y honra, y vida, son la remuneración de la humildad y del temor del SEÑOR. 5 Espinas y lazos hay en el camino del perverso; el que guarda su alma se alejará de ellos. 6 Instruye al niño en su carrera; aun cuando fuere viejo no se apartará de ella. 7 El rico se enseñoreará de los pobres, y el que toma prestado es siervo del que presta. 8 El que sembrare iniquidad, iniquidad segará; y se consumirá la vara de su ira. 9 El ojo misericordioso será bendito, porque dio de su pan al menesteroso. 10 Echa fuera al burlador, y saldrá la contienda; y cesará el pleito y la afrenta. 11 El que ama la limpieza de corazón, y la gracia de sus labios; su compañero será el rey. 12 Los ojos del SEÑOR miran por la ciencia; mas él trastorna las cosas de los prevaricadores. 13 Dice el perezoso: El león está afuera; en medio de la calle seré muerto. 14 Sima profunda es la boca de las extrañas; aquel contra el cual estuviere el SEÑOR airado, caerá en ella. 15 La locura está ligada en el corazón del niño; mas la vara de la corrección la hará alejar de él. 16 El que oprime al pobre para aumentarse él, y que da al rico, ciertamente será pobre. 17 Inclina tu oído, y oye las palabras de los sabios, y pon tu corazón a mi sabiduría; 18 porque es cosa deleitable, si las guardares en tus entrañas; y que juntamente sean ordenadas en tus labios. 19 Para que tu confianza sea en el SEÑOR, te las he hecho saber hoy a ti también. 20 ¿No te he escrito tres veces en consejos y ciencia, 21 para hacerte saber la certidumbre de las razones verdaderas, para que puedas responder razones de verdad a los que a ti enviaren? 22 No robes al pobre, porque es pobre, ni quebrantes en el juicio al necesitado; 23 porque el SEÑOR juzgará la causa de ellos, y despojará el alma de aquellos que los despojaren. 24 No te entremetas con el iracundo, ni te acompañes con el hombre de enojos; 25 para que no aprendas sus veredas, y tomes lazo para tu alma. 26 No estés entre los que tocan la mano, entre los que fían por deudas. 27 Si no tuvieres para pagar, ¿por qué han de quitar tu cama de debajo de ti? 28 No traspases el término antiguo que pusieron tus padres. 29 ¿Has visto hombre solícito en su obra? Delante de los reyes estará; no estará delante de los oscuros. CAPÍTULO 23 1 Cuando te sentares a comer con algún señor, considera bien lo que estuviere delante de ti; 2 y pon cuchillo a tu garganta, si tienes gran apetito. 3 No codicies sus manjares, porque es pan engañoso. 4 No trabajes por ser rico; desiste de tu cuidado. 5 ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas, como alas de águila, y volarán al cielo. 6 No comas pan de hombre de mal ojo, ni codicies sus manjares; 7 porque cual es su pensamiento en su alma, tal es él. Come y bebe, te dirá; mas su corazón no está contigo. 8 ¿Comiste tu parte? La vomitarás; y perderás tus suaves palabras. 9 No hables a oídos del loco; porque menospreciará la prudencia de tus razones. 10 No traspases el término antiguo, ni entres en la heredad de los huérfanos; 11 porque el defensor de ellos es el Fuerte, el cual juzgará la causa de ellos contra ti. 12 Aplica tu corazón al castigo, y tus oídos a las palabras de sabiduría. 13 No detengas el castigo del niño; porque si lo hirieres con vara, no morirá. 14 Tú lo herirás con vara, y librarás su alma del infierno. 15 Hijo mío, si tu corazón fuere sabio, también a mí se me alegrará el corazón; 16 mis entrañas también se alegrarán, cuando tus labios hablaren cosas rectas. 17 No tenga tu corazón envidia de los pecadores, antes persevera en el temor del SEÑOR todo tiempo; 18 porque ciertamente hay fin, y tu esperanza no será cortada. 19 Oye tú, hijo mío, y sé sabio, y endereza tu corazón al camino. 20 No estés con los bebedores de vino, ni con los comedores de carne; 21 porque el bebedor y el comilón empobrecerán; y el sueño hará vestir vestidos rotos. 22 Oye a tu padre, a aquel que te engendró; y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies. 23 Compra la verdad, y no la vendas; la sabiduría, la enseñanza, y la inteligencia. 24 Mucho se alegrará el padre del justo; y el que engendró sabio se gozará con él. 25 Alégrense tu padre y tu madre, y gócese la que te dio a luz. 26 Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos. 27 Porque sima profunda es la ramera, y pozo angosto la extraña. 28 También ella, como robador, acecha, y multiplica entre los hombres los prevaricadores. 29 ¿Para quién será el ay? ¿Para quién el ay? ¿Para quién las rencillas? ¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas en balde? ¿Para quién lo amoratado de los ojos? 30 Para los que se detienen junto al vino, para los que van buscando la mixtura. 31 No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece su color en el vaso, se entra suavemente; 32 mas al fin morderá como serpiente, y como basilisco dará dolor. 33 Tus ojos mirarán las extrañas, y tu corazón hablará perversidades. 34 Y serás como el que duerme en medio del mar, y como el que se acuesta junto al timón. 35 Y dirás: Me hirieron, mas no me dolió; me azotaron, mas no lo sentí; cuando despertare, aun lo volveré a buscar. CAPÍTULO 24 1 No tengas envidia de los hombres malos, ni desees estar con ellos; 2 porque su corazón piensa en robar, e iniquidad hablan sus labios. 3 Con sabiduría se edificará la casa, y con prudencia se afirmará; 4 y con ciencia se llenarán las cámaras de todas riquezas preciosas y hermosas. 5 El hombre sabio es fuerte; y el hombre entendido es valiente de fuerza. 6 Porque con industrias harás la guerra; y la salud está en la multitud de consejeros. 7 Alta está para el loco la sabiduría; en la puerta no abrirá él su boca. 8 Al que piensa mal hacer le llamarán hombre de malos pensamientos. 9 El pensamiento del loco es pecado; y abominación a los hombres el burlador. 10 Si fueres flojo en el día de tribulación, tu fuerza será reducida. 11 Si dejares de librar los que son tomados para la muerte, y los que son llevados al degolladero; 12 si dijeres: Ciertamente no lo supimos; ¿no lo entenderá el que pesa los corazones? El que mira por tu alma, él lo conocerá, y dará al hombre según sus obras. 13 Come, hijo mío, de la miel, porque es buena, y del panal dulce a tu paladar; 14 tal será el conocimiento de la sabiduría a tu alma, si la hallares; y al fin tu esperanza no será cortada. 15 Oh impío, no aceches la tienda del justo, no saquees su cámara; 16 porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; mas los impíos caerán en el mal. 17 Cuando cayere tu enemigo, no te regocijes; y cuando tropezare, no se alegre tu corazón; 18 para que el SEÑOR no lo mire, y le desagrade, y aparte de sobre él su enojo. 19 No te entremetas con los malignos, ni tengas envidia de los impíos; 20 porque para el malo no habrá buen fin, y la candela de los impíos será apagada. 21 Teme al SEÑOR, hijo mío, y al rey; no te entremetas con los veleidosos; 22 porque su quebrantamiento se levantará de repente; y el quebrantamiento de ambos, ¿quién lo comprenderá? 23 También estas cosas pertenecen a los sabios. Tener acepción de personas en el juicio no es bueno. 24 El que dijere al malo: Justo eres, los pueblos lo maldecirán, y le detestarán las naciones; 25 mas los que lo reprenden, serán agradables, y sobre ellos vendrá bendición de bien. 26 Besados serán los labios del que responde palabras rectas. 27 Prepara tus labores de afuera, y disponlas en tu heredad; y después edificarás tu casa. 28 No seas testigo falso contra tu prójimo; y no lisonjees con tus labios. 29 No digas: Como me hizo, así le haré; daré el pago al varón según su obra. 30 Pasé junto a la heredad del hombre perezoso, y junto a la viña del hombre falto de entendimiento; 31 y he aquí que por toda ella habían ya crecido espinas, ortigas habían ya cubierto su faz, y su cerca de piedra estaba ya destruida. 32 Y yo miré, y lo puse en mi corazón; lo vi, y tomé castigo. 33 Un poco de sueño, cabeceando otro poco, poniendo mano sobre mano otro poco para dormir; 34 así vendrá como caminante tu necesidad, y tu pobreza como hombre de escudo. CAPÍTULO 25 1 También estos son proverbios de Salomón, los cuales copiaron los varones de Ezequías, rey de Judá. 2 Honra de Dios es encubrir la palabra; mas honra del rey es escudriñar la palabra. 3 Para la altura de los cielos, y para la profundidad de la tierra, y para el corazón de los reyes, no hay investigación. 4 Quita las escorias de la plata, y saldrá vaso al fundidor. 5 Aparta al impío de la presencia del rey, y su trono se afirmará en justicia. 6 No te alabes delante del rey, ni estés en el lugar de los grandes; 7 porque mejor es que se te diga: Sube acá, que no que seas abajado delante del príncipe a quien han mirado tus ojos. 8 No salgas a pleito presto, no sea que no sepas qué hacer al fin, después que tu prójimo te haya avergonzado. 9 Trata tu causa con tu compañero, y no descubras el secreto a otro; 10 para que no te deshonre el que lo oyere, y tu infamia no pueda repararse. 11 Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene. 12 Como zarcillo de oro y joyel de oro fino, es el que reprende al sabio que tiene oído dócil. 13 Como frío de nieve en tiempo de la siega, así es el mensajero fiel a los que lo envían; pues al alma de su señor da refrigerio. 14 Como nubes y vientos sin lluvia, así es el hombre que se jacta en don de mentira. 15 Con larga paciencia se aplaca el príncipe; y la lengua blanda quebranta los huesos. 16 ¿Hallaste la miel? Come lo que te basta; no sea que hastiado de ella, la vomites. 17 Detén tu pie de la casa de tu prójimo, no sea que hastiado de ti te aborrezca. 18 Martillo y cuchillo y saeta aguda, es el hombre que habla contra su prójimo falso testimonio. 19 Diente quebrado y pie resbalador, es la confianza en el prevaricador en el tiempo de angustia. 20 El que canta canciones al corazón afligido, es como el que quita la ropa en tiempo de frío, o el que sobre el jabón echa vinagre. 21 Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan; y si tuviere sed, dale de beber agua; 22 porque ascuas allegas sobre su cabeza, y el SEÑOR te lo pagará. 23 El viento del norte ahuyenta la lluvia, y el rostro airado la lengua detractora. 24 Mejor es estar en un rincón del terrado, que con la mujer rencillosa en casa espaciosa. 25 Como el agua fría al alma sedienta, así son las buenas nuevas de lejanas tierras. 26 Como fuente turbia y manantial corrompido, es el justo que se inclina delante del impío. 27 Comer mucha miel no es bueno; ni inquirir de su propia gloria es gloria. 28 Como ciudad derribada y sin muro, es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda. CAPÍTULO 26 1 Como la nieve en el verano, y la lluvia en la siega, así conviene al loco la honra. 2 Como el gorrión en su vagar, y como la golondrina en su vuelo, así la maldición sin causa nunca vendrá. 3 El látigo para el caballo, y el cabestro para el asno, y la vara para el cuerpo del loco. 4 Nunca respondas al loco en conformidad a su locura, para que no seas tú también como él. 5 Responde al loco mostrándole su locura, para que no se estime sabio en su opinión. 6 El que da un cargo al que no tiene facultad para ejercitarlo, es el que envía algo por mano del loco; y beberá el daño. 7 Así como camina el cojo; es el proverbio en la boca del loco. 8 Como quien liga la piedra en la honda, así es el que da honra al loco. 9 Espinas hincadas en mano del embriagado, tal es el proverbio en la boca de los locos. 10 El gran Dios cría todas las cosas; y al loco da la paga, y a los transgresores da el salario. 11 Como perro que vuelve a su vómito, así el loco que repite su locura. 12 ¿Has visto hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza hay del loco que de él. 13 Dice el perezoso: El león está en el camino; el león está en las calles. 14 Las puertas se revuelven en sus quicios; así el perezoso en su cama. 15 Esconde el perezoso su mano en el seno; se cansa de volverla a su boca. 16 Más sabio es el perezoso en su propia opinión que siete que le den consejo. 17 El que pasando se deja llevar de la ira en pleito ajeno, es como el que toma al perro por las orejas. 18 Como el que enloquece, y echa llamas, y saetas, y muerte, 19 tal es el hombre que daña a su amigo, y dice: Ciertamente lo hice por broma. 20 Sin leña se apaga el fuego; y donde no hay chismoso, cesa la contienda. 21 El carbón para brasas, y la leña para el fuego; y el hombre rencilloso para encender contienda. 22 Las palabras del chismoso parecen blandas; mas ellas entran hasta lo secreto del vientre. 23 Como escoria de plata echada sobre el tiesto, son los labios enardecidos y el corazón malo. 24 El que odia disimula con sus labios; mas en su interior maquina engaño. 25 Cuando hablare amigablemente, no le creas; porque siete abominaciones hay en su corazón. 26 Aunque su odio se encubre en el desierto; su malicia será descubierta en la congregación. 27 El que cavare sima, caerá en ella; y el que revuelva la piedra, a él volverá. 28 La falsa lengua aborrece al que atormenta; y la boca lisonjera hace resbaladero. CAPÍTULO 27 1 No te jactes del día de mañana; porque no sabes qué dará de sí el día. 2 Alábete el extraño, y no tu boca; el ajeno, y no tus labios. 3 Pesada es la piedra, y la arena pesa; mas la ira del loco es más pesada que ambas cosas. 4 Cruel es la ira, e impetuoso el furor; mas ¿quién parará delante de la envidia? 5 Mejor es la reprensión manifiesta que el amor oculto. 6 Fieles son las heridas del que ama; pero importunos los besos del que aborrece. 7 El alma saciada desprecia el panal de miel; mas al alma hambrienta todo lo amargo es dulce. 8 Como el ave se va de su nido, así el hombre se va de su lugar. 9 El ungüento y el incienso alegran el corazón; así la dulzura del amigo con el consejo del alma. 10 No dejes a tu amigo, ni al amigo de tu padre; ni entres en casa de tu hermano el día de tu aflicción. Mejor es el vecino cerca que el hermano lejano. 11 Sé sabio, hijo mío, y alegra mi corazón, y tendré qué responder al que me deshonrare. 12 El avisado ve el mal, y se esconde, mas los simples pasan, y llevan el daño. 13 Quítale su ropa al que fio al extraño; y al que fio a la extraña, tómale prenda. 14 El que bendice a su amigo en alta voz, madrugando de mañana, por maldición se le contará. 15 Gotera continua en tiempo de lluvia, y la mujer rencillosa, son semejantes; 16 el que la escondió, escondió el viento; porque el aceite en su mano derecha clama. 17 Hierro con hierro se aguza; y el hombre le da ánimo a su amigo. 18 El que guarda la higuera, comerá su fruto; y el que guarda a su señor, será honrado. 19 Como en agua el rostro corresponde al rostro, así el corazón del hombre al hombre. 20 El sepulcro y la perdición nunca se sacian; así los ojos del hombre nunca están satisfechos. 21 El crisol prueba la plata, y la hornaza el oro; y al hombre la boca del que lo alaba. 22 Aunque majes al loco en un mortero entre granos de trigo a pisón majados, no se quitará de él su locura. 23 Considera atentamente el rostro de tus ovejas; pon tu corazón al ganado; 24 porque las riquezas no son para siempre; ¿Y será la corona para perpetuas generaciones? 25 Saldrá la grama, aparecerá la hierba, y se segarán las hierbas de los montes. 26 Los corderos son para tus vestidos, y los cabritos son para el precio del campo; 27 y abundancia de leche de las cabras para tu mantenimiento, y para mantenimiento de tu casa, y para sustento de tus criadas. CAPÍTULO 28 1 Huye el impío sin que nadie lo persiga; mas el justo está confiado como un leoncillo. 2 Por la rebelión de la tierra sus príncipes son muchos; mas por el hombre entendido y sabio permanecerá sin mutación. 3 El hombre pobre y robador de los pobres, es lluvia de avenida que deja sin pan. 4 Los que dejan la ley, alaban al impío; mas los que la guardan, contenderán con ellos. 5 Los hombres malos no entienden el juicio; mas los que buscan al SEÑOR, entienden todas las cosas. 6 Mejor es el pobre que camina en su perfección, que el de perversos caminos, y rico. 7 El que guarda la ley es hijo prudente; mas el que es compañero de glotones, avergüenza a su padre. 8 El que aumenta sus riquezas con usura y recambio, para que se dé a los pobres las allega. 9 El que aparta su oído para no oír la ley, su oración también será abominable. 10 El que hace errar a los rectos por el mal camino, el caerá en su misma sima; mas los perfectos heredarán el bien. 11 El hombre rico es sabio en su opinión; mas el pobre entendido es más sabio que él. 12 Cuando los justos se alegran, grande es la gloria; mas cuando los impíos son levantados, el hombre cuerdo se esconderá. 13 El que encubre sus pecados, no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia. 14 Bienaventurado el hombre que siempre teme a Dios; mas el que endurece su corazón, caerá en mal. 15 León rugiente y oso hambriento, es el príncipe impío sobre el pueblo pobre. 16 El príncipe falto de entendimiento multiplicará los agravios; mas el que aborrece la avaricia, prolongará sus días. 17 El hombre que hace violencia con sangre de persona, huirá hasta el sepulcro, y nadie le sustentará. 18 El que camina en integridad, será salvo; mas el de perversos caminos caerá en alguno. 19 El que labra su tierra, se saciará de pan; mas el que sigue a los ociosos, se llenará de pobreza. 20 El hombre de la verdad tendrá muchas bendiciones; mas el que se apresura a enriquecer, no será absuelto. 21 Tener acepción de personas en el juicio, no es bueno; hasta por un bocado de pan prevaricará el hombre. 22 Se apresura a ser rico el hombre de mal ojo; y no conoce que le ha de venir pobreza. 23 El que reprende al hombre, hallará después mayor gracia que el que lisonjea con la lengua. 24 El que roba a su padre o a su madre, y dice que no es maldad, compañero es del hombre destruidor. 25 El altivo de ánimo suscita contiendas; mas el que en el SEÑOR confía, medrará. 26 El que confía en su corazón es loco; mas el que camina en sabiduría, será salvo. 27 El que da al pobre, nunca tendrá pobreza; mas el que del pobre aparta sus ojos, tendrá muchas maldiciones. 28 Cuando los impíos son levantados, el hombre cuerdo se esconderá; mas cuando perecen, los justos se multiplican. CAPÍTULO 29 1 El hombre que reprendido endurece la cerviz, de repente será quebrantado; y no habrá para él medicina. 2 Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; mas cuando domina el impío, el pueblo gime. 3 El hombre que ama la sabiduría, alegra a su padre; mas el que mantiene rameras, perderá la hacienda. 4 El rey con el juicio afirma la tierra; mas el hombre amigo de presentes la destruirá. 5 El hombre que lisonjea a su prójimo, red tiende delante de sus pasos. 6 En la prevaricación del hombre malo hay lazo; mas el justo cantará y se alegrará. 7 Conoce el justo el derecho de los pobres; mas el impío no entiende sabiduría. 8 Los hombres burladores enlazan la ciudad; mas los sabios apartan la ira. 9 Si el hombre sabio contendiere con el loco, que se enoje o que se ría, no tendrá reposo. 10 Los hombres sanguinarios aborrecen al perfecto; mas los rectos buscan su alma. 11 El loco da rienda suelta a todo su espíritu; mas el sabio al fin lo sosiega. 12 Del señor que escucha la palabra mentirosa, todos sus ministros son impíos. 13 El pobre y el usurero se encontraron; el SEÑOR alumbra los ojos de ambos. 14 El rey que juzga con verdad a los pobres, su trono será firme para siempre. 15 La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho suelto avergonzará a su madre. 16 Cuando los impíos son muchos, mucha es la prevaricación; mas los justos verán la ruina de ellos. 17 Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará deleite a tu alma. 18 Sin visión profética el pueblo perecerá; mas el que guarda la ley es bienaventurado. 19 El siervo no se castigará con palabras; porque entiende, mas no hace caso. 20 ¿Has visto hombre ligero en sus palabras? Más esperanza hay del loco que de él. 21 El que regala a su siervo desde su niñez, a la postre será su hijo. 22 El hombre iracundo levanta contiendas; y el furioso muchas veces peca. 23 La soberbia del hombre le abate; pero al humilde de espíritu sustenta la honra. 24 El cómplice del ladrón aborrece su vida; oirá maldiciones, y no lo denunciará. 25 El temor a los hombres es peligroso; mas el que confía en el SEÑOR será levantado. 26 Muchos buscan el favor del príncipe; mas del SEÑOR viene el juicio de cada uno. 27 Abominación es a los justos el hombre inicuo; y abominación es al impío el de rectos caminos. CAPÍTULO 30 1 Palabras de Agur, hijo de Jaqué: La profecía que dijo el varón a Itiel, a Itiel y a Ucal. 2 Ciertamente más rudo soy yo que ninguno, ni tengo entendimiento de hombre. 3 Yo ni aprendí sabiduría, ni conozco la teología. 4 ¿Quién subió al cielo, y descendió? ¿Quién encerró los vientos en sus puños? ¿Quién ató las aguas en un paño? ¿Quién afirmó todos los términos de la tierra? ¿Cuál es su nombre, y el nombre de su hijo, si sabes? 5 Toda palabra de Dios es limpia; es escudo a los que en él esperan. 6 No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso. 7 Dos cosas te he demandado; no me las niegues antes que muera: 8 Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; no me des pobreza ni riquezas; manténme del pan de mi juicio; 9 para que no me sacie, y te niegue, y diga, ¿Quién es el SEÑOR? O no sea que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios. 10 No acuses al siervo ante su señor, para que no te maldiga, y peques. 11 Hay generación que maldice a su padre, y a su madre no bendice. 12 Hay generación limpia en su opinión, y nunca se ha limpiado su inmundicia. 13 Hay generación cuyos ojos son altivos, y cuyos párpados son alzados. 14 Hay generación cuyos dientes son espadas, y sus muelas cuchillos, para devorar de la tierra a los pobres, y de entre los hombres a los menesterosos. 15 La sanguijuela tiene dos hijas que se llaman, dame, dame. Tres cosas hay que nunca se sacian; aun la cuarta nunca dice, basta: 16 El sepulcro, y la matriz estéril, la tierra que no se sacie de aguas, y el fuego que jamás dice: Basta. 17 El ojo que escarnece a su padre, y menosprecia la enseñanza de la madre, los cuervos lo saquen del río, y lo devoren los hijos del águila. 18 Tres cosas me son ocultas; aun tampoco sé la cuarta: 19 El rastro del águila en el aire; el rastro de la culebra sobre la peña; el rastro de la nave en medio del mar; y el rastro del hombre en la doncella. 20 Tal es el rastro de la mujer adúltera, come, y limpia su boca, y dice: No he hecho maldad. 21 Por tres cosas se alborota la tierra, y la cuarta no puede sufrir: 22 Por el siervo cuando reinare; y por el loco cuando se saciare de pan; 23 por la mujer aborrecida cuando se casare; y por la sierva cuando heredare a su señora. 24 Cuatro cosas son de las más pequeñas de la tierra, y las mismas son más sabias que los sabios: 25 Las hormigas, pueblo no fuerte, y en el verano preparan su comida; 26 los conejos, pueblo no fuerte, y ponen su casa en la piedra; 27 las langostas, no tienen rey, y salen todas acuadrilladas; 28 la araña, ase con las manos, y está en palacios de rey. 29 Tres cosas hay de hermoso andar, y la cuarta pasea muy bien: 30 El león, fuerte entre todos los animales, que no vuelve atrás por nadie; 31 el lebrel ceñido de lomos; asimismo el macho cabrío; y el rey contra el cual ninguno se levanta. 32 Si caíste, fue porque te enalteciste; y si mal pensaste, pon el dedo sobre la boca. 33 Ciertamente el que exprime la leche, sacará manteca; y el que recio se suena las narices, sacará sangre; y el que provoca la ira, causará contienda. CAPÍTULO 31 1 Palabras del rey Lemuel; la profecía con que le enseñó su madre. 2 ¿Qué, hijo mío? ¿Y qué, hijo de mi vientre? ¿Y qué, hijo de mis deseos? 3 No des a las mujeres tu fuerza ni tus caminos, que es para destruir los reyes. 4 No es de los reyes, oh Lemuel, no es de los reyes beber vino, ni de los príncipes la cerveza. 5 No sea que bebiendo olviden la ley, y perviertan el derecho de todos los hijos afligidos. 6 Dad la cerveza al que perece, y el vino a los de amargo ánimo. 7 Beban, y se olviden de su necesidad, y de su miseria no se acuerden más. 8 Abre tu boca por el mudo, en el juicio de todos los hijos de muerte. 9 Abre tu boca, juzga justicia, y el derecho del pobre y del menesteroso. 10 Alef Mujer valiente, ¿quién la hallará? Porque su valor pasa largamente a la de piedras preciosas. 11 Bet El corazón de su marido está en ella confiado, y no tendrá necesidad de despojo. 12 Guímel Ella le dará bien y no mal, todos los días de su vida. 13 Dálet Buscó lana y lino, y con voluntad labró con sus manos. 14 He Fue como navío de mercader; trae su pan de lejos. 15 Vau Se levantó aun de noche, y dio comida a su familia, y ración a sus criadas. 16 Zain Consideró la heredad, y la compró; y plantó viña del fruto de sus manos. 17 Het Ciñó sus lomos de fortaleza, y esforzó sus brazos. 18 Tet Gustó que era buena su granjería; su candela no se apagó de noche. 19 Yod Aplicó sus manos al huso, y sus manos tomaron la rueca. 20 Caf Alargó su mano al pobre, y extendió sus manos al menesteroso. 21 Lámed No tendrá temor de la nieve por su familia, porque toda su familia está vestida de ropas dobles. 22 Mem Ella se hizo tapices; de lino fino y púrpura es su vestido. 23 Nun Conocido es su marido en las puertas, cuando se sienta con los ancianos de la tierra. 24 Sámec Hizo telas, y vendió; y dio cintas al mercader. 25 Aín Fortaleza y hermosura es su vestidura; y en el día postrero reirá. 26 Pe Abrió su boca con sabiduría; y la ley de clemencia está en su lengua. 27 Tsade Considera los caminos de su casa, y no come el pan de balde. 28 Caf Se levantaron sus hijos, y la llamaron bienaventurada; y su marido también la alabó. 29 Res Muchas mujeres hicieron el bien; mas tú las sobrepasas a todas. 30 Sin Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme al SEÑOR, ésa será alabada. 31 Tau Dadle del fruto de sus manos, y alábenla en las puertas sus hechos.
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